"Interrogatorio en Elsinore"
('Después de la ratonera')
de Carlos Manuel Varela

Personajes:

El Actor
El Interrogador
Ofelia
La Esposa
El Joven
La Joven

Premio de la Intendencia Municipal de Montevideo - Premio del Ministerio de Educación y Cultura.

(Una habitación cerrada, sin aberturas visibles por donde pueda penetrar la luz. Dos bancos rústicos, una mesa-escritorio. El Actor está en medio de la escena, con sus ropas de rey, luciendo la corona. Hay algo en su aspecto que revela una larga y nerviosa espera. Tal vez sus movimientos muy rápidos cuando cree oír pasos. 
La luz que inicialmente se concentra en su figura se amplía hasta descubrir el despojamiento del lugar y la figura del Interrogador que ingresa lentamente con una carpeta de cuero bajo el brazo. Va hacia la mesa, abre la carpeta, acomoda unos papeles y extrae de ellos la información necesaria.
La acción puede ubicarse a mediados del Siglo XV, pero el vestuario debe tender a la intemporalidad)
 
INTERROGADOR.- (Se acerca) ¿Está preocupado? (Una pausa. Lo observa) Vine a ocuparme de usted personalmente.
ACTOR.- Gracias.
INTERROGADOR.- ¿Durmió bien?
ACTOR.- Sí.
INTERROGADOR.- ¿Comió bien?
ACTOR.- Como un rey.
INTERROGADOR.- No hay quejas.
ACTOR.- Quisiera saber qué pasa.
INTERROGADOR.- Si el rey no lo sabe...
ACTOR.- Es difícil ser rey.
INTERROGADOR.- Sí, es difícil. Hay que tener ojos en la espalda. Las cosas se cocinan por detrás.
ACTOR.- (Con cierta ironía) Siempre hay buenos cocineros, ¿eh?
INTERROGADOR.- (Burlón) Usted debería saberlo. Los consejeros permanentes... y las reinas, son excelentes cocineros.
ACTOR.- (Con una risita) Las reinas, sí...
INTERROGADOR.- Y los hijos de las reinas... (Lo observa) y los amigos de los hijos de las reinas.
ACTOR.- (Súbitamente serio) Nunca antes estuve en una situación igual.
INTERROGADOR.- (Burlón) ¿No tuvo presagios?
ACTOR.- ¿Presagios?
INTERROGADOR.- Se dice que en Roma, poco antes que el gran Julio cayera, los sepulcros quedaron vacíos y los muertos vagaban por las calles gritando como cuervos. También en el cielo se vieron estrellas con colas de fuego. (Un silencio. Lo observa. Otra vez burlón) ¿Y aquí nada? ¿Ni un viejo heraldo anunciando al soberano el mal que se acercaba? ¿Ni una trompeta celestial? ¡Nada! Un puntapié en el debido lugar, nada más.
ACTOR.- (Confundido) No puedo entender, no sé por qué estoy aquí.
INTERROGADOR.- Una caída estrepitosa, simplemente.
ACTOR.- ¿No va a explicarme?
INTERROGADOR.- Un rey de cartón, nada más.
ACTOR.- Quiero saber...
INTERROGADOR.- ¿Usted no lo sabe? Yo sí lo sé. (Pausa) La corona... (Hace una seña, el Actor la coloca a sus pies, en el suelo)
(El Interrogador va hacia la carpeta. Se dispone a escribir. Moja la pluma en un tintero)
INTERROGADOR.- ¿Nombre?
ACTOR.- Usted me conoce...
INTERROGADOR.- ¿Nombre?
ACTOR.- (Después de una pausa) Equión...
INTERROGADOR.- (Escribiendo) ¿Profesión?
ACTOR.- Actor.
INTERROGADOR.- ¿Edad?
ACTOR.- Cuarenta años.
INTERROGADOR.- ¿Casado?
ACTOR.- Sí.
INTERROGADOR.- ¿Con hijos?
ACTOR.- Dos... dos varones.
INTERROGADOR.- Dos varones, ¿eh? Así que los dos tenemos un par de varones. Qué coincidencia.
ACTOR.- Apenas tienen once y doce años.
INTERROGADOR.- Quince y dieciséis los míos... (Sonríe) y ya muy fogosos... pero con un temple aún no puesto a prueba.
(Deja de escribir. Va hacia él. Lo observa)
Quítese la ropa.
(Una vacilación. Luego el Actor comienza a desnudarse. El Interrogador lo observa atentamente. Después examina su cuerpo, su rostro, sus dientes, su sexo.)
INTERROGADOR.- ¿Y esa cicatriz?
ACTOR.- Una vez, en un río, con una roca filosa...
INTERROGADOR.- Era muy filosa, ¿eh?
ACTOR.- Llegamos ahí después de días penosos...
INTERROGADOR.- ¿Ahí? ¿Dónde?
ACTOR.- Cerca de Escocia. Se nos había muerto un caballo y el otro ya no tenía fuerzas para tirar del carro. Nos metimos en el agua sin cuidado; queríamos ahogar nuestros problemas.
INTERROGADOR.- (Irónico) Y los problemas nadaron, como siempre.
ACTOR.- Aquí están, conmigo, acompañándome.
INTERROGADOR.- Hay gente que se echa encima los problemas como ropas protectoras. Problemas pequeños ocultando otros más grandes, máscaras hermosas cubriendo otras más feas. Al final, todos son disfraces sin sentido... como esas ropas.
ACTOR.- Yo tuve que vestirme así para representar ese papel.
INTERROGADOR.- Detrás del rey se esconde el actor y detrás del actor... ¿qué? Hay disfraces que ocultan al hombre y también sus intenciones.
ACTOR.- ¿Qué puedo ocultar?
INTERROGADOR.- ¿Usted quiere más problemas?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- Entonces va a hablar.
ACTOR.- (Confundido) ¿Qué tengo que decir?
INTERROGADOR.- Todos aquí callan pero afuera no hacen otra cosa que hablar. Hablan y hablan y lo que dicen llega a otras naciones que nos censuran y nos calumnian y ensucian nuestro nombre con epítetos... puercos.
ACTOR.- (Desconcertado) ¿Nos escuchó decir algo sucio? ¿Alguno de los actores de mi compañía habló mal del rey? ¿Dijo cosas sucias sobre este país?
INTERROGADOR.- Son habladores incorregibles los actores. (Una pausa. Lo mira.) Es absurdo que usted no quiera hablar.
ACTOR.- Yo vine aquí a representar.
INTERROGADOR.- Y lo hizo, ¿no? (Se ríe a su pesar) Nunca una representación causó tanto alboroto.
ACTOR.- No me explico... no puedo entender...
INTERROGADOR.- (Un silencio. Lo observa.) Farnieri, el actor más viejo, corrió hacia una salida. En el apuro tropezó, parece que rodó por una escalera y los soldados que venían atrás, o tal vez la gente, lo pisaron.
ACTOR-. Es que alguien dio una orden... yo escuché bien que alguien gritó que nos apresaran.
INTERROGADOR.- En medio de ese gritería ¿usted pudo escuchar algo?
ACTOR.- (Casi para sí) Creo que alguien dijo...
INTERROGADOR.- Farnieri murió. Le aplastaron el cráneo.
ACTOR.- ¿Y los otros? ¿Cómo están los otros?
INTERROGADOR.- (Una pausa. Lo observa) La representación se interrumpe y los actores corren como si fueran liebres. ¿Por qué corren si no son culpables?
ACTOR.- Alguien gritó, alguien dijo...
INTERROGADOR.- Yo no oí esa orden.
ACTOR.- (Muy bajo) Yo sí...
INTERROGADOR.- Usted es culpable y por eso está aquí.
ACTOR.- ¿Culpable?
INTERROGADOR.- Culpable... por eso va a tener que hablar como cuando está allá arriba.
ACTOR.- No sé de qué se me acusa.
INTERROGADOR.- ¿No? Sin embargo, otros se sienten acusados por usted. Acusados a través de lo que usted hizo en la representación.
ACTOR.- ¿Otros? ¿Quiénes?
INTERROGADOR.- El rey...
ACTOR.- Usted dijo: otros.
INTERROGADOR.- La reina... también otros que entienden que usted es un conspirador.
ACTOR.- ¿Qué dice?
INTERROGADOR.- ¿Por qué representó esa escena?
ACTOR.- Es mi trabajo.
INTERROGADOR.- ¿Por qué la representó?
ACTOR.- La hago siempre.
INTERROGADOR.- ¿Siempre?
ACTOR.- En todas las giras.
INTERROGADOR.- ¿En todos los lugares?
ACTOR.- No, no. A veces elegimos otros textos.
INTERROGADOR.- (Una pausa. Lo observa.) ¿Por qué razón están viajando?
ACTOR.- Ya no teníamos público en la ciudad.
INTERROGADOR.- ¿Por qué?
ACTOR.- No sé... los últimos disturbios. El hambre, tal vez.
INTERROGADOR.- Y la presencia de una compañía de actores jóvenes que, según dicen, son muy aplaudidos.
ACTOR.- No es cierto, señor, actúan muy mal.
INTERROGADOR.- ¿Cuántos integran su compañía?
ACTOR.- Somos once.
INTERROGADOR.- ¿Once?
ACTOR.- Los que actuamos somos once.
INTERROGADOR.- ¿Y los otros?
ACTOR.- Son familiares, señor. Mujeres y niños.
INTERROGADOR.- ¿Nada más? ¿No olvida a nadie?
ACTOR.- No, creo que no.
INTERROGADOR.- (Un silencio. Lo mira.) Así que eligió ese texto porque sí. (Busca entre los papeles; extrae un manuscrito.) ¿Y esta letra? ¿Reconoce esta letra?
ACTOR.- (Después de observar los papeles. Muy bajo.) Sí.
INTERROGADOR.- ¿Es cierto que el príncipe llamaba a este texto "La ratonera"?
ACTOR.- No sé, no sé de qué está hablando.
INTERROGADOR.- Claro que lo sabe. ¿Hizo la representación a pedido del rey o del príncipe?
ACTOR.- (Confuso. Muy bajo.) Hamlet me pidió esa obra.
INTERROGADOR.- Y le pidió que intercalara también este texto. Y usted accedió.
ACTOR.- Siempre hacemos cambios. Los actores improvisamos escenas, cambiamos parlamentos. Es lo usual.
INTERROGADOR.- ¿Y es usual que los príncipes escriban textos y se los entreguen a los actores?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- ¿Y es usual que los actores accedan a representar esos textos?
ACTOR.- El príncipe es un poeta. El príncipe colaboró siempre con nosotros.
INTERROGADOR.- ¿Colaboró, cómo? ¿Escribiendo para ustedes?
ACTOR.- Dándonos su protección siempre.
INTERROGADOR.- Y ustedes colaboran con él. ¿Desde cuándo?
