Uruguay : reflexiones sobre una crisis.

Ponencia presentada en Tres Fronteras.

Hacer un diagnóstico de la situación en que se encuentra el dramaturgo uruguayo es casi imposible en tan breve tiempo, sobre todo teniendo en cuenta los múltiples motivos que inciden para marginar o bombardear su labor. En términos generales sería más fácil hablar de la crisis del teatro y por ende de la dramaturgia, porque la palabra crisis ha estado presente a lo largo del siglo que dejamos atrás y de éste, sin duda, donde la guerra, la violencia, la muerte, nos enfrenta a una crisis ética que el hombre no ha podido superar. Y porque el teatro es expresión inevitable de otras crisis que suelen afectar a los países- sobre todo pequeños y dependientes como el nuestro- y de otros fenómenos que participan de esta crisis y también influyen como la televisión y el cine con su actual reflorecimiento. Pero nuestro tema es la dramaturgia. Y eso significa hablar de nuestra lucha como dramaturgos en un medio complejo, hostil, donde no sólo los dramaturgos sino también los actores rinden examen en forma constante. Podríamos definir nuestra profesión como la más solitaria  de las profesiones, aunque valiente  y también masoquista. Tal vez un poco menos solitaria en los últimos años porque han surgido talleres para la expresión e intercambio de ideas, pero valiente porque sale al encuentro de nuestra realidad y masoquista porque muchas veces tiene que soportar los vaivenes de las modas que a veces imponen la destrucción del texto o la figura de un  “libretista” corregible y prescindible.

Además, en nuestro país, la valoración del dramaturgo está ligada a ciertos parámetros económicos que  hacen que el teatro uruguayo no se publique o se publique muy poco. De este modo, las obras no tienen difusión más allá del libreto que manejan los actores y que inevitablemente se destruye. En los diarios más importantes, las páginas de espectáculos gastan el triple de espacio para cubrir el estreno de las películas más pedestres o para informar que cierta modelo notoria  participó en un desfile en Tasmania. Si bien nuestras obras muchas veces logran trascender ese cerco de silencio e investigadores de Alemania, Argentina o Estados Unidos muestran un interés creciente en nuestra dramaturgia, en nuestro país persiste la indiferencia  y la mirada hacia el exterior, hacia el teatro que se hace en el extranjero.

Esto no es nuevo, está ligado a nuestro pasado. Un pasado prestigioso, que formó una tradición teatral rigurosa, en aquellos años de Oro del teatro Independiente.

Un teatro que tuvo su pico del calidad del 50 al 60  y que frecuentó autores

franceses, italianos, norteamericanos y a casi todo el  teatro español del Siglo de

Oro. En esa época, también tuvimos constantes visitas de compañías extranjeras que recalaban en nuestro Solís con nombres famosos al frente (Gasmann, la Torrieri, Cacilda Becker, Viveca Linfords, Ben Gazzara,etc) mientras en nuestro teatro independiente brillaban ,los más importantes autores del teatro universal como Lorca, Pirandello, O´Neill, T. Williams, Miller, Pinter, Brecht, Durrenmat, Ionesco, Beckett, etc. Por un lado, fue una época culturalmente fructífera, de contaminación con todo lo extranjero, pero con la ausencia casi total del autor nacional. Y fue gracias a la generación del 45- con sus narradores, poetas y sus grandes críticos literarios -como  por ej. Onetti, Benedetti, Martínez Moreno, Carlos Ma. Gutiérrez, Clara Silva, Idea Vilariño, Ida Vitale, etc. etc., y Angel Rama- los que cambiaron esa mirada, los que contribuyeron a la difusión de la literatura  latinoamericana y  de sus grandes autores: Rulfo, Cortázar, Vargas Llosa, Donoso, G. Márquez.  Ellos, con su narrativa, abrieron la puerta a la realidad latinoamericana y posibilitaron la mirada sobre la nuestra. Fue leyéndolos que descubrimos que su problemática no nos era ajena, que sus padecimientos eran parecidos a los nuestros. Y fue surgiendo, entonces, no sólo por contaminación sino por conflictividad  económica y política – porque el Uruguay iba dejando de ser  el dorado paisito o la tacita del Plata-  un teatro comprometido con la realidad política y social del momento. Más tarde, la dictadura nos golpeó con una realidad más brutal y  terminó con la modorra de algunos pocos y con la rebeldía de muchos. Vinieron años de silencio y de fractura. Algunos integrantes de la generación del 45 se alejaron del país. También muchísimos adolescentes de principios del 60. Algunos, milagrosamente nos quedamos. Con todo ese legado todavía sin digerir y con todo lo que vino después.  Exilio e insilio, como todos saben. Es notorio el silencio de nuestra dramaturgia entre el 73 y el 79. Recién en el 79, volvimos al ruedo algunos pocos (Plaza Noblía, Paredes, quien les habla), gracias al concurso de Teatro Circular . En mi artículo “El espejo fracturado” publicado por Ed. Proyección junto con la obra “Alfonso y Clotilde” planteo el tema del lenguaje “enmascarado” que caracteriza a mis obras y a las de otros compañeros durante este período. También en el ensayo titulado “Del enmascaramiento al significado explícito” hago alusión al proceso de cambio operado en nuestro teatro desde la dictadura  hasta la apertura democrática.

