"Las divas de la radio"
o
"La hija robada" (1)

Personajes: 

AMELIA, vieja actriz de radioteatro 
BEBA, ídem 
OLGA, ídem 
DORIS, ídem 
LORENZO, empleado treintón de la radio 
ALBERTO, viejo actor de radioteatro 
GRAN VIEJO, dueño de la radio

(1) Título del radioteatro que las hizo famosas

Estudio de radio. En las paredes afiches con las parejas famosas del radioteatro de la década del 50. Parece que el tiempo se hubiera detenido en este lugar. Está todo bien cuidado pero los muebles son antiguos. En un rincón hay un pianito; más al medio, una mesa, sillas y un viejo micrófono. Hay también algún elemento de sonido característico, como la clásica puerta de madera sostenida en su marco. En un lateral, un rectángulo de vidrio ahumado a modo de cabina de sonido y una mesita con una cafetera moderna, tazas y vasos. A foro, al medio, un pedestal con un busto de mujer tapado con un lienzo.
Entra Amelia, seguida por Beba. Ambas están sofocadas, como si hubieran subido una larga escalera. Amelia viste ropas flamantes con un toque antiguo. Tiene una boa de zorros alrededor del cuello. Beba un traje sastre con una enorme flor artificial en la solapa, zapatos de plataforma con los que intenta elevar su pequeña estatura, una cartera pasada de moda y un bolso de compras.


BEBA - (Jadeante) ¿Y el ascensor nuevo? Para algo está, ¿no?
AMELIA - (Jadeante) Tenía que saber si se habían atrevido ... a tocar los mármoles!
BEBA - No estamos en un cementerio, querida.
AMELIA - Por suerte.
BEBA - Los mármoles intactos, como este lugar.
AMELIA - No puedo creerlo. Parece que hubiéramos hecho nuestro último radioteatro ayer.
BEBA - (Saca un pañuelo, se seca las lágrimas) Pensar que entré aquí a los diez años, de la mano de mamá.
(Recorre todo. Aprieta una tecla del piano) Plin ... Sí, todo se murió y es imposible volver atrás.
(Se deja caer en una butaca, junto al piano.)
AMELIA - ¿Ya empezaste? No está el micrófono abierto, tesoro.
BEBA - (Ahogada por las lágrimas) No creo que ese micrófono funcione todavía.
AMELIA - Ah, no? ¿Por qué estamos acá, entonces? ¿Por qué está todo igual? ¿Por qué conservaron este estudio así?
BEBA - (Llorando) Sí, por qué?
AMELIA - ¡Por amor! ¿No es un gran gesto de amor?
BEBA - El Gran Jefe nunca demostró mucho amor por nosotras ... al menos por mí, Amelia.
AMELIA - (Que decide ignorar la insinuación) Bueno, no estábamos todas al mismo nivel actoral ... Vos tardaste en encabezar un elenco, querida.
BEBA - Y vos lo encabezaste demasiado pronto.
AMELIA - No sé adónde querés llegar.
BEBA - A aquel día de primavera en que viniste con el vestido a florcitas y un escote que te llegaba al ombligo. Estuviste más de una hora en su escritorio y saliste con un diploma de primera actriz.
AMELIA - ¿Qué querés decir?
BEBA - Enseguida el radioteatro empezó a anunciarse así: "La primera actriz Amelia Muñoz con Beba Barrios y elenco".
AMELIA - Eso te dolió, eh?
BEBA - Menos que si hubiera estado en su escritorio, dale que dale.
AMELIA - (Molesta, saca un pañuelito de la cartera, se seca el sudor de la frente) Siempre fuiste tan fantasiosa, Beba.
BEBA - Pero me conservé pura. No muchas pueden decir lo mismo.
AMELIA - (Se decide a atacar) ¿Y a qué te condujo eso, tesoro? ¿A vivir hasta el día de hoy soportando a una madre milenaria y castradora?
BEBA - Son pasos necesarios para conquistar un lugar en el más allá.
AMELIA - Nadie va a robarte el lote, podés estar tranquila.
BEBA - Tu lote no va a estar allí, ya lo sé.
AMELIA - Gracias. Bueno, por más que lo odies, el Gran Jefe fue y será siempre el dueño de la radio.
BEBA - No se le ve muy bien ahora ...
AMELIA - Y este estudio es un homenaje.
BEBA - ¿A quién?
AMELIA - Al radioteatro, a nosotras.
BEBA - ¿De quién?
AMELIA - Del Gran Jefe, de "Radio Alondra", primera en cultura, primera en noticias, primera en deporte.
BEBA - Esa alondra no surcó jamás los cielos de la cultura.
AMELIA - ¿Cómo podés hablar así?
BEBA - Una se vuelve crítica con la edad.
AMELIA - (Mirándola) No hay duda.
BEBA - ¿Así que el Viejo piensa homenajear a su pájaro muerto?
AMELIA - (Haciéndola callar) Espero que el micrófono no esté abierto. Mirá, es un homenaje. ¿No lo tenés claro? ¿Acaso no viste la placa dorada de la puerta?
BEBA - (Se pone los lentes) ¿Qué placa?
AMELIA - Al entrar, no la viste? Dice: "Estudio de radioteatro: 1946-1996".
BEBA - ¿Una placa? Todo me resulta cada vez más sospechoso.
AMELIA - Una mujer que no se entregó a un hombre es naturalmente desconfiada.
BEBA - El nunca invirtió sin pensar en las ganancias.
AMELIA - No seas negativa ¿Por qué no te recreás la vista con esos afiches y pensás en lo felices que fuimos?
(Recorre los afiches y enciende un cigarrillo.)
BEBA - Yo nunca fui feliz. Lloraba siempre. Siempre me tocaban aquellos papeles de huérfana o de niña abandonada por los padres al nacer.
AMELIA - (Da un gritito) ¡No puede ser! ¡Mi afiche! Aquel divino, el de "Tardes románticas" ... no está. ¡Lo robaron!
BEBA - ¿Quién va a robar tu afiche?