ACTOR.- ¿Qué quiere decir?
INTERROGADOR.- Mire: usted vino aquí a representar la muerte de Príamo y representó el asesinato de Gonzago, con letra arreglada por el propio Hamlet. Usted cambió de obra. ¿Por qué?
ACTOR.- Ya lo dije. Hamlet me lo pidió.
INTERROGADOR.- ¿Por qué? ¿Le dio explicaciones?
ACTOR.- No, no tenía que darlas. Es el príncipe.
INTERROGADOR.- Bueno, usted sí va a tener que dar explicaciones. Va a tener que explicar, por ejemplo, por qué accedió al pedido del príncipe.
ACTOR.- (Con creciente desamparo) No puedo... no sé qué decir... nosotros trabajamos siempre así...
INTERROGADOR.- ¿Le dio instrucciones?
ACTOR.- ¿Instrucciones?
INTERROGADOR.- Sabemos que lo apartó de los otros actores y mantuvo con usted una breve conversación.
ACTOR.- Sólo me dijo si podía estudiar un parlamento de unos doce o dieciséis versos que intercalaría en la obra.
INTERROGADOR.- ¿Y después? ¿No hubo nuevas instrucciones antes de la representación?
ACTOR.- Quería que actuáramos con mucho cuidado, quería que recitáramos con naturalidad y nos moviéramos con moderación... quería que nos acercáramos a la realidad.
INTERROGADOR.- ¿A la realidad? ¿A qué realidad?
ACTOR-. Yo quiero hablar con Hamlet. Él puede explicarlo todo.
INTERROGADOR.- (Va hacia los papeles.) Usted no tendría que ser actor. Los actores tienen buena memoria y su cabeza parece estar ocupada por una muy densa niebla. (Se detiene. Lo observa.) Recién dijo haber elegido esa obra sin ayuda de nadie...
ACTOR.- No es cierto. Yo sólo dije que la representábamos en otros lugares...
INTERROGADOR.- ...después admitió la intervención de Hamlet, y antes, claro, precisó muy exactamente el número de integrantes de su compañía. Once, dijo. Creo que usted incurrió en una imprecisión deliberada.
ACTOR.- (Casi para sí) Somos once.
INTERROGADOR.- Trece. Su compañía reclutó dos hombres en Noruega. ¿Eran actores?
ACTOR.- Ayudan en todo. También actúan a veces.
INTERROGADOR.- ¿Hizo contactos en Noruega?
ACTOR.- No sé de qué habla...
INTERROGADOR.- Viene una compañía de conspiradores y usted pertenece a ellos.
ACTOR.- ¿A quiénes?
INTERROGADOR.- A los que conspiran con el príncipe.
ACTOR.- (Excitado) Yo quiero hablar con Hamlet.
INTERROGADOR.- Quiere salir de aquí, ¿no? Dígame a quién obedece. Dígame eso nada más.
ACTOR.- Yo representé una obra. Usted no entiende. Yo no hice nada malo.
INTERROGADOR.- ¿Entonces acusa al príncipe?
ACTOR.- ¿Acusarlo? ¿De qué?
INTERROGADOR.- Entiende que el príncipe es el responsable de la representación?
ACTOR.- No...
INTERROGADOR.- ¿Usted hace las cosas porque sí? ¿No se pregunta nada? Se pone frente al público, recita... y no es capaz de sospechar las consecuencias de su actuación.
ACTOR.- Yo no sabía, no sabía...
INTERROGADOR.- ¿Ningún otro sabía?
ACTOR.- Quién podía imaginar...
INTERROGADOR.- ¿No habló con usted de un crimen?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- ¿De un viejo crimen?
ACTOR-. No.
INTERROGADOR.- ¿No se lo dijo? Murmura por los corredores del castillo, dice a sus amigos que el crimen apesta, ¿y a usted no se lo dijo?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- ¿Los actores no son sus amigos? Si realmente lo son, tienen que saber que nos acusa de esconder el crimen de su padre mientras la corrupción infecta a Dinamarca.
ACTOR.- No sé... nunca lo oí hablar así.
INTERROGADOR.- Tal vez quiera vengar a su padre y ahí terminaría todo. ¿Piensa en la venganza, nada más? ¿O hay motivos más oscuros que el tierno amor filial?
ACTOR.- No sé...
INTERROGADOR.- El amor por su padre muerto oculta su verdadero interés por la corona, ¿no es verdad?
ACTOR.- No puedo saberlo. Nunca me habló de esas cosas.
INTERROGADOR.- (Sonríe, irónico.) Sin embargo alguien habló. Por ahí se dice que habló El Espíritu. (Con una risita a su pesar.) El viejo rey dio instrucciones. En esta historia los muertos se levantan para hablar y señalar caminos. ¿Y qué fue lo que dijo el viejo rey? ¿Hamlet se lo dijo?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- Como siempre, los Espíritus alborotan a quienes no deben. En este caso, a un príncipe algo débil y bastante loco, a unos actores poco lúcidos, a ciertos vasallos quejosos... y a algunos soldados jóvenes. (Pausa. Lo mira.) A propósito... ¿recuerda a Bernardo?
ACTOR.- ¿Bernardo?
INTERROGADOR.- Se enredó con la hija del pobre Farnieri.
ACTOR.- ¿Está seguro?
INTERROGADOR.- Se fue con ella. Después de la representación desaparecieron juntos. ¿No dice usted nada? Uno de nuestros soldados escapa con una puta de su compañía y usted no dice nada?
ACTOR.- ¿Qué puedo decir?
INTERROGADOR.- Confiese la verdad. Usted no quiere decir la verdad y yo tengo que presentar un informe con la verdad.
ACTOR.- Yo hice esa escena a pedido del príncipe, lo confieso. Pero no sabía, no sabía más nada.
INTERROGADOR.- (Grita, golpea la carpeta.) Termine con eso. Aquí hay pruebas que lo condenan. Usted cambió la representación, usted modificó el texto de acuerdo con los conspiradores. ¿Está claro? Usted cometió un delito político. Usted es culpable, por eso lo apresaron. ¿Está claro?
ACTOR.- Yo nunca tuve problemas... en ningún lado.
INTERROGADOR.- Pero ahora los tiene y no va a terminar con sus problemas haciendo bufonadas.
ACTOR.- (Con cierta agitación) Si usted habla con Hamlet, si lo trae aquí, él puede decirle que...
INTERROGADOR.- No importa lo que diga Hamlet. Realmente no importa. ¿No es su amigo?
ACTOR.- Yo sólo representé para él varias veces.
INTERROGADOR.- ¿Usted fue a Wittemberg? (Silencio) ¿Representó alguna vez en la Universidad de Wittemberg?
ACTOR.- Sí...
INTERROGADOR.- ¿Cuándo?
ACTOR.- Hace algún tiempo, no recuerdo exactamente cuándo.
INTERROGADOR.- Tal vez conoció allí a Hamlet... y también a Horacio. ¿Por qué un estudiante de Wittemberg como Hamlet, que además es príncipe de Dinamarca, le dice a usted que haga una representación así frente al rey?
ACTOR.- (Grita) ¡Quiero ver a Hamlet!
INTERROGADOR.- Él no sabe que usted está aquí. Usted fue apresado por orden de Polonio.
ACTOR.- (Desconcertado, casi para sí) ¿Por qué?
INTERROGADOR.- ¿Por qué? Estoy acumulando prueba tras prueba y pregunta por qué? Porque usted introdujo en Elsinore esa compañía de conspiradores. Porque usted obedeció a Hamlet y conoce a los otros. Porque usted sabe nombres y no quiere decirlos.
ACTOR.- Un momento, por favor, un momento...
INTERROGADOR.- Nombres.
ACTOR.- Un momento...
INTERROGADOR.- Usted tiene que decir quiénes son ellos; así de simple.
ACTOR.- Yo no puedo inventar nombres. Usted tiene que ayudarme porque yo no puedo inventar nombres.
INTERROGADOR.- Mire: yo soy un especialista... y usted es un actor. Va a ser difícil entendernos.
ACTOR-. (Más bajo, con desamparo) Usted no me cree...
INTERROGADOR.- Ayer, Farnieri cayó por la escalera y se mató...
ACTOR.- ¿Ayer?
INTERROGADOR.- Entonces los actores escaparon... algunos, no todos.
ACTOR-. (Casi para sí) ¿Mi mujer?
INTERROGADOR.- Tal vez apresaron a otros, no sé bien. Todavía no tengo esa información.
ACTOR.- Yo tengo que verlos. Dígame quiénes son ellos.
INTERROGADOR.- No lo sé, créame.
ACTOR.- ¿Por qué tengo que creerle? ¿Usted cree en lo que digo?
INTERROGADOR.- Me parece que no entiende. Yo no tengo nada personal con usted. El mundo es una enorme cárcel y reconozco que Dinamarca es una de las peores. Está llena de emboscadas, de calabozos, de mazmorras. Pero usted cometió un delito.
ACTOR.- Usted sabe que no. Yo no fui consciente de lo que hice.
INTERROGADOR.- Usted va a tener que decirme un nombre para poder salir. Por lo menos uno.
ACTOR.- ¿Por qué no me cree? Yo soy inocente.
INTERROGADOR.- Yo sé la verdad pero usted tiene que decirla. Es su palabra la que tiene valor, ¿entiende? Si yo dijera que usted es inocente nadie me creería. Las autoridades son propensas a creer más en la palabra de un tabernero o de un soplón, que en la de un especialista. Usted dice la verdad y alza el vuelo. Eso es todo.
ACTOR.- Yo no sé lo que tengo que decir.
INTERROGADOR.- La verdad, simplemente, para que la Fortuna sonría otra vez a su compañía y todos puedan volver al camino, libres.
ACTOR.- (Agotado) Yo no sé lo que tengo que decir...
INTERROGADOR.- Si no me lo dice a mí, va a tener que decírselo a otros, ¿entiende? Según Hamlet, los actores deben ser bien tratados y por eso yo vine a ocuparme personalmente de usted. No crea que desconozco los mágicos recursos de su arte. Sé muy bien que un hombre culpable puede conmoverse hasta confesar durante la representación de su propio crimen... pero no me parece eficaz organizar una representación para que confiese. ¿Entiende?
(Un silencio. El Interrogador ha llegado hasta la puerta de salida y ahora desaparece, mientras la luz decrece gradualmente hasta la oscuridad.)
(La luz invade el lugar. El Actor está en el suelo, tapado con una manta sucia. Tiene un rastro de sangre sobre el labio inferior. Se incorpora al escuchar lejano un gemido, tal vez, un grito de dolor. Pero el grito no se repite. Se lleva una mano a la boca y constata que ya no sangra. Entra Ofelia, lentamente, descubriendo un lugar que le ha sido vedado.)