No voy a insistir en este tema que agoté en otras charlas, pero sí quiero subrayar la importancia que tuvo en todos nosotros esta etapa terrible, sombría, que sin embargo  fue uniendo y despertando conciencias, etapa que por otra parte nos ayuda a entender a nuestros hermanos regionales, nos ayuda a descubrir más coincidencias que divergencias en la revelación de un destino de violencia e injusticia común

El autor, el texto y sus vaivenes

Para los autores, en general, sigue siendo difícil el acceso a las carteleras. No hay concursos que posibiliten el acceso al repertorio de la comedia Nacional o de otros grupos o si los hay, no son frecuentes, y sólo premian una obra con la representación. No hay ayuda económica por parte del Estado destinada a la dramaturgia.

La  Comedia Nacional es la única institución subvencionada en todos los rubros–en este caso por la Intendencia Municipal de Montevideo- subvención que implica sueldo a los actores, cachet al director y puesta en escena y avaluar al autor extranjero. El autor nacional cobra cuando puede, ya que generalmente va al 10% de lo recaudado. Si miramos las carteleras teatrales montevideanas vamos a descubrir que el autor uruguayo es siempre minoría. El año pasado estuvo ausente del repertorio de la Comedia Nacional; hoy de una cartelera cercana a los treinta títulos, sólo tres son de autor uruguayo.

En cuanto al texto dramático y su evolución hasta el presente, en estos últimos años, los autores nos hemos enfrentado a la destrucción del mismo, a la dictadura del director (por lo cual muchos directores se han convertido en autores y muchos autores en directores), al teatro de imagen, al “todo vale” del posmodernismo y cuando ya creíamos estar absolutamente archivados , se produjo el retorno al texto. En este momento se da la coexistencia de un teatro de texto serio, exigente con el espectador,  con un teatro pasatista, más frívolo. Muchos teatristas opinan que el público quiere reír y olvidar el pasado, algo que en cierto modo ha fomentado la etapa posmodernista. Nos enfrentamos además a una crisis de público consecuencia de la económica, claro. Así, algunos grupos apelan a un teatro totalmente comercial, con la esperanza de recuperar espectadores. Y en ese esfuerzo, descubrimos en el teatro de hoy una contaminación con el lenguaje televisivo. Algunas obras teatrales se transforman en una prolongación del teleteatro o del sketch cómico, subestimando al espectador que queda convertido en hipnotizado receptor de imágenes o de la broma escatológica, privándoselo de la capacidad de pensar por sí mismo, como de alguna manera dice Sartori en Homo Videns. Por eso muchos colegas han comenzado a preguntarse si tiene sentido competir desde el teatro con la televisión o si es lícito mimar al público para obtener un poco de dinero. Los afiliados al vieja concepción del T. Independiente, la del teatro de arte para el enriquecimiento del individuo, son categóricos:cada vez que el autor tiene como único objetivo contentar al público, el teatro pierde.

Afirmación rotunda, que muchos compartimos. Además, la necesidad de volcarse hacia lo comercial suele asociarse a la idea de que no es conveniente volver sobre el pasado inmediato, excluyendo de los textos temas y conflictos de la época sombría, que sin embargo pueden arrojar luz sobre los jóvenes de hoy, huérfanos de una historia que no se les contó.  Pero es necesario aclarar que a través del diálogo, vamos superando estas confusiones y hoy, hemos logrado reunirnos en torno a fines comunes.

 

En resumen, queremos puntualizar:

 

1)     1 Somos un país pequeño, dependiente, en crisis, con una fuerte tradición teatral;

2)     2Hacemos en la mayoría de los casos un teatro pobre, sin dinero, porque carecemos de subvenciones pero poseemos  teatristas de alta calidad

formados en el rigor del teatro independiente o egresados de escuelas de prestigio, como la Escuela Municipal de Arte Dramático Margarita Xirgu;

3)     3 Poseemos una dramaturgia que ha descubierto que es imposible escapar al entorno político social de la época, ya que éste hace al lenguaje teatral, dejando su huella inequívoca en los textos, de tal modo que las generaciones venideras podrán conocernos y entendernos.

4)     4Los dramaturgos, los teatristas todos, hemos aprendido también –durante un largo y doloroso proceso de concientización- que tenemos una historia común con nuestros hermanos de las tres fronteras;

5)     5Hacemos nuestras, para finalizar, las palabras de Federico García Lorca:

“un teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes...con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que es matar el tiempo”.

Carlos Manuel Varela

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