AMELIA - Ya sé. Seguro que Doris llegó antes y lo arrancó. Nunca pudo resistir verlo. Un día la pesqué pintándome bigotes. Ella se puso pálida pero yo le dije con la mayor dulzura: "se terminó tu época escolar, tesoro. Basta de mamarrachear obras de arte".
BEBA - Siempre tan exacta en tus apreciaciones.
AMELIA - Después la sacudí como a una escolar de túnica y moña azul.
BEBA - ¿Y ella no se defendió?
AMELIA - Sí, me escupió ... y después salió corriendo. Pero yo me vengué. La abofeteé en plena transmisión. El libreto decía: "Ruido de bofetada", pero yo no esperé a que hicieran el ruidito. Mi propia mano lo hizo sobre su cara.
BEBA - ¿Por eso te llamaba "Mano rápida"? Me lo hubieras dicho antes. Yo vivía cuidando mi cartera.
AMELIA - (Indignada)¡No puedo creerlo!
BEBA - ¿A qué hora estaban citadas las otras?
AMELIA - A las cinco. Todas a la misma hora, pero sólo algunas sabemos lo que es la puntualidad.
BEBA - La disciplina de la vieja escuela.
AMELIA - La responsabilidad que las nuevas generaciones ya no tienen.
BEBA - Y que las viejas están perdiendo, parece.
(Entra Olga con un paquetito de merengues. Tiene aspecto de ama de casa y lentes antiguos, con piedras que brillan. La acompaña Doris, que alguna vez fue una especie de Mata Hari criolla.)
OLGA - ¡Hola! ... Perdón por llegar tan en punto, pero me perdí. Últimamente me pierdo cada vez que salgo.
AMELIA - Acaban de salvar a la vieja escuela.
OLGA - ¿Votaron un nuevo presupuesto?
DORIS - Ay, Dios, no empiecen con esos temas!
BEBA - En realidad no hablábamos de "esa" escuela.
OLGA - Ah, no? Traje merenguitos. Me moría por comer algo dulce.
(Convida a todas. También a Amelia.)
AMELIA - No, gracias. Estoy por grabar un comercial la semana próxima.
OLGA - Espero que no sea de panchos. No se necesita ser actriz para devorar un pancho ante cámaras. ¿Vieron? La cámara se concentra en la boca, la expresión de la cara se pierde y la voz ... buena, nadie puede hablar con la boca llena.
(Un silencio. Amelia está molesta. Beba sonríe distante.)
OLGA - (Suspira) Qué bueno. Juntas. Como antes.
DORIS - (Mirando los afiches) Ahí no las busques ... aquí están las caras de antes.
AMELIA - No todas. Faltan algunas.
DORIS - ¿Sí? ¿Quiénes?
AMELIA - Yo falto.
DORIS - ¿Vos? Nunca fuiste muy fotogénica, será por eso.
AMELIA - Alguien lo arrancó.
DORIS - ¿Estás segura?
AMELIA - Sí, falta el de "Tardes Románticas" cuando estábamos haciendo la novela "Casamiento sin amor", ¿te acordás? Yo vestida de novia, Alberto de frac, alzándome en sus brazos.
OLGA - Pobre Alberto. Recuerdo que el esfuerzo le impedía sonreír.
(Va hacia los afiches) ¡Qué increíble! Alguien se ocupó de guardarlos ... y pegarlos. Creí que estábamos definitivamente archivadas.
AMELIA - No para el Gran Jefe.
DORIS - ¿El gordo famoso?
OLGA - ¿El gran viejo?
BEBA - El viejo hijo de puta.
(Las tres se miran, llevándose un dedo a la boca, para silenciar a Beba.)
AMELIA - Dejemos de lado sus pequeños defectos ...
OLGA - (Sonríe) sus furias ... y sus cargadas ...
DORIS - Sobre todos sus cargadas ...
AMELIA - ¿Pero quién vendía el radioteatro a los mejores avisadores?
BEBA - ¿Y quién iría a verlas?
DORIS - Nadie ... pero qué bello es el arte! ¿Se acuerdan cuando cerraron la salita de la ciudad vieja? Olga y yo nos sentamos a comer maníes en los bancos de la plaza, mientras llorábamos.
AMELIA (Burlona) Chejov ... era una escena de Chejov.
DORIS - Acabábamos de hacer Chejov con críticas desastrosas ... ¿Cómo podían dos actrices de radioteatro penetrar en el subtexto de Chejov?
AMELIA - Recuerdo algunos titulares: "Las hermanas del terror" o aquel más piadoso: "Nunca debieron atreverse".
OLGA - Y tenían razón. Un día en los ensayos pregunté: "¿hasta cuándo tengo que escarbar para encontrar ese maldito subtexto?"
AMELIA - Pero después vinieron los éxitos...
OLGA - Sí, no puedo quejarme.
DORIS - Yo tampoco. La armonía se hizo visible a los ojos.
AMELIA - Entonces dejaste de pintar bigotes en ciertos afiches.
DORIS - La envidia es un sentimiento aniquilador, autodestructivo.
AMELIA - (Sonríe) El mundo cambia; la gente cambia.
DORIS - Y vos "Mano rápida"? ¿Estás igual?
AMELIA - No. Creo que ninguna de nosotras está igual.
(Un silencio. Olga va hacia el piano. Intenta tocar algo. Se acompaña tarareando.)
OLGA - (Cantando) "Una mujer, debe ser ... soñadora, coqueta y ardiente" ... ¿Se acuerdan de esto? Lo cantábamos en aquel horrible cabaret, semidesnudas.
BEBA - ¡Yo nunca canté en un cabaret semidesnuda!
DORIS - Ah, ya sé. ¡Fue en "Almas condenadas"!
AMELIA - Bailábamos y cantábamos en ese cabaret para mantener a nuestros hijos pequeños ...
BEBA - ¡El dueño era un gángster que quería aprovecharse de una de nosotras!
DORIS - (Orgullosa) ¡De mí!
OLGA - Escuchen ... ¿no era una música lindísima?
(Olga toca el piano. Amelia y Doris intentan bailar. Beba las mira sin animarse a nada. Olga deja de tocar y se apoya sobre el piano, soñadora.)
