Canto verbal |
A ti, palabra mi suprema dea, tiende sus alas la esperanza mía águila errante del desierto humano sin altas cumbres donde reposar el tedio de las rutas infinitas... Tiende sus alas como a excelsa fuente pródiga de belleza y de armonía; quiere beber en tu copa de oro, quiere bañarse en el agua sonante, mudable en sus ritmos, diversa en sus glosas y cuyo oleaje ya sacudido por vértigos fecundos o melodioso de serenidad... A ti, palabra que tienes la magia de sabiamente transmutar tu forma y ajustarla a la loca trashumancia de la maravillosa ánima viva.... Oh profunda, variante y fugaz, que floreces en vetas luminosas perfumadas de esencia espiritual... Ánfora de caudalosas perlas en murmurio, de blancas nieves y de rojas flamas. Ánfora de tempestades y constelaciones, de suaves lluvias y silbantes rachas... Ánfora de sonoras cadencias, de crujiente espuma, cascabel marino, de místicas hostias y de miel pagana... No hay un tesoro que supere al tuyo en abundancia de oportunas galas para quimeras y revelaciones, grandes historias y leyendas magnas no hay un tesoro que supere al tuyo, vertiginoso para la elocuencia, inagotable para la ilusión, lírico para el numen romancesco y musical para el divino amor... Por tu vocero el invisible espíritu se glorifica en vividas ofrendas, su lira tañen las carnales fibras y el corazón henchido se desborda en sublimes poemas... Por ti sobre el bronce triunfal de los escudos brotaron rosas trágicas, cuyo fragante olor de sangre noble blasonó las estirpes y las razas. Por ti en las verdes pupilas de las fieras las sombras de los ímpetus salvajes se trocaron en. húmedas estrellas. Por ti se abrió de muchas rocas duras el regazo feraz en el dulce licor de sus vertientes se confortó la esperanza mortal. Yo no sé en qué fantástica materia al escultor de la progenie humana le plugo modelar la estatua mía, que no ablanda la luz de las auroras ni el oscuro crepúsculo marchita; pero si alguna vez mi corazón abre a la vida su raudal interno, sí se doran mis áridas llanuras y se pueblan de esquifes mis océanos, si se viste de estelas fulgurantes la. nebulosa noche de mis piélagos y las alas sin sol de mis pendones en raudas ondas flotan a los vientos, si gorjean mis pájaros será cuando en la entraña de un sacro silencio sobre la losa de mi tumba viva choque su llama tu rayo de fuego. |
María
Eugenia Vaz Ferreira
"La Isla de los Cánticos"
Biblioteca Artigas
Colección de Clásicos Uruguayos - Vol. 20
Ministerio de Cultura
Montevideo, 1956
Editado por el editor de Letras Uruguay
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