OFELIA.- (Mientras observa a su alrededor, murmura. A medida que avanza el miedo parece paralizarla.) Ángeles... ¿llegué tan pronto al Infierno?
(Descubre al Actor, de espaldas a ella.)
Protéjanme con las alas, no me abandonen ahora.
ACTOR.- (Se vuelve) ¿Quién es?
OFELIA.- ¿Puede habitar este lugar un hombre?
ACTOR.- Sí, por la fuerza.
OFELIA.- ¿Está aquí? ¿Lo trajeron aquí después del crimen?
ACTOR.- ¿De quién hablas?
OFELIA.- (Con súbita angustia) De Hamlet. Atravesó el tapiz, sin saber que mi padre estaba allí, detrás, escuchando. Creyó que era un conspirador.
ACTOR.- ¿Eres Ofelia?
OFELIA.- (Para sí) ¿Fui demasiado pródiga al descubrir mi belleza ante la luna?
ACTOR.- ¿Se ruborizó ella?
OFELIA.- (Solloza) Sólo la luna conoce mi belleza.
ACTOR.- El príncipe no está aquí.
OFELIA.- ¿Dónde está? Alguien me dijo que lo vio descender... (Ahoga una risita) a ciertas cuevas. ¿Están aquí las brujas? ¿Hablas con ellas?
ACTOR.- Hay un hombre que me visita que seguramente habla con ellas. Él quiere apoderarse de mi alma.
OFELIA.- ¿Mi hermanastro? (Sonríe) Miente si dice que habla con ellas. Juega como Hamlet, pero sin palabras.
ACTOR.- ¿De qué hablas?
OFELIA.- ¿Por qué esa desconfianza? ¿Qué te dijo Hamlet de mí?
ACTOR.- Nada.
OFELIA.- (Ahoga una risita) No es conveniente tal confianza con una doncella.
ACTOR.- Perdón, Ofelia.
OFELIA.- Condúcete con prudencia, dice Laertes. Y mi pobre padre me acosaba pidiéndome que me guardara de los reclamos del príncipe. 
ACTOR.- ¿Si ama a Hamlet cómo puede obedecerlos?
(Se pone de pie, la mira a los ojos)
OFELIA.- (No rehuye la mirada.) No me mires así, no vaya a cambiar tu mirada mi decisión. ¿Quién eres?
ACTOR.- Un amigo de Hamlet.
OFELIA.- ¿No vi tus ojos antes?
ACTOR.- Tal vez.
OFELIA.- Los ojos de los hombres hablan, ¿lo sabías? Lo descubrí mirando los de Hamlet el día en que quiso poseerme. (Casi para sí.) Hubiera sido tan hermoso ceder. Si lo hubiera hecho una vez, sólo una vez, mi padre estaría vivo. Pero él me decía que evitara al príncipe. Hizo que me encerrara, sin admitir mensajes y presentes. Y entonces Hamlet enfermó... y creo que yo también. Se veía cada vez más triste y pronto me enteré que no dormía. Yo tampoco podía dormir... y una noche tuve deseos de correr hacia él. (Con cierta furia.) Aquellos consejos fueron guardianes que fácilmente derribaron el tiempo y la muerte.
ACTOR.- Yo sé mucho sobre el amor. Puedo fingirlo también. Guardo palabras bonitas y sé usarlas en el momento adecuado. Puedo hacerle creer a usted en un instante que el mundo gira a su alrededor.
(Ofelia pega su rostro al del Actor; lo observa largamente.)
OFELIA.- ¿Hamlet fingía? (Pausa. Él no contesta.) Eres uno de ellos, ¿no?
ACTOR.- Sí, uno de los que actuaron en "La ratonera".
OFELIA.- Te lastimaron. (Pasa la mano suavemente por la boca del Actor.)
ACTOR.- Creo que recién empezaron.
OFELIA.- ¡Dios!... ¿Por él estás aquí?
ACTOR.- ¿Por quién?
OFELIA.- Por Hamlet.
ACTOR.- No sé.
OFELIA.- ¿Él también ordenó el tormento? Así, la esperanza y la virtud de nuestro reino se hicieron trizas y la furia alcanza a todos; a mi padre, a ti, a mí.
ACTOR.- Dígales que no soy un conspirador.
OFELIA.- ¿No lo eres?
ACTOR.- No.
OFELIA.- ¿Te encerraron por conmover a Claudio, nada más? (Ahoga una risita.) Nunca debiste hacer llorar a un rey en público. (Con súbita furia.) ¿Pero por qué está libre Hamlet? ¿Por qué nadie encierra al de los mil papeles?
ACTOR.- Dígales que soy inocente.
OFELIA.- ¿Quién me creería? Nadie es inocente en Elsinore.
ACTOR.- Yo lo soy. Me dieron la bienvenida, me prometieron una buena paga.
OFELIA.- Promesas, promesas, promesas.
ACTOR.- (Con angustia.) No nací para estar aquí. Voy a morir.
(La abraza con desesperación. Ofelia responde al abrazo. Un silencio. Ofelia lo besa, le susurra al oído lastimosamente.)
OFELIA.- Inventa palabras hermosas. Vamos, finge amarme ahora mismo.
ACTOR.- Palabras, palabras, palabras. (Descubre los senos de Ofelia; los besa.) ¡La belleza del mundo está aquí!
OFELIA.- (En un susurro, temblorosa.) ¿Soy tan hermosa, Hamlet?
ACTOR.- ¡Como el cielo tachonado de estrellas!
OFELIA.- ¿De verdad me amas, Hamlet? ¿De verdad me necesitas?
ACTOR.- Nunca te mentiría, Ofelia. El cielo se coló en este agujero y una pequeña estrella calienta mis manos...
(Se arrodillan, desnudándose.)
OFELIA.- (En un susurro, algo enajenada.) Aunque sea tan casta como la nieve, no podré escapar a la calumnia. Eso me dijiste, Hamlet.
ACTOR.- Dije mal.
OFELIA.- (Susurra) Cásate con un tonto, dijiste.
ACTOR.- ¿De qué hablaba? El olor de tu cuerpo es el único puro de toda Dinamarca.
OFELIA.- (Desvaneciéndose de placer.) No puedo esperar más, Hamlet.
ACTOR.- (La besa; está sobre ella. Dice muy bajo.) ¿Quién puede competir contigo en belleza?
(Hacen el amor; Ofelia gime y solloza. De pronto queda inmóvil y lanza un grito.)
OFELIA.- ¡No eres Hamlet!
ACTOR.- ¿Qué pasa?
OFELIA.- (Grita) ¡Déjame! ¡No eres Hamlet! (Lo aparta. Se pone de pie y se cubre con su vestido; retrocede hacia foro con expresión enajenada. De pronto se detiene y pregunta en un susurro.) ¿Quién eres?
ACTOR.- (Se incorpora, desnudo.) ¿Qué tienes?
OFELIA.- Elsinore es una ratonera. Mi hermanastro lo sabe.
(Huye. El Actor queda de espaldas, mirando el lugar por donde ha salido Ofelia. Se escuchan los gritos de ella llamando a Hamlet. Se alejan y vuelven rondando al espectador. A veces parecen provenir de los sótanos del teatro para luego ir alejándose hasta perderse. Entra agitado el Interrogador; se detiene algo desconcertado al descubrir al Actor.)
INTERROGADOR.- ¿Ofelia estuvo aquí?
(El Actor no contesta; se abotona la camisa lentamente.)
INTERROGADOR.- (Furioso, con el rostro súbitamente desencajado, grita.) ¡Guardias! ¡Guardias!
(Apagón)
(El mismo lugar. El Actor está sentado, con el cuerpo algo inclinado. Tiene una mano lastimada y se la oprime con la otra intentando aliviar el dolor. El Actor se yergue lentamente al escuchar los pasos cada vez más cercanos del Interrogador.)
INTERROGADOR.- (Entrando) Buenas noches.
(Deja su carpeta sobre la mesa. Observa al Actor. Se acerca a él y le examina la mano. Luego va hacia un cubo con agua; en el suelo, al lado del cubo, hay un trozo de lienzo descolorido. Toma el lienzo y lo moja. Vuelve junto al Actor y coloca el lienzo alrededor de su mano a modo de venda.)
INTERROGADOR.- Son como animales.
ACTOR.- ¿Qué dice?
INTERROGADOR.- ¿Se excedieron?
ACTOR.- ¿Usted no estaba ahí?
INTERROGADOR.- No.
ACTOR.- ¿No estaba?
INTERROGADOR.- No.
ACTOR.- ¿Qué hora es?
INTERROGADOR.- El día sigue a la noche. Oí cantar a un gallo.
ACTOR.- ¿Quiere confundirme?
INTERROGADOR.- (Con los ojos en la mano) ¿Duele mucho?
ACTOR.- Aquí no entra el sol. Es imposible medir el tiempo.
INTERROGADOR.- El tiempo pasa, no se preocupe.
ACTOR.- Y yo estoy aquí. (Hace un gesto de rabia y cierra la mano lastimada, reprimiendo un grito de dolor.)
INTERROGADOR.- (Lo mira. Después de un silencio dice:) Hay dolores diferentes, ¿entiende? A usted lo tocaron, a mí no. A veces pienso que el dolor se extiende como un río cuando se sale de su cauce... y en cierto modo nos iguala.
ACTOR.- (Con burlona amargura) ¿Y usted siente mi dolor?
INTERROGADOR.- Es un día extraño. Cuando volvía del campo una estrella, al oeste del polo, fue deslizándose hasta iluminar una parte del cielo que parecía arder. ¿Por qué tanto fuego arriba mientras aquí abajo parece extinguirse?
ACTOR.- ¿Usted se hace esas preguntas?
INTERROGADOR.- Después, en el cementerio, el enterrador cantaba muy bajo mientras cavaba su tumba... y el cielo no había perdido su color.
ACTOR.- ¿El enterrador?
INTERROGADOR.- (Casi para sí) Un pico y una azada, una azada
que para huésped tal, lo necesario
es una fosa en el barro cavada.
ACTOR.- ¿Qué dice?
INTERROGADOR.- Mi padre murió. Lo enterramos con fuego en el cielo y una canción idiota que el enterrador cantaba entre dientes.
ACTOR.- ¿Por eso no estuvo allí, mirando lo que hacían con mi cuerpo?
INTERROGADOR.- Nunca estoy allí. Sé que es necesario, pero no estoy.
ACTOR.- ¿No está mintiendo? Yo no podía verlos, pero me pareció que una voz era la suya.
INTERROGADOR.- (Grita.) Yo no estaba allí. Estaba junto a una tumba.
ACTOR.- (Con amargura.) Y yo estaba metido en esta otra.
INTERROGADOR.- (Reprimiendo su furia.) En aquella los hombres ya no sienten dolor.
ACTOR.- Es mejor pudrirse allá, entonces.