OLGA - ¡Ah, el radioteatro otra vez!
(Una breve pausa. Todas se miran y suspiran. Olga va hacia la mesita lateral por un café.)
OLGA - ¡El gran viejo es audaz!
AMELIA - Hicieron un estudio de marketing. La gente está loca por volvernos a oír.
BEBA - La mayoría están sordos, querida.
DORIS - Podemos sortear audífonos entre los oyentes. "Envíe una carta al Concurso Escuche mejor a sus Voces Preferidas y gane un audífono". ¿Qué tal?
OLGA - No quiero que me escuchen sólo los jubilados. Deberíamos renovar esos libretos para interesar a un público más joven.
AMELIA - ¿Renovarlos? Ahí estaría nuestra muerte. El programa es una apuesta a la nostalgia. ¿Quién va a escuchar un radioteatro con tiros, violencia y sexo?
OLGA - Sí, claro, eso es para la TV.
DORIS - Y nadie puede competir con ella, no?
OLGA - Odio los enlatados. Si pudiéramos hacer doblajes nadie olvidaría nuestras voces.
DORIS - (Destapando el busto) ¡Qué divina! Está igualita. Yo le llevé una cruz de rosas blancas!
(Todas se vuelven para observar el busto.)
¡Y lloré tanto aquel día! ...
BEBA - ¡Qué voz incomparable!
OLGA - Su voz ... no cambió nunca.
DORIS - Era una diosa.
AMELIA - Se murió a tiempo.
BEBA - Tres claras a la mañana y tres a la noche, hasta el último día.
OLGA - Qué hermosa voz ...
AMELIA - No la nombres. (Cruza los dedos) Dicen que es ...
DORIS - Su voz es una más entre los sonidos armónicos de la naturaleza.
BEBA - Nunca será una más.
OLGA - ¿Ya la habrán olvidado?
DORIS - Ella está viva.
BEBA - Sí, yo siempre rezo por ella.
AMELIA - (Para sí) En este país hay que morirse.
(Nuevo silencio. Entra Lorenzo, hombrecito esmirriado, de lentes, detrás de un paquete enorme de libretos.)
LORENZO - ¡Qué silencio! ¿Pasó un ángel?
AMELIA - Un fantasma, creo.
LORENZO - Este lugar los llama, me parece.
OLGA - ¿Los llama?
LORENZO - Está todo igual, ¿no? Dicen que los fantasmas vuelven a sus viejos lugares, sobre todo si no fueron tocados por el hombre.
OLGA - Este país debe estar lleno de fantasmas.
(Lorenzo deja el paquete en el suelo. Se arrodilla y comienza a desatarlo. Arroja algunos libretos al aire.)
LORENZO - ¡Libretos! ... ¡Viejos libretos! ¡Parece que las ratas los respetaron!
DORIS - ¿Nuestros libretos?
LORENZO - ¿No estaban esperando este regalo? El Gran Jefe dice que aquí están los mejores.
OLGA - ¡Dios! ... ¡Los libretos!
AMELIA - ¡Nuestros viejos radioteatros!
LORENZO - (Sonriendo) Qué títulos, eh? "El hijo del odio", "Desdicha trajo tu piel", "Lágrimas y flores secas", "La hija robada" ...¿Quién podía tomarse en serio esos títulos?
AMELIA - (Rabiosa) ¿Quién es usted?
LORENZO - Lorenzo.
AMELIA - ¿Y qué hace aquí?
LORENZO - De todo un poco.
AMELIA - ¿De todo un poco? ¿No tiene una tarea específica?
LORENZO - Bueno ... me sacaron del informativo. Dicen que no sirvo. En realidad el Gran Jefe está pensando en mi redistribución. Estoy desaprovechado aquí.
AMELIA - ¿Le parece?
LORENZO - Hay que buscar un lugar de acuerdo con mis posibilidades.
BEBA - Es muy cruel cuando redistribuye.
AMELIA - Espero que no tenga compasión.
DORIS - (Con un libreto apretado contra el pecho) Bendito sea! ¡Tiene anotaciones mías! ¡Es un original!
AMELIA - ¡No puedo creerlo!
LORENZO - Ese archivo está lleno de bichos. Tuve que gatear sobre una montaña de papeles que el viejo se empeñó en guardas. (Sale en busca de más libretos.)
OLGA - (Sacando de la montaña de libretos, uno) ¡"La hija robada"! ¡Mi mayor éxito!
AMELIA - Nuestro mayor éxito: yo hacía de hija y a vos ya te daban los papeles de madre. Acordate.
DORIS - Y yo hacía aquel papel de malvada que me hizo famosa.
AMELIA - La malvada sexy, tu mejor papel.
DORIS - Te estás volviendo inarmónica, me parece.
BEBA - ¿Qué hacía yo en esa novela? Ah, sí, la pobre huérfana amiga de la hija robada. ¡En el capítulo final las dos nos casábamos con nuestros enamorados!
OLGA - Mientras yo, viuda y millonaria, lloraba de emoción al recuperar a mi hija y casarla con el joven de sus sueños!
AMELIA - ¡Qué papeles!
OLGA - ¡Qué trama!
BEBA - Nadie escribió mejor que nuestro Medina.
DORIS - Pobrecito Guille ... si ahora estuviera aquí ...
(Lorenzo ha vuelto. Deja caer otro paquete de libretos. Vuelan hojas que se esparcen sobre el piso.)
LORENZO - Renovaría todo. Esos libretos no son actuales. ¡Si yo escribiera un radioteatro!
OLGA - ¿Usted es escritor?
LORENZO - No, pero me gustaría. Mire: empezaría por cambiar los títulos. Le hablaría al hombre de hoy con sus conflictos y problemas. Desnudaría un poquito la realidad, le agregaría un toquecito romántico y unas gotitas de política ...
BEBA - ¿Qué nombre tiene esa ensalada?
OLGA - ¿Usted no sirvió como informativista y pretende escribir?
LORENZO - Bueno ... en realidad dicen que no servía porque ... Escuchen, voy a confesarles un secreto: yo modificaba las noticias. Un poquito, nada más.
