En 1969, a partir de mi único (y breve) encuentro con Víctor Lima, me quedaron la mirada y el oído atentos a la tarea que unos pocos se habían impuesto en aras de un "Cancionero Nacional para Todos". Desde entonces, la obra del montevideano Marcos Velázquez, fue motivo de mi atención. Con el tiempo, este creador me ganó también el costado por su manera de ver y concebir el mundo: por su temática prolongada a lo largo de la historia con una obra de conjunto que presenta la realidad de los sueños del Uruguay: obra que avala a quienes definen a este cantautor como uno de los más altos exponentes de un arte popular uruguayo que se íntegra en la experiencia, el canto, el humor, el dolor y los sueños de nuestro pueblo.
Hacia 1977, cuando en Montevideo comenzaban a sentarse las bases de esta nueva etapa que hoy vive la música popular uruguaya, Velázquez había logrado ya cierta proyección en Europa y esta, si bien era el fruto de ofrecer a la consideración del público europeo sus primeras y recordadas composiciones, lo enfrentaba al compromiso de renovarse; de presentar nuevos trabajos, a lo que respondió con una serie de obras realmente importantes en calidad y número.
En lo personal, la necesaria atención que me exigió en esos años la creación de un repertorio propio, limitó mis posibilidades de seguir paso a paso la tarea de Velázquez en Europa. Por fortuna, cuando mediaba el mes de abril de 1981, el compartir con el cantor salteño Américo Gaudin el escenario del Parque Harriague en Salto, me significó un reencuentro por partida doble: el del compañero con quien habíamos coincidido en otros escenarios del interior del país y al mismo tiempo, con la obra de Marcos Velázquez interpretada sentidamente por un Américo madurado en el canto y el decir.
Escucharlo en su entrega de "Gallo cantor"; "Gallo pato" y otros nuevos trabajos que yo no conocía de Marcos Velázquez me puso en el compromiso de intentar una versión personal de la obra de Velázquez. A los pocos meses registré mi versión de "Gallo cantor" para el larga duración Cantacaminos como reconocimiento al talento creador del poeta y cantor que nos ocupa.
Hice conocer además mi intención de actualizar la imagen de Velázquez a través de su propia voz y pluma, lo que fue recibido positivamente y lo que motiva esta suerte de prólogo que no pretende presentar un estudio exhaustivo de sus textos y composiciones, ya que él no juega a pertenecer a la élite intelectual, por lo que basta -para entenderlo- con leer su obra y escucharla en su voz.
Entiendo necesarias si, algunas precisiones biográficas y para ello he de valerme del aporte del propio Marcos y de notas periodísticas que a través del tiempo y en distintos países se han publicado sobre él.
Marcos Velázquez nació en Montevideo en 1939.
Como músico y poeta recorrió durante años nuestro país estudiando la poesía y la música tradicional, brindando recitales y haciendo conferencias sobre el tema.
En 1964 comienza su carrera como profesional, ganando el primer premio al mejor intérprete en el Concurso Nacional organizado por el canal oficial de televisión.
Sobre sus comienzos decía Marcos Velázquez en 1965:
"Me crié en un ambiente de canto y guitarra tradicional. Mi padre era un hombre criollo, chapado a la antigua, poeta amigo de dar serenatas en los balcones. Bohemio, vivía en el mundo de los cultores de nuestro arte popular tradicional sin comprender esta colonización cultural del presente ni mucho menos justificarla. El conoció primero ese mundo cultural nuestro y luego vivió desorientado frente a la generación del presente. A mi me sucedió a la inversa, perteneciente a esta generación me desarrollé con ella en un mundo cultural extraño a nuestra sicología pero no tardé en convertirme en un amante de las cosas tradicionales, de la guitarra, de los viejos cantores y payadores, fuentes que mantienen más o menos fresca la raíz de nuestra nacionalidad; cimientos sobre los que construí una cultura popular del presente acorde con nuestro espíritu nacional.
A partir de esa época hizo hincapié en que utilizaba para sus composiciones la tradición en la forma, no en los temas. Al respecto señalaba: "Mucha gente supone que hacer canciones populares y tradicionales implica estancarse o renegar de todo lo nuevo. El folklore es un fenómeno de carácter funcional y plástico; es decir que no existe porque si, sino porque el pueblo lo mantiene por necesitarlo y además el mismo pueblo lo renueva permanentemente".
En 1965, Velázquez ganó el primer premio a la mejor canción en el Festival Nacional de Folklore realizado en Salto, con su canción, hoy célebre, "La rastrojera". También obtuvo ese año el primer y tercer premio en el Concurso de Poesía organizado por la Asociación Tradicionalista El Cielito. Los poemas de Velázquez comienzan a cumplir su destino de navegante por periódicos y revistas; graba su primer disco en Philips y continúa grabando en Orfeo, intensificando sus presentaciones en televisión y teatros.
En 1969 es contratado en Chile por los canales 14 y 9 de Santiago. También por canal 4 de Valparaíso donde permanece dos meses. Recorre el norte de Chile, visitando lugares como Curicó, Copiapó, La Serena, hasta llegar a la frontera con Perú. En ese país es contratado por canal 4 de televisión de Lima y ofrece recitales en las universidades de San Marcos, Católica y Agraria. Realiza también una gira hasta Piura y Talara, Perú al norte.
En 1970 regresa a Chile donde vive hasta setiembre de 1973.
Desde 1974 reside en Francia, haciendo giras a través del país y por diferentes países de Europa.
En 1977 se presenta en Austria contratado por la televisión de Viena y ofrece recitales en las universidades.
En 1979 viajó a Argelia contratado por el Ministerio de Cultura, presentándose en Argel, Batna y Tissiusu. Viajó también a España donde brindó una conferencia en la Sala de Actos del Conservatorio Superior de Música de Barcelona, sobre historia del folklore, presentado por el Dr. Jordi Roch, presidente de Juventudes Musicales de España.
En los últimos años ha intensificado sus presentaciones personales compartiendo, por ejemplo, el Olympia de Paris con César Isella; brindando recitales en universidades junto a Joan Manuel Serrat, convirtiéndose en merecedor de comentarios como el de Le Havre Presse de Francia publicado el 19 de mayo de 1979 que a propósito de Marcos Velázquez dice: "El es el cantor del pueblo, de los trabajadores de un mundo en marcha; es por eso que no está de acuerdo con la imagen de América Latina que tenemos en Europa y que vio simbolizada en un afiche en Alemania Federal: un árbol seco saliendo de un suelo cubierto de cadáveres, teniendo en una rama a un indio que toca la quena. Marcos Velázquez canta a lo contrario; apuesta al optimismo.
Es un cantor positivo y tonificante". |