INTERROGADOR.- Escuche: mataron a mi padre... ayer. (Camina unos pasos; respira. Lo observa.) En realidad no era mi padre, pero él hizo de mí todo lo que soy.
ACTOR.- Aplastaron mi mano... así que no puedo dársela junto con mi pésame.
INTERROGADOR.- (Lo mira. Transición.) No son artistas, aunque cumplen con el mandato preciso, ¿comprende?
ACTOR.- ¿Qué hacen ahora?
INTERROGADOR.- Esperan órdenes. Son buenos funcionarios.
ACTOR.- ¿Van a repetir esto?
INTERROGADOR.- Ellos creen que usted es culpable.
ACTOR.- ¿Y usted qué les dice?
INTERROGADOR.- Yo también lo creo.
ACTOR.- Usted... y después ellos, me volvieron casi loco.
INTERROGADOR.- ¿Por qué no decir la verdad? ¿No es más fácil? Usted podría estar como yo, en su casa, con su familia... y con un padre vivo.
ACTOR.- Mi padre también murió. Usted debe saberlo.
INTERROGADOR.- (Va hacia los papeles, les examina.) ¿En Grecia?
ACTOR.- Equión, me decía... Equión, hijo querido, quiero volver a Grecia. Y lo hizo. Por eso creo que murió feliz.
INTERROGADOR.- Equión... ¿es un nombre griego?
ACTOR.- Sí. Mi padre lo eligió.
INTERROGADOR.- ¿Por qué?
ACTOR.- Alguien se llamaba así, alguien que luchó contra un dragón.
INTERROGADOR.- ¿Y venció?
ACTOR.- La leyenda dice que el dragón abrió su enorme boca y extendió su lengua de fuego y el hombre la cortó con su espada de un solo golpe. La lengua cayó al suelo y del suelo brotaron hombres y más hombres... (Esboza una sonrisa, ligado todavía a imágenes paternas.) Mi padre decía que eran actores y que esa raza de hombres nunca podría extinguirse.
INTERROGADOR.- Así que los actores crecieron como la mala semilla.
ACTOR.- Si usted lo dice.
INTERROGADOR.- (Acerca los papeles a sus ojos) ¿Su padre murió actuando?
ACTOR.- Sí. 
INTERROGADOR.- Y usted quisiera morir de la misma manera.
ACTOR.- ¿Por qué no?
INTERROGADOR.- ¿Le gusta su profesión? ¿Cuánto hace que está trabajando como actor? (Ha vuelto junto al Actor. Lo ronda.)
ACTOR.- Desde mi nacimiento, creo.
INTERROGADOR.- ¿Viven bien?
ACTOR.- Estamos juntos, nos conformamos con poco... y tenemos todo el mundo.
INTERROGADOR.- Su familia lo está esperando, ¿sabe?
ACTOR.- ¿Los vio?
INTERROGADOR.- Vi a sus hijos en la plaza. Creo que durmieron allí anoche.
ACTOR.- ¿Y mi mujer?
INTERROGADOR.- Estuvo aquí... pero usted parecía agotado. No quisimos despertarlo.
ACTOR.- ¿Va a volver?
INTERROGADOR.- No sé. No dijo cuándo.
ACTOR.- Necesito verla.
INTERROGADOR.- Es una mujer hábil, ¿no?
ACTOR.- ¿Por qué lo dice?
INTERROGADOR.- Creo que ella le dijo a sus hijos que durmieran en la plaza. Quería presionarnos con los niños allí, mientras le recordaba al mundo que un hombre estaba en prisión.
ACTOR.- (Con angustia creciente.) Quiero salir. Necesito ir de un lugar a otro. Necesito ver de nuevo el cielo y el pasto verde de los campos. Me gusta el olor del mercado, el olor de la gente. Si usted me deja salir, yo le prometo no volver. No voy a pisar Dinamarca otra vez. Ni yo ni los otros actores; se lo prometo.
INTERROGADOR.- (Un silencio. Lo observa.) Me gusta el campo. De tanto estar aquí, cumpliendo con mi trabajo, me olvido de la luz, de los colores... éste es un lugar oscuro. (Trata de sonreír.) Una especie de madriguera, ¿verdad? Después de muchos días de trabajo, yo también sólo pienso en salir. Mire: yo puedo entenderlo. Yo también tengo familia, hijos... pero usted no dice la verdad.
ACTOR.- Sí, la dije. Nadie puede callarse allá, ¿sabe?
INTERROGADOR.- Usted no quiere terminar con eso.
ACTOR.- Les pedí que me mataran. No podía soportarlo.
INTERROGADOR.- Es difícil creerlo. Usted mintió mucho. (Vuelve junto a los papeles. Se inclina sobre ellos. Busca.) Dijo que se había hecho una herida con una roca filosa... cuando en realidad fue en una pelea, en una taberna, ¿no es así? (Va hacia él) En esa pelea usted mató a un hombre.
ACTOR.- (Grita) Fue en defensa propia. Estaba borracho. Me atacó con un cuchillo.
INTERROGADOR.- Pero usted mintió.
ACTOR.- No podía decírselo. Iba a condenarme de antemano.
INTERROGADOR.- ¿Admite entonces ese crimen?
ACTOR.- No fue un crimen.
INTERROGADOR.- ¿Admite haber dado muerte a ese hombre?
ACTOR.- Ya le dije. Fue en defensa propia.
INTERROGADOR.- Lo admite entonces. ¿Por qué sigue ocultando el nombre de los conspiradores?
ACTOR.- (Con súbita angustia.) Por favor, déjeme hablar con el príncipe.
INTERROGADOR.- El príncipe ya no está en Dinamarca. Fue desterrado.
ACTOR.- (Casi para sí) Él puede explicar... él sabe que soy inocente.
INTERROGADOR.- ¿Usted vino a actuar con su compañía a expreso pedido del príncipe?
ACTOR.- Sí.
INTERROGADOR.- ¿Doble paga si cambiaba el texto?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- (Una pausa. Lo mira fijamente.) Mire: esta conspiración es una locura. El príncipe es un hombre desquiciado y peligroso. El rey no quiere aplicarle el rigor de la ley porque supone que es muy querido por el pueblo... pero si lo hubiera entregado a manos expertas ya tendríamos datos ciertos sobre la conspiración. (Descarga su puño sobre la mesa. Comienza a descontrolarse en forma gradual.) Ese príncipe tonto es la causa de todas nuestras penas. Ayer mató a mi protector, al hombre que fue para mí un padre. El pobre Polonio murió atravesado por su espada. ¿Lo sabía?
ACTOR.- ¿Cómo puedo saberlo?
INTERROGADOR.- Mató al Consejero permanente y ahora hace un viaje sin regreso hacia Inglaterra. ¿Lo sabía?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- Su amigo, el príncipe, ya no podrá ayudarlo. Pero antes de partir tuvo tiempo de matar al hombre que me alimentó y me ayudó a crecer, cuando perdí a mis padres. (Pausa) ¿Había planeado, como paso inmediato a la representación, el asesinato de Polonio?
ACTOR.- ¿Cómo puedo saberlo? Cuando me apresaron usted dijo que Polonio dio la orden.
INTERROGADOR.- ¿Usted sabe el motivo que impulsó a Hamlet a ese crimen?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- ¿Piensa que voy a creerle?
ACTOR.- ¿Cómo puedo saberlo? Yo estaba aquí.
INTERROGADOR.- Se detiene la representación, un hombre decreta su prisión, y después, justamente, ese hombre es asesinado.
ACTOR.- Yo no pude hablar con nadie desde aquí.
INTERROGADOR.- Pero pudo haber hablado antes.
ACTOR.- Pero no lo hice.
INTERROGADOR.- Escuche, señor actor: no me gusta el estado en que se encuentra pero no voy a dejarlo salir hasta que diga la verdad. No hay seguridad para nosotros si esta conspiración crece. El príncipe fue enviado a Inglaterra y no volverá, pero se tardó demasiado en tomar esa decisión y tal vez haya sembrado su locura en ustedes y en muchos otros. La situación del reino no tolera nuevos riesgos y hace que yo no pueda detenerme, que tenga que trabajar sin descanso hasta encontrar la verdad. Yo tendría que saberlo todo, pero por el momento me conformo sólo con cierta información, ¿comprende? Vamos, hable. Dígame. ¿Quiénes son ellos? ¿Quiénes son los conspiradores? ¿Cuántos son? ¿Dónde se reúnen? ¿De dónde vienen? ¿Cuáles son los nombres?
ACTOR.- Yo no puedo saberlo. No sé de qué conspiración me habla.
INTERROGADOR.- ¿Por qué vino usted aquí?
ACTOR.- Ya lo dije, lo dije mil veces.
INTERROGADOR.- ¿Está seguro de que el príncipe no habló con los otros actores?
ACTOR.- Ellos no son culpables. Yo soy el que aceptó el manuscrito.
INTERROGADOR.- ¿Usted sabía lo que hacía cuando aceptó?
ACTOR.- Yo sabía que debía intercalar esa escena, nada más.
INTERROGADOR.- Y el actor joven, el que hacía de reina, ¿no lo sabía?
ACTOR.- ¿El actor joven?
INTERROGADOR.- Carlo... así se llama. Tiene apenas diecisiete años y mucho miedo, ¿verdad? Parece muy débil.
ACTOR.- ¿Dónde está?
INTERROGADOR.- Muy cerca... hablando.
ACTOR.- No lo toquen.
INTERROGADOR.- Él dijo otras cosas, ¿entiende?
ACTOR.- (Para sí.) ¿Dijo?
INTERROGADOR.- No coinciden. Parece que los dos recitan parlamentos de obras diferentes.
ACTOR.- Tiene miedo y dice cualquier cosa.
INTERROGADOR.- ¿Y usted? (Con nuevo énfasis) ¿Recuerda lo que dijo usted?
ACTOR.- Sí.
INTERROGADOR.- ¿Qué fue lo que dijo?
ACTOR.- Usted lo sabe.
INTERROGADOR.- Usted dijo un nombre. Dígalo.
ACTOR.- (Musita) Horacio...
INTERROGADOR.- Usted dijo que Horacio, el mejor amigo del príncipe, estaba a la cabeza de la conspiración.
ACTOR.- Lo dije, sí.
INTERROGADOR.- No le creen.
ACTOR.- ¿Por qué?
INTERROGADOR.- Se equivocó de hombre, eligió mal, ¿comprende? Después de la muerte de Polonio, Horacio fue nombrado Consejero permanente. El rey no le cree. Nadie le cree. (Va hacia los papeles, los hojea.) Más aún. Todo se complica. El rey ya no ve con buenos ojos a los actores. Acaba de prohibir las representaciones en palacio... y pronto creo que lanzará censuras más severas para todos los actores de Dinamarca. Anoche escuché su discurso y estaba furioso, puedo asegurarlo. Dijo que pensaba trastocar las leyes destruyendo el teatro que ellas autorizan. Dijo que el teatro es la peste de las ciudades... y pienso que a mi rey no le falta razón. En él nacen todos los desórdenes, porque de esa maldita representación vinieron todos nuestros males. Ustedes, los actores, dicen que el teatro divierte y enseña a los hombres. Ustedes, los que no tienen otra ocupación ni otro estudio que el de hacer locuras, como esa juventud que los sigue, acostumbrada a la ociosidad y a una vida de diversión y placer.