AMELIA - Ya sé: un toquecito romántico, unas gotitas de política ...
LORENZO - Y algo de fantasía, porque hoy en día nadie quiere la verdad.
AMELIA - Usted debería ser político.
LORENZO - A mí me gustaría escribir historias, pero claro ... estoy aquí, no? Bueno, yo no quiero desanimarla pero esos radioteatros están viejos y no van a gustar al oyente de hoy.
BEBA - Cállese.
OLGA - Vamos a escucharlo. El joven tiene nuevas ideas. Quiere ayudarnos. ¿Qué tiene de malo escucharlo?
DORIS - Claro, que opine.
LORENZO - Esos personajes tienen que cambiar. Esa madre, por ejemplo, no tiene por qué recuperar a su hija. Puede renunciar a ella, puede desarrollarse como mujer, transformarse en una mujer política y dejar que su hija también desarrolle su personalidad libremente. La hija no tiene por qué casarse, puede llegar a ser una gran médica o una gran abogada, una gran ingeniera electrónica o una fiera de la informática ...
AMELIA - ¡Me aburre! ¿A quién pueden gustarle esos personajes?
LORENZO - Son más reales, más auténticos. Ya no sirve la historia de la costurerita que dio el mal paso y terminó convirtiéndose en modista de alta costura de la mejor casa de Francia.
OLGA - Dios! ¿Cómo lo sabe? Usted no tiene edad como para haber escuchado "Rosa, la desdichada".
LORENZO - En cada barrio, una costurerita, soñaba con ser Rosa.
AMELIA - Eso era bueno. Es preferible soñar ...
LORENZO - (Algo histérico) Sí, pero, ¡basta de sueños viejos! ¡Demos paso a los nuevos sueños!
AMELIA - ¿Usted es comunista?
LORENZO - No.
AMELIA - ¿Posmodernista?
LORENZO - Bueno, vivimos en el llanto de la posmodernidad. Hay nuevos temas para esos nuevos personajes. La existencia tóxica, el cuidado del medio ambiente, la cirugía, las siliconas, las drogas y todo lo que sirve para ahuyentar el vacío, la angustia, la espera, la frustración. Vivimos en una sociedad loca y pasatista, con una cultura individualista, sin pretensión social. Podríamos escribir un radioteatro sobre estos tópicos o sobre la nada, sobre juegos sin sentido, sobre bromas y tonterías, porque nadie quiere que se digan cosas importantes. ¿Qué les parece?
OLGA - No entiendo nada.
AMELIA - No divague.
BEBA - Un radioteatro sin sufrimiento no es radioteatro.
AMELIA - Beba tiene razón.
OLGA - (Intercambiando miradas de aprobación con Doris) Claro, estamos todas de acuerdo.
LORENZO - ¡Hay que archivar esas antiguallas y ofrecer los nuevos escombros de la posmodernidad!
OLGA - Yo a este tipo no le entiendo nada.
DORIS - ¿No será un poeta?
LORENZO - Hay que contener las emociones y proponer un juego más delirante. Algo racional y muy loco. Almodóvar y Tarkovsky; Armando Bó y Rossellini.
BEBA - ¿Y la vida? ¡En cada capítulo debe palpitar la vida!
AMELIA - Señor Lorenzo ... Creo que usted debería ser redistribuido sin pérdida de tiempo.
LORENZO - ¿Le parece?
AMELIA - Como usted bien dijo, tendría que estar en un lugar de acuerdo con sus posibilidades.
BEBA - En la puerta, de uniforme.
OLGA - De acuerdo.
AMELIA - Y un portero no opina. Recuérdelo.
(Lo empujan. El retrocede.)
LORENZO - (Protesta) ¿No hay espacio para los jóvenes de este país?
DORIS - No es un pollito, me parece.
LORENZO - ¡Soy un vocacional múltiple!
AMELIA - ¿De dónde lo sacaron?
LORENZO - Tengo que expresarme en varias áreas, entienden?
AMELIA - ¿Insiste?
LORENZO - ¿Entonces, no me van a permitir probar con un libreto?
(Ellas se miran, luego a coro contestan:)
TODAS - ¡No!
LORENZO - Creo que cometen una terrible equivocación. Todos los géneros deben renovarse.
AMELIA - Usted quiere intelectualizar un producto que tiene su encanto en la simpleza.
LORENZO - Sólo pretendo introducir algunas variantes en el esquema argumental. Está gastado.
OLGA - A la gente le gusta que le cuenten siempre lo mismo. Mis hijos se dormían, noche a noche, escuchando el cuento de Caperucita Roja.
LORENZO - Pero usted introducía variantes, ¿verdad?
OLGA - Bueno, recién después de los cinco años, el lobo empezó a comérsela.
LORENZO - Y a los dieciocho, ya se "acostaba" con Caperucita.
BEBA - ¡Por favor!
OLGA - Ojalá hubiera podido contarles esa historia. A los dieciocho ya no me escuchaban.
AMELIA - Señor Lorenzo, no queremos perder más tiempo.
LORENZO - Bueno ... la idea es empezar a la siete.
AMELIA - ¿Empezar?
BEBA - ¿Empezar qué?
LORENZO - El radioteatro. El Gran Viejo quiere una prueba para esa hora. Ustedes eligen el libreto. El que quieran ... a la gente le va a encantar verlas aquí.
AMELIA - ¿A la gente?
LORENZO - (Rápido) A los empleados, claro. ¿No les dijo nada el Gran Viejo?
AMELIA - ¿De qué?
BEBA - ¡Si no lo sabe ella que siempre fue la representante de la patronal!
DORIS - Dios! ¿Hablás como una gremialista!
AMELIA - ¿Qué tenemos que saber?
LORENZO - Que van a ser muy bien recibidas. El personal compró flores.
AMELIA - ¿Sí? Nadie se inmutó cuando entramos.
LORENZO - Bueno ... voy a decirle al Gran Viejo que están aquí y que todo marcha bien.
AMELIA - Dígale que estamos esperándolo.
