La pintura de Alceu Ribeiro por muchos años se caracterizó por su consecuencia al “Taller de Torres García” de donde surgiera junto a algunos jóvenes, hoy valiosos intérpretes de la plástica nacional.

Pero Ribeiro también luchó por dar una expresión suya. En tal aspecto, fundamentó su hacer en experiencias que le llevaron, sin apartarse de la paleta baja, a una intersección de lo metafísico que intercaló junto a las teorías que ya sustentaba. Ello le llevó a un prolijo rebuscar en la depuración. A ésta llegó luego de múltiples facetas, en las cuales tuvo altos y bajos.

Hacía mucho que, dedicado a la enseñanza no exhibía sus obras.

Ello se produce ahora en la Galería Moretti. Sus cuadros, que ya entroncan en un logro con aspectos personales, se manifiestan en una total liberación.

Sin excluir el cromatismo que puede decirse nació con él en la pintura, el cambio se produce, empero, en cierta desintegración de los elementos que abandonan en muchos de sus cuadros la estructura formal, para adquirir soltura de espacios, en los que el elemento u objeto constitutivo del tema o motivo, ritma su vivencia enramado en la armonía.

Por otra parte, los paisajes y figuras que tienen por objeto la interpretación naturalista le encuentran en plena posesión de sus medios y virtudes.

Es más; predomina en ellos una soltura de trazo que afirma constantemente la estructura del cuadro, y deja espacio para que el tono pueda valerse con su más clara expresión y pureza.

La paleta se mantiene baja, con algunos acentos que se evaden en la vivacidad de rojos. Los blancos muy bien ubicados, son un manifiesto a su bondad sensible.