ACTOR.- (Después de una pausa, reflexivo.) El rey no quiere verse en el espejo, ¿verdad?
INTERROGADOR.- (Golpea, grita) ¿Qué espejo es ése? Maldito espejo que muestra en público las infamias que es normal ocultar, que muestra lo que en la vida produce vergüenza y horror. 
ACTOR.- (Muy bajo.) La verdad da miedo, ya lo sé.
INTERROGADOR.- La verdad tiene que salir de su boca de una vez. Algo está pasando y yo no quiero perder la paciencia, ¿entiende? (Está junto al Actor. Pone su pie entre las piernas del Actor.) Es absurdo respetar un arte cuando se desprecia a los que lo ejercen. Ustedes son conspiradores. Y tienen que hablar. Vamos, hable. Sálvese.
ACTOR.- Ya no puedo inventar más...
INTERROGADOR.- El demonio parece haberse apoderado de ustedes y sobre todo de los jóvenes que se visten de mujeres.
ACTOR.- Dejen a Carlo, por favor...
INTERROGADOR.- Ya no es una reina. Chilla como un pájaro, agitando sus brazos como alas.
ACTOR.- (Sollozando.) Tiene miedo... igual que yo.
INTERROGADOR.- Es hora de que los actores terminen de actuar, ¿entiende? (Quita el pie. Se recompone. Vuelve al escritorio.)
ACTOR.- ¿Qué busca? ¿Qué sigue buscando?
INTERROGADOR.- La verdad.
ACTOR.- (Agitado, intentando dar una explicación.) Escuche... nosotros sólo hacíamos reír y llorar, íbamos de un lado a otro y pedíamos muy poco... nosotros éramos libres. Ahora tenemos miedo, es cierto. Miedo del dolor, pero no de la muerte.
INTERROGADOR.- (Está junto a los papeles, los revisa. Después de una pausa, dice:) Es bueno que no tenga miedo... porque aquí está anotado que el actor más joven cayó de una ventana dos días atrás.
ACTOR.- (Muy bajo. Para sí.) ¿Carlo?...
(La luz decrece paulatinamente mientras el Actor oculta el rostro entre sus manos.)

(En el proscenio: una luz sobre una mujer. Está sentada en el suelo, muy abrigada, con un atado de ropa como único equipaje. Comienza a decir el contenido de una carta como si estuviera escribiéndola en voz alta.)
ESPOSA.- No sé si esta carta va a llegarte, pero igual la escribo porque quiero decirte que no voy a irme de Elsinore. Los niños juegan en la plaza, mientras yo aprovecho a escribir y pensar en lo que hay que decir cuando ocurren estas cosas. ¿Qué cosas, digo yo? Los que escaparon se escondieron, por miedo, pero nadie sabe qué pasó, por qué estás ahí y por qué no me dejan verte. Cuando salgas, voy a pelear contigo mucho menos, mejor dicho, te prometo que nada. Voy a enterrar para siempre mis celos y mi malhumor y voy a estar allí cuando salgas, con los niños y una enorme sonrisa que va a tapar para siempre -sí, ¡para siempre!- la mueca agria que tantas veces te disgustaba. No sé muy bien qué hacer. Nadie quiere seguir con la compañía ahora; temen actuar después de este susto. Si estuvieras a mi lado, sería distinto. Me dirías: dediquémonos a tal o cual oficio, hasta que pase el chaparrón. ¡Uf! Con mis conocimientos no hay mucho para elegir, ¿eh? Pero no seas mal pensado, nunca elegiría ése. (Pausa. Se le ocurre una idea.) ¿Y si empiezo a vender los trajes de la compañía? ¿Cuánto pagarían por el de una reina o un bufón? Son de todos, ya sé, pero todos estarán de acuerdo apenas se terminen las provisiones. (Furiosa.) ¡Por qué no estarás aquí, metelíos! Pero entiende esto: no voy a moverme de Elsinore, ¡por más que las velas ardan!
(Entra una joven muy rubia y un muchacho que la acompaña, cargando bolsos y algunos títeres de guante. Ambos son muy jóvenes, no llegan a los veinte años.)
EL JOVEN.- ¿Soltaron a los otros?
ESPOSA.- Mi Equión está aún allí.
EL JOVEN.- ¿Y Carlo?
ESPOSA.- ¡Carlo! A nadie parece importarle mi Equión. Pero cuando estaba con nosotros lo respetaban, ¿eh?
EL JOVEN.- Dicen que cometió una imprudencia.
ESPOSA.- (Burlona.) ¡Ah! ¿Sí?
EL JOVEN.- No debió escuchar a Hamlet.
ESPOSA.- Ah, claro, es muy fácil ser sordo ante un príncipe.
EL JOVEN.- Por él pudimos caer todos.
LA JOVEN.- Dicen que está preso porque actuó mal.
EL JOVEN.- ¡No repitas todo lo que oyes!
LA JOVEN.- ¡Es verdad!
ESPOSA.- ¡Presos! Ni que fuéramos ladrones. ¡Presos!
EL JOVEN.- Al fin de cuentas sólo robamos papeles.
ESPOSA.- (Enojada.) ¿Qué dices?
EL JOVEN.- Papeles, interpretaciones... Yo veo a un buen actor y le robo su interpretación. Siempre que puedo lo hago. Pero a su marido nunca le robé nada.
ESPOSA.- Ironías ahora, ¿eh? Debería envenenarte la oreja.
LA JOVEN.- Escuchen: ahí empezó todo, ¿recuerdan? ¡Con la oreja!
EL JOVEN.- ¡Claro! (Toma el títere y lo acciona acompañando el relato.) El rey se dispuso a dormir en el jardín, muy tranquilo, aspirando el perfume de las flores. (El títere ronca sacudiéndose.)
LA JOVEN.- (Accionando el otro títere.) Y el criminal Luciano se acercó muy silencioso hasta donde el rey dormía. (El títere realiza la acción, se inclina sobre el otro.) Y cuando nadie lo vio, echó el veneno en su oreja.
ESPOSA.- Y Claudio gritó: ¡Luces! ¡Luces!
(Los títeres se espantan y corren a esconderse en una bolsa.)
EL JOVEN.- Y más vale no hablar de lo que pasó después.
ESPOSA.- Está claro que la escena no le gustó nada al verdadero envenenador de la oreja.
EL JOVEN.- ¿A quién?
(La esposa hace un gesto; los jóvenes se arriman a escuchar.)
ESPOSA.- (En un susurro.) La historia que nuestra compañía representó molestó a Claudio, ¿no? Me contaron que el padre de Hamlet murió envenenado tal como lo cuenta la obra. Alguien echó veneno en su oreja mientras dormía.
LA JOVEN.- ¿Claudio?
EL JOVEN.- ¿El Rey?
ESPOSA.- ¿Quién más? Bobos y jóvenes, ¿eh? Sin experiencia política, ¿eh? Sólo piensan en hacer el amor. ¡A nadie meten preso por actuar mal!
(Salen con sus bolsos, cuchicheando. Las luces cambian y ahora se agrandan hasta iluminar el resto del escenario, donde descubrimos la figura del Interrogador. Luego, el Actor, con aspecto vencido, entra por foro, lentamente. Se deja caer en el banco, como si las fuerzas lo abandonaran. Llora silenciosamente. El Interrogador está inclinado sobre su mesa, revisando papeles.)
ACTOR.- (Para sí, alucinado.) ¿Es de día? Aquel lugar era todavía más oscuro.
INTERROGADOR.- Supuse que usted quería verlo.
ACTOR.- ¿Es de día? Cuando me empujaron creí caer en un pozo.
INTERROGADOR.- Qué acción más desdichada. Debimos vigilarlo.
ACTOR.- ¿Era un pozo? ¿Un enorme pozo sin luz donde habían decidido guardarlo?
INTERROGADOR.- Debió ser controlado y recluido en un lugar más seguro.
ACTOR.- ¿Era una enorme tumba?
INTERROGADOR.- En su alucinación, atravesó la ventana.
ACTOR.- Una enorme tumba llena de barro y sangre. (Pausa. Las lágrimas vuelven a sus ojos, pero su voz no se quiebra.) ¿Cuánto tiempo estuve allí? Al principio pensé que estaba solo. Creí que me esperaba el dolor como la primera vez. Esperé muy quieto, lleno de miedo; después empecé a arrastrarme. A veces, me detenía para alargar los brazos y pegarle al aire. Pero el dolor no llegaba; tampoco las cuerdas con que me ataron aquel día. Esperé de nuevo, agazapado. Entonces... sentí el olor.
INTERROGADOR.- ¿Piensa que no voy a investigar qué pasó?
ACTOR.- El olor me hizo gatear un poco más. Entonces lo toqué. Estaba destrozado. Me habían encerrado allí con él.
INTERROGADOR.- Entienda esto: también ese hecho va a ser investigado.
ACTOR.- ¿Por qué lo hizo? Recorrimos tanto camino juntos... quedaba todavía tanto por recorrer.
INTERROGADOR.- Los que no tomaron las debidas previsiones tendrán que responder. Tenían orden de mantener a rienda corta a ese joven.
ACTOR.- ¿Por qué lo hizo?
INTERROGADOR.- (Acercándose.) ¿Cómo lo reconoció?
ACTOR.- No sé.
INTERROGADOR.- ¿Cómo lo reconoció en la oscuridad?
ACTOR.- Ya no recuerdo cómo.
INTERROGADOR.- ¿Está seguro de que era él?
ACTOR.- Era Carlo... (Llora silenciosamente.) Lo reconocí. No podía verlo, pero estiré la mano y toqué su cara...
INTERROGADOR.- ¿Y lo reconoció?
ACTOR.- No puedo haberme equivocado.
INTERROGADOR.- (Irónico) Tocándolo no pudo equivocarse. Era muy afectuoso con Carlo, ¿no?
ACTOR.- (Grita) ¡Hijo de puta! (Estalla nuevamente, llora.) ¿No comprende cómo me siento? Me encerraron ahí, con él... no sé cuántas horas, cuántos días... en esa tumba... yo y él... todo el tiempo.
INTERROGADOR.- Siéntese.
(Va hacia él. Hay un forcejeo. Lo obliga a tomar asiento nuevamente.)
INTERROGADOR.- Basta de gritos, basta de lágrimas.