LORENZO - El no va a venir todavía.
AMELIA - ¿Por qué?
LORENZO - No es su hora ... y es un hombre metódico. Ya saben. (Inicia el mutis.)
DORIS - Dígale que está Doris. El siempre me decía que tenía nombre de huracán yanqui.
AMELIA - Dígale que estamos todas.
LORENZO - Está bien. Pero no va a venir.
(SALE. Ellas aprovechan a revolver entre los libretos. Hay un silencio.)
AMELIA - Es increíble cómo ...
OLGA - Están entreverados ...
BEBA - Qué olor a humedad ...
DORIS - Amarillos, como hojas secas ...
(Nuevo silencio.)
OLGA - ¿Por qué tuve que dejar esto?
DORIS - No hubo otro remedio. Nadie nos quería, Olga.
AMELIA - Pero ahora nos reclaman.
OLGA - Dios! ¡Qué ganas de volver a actuar! (Se pone los lentes. Toma un libreto.) Espero que mis ojos no me jueguen una mala pasada.
DORIS - Y a mí tampoco. El oculista me dijo que soy "presbítera".
AMELIA - Presbicia. Así se llama: pres-bi-cia.
OLGA - ¿Alguien recuerda la primera vez que llegué a la radio? Las piernas me temblaban. Tenía el libreto entre las manos y apenas podía leer mi parte porque las letras se borraban. Hoy me sentí igual. Tomé dos pastillas antes de venir. Por las noches, cuando me siento sola, tome tres de un golpe.
AMELIA - Dos güisquis surten mejor efecto ... y son el mejor vasodilatador coronario. Lo dice mi médico.
BEBA - Yo no puedo tomar nada. Mamá se despierta muchas veces de noche y hay que darle sus calmantes.
DORIS - Son muy antiguas. Yo consigo mi relax de otra forma.
BEBA - No expliques cómo. Lo imaginamos.
DORIS - ¡Idiota!
(Nuevo silencio. Beba saca su tejido del bolso y teje.)
OLGA - (Con el libreto, como si redescubriera el texto) "La mujer se acercó a la cuna y vio a la pequeña que le extendía sus manitas y sonreía, diciéndole ajó. Ella comenzó a pensar en el futuro miserable que le aguardaba y la tomó en sus brazos con una decisión brillándole en los ojos" (A ellas.) Vamos, anímense. Lean los personajes.
AMELIA - (Con una risita nerviosa) ¿Ahora?
OLGA - Sí, ¿qué vamos a esperar?
DORIS - ¿Leo cualquier papel?
OLGA - Sí, yo sigo haciendo el "Relator". Vamos, síganme. 
(Leyendo) "Apoyó a la niña contra su pecho y ésta volvió a sonreír al sentir el calor y el perfume de aquella mujer que quería ser madre."
AMELIA - (Con el libreto) Pequeña mía, conmigo estarás bien. Podrás crecer sin privaciones, podrás elegir lo mejor ... Pequeña mía, quiero ser tu madre. ¡Yo también te necesito!
OLGA - "A sus ojos asomaron lágrimas, mientras la acunaba con infinito amor".
AMELIA - (Con el libreto, canta) Arrorró mi niña ... arrorró mi sol ...
OLGA - "La niña parecía decir ..."
BEBA - (Con el libreto) Llevame contigo. No me dejes. Necesito tu cariño.
OLGA - "De pronto, la puerta se abrió y se escuchó una voz ..."
DORIS - (Con el libreto, acercándose a primer plano) ¿Dónde está mi pequeña? Ya es hora de que tome la mamadera. (Transición. A ellas) Perdón, estoy tan nerviosa. Olvidé abrir la puerta y marcar los pasos. (Va hacia la puerta. La abre. Vuelve taconenando fuerte.) ¿Dónde está mi pequeña? Ya es hora de que tome la mamadera. (Se detiene, sorprendida) Señora ... ¿qué hace usted aquí? ¡Por qué tiene esa niña en los brazos!?
AMELIA - (Con el libreto, en tono de ruego) Por favor, no me la quite. ¡Sólo quiero hacerla feliz!
OLGA - "Cortina Musical" (Deja el libreto. Sonríe) ¿Qué me cuentan? 
BEBA - Emocionante. Palpita la vida.
DORIS - Guille era un maestro.
AMELIA - ¿Por qué no la llevamos al teatro?
OLGA - No sé. A nadie se le ocurrió, creo.
AMELIA - Duró cincuenta capítulos y el interés jamás decayó.
DORIS - Yo estaba enamorada de Guille. Si él me hubiera tomado en serio, mi vida habría sido distinta.
BEBA - ¿Vas a echarle las culpas a Guille?
DORIS - Él creía que yo lo rondaba para pedirle un protagónico, pero yo sólo me hubiera atrevido a plantearle lo que pedía mi corazón ... Una semana o dos en algún ranchito apartado, nada más.
OLGA - Él era muy espiritual y esotérico. ¿Es cierto que se hizo budista?
AMELIA - Sí. Nadie era budista en aquella época, pero él había programado un viaje que nunca pudo realizar para visitar no sé qué lama.
DORIS - Mi única oportunidad con Guille fue después de una grabación. Habíamos terminado muy tarde y me acompañó hasta casa. Yo lo invité a entrar pero se excusó. Dijo que estaba atrasado con los libretos y que no quería hacernos volver a vivir momentos de angustia.
OLGA - ¡De suspenso! ¿Te acordás, Amelia? Nosotras en plena transmisión y él pasando las últimas hojas del libreto por debajo de la puerta.
AMELIA - Nadie puede olvidar algo así.
OLGA - (Sonríe) Qué oficio teníamos, eh? ¡Lectura a primera vista!
BEBA - Hazaña que no se podrá repetir.
AMELIA - Ella es como la realidad, golpeándonos a cada instante sin darnos tregua.
BEBA - Hay que enfrentarla, no?
OLGA - Bueno, la realidad no es tan mala. ¿Quién iba a pensar que volveríamos al radioteatro?
BEBA - Nadie. Sólo el Gran Viejo en medio de su delirio.
