"Eduardo Vernazza y el fútbol"

Dibujos de Eduardo Vernazza

por Dennis Doty

Eduardo Vernazza (1910-1991) es un dibujante y pintor uruguayo cuya vocación se manifiesta ya en la adolescencia, en los ratos libres que le dejan los diversos trabajos que realiza para ayudar a sus padres y hermanos.

A los 18 años consigue volcarse de lleno a su arte al ingresar al diario El Día, un legendario periódico de esos tiempos.

Desde allí, durante décadas, cada día, los uruguayos aprecian sus croquis de bailarines, actores y mimos.

Asimismo, de la gente de Montevideo.

Sus dibujos también reflejan una pasión que comparte con la mayoría de los uruguayos: el fútbol.

Eduardo Vernazza en su primera exposición
(Aproximadamente 1935)

En 1930, Eduardo Vernazza tiene veinte años.

Tal fecha representa un momento dorado para el país: los 100 años de su independencia.

Un signo de esa celebración es la construcción del estadio Centenario, un especie de templo dedicado al fútbol y a la gente.

En ese año nuestros futbolistas se transforman en héroes al ganar el Campeonato del mundo.

Así, cuando Uruguay obtiene la Copa, el arte de Vernazza muestra a los protagonistas de la victoria.

Sus imágenes parecen las de un coreógrafo que despliega las evoluciones, agrupaciones y expresiones de danzarines bailando en un gran teatro.

En adelante, sus dibujos desplegarán el triunfo de 1950 y otros múltiples espectáculos futbolísticos.

También aparecen los Juegos Olímpicos en pinturas de grandes dimensiones.

Los domingos, Vernazza pasea por Montevideo, perfilando sus playas y paisajes.

Pero cuando ve una cancha en la que lidian amateurs o hay baby fútbol, se detiene a delinear esos encuentros deportivos.

Una vez se pone a vender pescado en sustitución de un pescador para que ese “hincha” pueda ver un partido que se juega sobre la arena.

Como muchos artistas visuales, Vernazza es un hombre reservado, silencioso.

Durante el día escribe crónicas sobre artistas.

O figura su visión de personas y paisajes.

Por la noche, dibuja a las compañías uruguayas.

O a los intérpretes internacionales que nos visitan.

A la madrugada, se encierra en su estudio. Sentado en su taburete, se concentra en su propia creación.

Ese estudio es el espacio, casi sellado, de su fantasía y su memoria: su obra.

De ese trabajo no habla nunca.

Sin embargo, el estudio se abre para familiares, colegas y amigos cuando se trata de fútbol.

Hasta cuando escucha una conversación sobre tal deporte, aun tratándose de personas que apenas conoce, dialoga con ellos. Discute acerca de lo que debió hacer un asesor técnico, señala el valor de un jugador, conmemora una jugada. A través del fútbol se comunica con personas de otros partidos políticos, de diversas religiones, de profesiones que no se relacionan con la suya. Mirando un partido, charla con bichicomes, personajes que aparecen una y otra vez, conmovedoramente, en su obra y a los que el fútbol electriza como a él. Siempre sereno y respetuoso de las opiniones deportivas de los demás.

Por consiguiente, el trabajo de Eduardo Vernazza vale de por sí. Pero, asimismo, constituye, un testimonio de las costumbres, arrebatos y emociones de los uruguayos de entonces. Y una fuente para historiadores, estudiosos de nuestra cultura, cineastas que quieran recrear la atmósfera de esos tiempos míticos. Y, especialmente, para los amantes del fútbol.