ACTOR.- Mire: yo soy responsable de ese joven. Yo hablé con su familia, yo convencí a su madre para que lo dejara venir con nosotros. Usted no puede engañarme.
INTERROGADOR.- ¿Se siente culpable?
ACTOR.- ¿Culpable? ¿Por haberle hecho un lugar junto a mis hijos, por haberle enseñado mi profesión?
INTERROGADOR.- Por haberlo arrastrado a esa conspiración...
ACTOR.- ¿Qué hice? Yo sólo lo arrastré por los pueblos y las pasó feas, pobrecito, porque cuando llegó a Elsinore pensó que llenaría su estómago y en cambio encontró la muerte.
INTERROGADOR.- Deje a Carlo en paz y dígame quiénes son ellos.
ACTOR.- ¿Ellos? (Con una risita.) ¿Todavía sigue buscando? ¿Todavía no descubrió su error?
INTERROGADOR.- ¿Qué error?
ACTOR.- Somos actores, nada más.
INTERROGADOR.- ¿Entonces, por qué acusó a Laertes?
ACTOR.- ¿A Laertes?
INTERROGADOR.- Estaba junto al cuerpo del joven cuando empezó a gritar como un loco y dijo un nombre: Laertes, repitió una y otra vez.
ACTOR.- (Confundido, para sí.) ¿Acusé a Laertes?
INTERROGADOR.- Laertes está en el poder, ¿entiende? Llegó de Francia seguido por perros daneses que ladraban: Laertes será rey, será rey! Al frente de un motín intentó arrollar a nuestros oficiales y fracasó. Quería insultar al rey y reclamar el cadáver de su padre, pensando que su dolor era el único. Creía que el rey era culpable de la muerte de nuestro querido Polonio. Entonces yo mismo decidí explicarle la verdad. Pensé que la protección que siempre me otorgó Polonio había despertado sus celos, pero sin embargo me escuchó. ¿Y sabe lo que me atreví a decirle? Laertes -le dije- quiero compartir tus penas, no me niegues ese derecho; si quieres conocer todo lo referente a la muerte de nuestro querido padre, yo te lo contaré. Entonces le hablé de Hamlet... y de su locura. Laertes comprendió y llegó a un acuerdo con el rey. (Va hacia los papeles.) De modo que ya no sirve. Aquel nombre que usted gritó hace días... y que yo escribí ocultando mi alegría en estos papeles, ya no sirve. El rey no me creería.
ACTOR.- ¿No le creería? (Ahoga una risita.) Entonces, ¿usted depende de lo que yo diga?
INTERROGADOR.- En cierto modo, sí.
ACTOR.- (Ríe muy bajo, para sí.) ¿Depende de mí? Yo no tengo ningún poder.
INTERROGADOR.- Diga otro nombre...
ACTOR.- Yo vi la muerte...
INTERROGADOR.- Diga otro nombre.
ACTOR.- Vi el hocico de las ratas...
INTERROGADOR.- Hable.
ACTOR.- Vi el cuerpo de Carlo...
INTERROGADOR.- Usted es una rata y su lugar es el más pequeño en la más pequeña parcela de terreno. No intente subir, no alborote a otros hombres con sus palabras, no les venda sueños, ilusiones estúpidas. ¿Cree alimentar almas con su arte refinado?
ACTOR.- (Balbucea.) Mi arte no es refinado. Mi padre decía que...
INTERROGADOR.- (Sin dejarlo hablar, burlándose.) ¿El gran Equión quiere imitar al hombre de la leyenda? ¿Quiere que los hombres piensen y se unan? ¿Quiere hacerlos unir para luchar contra el dragón malvado?
ACTOR.- ¿Qué es un hombre si no puede pensar? Una bestia.
INTERROGADOR.- Una bestia es controlable. Es previsible su reacción frente a un estímulo.
ACTOR.- Una bestia suele morder sin elegir.
INTERROGADOR.- Basta darle comida, acariciarle el lomo, para que reconozca a su dueño.
ACTOR.- Es imposible acariciar el lomo de todos los súbditos.
INTERROGADOR.- Hay un buen número de bestias fieles.
ACTOR.- ¿Y los otros hombres? ¿Los que no están aletargados? ¿Cree que ellos no piensan? ¿Qué son bestias quietas que carecen de pensamientos? ¿Cree que no miran el hoy y lo comparan con el ayer, buscando algo mejor para el mañana?
INTERROGADOR.- Dinamarca está en guerra... y sólo hay que pensar en salvarla. Se compran cañones y armas al extranjero y cada noche se refuerzan las guardias en el castillo. Los constructores de barcos trabajan sin descanso y los soldados sólo esperan una señal para atacar. Usted no entiende. Todos los hombres deben tener un pensamiento único -el bien de Dinamarca- y nadie debe sembrar entre ellos la discordia o discutir temas que no estén ligados a la seguridad del Estado.
ACTOR.- ¿Y mi seguridad? ¿Y la del pobre Carlo? ¿Qué pasa con los hombres que mueren aquí abajo?
INTERROGADOR.- Un puñado de arena en el desierto. Una molestia menor que la del noruego Fortimbrás.
ACTOR.- ¿Los noruegos van a atacar?
INTERROGADOR.- No se sabe cuándo. Pero ese peligro cercano es el motivo principal de los preparativos, la causa de esta agitación.
ACTOR.- ¿Y por eso cree que yo soy culpable? Porque recogí dos hombres en Noruega. ¿Usted cree que esos hombres son espías?
INTERROGADOR.- ¿Por qué no se quedaron en Noruega, engrosando el ejército de Fortimbrás?
ACTOR.- Hacían acrobacias en la plaza... no son conspiradores.
INTERROGADOR.- (Burlón.) Y ayudan en todo, ya sé. Su arte exige un esfuerzo colectivo.
ACTOR.- Exige el esfuerzo de muchos, es cierto.
INTERROGADOR.- La presencia de algunos extranjeros despierta inquietud, ¿entiende?
ACTOR.- ¿Van a encerrar a todos los que tengan una cara culpable?
INTERROGADOR.- A todos los que puedan dar nombres.
ACTOR.- Yo ya no puedo.
INTERROGADOR.- ¿No?
ACTOR.- No puedo inventar más nombres aunque usted quiera llenar esos papeles.
INTERROGADOR.- (Respira; dice pacientemente:) Usted quiere volver a actuar, ¿verdad? No podrá hacerlo en Dinamarca, entiéndalo. Ustedes convirtieron al rey en un enemigo del teatro. Pero podrá actuar fuera de aquí. (Se detiene; lo observa.). Aunque quisiera darle un consejo: si vuelve a actuar hágalo frente a hombres comunes.
ACTOR.- Los reyes son impresionables, ya sé.
INTERROGADOR.- No sé si comprendió lo que quiero decirle. Usted tiene la posibilidad de salir... y esa posibilidad depende de mí. Para poder volver a recitar esos textos idiotas, para seguir rodando de pueblo en pueblo, usted necesita de mí.
ACTOR.- Y para llenar esos papeles usted también me necesita, pero eligió mal.
INTERROGADOR.- ¿No quiere dar nombres?
ACTOR.- (Con una risita, agotado.) Podría dar miles de nombres y usted podría llenar muchos papeles... y probarle a su rey que existe.
INTERROGADOR.- Dígalos. Hábleme de la conspiración.
ACTOR.- (Con impotencia) No puedo...
INTERROGADOR.- Usted era amigo de Hamlet, él le dio el texto, él tiene que haberle revelado otros secretos. ¿Dónde nació esta idea loca? Dígalo de una vez. ¿Dónde comenzó a planear el príncipe esta conspiración? ¿En Wittemberg? Fue allí, ¿verdad? En esa Universidad maldita, leyendo libros malsanos que perturbaron su cerebro. (Pausa.) Muchas veces pensé que debimos enviar más de un hombre a vigilarlo si queríamos enterarnos con minucia de su conducta, de sus amistades, porque ya sabemos que la excesiva libertad es nociva y que los deslices son compañeros de la juventud.
ACTOR.- No era mi amigo... el príncipe Hamlet no era mi amigo. Sólo era para él un actor... y me respetaba.
INTERROGADOR.- ¿Y aquella vez en Wittemberg? (Va hacia los papeles; los consulta.) Aquella vez en que usted representó en Wittemberg ¿no fue el mismo príncipe el que se acercó a felicitarlo entusiasmado?
ACTOR.- Hace mucho tiempo...
INTERROGADOR.- ¿No fue el príncipe el que los invitó por primera vez a Elsinore?
ACTOR.- No.
INTERROGADOR.- ¿Está seguro? Tengo testigos que dicen haber escuchado esa invitación.
ACTOR.- ¿Testigos?
INTERROGADOR.- Horacio estaba presente. También Rosencrantz y Guildenstern.
ACTOR.- Es mentira. Ya le dije. El príncipe nos vio actuar aquí, en la ciudad.
INTERROGADOR.- ¿Mienten? ¿Cuál es la verdad, entonces?
ACTOR.- ¿Qué verdad?
INTERROGADOR.- ¿Comparte las ideas de Hamlet?
ACTOR.- ¿Las ideas de Hamlet? (Grita) Quiero a Carlo vivo, quiero salir de aquí y ver a mi familia.
(Un silencio. El Interrogador busca entre los papeles. Toma el manuscrito de Hamlet. Parece excitarse aún más.)
INTERROGADOR.- Póngase la corona.
ACTOR.- ¿Qué dice?
INTERROGADOR.- Haga de rey.
ACTOR.- ¿Para qué?
INTERROGADOR.- Recite el texto, haga esa escena otra vez.
ACTOR.- ¿Recitar el texto?
INTERROGADOR.- Tiene que haber algo escondido en este manuscrito...
ACTOR.- No puedo actuar, estoy agotado.
INTERROGADOR.- (Con el manuscrito en sus manos.) ¿Esta letra es la del príncipe Hamlet? Escuche lo que dice aquí: "Entra un actor y se acerca al rey dormido. Vierte el veneno en la oreja del rey"... y todo esto ha sido subrayado con tinta varias veces. ¿Por qué? ¿Quién pudo hacerlo? (Mira el texto otra vez, alucinado.) ¿Quién pudo escribir esto? ¿Quién? Esta letra no es la del príncipe. Tal vez ese Espíritu errante sea el autor de este manuscrito... ese Espíritu que da órdenes y dice que el rey perdió la vida, la corona y la reina en manos fraternas. (Casi para sí, alucinado.) ¿De quién es esta letra?
ACTOR.- (Agotado) No hay nada allí, es inútil que busque.
INTERROGADOR.- (Para sí) ¿"La ratonera"? ¿Creía armar una trampa para ratas reales? (Grita, tembloroso.) ¡No somos ratas! ¡Las ratas son ustedes, los conspiradores! (Un silencio; se miran.)
ACTOR.- (Agotado.) Por favor, usted sabe que ya no tengo nombres. Necesito salir. Necesito ver a mi familia.