OLGA - ¡Otra vez juntas en "La hija robada"! Qué historia. Tres madres en busca de su verdadera hija.
BEBA - Y una hija en busca de su verdadera madre.
OLGA - Ya no podrás hacer la niñita, Beba.
BEBA - ¿Por qué no?
AMELIA - Tenés que aceptar la realidad.
BEBA - Vos no te metas.
OLGA - Tu voz ... ¿Escuchaste tu voz, Beba? ¿No grabaste tu voz en estos últimos años?
BEBA - No. (Está muy tensa y deja su tejido.)
OLGA - Te ahorraste un disgusto.
BEBA - (Furiosa) ¡Mi voz no envejeció tanto como tu cara!
OLGA - Bueno, los años no perdonan, pero todavía conservo mi buen humor.
BEBA - Vendés la imagen de la madrecita buena, pero sos una arpía.
OLGA - No quiero vender ninguna imagen.
BEBA - Siempre hubo entre nosotras una colisión de "auras".
OLGA - ¿Qué dice?

AMELIA - El aura, querida, la foto Kirlian, lo que emite el cuerpo. Parece que tus ondas y las de ella se repelen.
OLGA - ¿Ah, sí? Mirá, Beba, no compliques. Nunca nos quisimos y punto. Así está mejor.
BEBA - Qué hija de puta. Siempre marcaste distancias. Yo era la chica de barrio que llegaba a la radio por vocación y vos la que habías elegido por aburrimiento.
OLGA - Ese capítulo ya lo conozco.
BEBA - ¿Sabés cómo tuve que ganarme la vida durante todo este tiempo, Olga?
OLGA - Espero que no confieses algo horrible. No te imaginamos con un turbio pasado.
BEBA - Cuando se terminó la radio no supe qué hacer. Sólo sabía hablarle a un micrófono ... pero tenía que salir a flote ... por mamá. Un día abrí la ventana de la calle y empecé a vender golosinas y cigarrillos. Puse un kiosquito, ¿entendés?
DORIS - (Suspira) Menos mal. No hubiera podido soportar otra revelación atroz.
OLGA - Las revelaciones llegan en los últimos capítulos y nosotras recién estamos en los primeros.
BEBA - En los últimos, querida. Vos lo sabés bien.
DORIS - Fue duro quedarnos en la calle. Yo tampoco supe qué hacer. Estuve meses hablándole a una banana.
BEBA - (Más bajo) Otra vez con sus obsesiones.
DORIS - Me ponía en la cocina y alzaba la banana como si fuera un micrófono y empezaba a hablar y hablar, recordando parlamentos de los libretos.
OLGA - Nunca hubiera elegido una banana como micrófono.
DORIS - Terminaba comiéndolas, creo que por angustia.
AMELIA - Fue duro para todas quedarnos sin la radio. En cierto modo, el teatro nos salvó.
DORIS - Nos ayudó a recuperar la armonía.
BEBA - Habíamos hecho un pacto, ¿recuerdan?
AMELIA - ¿Un pacto?
BEBA - Juramos que sólo nos recordarían por nuestras voces.
OLGA - (Sarcástica) Ah, ya sé. Fue una tarde lluviosa. ¡Nos cortamos las muñecas y mezclamos nuestras sangres!
BEBA - Es verdad. ¡Lo juramos!
AMELIA - Nunca pudimos jurar algo así.
BEBA - Me traicionaron. Las tres hicieron teatro.
AMELIA - Así que lo considerás una traición.
OLGA - (Respira) Es absurdo. Rompimos el juramente antes, cada vez que decidimos hacer una radionovela de éxito en el teatro.
AMELIA - El público lo pedía. ¿Cómo negarnos?
OLGA - Siempre recuerdo el éxito de "Gitanos del alma". Hicimos todo el interior. La gente me abrazaba, me besaba. Nunca me sentí tan querida.
BEBA - El público lo pedía, pero yo siempre me negué. ¿Qué ilusión mayor que la voz sin la imagen?
AMELIA - Entiendo. Tu realismo te liquidó. Pensabas que te imaginaban de la mejor manera e iban a encontrarse con la peor realidad.
OLGA - ¿Por qué me odiás, Beba? ¿Por qué hice lo que vos no podías hacer?
BABA - ¿Y el juramento?
OLGA - No podés reprocharme que haya vuelto al teatro. Papá me llevó con él a todas las giras. Tenía seis meses y me ponían en un cochecito, entre bambalinas.
BEBA - De tanto escuchar a tu viejo te quedó ese estilo declamatorio, tan antiguo.
DORIS - ¡Por Dios! Viajemos hacia nuestro interior. Recuperemos el amor hacia el otro.
OLGA - (Furiosa) ¡No pienso viajar nada! ¡Sos una hiena!
BEBA - ¡Y vos una ballena!
OLGA - Creo que llegó el momento de poner los puntos sobre las íes. ¿Por qué no confesás la verdad? Te aterroriza el teatro. Estaban haciendo "Hermanos de sangre" y tuvieron que sustituirte. Le dijeron a la gente que habías contraído una extraña enfermedad, pero la verdad es que te quedaste muda en medio de un monólogo, en el primer acto.
(Un silencio. Beba quiere responder pero no puede. Hipa y rompe a llorar. Doris extrae un sahumerio de su cartera.)
AMELIA - Bueno, ya pueden retirarse a sus cuevas, hienas queridas.
OLGA - Perdón, pero era necesario ... ¿Un merenguito? Necesito algo dulce ahora.
DORIS - (Mientras pone el sahumerio sobre la mesa y prende la varilla perfumada) El ambiente está muy cargado.
OLGA - Quien por su culpa padece, que vaya al diablo y se queje.
AMELIA - (Enciende un cigarrillo, suspira) ¡Pensar que en el micrófono éramos tan unidas! Hermanas en busca de otras hermanas ... madres en busca de sus hijas ... Las cartas llovían, los teléfonos sonaban, los oyentes agradecían aquellos momentos de fantasía. Tiene razón, Olga. Nuestras voces despertaban sentimientos de todo tipo. ¡Hasta de amor! Una vez un admirador me escribió una carta "especial". Quería conocerme. ¡Decía que escuchaba mi voz en sueños y que me imaginaba como una diosa del amor! ... Me llamó a la radio ... y acepté una cita. Se apareció con un ramo de rosas ... temblando como un adolescente. (Respira) ¡Qué tiempos! ¡Qué pudor para expresar el amor!
