Damas, joyas, vestidos

por Eduardo Vernazza (Texto e ilustración)

Diario El Día (Montevideo)

Edición Punta del Este 27 de enero de 1969

En Punta del Este hay que fijarse en el espectáculo de las damas de la noche. No son ellas las inquietas y doradas libélulas que pasean su gracia adolescente en el vuelo fugaz de un encandilamiento. Son aquellas que, como las aterciopeladas mariposas nocturnas de las noches de estío, se posan suaves y graves, majestuosas y serenas, desplegando otra clase de hermosura, menos vital y agreste, menos salvaje y existencial. Son esas damas sin edad, cuyo brillo comienza a! caer el sol.

Envueltas en sedas, relucientes como gemas, elegantes, sofisticadas, distinguidas, verdaderos escaparates de la moda, parecen sacerdotisas de alguna extraña religión oriental.

Tras ellas se mueven ejércitos de inspirados artistas y hábiles artesanos. Ropas, peinados, cosmética, alhajas, ornamentos, perfumes, que ellas saben combinar con armonía perfecta, con ''chic”, con “charme”, con glamour”, destacan una personalidad romántica o moderna, lánguida, agresiva o electrizante.

Su hermosura proviene más de un proceso íntimo, sabio, intelectual, maduro y refinado, que obtiene los más deslumbrantes efectos, las más admirables creaciones, las más sutiles interpretaciones de ese mundo mágico, cambiante y efímero de la moda.

Brillan en la noche con a luz propia, en los salones elegantes, en los jardines peninsulares, en los exquisitos rincones reservados para la “élite” puntaesteña, mientras sus telas laminadas y e¡ oro y la plata, el cobre, el turquesa y el índigo, el violeta, el rojo y el verde de sus metales y sus vestiduras dejan una estela luminosa de mágica fosforescencia.

Hechiceras de largas uñas y ojos desmesurados, ejecutan las notas cálidas y graves en la sinfonía nocturna de la Península.

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