INTERROGADOR.- (Vuelve a la realidad.) ¿Su familia? No está. (Grita.) Ya no hay nadie esperándolo, ¿entiende? Se cansaron, se fueron, tal vez tuvieron miedo. Se fueron todos... ya no hay nadie afuera.
ACTOR.- Está mintiendo, ¿verdad?
INTERROGADOR.- Usted miente. ¿Por qué no habría de mentir yo?
ACTOR.- No juegue otra vez conmigo.
INTERROGADOR.- Usted también juega.
ACTOR.- Quiero ver a mi mujer, a mis hijos... Mire: voy a decirle dónde empezó todo. En Noruega. Quizás usted ya lo sepa. Allí empezaron a reunirse y a planear la rebelión. Los actores noruegos trajeron el texto. Ellos se reunieron con Hamlet y escribieron "La ratonera". Claudio tenía que caer pero antes había que probarle a todos que era un asesino. La representación sirvió para eso, ¿comprende? Usted ya imagina quién es la cabeza de esta conspiración.
INTERROGADOR.- ¿Fortimbrás?
ACTOR.- (Después de una pausa, asintiendo.) Sí, Fortimbrás.
(Las luces decrecen lentamente, mientras sube una música con extrañas disonancias.)
Una luz sobre proscenio. Han armado un precario teatro de títeres. Sobre la cortina asoman los títeres: una Reina, un Rey.)
REY.- Amor mío, ¿por qué has elegido este lugar para mi siesta? ¿Son tan fuertes mis ronquidos?
REINA.- Es un lugar solitario. Nadie te despertará. (Lo acuna.) Arrorró mi niño, arrorró mi sol!
REY.- ¡Qué apuro, reina mía!
REINA.- Arrorró, vejete, no verás el sol!
(El Rey queda dormido sobre la cortina.)
REINA.- Y ahora el veneno hará su obra. Llamaré a Claudio para que lo haga de una vez.
(Entra un nuevo títere, que se hará llamar Luciano.)
LUCIANO.- ¡Hola! Aquí estoy: Luciano, para servirte.
REINA.- Pues no me sirves. Llamé a Claudio.
LUCIANO.- Yo soy el envenenador, reina mía. ¿Ya lo has olvidado?
REINA.- Echa el veneno de una vez.
LUCIANO.- ¿En su oreja?
REINA.- ¿No es así el cuento? Todo el reino sabe cómo lo hizo Claudio.
LUCIANO.- ¡Olvidé la pócima!
REINA.- ¿La olvidaste? (Toma un garrote, lo azota.) ¡Para tu memoria!
LUCIANO.- (Quejándose.) Ay, ¿dónde está mi pócima?
REINA.- Pídesela a las brujas, ¡tonto!
(Lo azota. La representación se interrumpe. El títere Rey se incorpora. Detrás de la cortina salen la esposa con el títere Reina, la joven con Luciano y el joven que manejaba al títere Rey.)
LA JOVEN.- Vas a destrozarlo. No le pegues tan fuerte.
ESPOSA.- ¡Yo quiero a Claudio! (Alterada) ¡No vuelvas a cambiar el libreto!
EL JOVEN.- Escucha: ya hablamos de esto muchas, muchas veces.
ESPOSA.- (Grita.) ¡Claudio! Todos deben ver cómo lo hace. Quiero que todo Elsinore conozca la verdad!
LA JOVEN.- Esta es una historia de títeres, nada más!
EL JOVEN.- Que nadie mira, porque hasta los niños se han ido.
ESPOSA.- ¡Quiero representar esta historia tal cual es!
EL JOVEN.- ¿No lo hemos hecho durante todo este tiempo?
LA JOVEN.- Todo Elsinore la conoce, por eso decidimos volver a la vieja historia, ¿recuerdas?
ESPOSA.- (Más calma, algo enajenada.) ¿Volver a qué? (Accionando el títere Reina.) Claudio, Claudio, ven a echar el veneno sobre la oreja de mi maridito!
LA JOVEN.- ¿Por qué no hacemos algo más cómico?
ESPOSA.- Los niños ríen al principio. Como nosotros, ¿eh? Nos reímos mucho cuando empezó todo, creíamos que se trataba de una broma. Nosotros, los actores, creemos que todo el mundo quiere bromear.
EL JOVEN.- ¿Te sientes mal? ¿Quieres algo fuerte?
ESPOSA.- A veces creo que ya no tengo fuerzas, pero puedo seguir... puedo seguir con la función.
EL JOVEN.- Llamaré a uno de tus hijos.
ESPOSA.- Déjalos. Ya estoy bien. Sigamos. (Toma el títere Reina y repite:) Claudio, ven a echar el veneno en la oreja de mi maridito!
(Un silencio. Los jóvenes la miran.)
ESPOSA.- ¿Qué pasa?
LA JOVEN.- A rey muerto, rey puesto.
ESPOSA.- Sabio refrán.
EL JOVEN.- Claudio está muerto. ¿Lo olvidaste?
ESPOSA.- (Otro silencio. Lo mira.) A veces... a veces, creo que todo empezó ayer.
(Salen lentamente. La luz cae sobre el Interrogador que está dormitando sobre su mesa llena de papeles. El Actor, de pie, se desplaza silenciosamente hasta llegar junto al Interrogador. Lo observa un momento y luego toma la decisión de salir por foro. Desaparece. El Interrogador se incorpora como si hubiera escuchado algo. Un largo silencio. El Actor vuelve a entrar y su rostro lo revela excitado, algo angustiado.)
INTERROGADOR.- La puerta está abierta.
ACTOR.- Ya sé.
INTERROGADOR.- Después del corredor hay una escalera...
ACTOR.- Sí...
INTERROGADOR.- Después hay un patio con un enorme vitral...
ACTOR.- No llegué a la escalera.
INTERROGADOR.- ¿Por qué?
ACTOR.- No sé.
INTERROGADOR.- (Un silencio.) Bueno, tal vez sea mejor que se quede y continúe representando esa escena.
ACTOR.- Estoy cansado de actuar para usted.
INTERROGADOR.- Y tiene miedo de convertirse en un fugitivo, ¿verdad? Tiene miedo de que lo cacen como a una bestia.
ACTOR.- (Para sí.) No sé si todavía tengo fuerzas para correr.
INTERROGADOR.- ¿Por eso se quedó?
ACTOR.- (Para sí.) Quisiera ver el campo.
INTERROGADOR.- ¿Para qué?
ACTOR.- ¿Cómo?
INTERROGADOR.- ¿Para qué quiere ir al campo?
ACTOR.- (Despertando a la realidad.) No sé... algunas veces usted me habló del campo. Me contó que iba de caza con sus hijos.
INTERROGADOR.- Hace mucho tiempo...
ACTOR.- ¿Por qué no sale?
INTERROGADOR.- ¿Quiere estar solo?
ACTOR.- Creo que hace meses que no sale de aquí.
INTERROGADOR.- Tengo que seguir con mi trabajo.
ACTOR.- ¿Qué más quiere saber?
INTERROGADOR.- No sé... pero hay que seguir olfateando, hay que seguir...
ACTOR.- ¿Para qué?
INTERROGADOR.- Debe haber algo en ese texto. Un nombre. (Con una risita muy suave.) Gonzago; ¡ése es un nombre! Suena bien. Podría ser el nombre de un conspirador, pero es un nombre de ficción, es el nombre de un personaje, de un hombre que no existe. 
ACTOR.- No siga buscando. Yo soy inocente y hay otros como yo. ¿Nunca tuvo una duda? ¿Nunca pensó que muchos de los que gritaban en aquel pozo eran inocentes?
INTERROGADOR.- (Sin escucharlo.) Repita la escena.
ACTOR.- ¿Qué puede esconder esa obra?
INTERROGADOR.- Algo, una clave, la punta de un hilo. Vamos. Empiece ya. Haga el papel de Rey.
ACTOR.- (Recita) Reina mía debes saber que nuestras voluntades y nuestros destinos corren por sendas tan opuestas...
INTERROGADOR.- (Dándole letra.) Que siempre quedan derrumbados...
ACTOR.- ... que siempre quedan derrumbados nuestros planes. Somos dueños de nuestros pensamientos, sin embargo nos cuesta ejecutarlos. Así imaginas que nunca tomarás otro esposo, pero lo harás apenas muera tu señor. En nuestro mundo todo es fugaz, debes saberlo.
INTERROGADOR.- Todo es fugaz, es cierto. (Lanza una carcajada, el Actor se detiene. Lo observa con desconcierto.) Ya no sirve Fortimbrás. Sus nombres caen dentro de una bolsa, ¿lo sabía? Hay que seguir buscando, olfateando, buscando... No hay descanso. (Vuelve a reír muy bajito.) ¡Cuántos nombres y cuántas vidas en la bolsa! ¿Quién se complace en burlarse así de todos? El príncipe vuelve el día que entierran a la pobre Ofelia y después de su loca venganza el enterrador tiene más trabajo que nunca: su madre, Laertes, el rey... y el mismo príncipe. (Con otra risita.) ¡Lo hubiera visto! Casi no tiene fuerzas para atravesar con su espada al rey. Creí que no iba a poder hacerlo, pero no fue así. Murieron todos; él también. Usted acababa de dar el nombre de Fortimbrás pero ya nadie podía escucharlo. Y después, cuando hay alguien dispuesto a escuchar el nombre ya no sirve. ¿Sabe por qué? Porque Fortimbrás está allá arriba y es el rey. Y él se reiría de nosotros si le lleváramos su propio nombre.
ACTOR.- ¿Va a intentar nuevos juegos?
INTERROGADOR.- No estoy jugando.
ACTOR.- ¿Cree que puedo acertar alguna vez?
INTERROGADOR.- (Burlón) Usted parece tener algún poder mágico. Elige un nombre y, apenas lo dice, el dueño de ese nombre se convirtió en una persona importante.
ACTOR.- Dígales que soy inocente. Que ya no tiene sentido tenerme aquí.
INTERROGADOR.- ¿Le parece? El servicio y la lealtad no fueron sus virtudes. Usted es el símbolo del desorden. Usted organizó aquella desgraciada representación que todavía recuerdan como una acción destinada a arruinarnos. Si estaba en connivencia con los noruegos o los secundaba con secretos auxilios, ¿por qué Fortimbrás no extendió una orden de libertad a su nombre?
ACTOR.- Fortimbrás no me conoce.
INTERROGADOR.- (Con otra risita.) Tendrá que esperar hasta que allá arriba aparezca alguien que lo conozca, alguno de su grupo.
ACTOR.- Mi único grupo son los actores de mi compañía.
INTERROGADOR.- (Burlón.) Así que los nuevos nombres no tienen dueño. ¿Luciano tampoco existe? ¿Es sólo un personaje?