(Amelia ha dicho el parlamento casi para sí misma. Beba todavía llorosa se dispone a atacar.)
BEBA - ¡Nunca perseguiste a los hombres pudorosos!
OLGA - Por algo enviudaste del gerente de un banco
DORIS - El amor ... por el amor! Ese fue siempre mi lema. Yo sólo tengo un par de anillos con piedras falsas, un osito peluche, una muñeca española ... y mi último amor, pobrecito, antes de volver con su mujer, me regaló una planta preciosa, una aralia, que un día empezó a morirse.
BEBA - ¡Qué romántico!
DORIS - Esa planta cambió mi vida. Empecé a hablarle, ¿saben? Y desde ese día, mi casa es una selva. Compré una planta tras otra.
OLGA - ¿Es cierto que los pajaritos andan sueltos en medio de tu selva?
DORIS - Sueltos no, ¡libres!
AMELIA - Así que las visitas huyen pensando en el gato de tintorería.
DORIS - La armonía de la naturaleza dentro de mi apartamento. ¿Qué más puedo pedir?
BEBA - Sí, claro. Una mujer con tu pasado, no tiene mucho futuro.
DORIS - Ese es mi mundo. Plantas, flores, pájaros ...
OLGA - ¡Y gatos! No entiendo cómo tu gata siamesa no se come tus pájaros.
DORIS - (Con una mueca de dolor, dando una patadita en el piso) ¡Mierda! ¿Por qué tuviste que preguntarlo? Dulzura murió el año pasado al resbalar de una cornisa.
AMELIA - Siempre pensé que los gatos eran grandes equilibristas.
DORIS - Estaba muy viejita. Dormía apretada a mi pecho, en la cama. (Se seca una lágrima. Un silencio.)
OLGA - No me gustan los animales. Me dan alergia.
DORIS - (Aún llorosa) Pero son más fieles que los hombres.
AMELIA - En eso yo también estoy de acuerdo.
BEBA - ¡Y yo! Aunque mi opinión esté devaluada.
(Doris se suena la nariz. Se escucha el canto característico de Alberto. Viene entonando "Una mujer". Todas se vuelven expectantes hacia la puerta.)
ALBERTO - (EN OFF) "Una mujer debe ser ... soñadora, coqueta y ardiente ... Debe darse al amor ..." (ENTRA y se pone en pose de galán. Ellas lo contemplan emocionadas.)
¿Qué pasa? ¿Se pusieron dramáticas antes de empezar?
OLGA - ¡No puedo creerlo!
AMELIA - ¡Alberto!
DORIS - ¡Alberto Durán!
ALBERTO - Alberto Durán, el galán más estable y durable.
AMELIA - ¿Cómo llegaste acá?
ALBERTO - Caminando. Todavía camino.
AMELIA - Quiero decir ... ¿quién te llamó?
BEBA - (Todavía llorosa) ¿Creíste que todo estaba en tus manos? Ya ves. Hay algunas sorpresitas.
ALBERTO - ¿Quién pudo llamarme? El Gran Viejo. Mejor dicho, su secretario, un tal Lorenzo.
OLGA - ¿Lorenzo?
AMELIA - ¿Su secretario?
BEBA - Parece que lo usa para todo.
ALBERTO - (Mirando a Amelia) Estás muy bien ... (Se vuelve hacia las otras, no quiere ser descortés) Están muy bien ...
AMELIA - (Sonríe) Es bueno verte.
ALBERTO - Te llamé por teléfono después de la muerte de tu marido, pero nadie atendía.
BEBA - Yo la llamé muchas veces con el mismo resultado. Parece que después de las siete se internaba en la ruleta, a liquidar la herencia.
ALBERTO - ¿Es cierto?
AMELIA - La soledad tiene sus bemoles.
ALBERTO - (Mirando alrededor) Está todo igual ...
AMELIA - No mires los afiches. El nuestro no está.
ALBERTO - Qué pena. Quería verme contigo en los brazos.
AMELIA - (Sonríe) Hazaña que no se repetirá.
(Todos ríen)
¡Así que aceptaste volver!
ALBERTO - Bueno ... mi ex mujer sigue pidiéndome dinero y mi negocio de videos pornográficos está en quiebra. ¿Qué iba a hacer?
DORIS - ¡No puedo creerlo!
AMELIA - Es una broma. Ya conocés a Alberto.
OLGA - (Mostrándole un libreto) Esto no es broma. ¿Estás dispuesto a retomar tu papel en "La hija robada"?
ALBERTO - Todavía me muero por hacer mía a cualquier niñita perdida.
DORIS - Qué polenta, eh? Seguís siendo un guacho divino.
ALBERTO - Gracias. Siempre supe que fui uno de tus ídolos.
DORIS - No sé por qué te me escapaste.
ALBERTO - Todavía podemos ajustar cuentas.
DORIS - Ya no quedan así. El hombre posmoderno es totalmente light.
AMELIA - ¿Qué esperamos? Ya es hora de empezar a trabajar, no?
OLGA - Adivino a qué se debe tu súbito interés.
DORIS - No tengas miedo, Amelia. Me volví abstemia, no te mentí.
ALBERTO - ¿Abstemia?
DORIS - Abstemia para el sexo.
ALBERTO - Ah, creí que te referías a una adicción poco beneficiosa.
OLGA - Podés ir marcando tu parte. Recuperamos a nuestro galán, chicas.
(Le tiende un libreto. Alberto lo toma y saca una lapicera del interior de su saco y comienza a marcar su parte. Todos se disponen en torno al piano, marcando sus libretos.)
ALBERTO - ¿Empezamos a leer?
OLGA - Sí, desde la página tres. Queremos oírte.
ALBERTO - ¿Pasaré este examen? Hace más de veinte años que no me enfrento a algo así.
