Personajes del Mercado del Puerto

El edificio del Mercado

Hemos abierto una Sección destinada a narrar historias y describir personajes del Mercado del Puerto. Como todo entorno ciudadano que congrega gente los mercados de productos alimenticios suelen ser un emporio de situaciones y actividades donde se entremezcla el trabajo, el comercio, el arte y la gastronomía.

La rica historia del lugar amerita que reparemos en algunos de sus personajes habituales, de esos que por tenerlos delante no parecen importantes pero que, una vez enfocados e investigados, se convierten en referencia obligatoria o sujetos pintorescos.

En el presente número, más que a un personaje nos referiremos al propio Mercado. Confesamos haber recibido un desengaño, porque su centenaria estructura metálica proveniente de las minas de Cardiff, en Escocia, proyectada por ingenieros ingleses y soldada por manufactureros del Reino Unido, no tuvo el origen trágico-romántico del que siempre oímos hablar. No hubo naufragio ni barco encallado ni tampoco un proyectado destino de estación terminal de un ferrocarril trasandino. Antes bien, la obra fue planeada directamente como mercado y como tal encargada a una firma comercial de Inglaterra. Surgió entonces de una empresa comercial bien concebida y mejor terminada.(1)

Montevideo se caracterizó siempre por la cantidad y diversidad de sus mercados. Ya desde la época colonial la plaza Matriz ofrecía su costado sureste, frente al Cabildo, para la venta de productos, en la conocida como Plaza de la Verdura. Más hacia el centro se encontraba el Mercado Chico o de Sostoa, en las inmediaciones de la casa del Gobernador.

Años después de comenzada la vida independiente, vino a agregarse un nuevo Mercado. En 1833, tras decretarse la demolición de las murallas, se abrió la puerta de la Ciudadela y se tiró abajo la puerta de la capilla que daba sobre la futura plaza de la Independencia. La vieja y monumental CIUDADELA se transformó en mercado, con el nombre de Mercado Nuevo. El nuevo recinto albergó decenas de puestos de verdura, carnes, frutos del país y vestimentas de todo tipo y color. Años después, hacia el Este, en campos de la ciudad nueva y antes de llegar al Ejido, cerca del cementerio de los ingleses (actual sede del Palacio Municipal) se levantó el cuarto mercado, el del Este o de la Abundancia.

Pero todavía faltaba uno, se notaba el vacío en las inmediaciones del puerto, para superar los viejos puestos al aire libre para la venta de pescado y los vendedores ambulantes que ofrecían todo tipo de productos a lo largo de la sucia y poblada margen de la bahía.

En 1865 se concretó la idea del MERCADO DEL PUERTO, en base al dinamismo de don Pedro Sáenz de Zumarán, activo comerciante nacido en Logroño (España) en 1808. Tras un pasaje por Buenos Aires, Sáenz se instaló definitivamente en Montevideo con comercio mayorista. Fundó al efecto una sociedad con un capital de 309.000 pesos fuertes para construir el mercado en el predio que solía llamarse Baño de los Padres, la zona ribereña donde los buenos franciscanos solían chapucear en las tardes estivales.

El ingeniero R. H. Mesures fue consultado sobre la viabilidad de encargar el tipo de edificio que por aquella época hacia furor en el mundo: una construcción metálica sobre bases de hierro. De esta manera se lograría un mayor espacio abierto, mejor circulación de aire y más luz a través de ventanas vidriadas. El ingeniero encargó la construcción a Inglaterra, a la experimentada Fundición Union-Toundry de la firma Parkin de Liverpool.

La novedosa estructura fue armada en el predio sobre la base de obras de albañilería a cargo de un renombrado constructor francés de la época, don Eugenio Penot.

El Mercado del Puerto fue inaugurado el 10 de octubre de 1865 en medio de grandes festejos, con una ceremonia presidida por el coronel Lorenzo Batlle, el Presidente de la República, ladeado por sus ministros Antonio Rodríguez, Manuel Herrera y Obes y Daniel Zorrilla.

Desde entonces el Mercado del Puerto hasta hoy, reformas mediante, marcó su presencia en la vida de Montevideo. Recostado contra el puerto tenía la primicia para ofrecer los mejores productos a los barcos que llegaban así como la ventaja de disponer de los más afamados productos ultramarinos para las familias locales.

Desde el principio todos los rubros se dieron cita en sus puestos: carnicería, verdulería, importados y chafalonía. Algunos rincones se dedicaron después a expendio de bebidas espirituosas y selectos reductos para especialidades gastronómicas, premio para las buenas ventas o exitosas compras, lo que le fue dando al lugar su típica característica de punto de encuentro.

En el año 1897 se colocó en el centro del Mercado la torre del reloj, cita y referencia obligadas desde entonces.

El Mercado asistió a todas las alternativas del siglo XX, con inusitada concurrencia dada la proximidad del puerto, y de la terminal de ómnibus, la cercanía del Hotel Nacional y luego Universidad de la República y Facultad de Humanidades, edificio de la Aduana y clubes deportivos.

Como todos los organismos vivos fue evolucionando. Con el tiempo cerraron muchos puestos de verdura al par que se abrieron restaurantes y parrilladas, lo que terminó por darle un destino gastronómico y un aire renovado y pintoresco.

En la década de 198O los nuevos conceptos de urbanismo propiciaron el cierre de la calle que lo separaba de la proa v la reformulación del área con una plazoleta donde se congregan artesanos y anticuarios.

Hoy el MERCADO DEL PUERTO es uno de los lugares más visitados de Montevideo, entorno gastronómico y punto de referencia para turistas y visitantes.

 

1 - Ver: José María Fernández Saldaña (El Mercado del Puerto), Suplemento Dominical de El Día, año 1938 y María Emilia Pérez Santarcieri (El mercado del puerto), Almanaque del Banco de Seguros, año 2003.

Juan Antonio Varese
Revista Raíces - Los barrios y su gente - Nº 41
Marzo 2004

 

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