ACTOR.- Más vale que olvide ese texto, no hay nada allí.
INTERROGADOR.- ¿No hay nada? Usted no entiende. Yo no puedo dejar de buscar, de interrogar. (Va hacia los papeles; los toca). ¿Cree que ya no puedo ver? Este es el manuscrito y sé muy bien lo que dice.
ACTOR.- Usted lo aprendió de memoria.
INTERROGADOR.- Las letras se borran... y el mundo pierde sus colores, pero la memoria sigue activa. Oye nombres y no los olvida; escucha informes nuevos y los registra. (Vuelve a reír, muy bajo.) Es curioso. Sin embargo, olvidé una parte de mi vida.
ACTOR.- Ojalá pudiera anular mi memoria y olvidar...
INTERROGADOR.- (Para sí.) ¿Se olvida lo no querido?
ACTOR.- La memoria convierte esto en un infierno mayor, ¿no cree?
INTERROGADOR.- (Con una risita.) Dicen que yo era hijo de unos campesinos... y que araba el campo y ordeñaba las cabras. Dicen que me despertaba al alba para arar... Polonio me contó que mi padre, después de enviudar, me hacía trabajar sin descanso y que yo caía agotado sobre la tierra. Alguna vez soñé con el campo y con animales muertos... con el hambre extendiéndose como una plaga, con mi padre consumiéndose hasta morir. No sé qué hay de cierto en esos sueños. Sólo recuerdo claramente un día... estaba solo, llorando, sin saber qué hacer. Entonces empecé a rezar... y apareció Polonio.
ACTOR.- Yo también recé cuando mi padre murió, pero no sirvió de nada.
INTERROGADOR.- Fue como una aparición. Vi a Polonio y lo seguí. Creo que lo seguí hasta perder las fuerzas. Después, los recuerdos son otros. Una fiesta de caballería, la sonrisa de Polonio cada vez que constataba mi fervor por las armas, su mano sobre mi hombro mientras me decía: "Hijo, no podemos atacar sólo con las palabras. No serviría de nada".
ACTOR.- Es una ironía, ¿verdad? Usted me tiene aquí sólo por las palabras.
INTERROGADOR.- (Muy bajo, casi para sí.) Las palabras no sirvieron para acercarme a Ofelia y a Laertes. Pero sirvieron para que los otros me aceptaran, para convertirme en un hombre respetable y respetado; en un especialista. Muchas veces soñé con títulos y distinciones que nunca llegaron. Los reyes se olvidan de los que estamos aquí, trabajando sin descanso. (Con una sonrisa, para sí.) Una vez soñé que después de muerto hacían tronar los cañones y un cortejo real me acompañaba hasta la fosa...
ACTOR.- Yo también soñé... pero cuando desperté la realidad era igual al sueño. (También muy bajo, para sí.) Mi padre estaba muerto y la representación parecía la de siempre. Ellos actuaban y mi padre estaba a unos pocos metros, atrás del escenario, en un cajón que había sido construido por los propios actores. Él había pedido que no dejaran de actuar esa noche y así se hizo. Soñé muchas veces con ese día.
INTERROGADOR.- No quiero dormir, pero alguien me empuja sobre esta mesa, aplastándome con sueños idiotas. Un rey me premia; otro me enjuicia y me castiga. (Se pone de pie torpemente.) ¿Acaso van a juzgarme aquí? (Va hacia la salida.) ¿Quiénes pueden juzgarme? ¡No quiero dormir! (SALE)
ACTOR.- (Muy bajo, para sí.) Hoy soñé que una mujer vestida de negro se acercaba a mí y extendía su mano... yo la seguía... y de pronto llegaba junto a otras mujeres que lloraban. Ellas habían perdido a sus esposos, a sus hijos, a sus amigos. Ellas dijeron que toda Dinamarca sentía su dolor... y que el mismo cielo se oscurecía para no ver tanta injusticia. Ellas lloraban... y yo sentía que volvía a tener fuerzas.
(Las luces decrecen hasta la oscuridad. Vuelven sobre el Actor que ahora está junto a la mesa, revolviendo los papeles. Entra el Interrogador.)
INTERROGADOR.- ¿Qué hace?
ACTOR.- (Obsesivo, murmura.) Ella me escribió...
INTERROGADOR.- ¿De qué habla?
ACTOR.- Mi mujer me escribió una vez...
INTERROGADOR.- Esos papeles no se tocan.
ACTOR.- Yo la leí y usted me pidió que se la devolviera. Usted guardó esa carta.
INTERROGADOR.- ¿Cómo puedo saber dónde está? Hace ya mucho tiempo de eso. (Sonríe.) Pero usted puede acudir a su memoria. Úsela esta vez, no trate de anularla.
(Una pausa. El Actor camina unos pasos. Trata de recordar.)
ACTOR.- Era una carta hermosa. Decía que... tenía que cuidarme y que... iban a esperarme... siempre. Y también decía... "estamos bien".
INTERROGADOR.- Es un buen ejercicio, ¿no le parece?
ACTOR.- No recuerdo muy bien... Creo que tampoco recuerdo bien sus caras.
INTERROGADOR.- ¿Estuvo leyendo estos papeles?
ACTOR.- (Muy bajo, algo enajenado.) No, yo sólo buscaba... esa carta. Algo que me ayudara a...
INTERROGADOR.- Bueno, ya no importa que los haya leído. Arriba no hay nadie.
ACTOR.- (Para sí.) Quiero recordar sus palabras.
INTERROGADOR.- No lo soñé... es verdad. Fortimbrás y su corte no existen. Fueron derrotados. (Ahoga una risita.) Y si no hay nadie, ya no importan los papeles, ya no hay nada que informar, ¿entiende?
(El Actor vuelve a su lugar. Se deja caer en el banco.)
ACTOR.- A veces recuerdo las palabras de mi padre...
INTERROGADOR.- Podemos seguir recordando, si quiere.
ACTOR.- (Para sí.) Estoy muy cansado... viajamos por toda el Asia Menor... armamos el teatro sobre barriles... y terminamos bailando con los campesinos.
INTERROGADOR.- Yo también estoy muy cansado.
ACTOR.- Ayer actuamos frente al mar... y era mentira que el mar podía tapar nuestras voces...
INTERROGADOR.- ¿El mar?
ACTOR.- Mi padre sabía mirar el cielo y descubrir las tormentas... aunque una vez un rayo cayó sobre el teatro.
INTERROGADOR.- Aquí no llegan los rayos.
ACTOR.- No importa, decía mi padre. Conseguiremos nuevos barriles y nuevas tablas. No importa. Estamos nosotros... y acá (toca su cabeza) los textos... y ahí el público. ¿Qué más?
INTERROGADOR.- (Después de una breve pausa.) Usted está en Elsinore y ya no vale la pena salir.
ACTOR.- (Vuelve la cabeza. Lo observa.) ¿Salir?
INTERROGADOR.- ¿No me escuchó? Fortimbrás murió. El trono está vacío.
ACTOR.- (Despertando.) ¿No hay rey?
INTERROGADOR.- Tampoco hay nadie esperándonos.
ACTOR.- ¿Cómo lo sabe?
INTERROGADOR.- Y usted ya no tiene fuerzas para salir y armar su teatro.
ACTOR.- ¿Por qué? Aquí no se llega a vivir ni a morir...
INTERROGADOR.- ¿Qué quiere decir?
ACTOR.- Hace poco, en un sueño, descubrí que las fuerzas no mueren. Desperté con los puños apretados, con ganas de golpear otra vez...
INTERROGADOR.- Soñamos demasiado, ¿no cree?
ACTOR.- Su trabajo terminó. ¿Por qué no vuelve con su familia? Deje este lugar y vaya con los suyos.
INTERROGADOR.- Ya no tengo familia. Mi mujer murió hace poco más de un año... y mi hijo mayor fue asesinado en un camino desierto, muy cerca de aquí. El menor lo acompañaba, pero logró escapar. Está lejos, no sé bien dónde. Alguien me dijo que volvería...
ACTOR.- Quiero salir para encontrar a los míos.
INTERROGADOR.- ¿Para qué? (Pone una mano sobre los papeles, pero no los mira.) Allá arriba pasaron cosas. (Con una risita burlona, amarga.) Pasaron cosas que liquidaron mi familia... y la suya. No hay muchos datos sobre ellos, ¿sabe? Tal vez su mujer esté ahora en la cama con otro cómico y uno de sus hijos esté muerto... Nadie puede saber.
ACTOR.- (Aún más excitado.) Quiero encontrarlos.
INTERROGADOR.- ¿No va a actuar para mí?
ACTOR.- ¿Aquí? ¿Una y otra vez para usted? ¿Pero no entiende? Ya no tiene sentido inventar nombres y seguir buscando en ese manuscrito.
INTERROGADOR.- (Para sí.) ¿No tiene sentido buscar?
ACTOR.- (Agitado.) Todo está allí... esperándome.
INTERROGADOR.- No hay nada. Un desierto lleno de niebla, nada más.
ACTOR.- Mentira. Afuera está el campo... y la gente... mi gente. Voy a volver a actuar afuera.
INTERROGADOR.- ¿Cree que podrá?
ACTOR.- Voy a salir y voy a gritar con todas mis fuerzas. Quiero que todos me escuchen. Quiero que todos sepan que Equión va a armar de nuevo su teatro. (Sale precipitadamente. Un silencio. El Interrogador está solo.)
INTERROGADOR.- (Para sí. Con fatiga creciente.) Tengo miedo de salir, ¿comprende? Anoche tuve un sueño. Un pedazo del rey Claudio venía hacia mí... flotando. Alguien había destrozado su cuerpo. Un hombre joven. Alguien con las mismas ganas de Hamlet, alguien que pedía justicia como Hamlet. La armadura mutilada cruzó dos veces por mi guardia. Yo estaba allí, como un soldado, vigilando la entrada de un castillo que ya no tenía dueño. La armadura flotaba en la noche y salpicaba de sangre mi cara. Yo quería irme, pero seguía allí, esperando órdenes que no llegaban. Entonces apareció un nuevo rey y avanzó para darme una orden pero de su boca no salió ningún sonido. Me quedé allí, esperando, como un soldado, esperando. Empecé a preguntarme qué hacer, para qué seguir allí días y noches esperando órdenes que no llegaban. Días y noches... Entonces supe que esto no puede tener fin, que yo debo seguir esperando, que nos balanceamos sobre olas que van y vienen... y que yo voy a volver a mi trabajo algún día. Necesito volver a preguntar, a buscar, a preguntar...
(Va adormeciéndose. Sobre sus palabras finales se escuchan los gritos del Actor:)
VOZ DEL ACTOR.- Oigan todos: ¡aquí está Equiooon! ¡Aquí está Equioooon!
(Los gritos son tapados por la música que va creciendo mientras las luces bajan hasta la oscuridad.)

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