Los autos, repetimos, crecen con un celeridad como la que responde al cuenta kilómetro de esos “disparadores” que, como torpedos, rugen en cuatro filas pos las tardes...

Las calles ya no pueden albergar más autos detenidos en sus aceras.

Los sitios libres son tan pocos e inadecuados, que no alcanzan, y el apretujamiento supone una incomodidad de maniobra temible para los bañistas y peatones que circulan en número más nutrido aún por la zona céntrica.

En los mediodías de calor, y hasta pasadas las horas de sol, la carretera que conduce a San Rafael y más allá todavía, está marginada de automóviles, injertados unos a otros como una paleta, de colores que se mete en el espacio.

En la carretera a Las Delicias, que precede la entrada a la Punta, los sábados y domingos se triplica la cantidad de autos puestos perpendicularmente al mar. Constituyen peligro para los bañistas que bajan da ellos y pisan la carretera, donde como bólidos viene» los que van directos al Este.

Habría que reglamentar ésta desordenada acumulación de autos que está haciendo de la Punta una verdadera tela de araña en sus calles y caminos. Habría que crear playas de estacionamiento.

Pero no como la que está frente a la Brava, en. donde los pozos y la tierra levantan polvareda y distraen la atención del piloto, buscando un lugar que n& encuentra, sino pavimentándolas, y ordenando las ubicaciones, marcándolas de manera visible.

En la actual temporada el número de autos es tremendamente grande. Es menester que las autoridades tomen medidas prudentes y previsoras.

Pensamos que si el turismo se acrecienta, como todo lo hace suponer, como lo estimula la propaganda en países extranjeros, ¿en qué lugar circularían o se estacionarían los coches, si ya no se sabe en dónde hacerlo?

Si en verdad se promueve el turismo a gran plano, si se desea que nos visiten, debemos ofrecerle comodidad, no ya que le sorprenda favorablemente, sino la imprescindible que se reclama a gritos.

Muy bien que el turismo vea en Punta del Este el balneario privilegiado para su descanso. Pero no podemos malograrle en su afán, si se convierte en un infierno el hecho de traer un automóvil.

Para años venideros hay que estudiar seriamente lo que remedie tal situación. Como otras cosas indispensables, no es posible quedar a la zaga, y dejar a la buena voluntad y paciencia del visitante la solución de problemas que son sólo atinentes a la atención que debemos a quienes han elegido al Uruguay y a Punta del Este para su descanso.