BEBA - Es una suerte que el Gran Viejo no haya decidido ahorrar. Por un momento, después del ataque de Olga, pensé que iba a tener que hacer de galán.
OLGA - No, pero vas a tener que leer la parte de la vieja nodriza, porque en el primer capítulo tu personaje no aparece.
BEBA - Sí, ya me acuerdo. Siempre es mejor que declararte mi amor.
AMELIA - ¿Empezamos?
OLGA - Sí. Alberto, por favor, tus líneas ...
ALBERTO - "Querida, no podés seguir así. Esa tristeza no sólo empaña tus ojos sino que te aleja de mí. ¿Nuestro amor no vale nada? ¿Nuestros años felices, cuando reíamos uno en brazos del otro, están olvidados? Mi amor, no sigas así. No me resigno a perderte. Quiero tenerte, como antes. Quiero que todo vuelva a ser como antes".
(Levanta la vista del libreto y pregunta, impaciente:)
- ¿Qué tal? Todavía hay que ajustar algunos tonos, pero ...
AMELIA - (Extasiada) ¡Fantástico! ¡Como antes!
OLGA - ¡A primera vista, como antes!
BEBA - ¡Palpita la vida!
DORIS - Algo palpitará cuando te escuchen.
ALBERTO - ¿No estoy muy impostado? A veces, la impostación le quita naturalidad a los parlamentos. Siempre tuve que luchar con esa facilidad mía para la impostación.
AMELIA - Estuviste muy bien.
ALBERTO - Bueno, menos mal. Aunque no sé si es momento de resucitar estos libretos. En mi época un artista verdadero era un ser comprometido con la realidad.
AMELIA - (Molesta) ¿Y se puede saber por qué aceptaste este trabajo entonces?
ALBERTO - Estaba en plena crisis ideológica.
AMELIA - Desde que te conozco estás en esa crisis.
LORENZO - (Entrando) ¡Hola! ... ¿Ya llegó el galán?
ALBERTO - Hola. Alberto Durán. (Se estrechan las manos.)
LORENZO - Lorenzo. Hablé con usted por teléfono hace un par de días.
ALBERTO - Ya recuerdo.
LORENZO - ¿Todo bien? ¿Se asomó ya a los escombros?
AMELIA - Le ruego que no emplee ese lenguaje agresivo.
LORENZO - No se sienta herida. Estoy refiriéndome a los libretos.
AMELIA - Ya discutimos sobre ese tema, creo.
LORENZO - (Irónico) Nadie pretende hacer una revolución. El Gran Jefe quiere que todo quede igual. El lema es "el pasado en el presente".
ALBERTO - Me parece bien. Es una forma de que deje de ser pasado. 
LORENZO - ¿Le parece? El contraste puede ser violento: mostrar al público de hoy, lo que está irremediablemente muerto.
BEBA - (Más bajo) Es un pájaro de mal agüero.
LORENZO - Pero bueno, si el Gran Jefe quiere mostrar un trozo de nuestro pasado ...
BEBA - ¡Glorioso!
LORENZO - ... allá él. Esta es su radio ... y su juguete. Integrémonos a la posmodernidad, que admite toda clase de materiales sin reciclar.
BEBA - ¿Empezamos? ¿O hay otro discursito?
LORENZO - Espero que no me malinterpreten, sólo expongo mis ideas.
AMELIA - Que se reprimen democráticamente.
OLGA - Hay alguien en la cabina ...
LORENZO - Llegó el técnico, así que podemos empezar. Vamos a hacer la misma presentación que en los comienzos del radioteatro, mencionando incluso al avisador de la época ... aunque ya no exista. No se preocupen si hay fallas o equivocaciones, se trata de un ensayo, nada más ...
(Hace un ademán a cabina) Adelante con la música ... 
(SUBE CORTINA MUSICAL CON CARACTERÍSTICAS DEL RADIOTEATRO Y QUEDA DE FONDO. ELLAS ESTAN JUNTO AL MICRÓFONO.) 
LORENZO - (Imitando a un locutor) Galletitas Maltex, presenta ... su radioteatro de la tarde con ...
(SUBE MUSICA Y QUEDA.)
- Amelia Muñoz, Olga Reynal, Doris Duarte y Beba Barrios y la actuación especial del galán Alberto Durán, en ...
(SUBE MUSICA Y QUEDA.)
- ¡La hija robada!
(MUSICA GOLPEA, QUEDA DE FONDO)
- Original de Guillermo Medina.
(SUBE MUSICA. QUEDA DE FONDO)
(Olga se acerca a Lorenzo y le indica en el libreto la parte del Relator para que éste lo lea.)
LORENZO - (Con voz de "Relator" antiguo) La casa de los Martirena Villareal lucía esplendorosa, en lo alto de una colina. Adentro, sin embargo, reinaba un silencio sepulcral, a veces roto por el llanto acongojado de una mujer.
AMELIA - (Llorando) Esta vida no tiene sentido. Ya no quiero vivir, Rosaura.
BEBA - Desde que murió la pequeña usted no tiene consuelo, pero la vida sigue ...
AMELIA - ¿Para qué? ¿Qué es lo que me queda?
BEBA - El amor de su marido, niña. Él también la necesita.
AMELIA - Ya no soy indispensable en su vida. Él es fuerte ... y lo tiene todo.
BEBA - Era también su hija. Él siente dolor. Necesita de usted, de su amor.
AMELIA - Quiero a mi hijita ... ¡sin ella ya no quiero vivir!
(GOLPE MUSICAL) 
LORENZO - (En relator) En el pueblo se tejían historias acerca del llanto y los lamentos, que por las noches, parecían provenir de la casa de la colina. Muchas veces, habían creído ver la silueta de una mujer vagando por los bosques y llamando a una niñita ...
(Con las manos en la boca, los actores silban imitando el viento.)
AMELIA - Pequeña mía ... ¿dónde estás? Pequeña mía ... ¡no me dejes!
(GOLPE MUSICAL)
ALBERTO - (Marcando pasos a P/P) Elena, ¿dónde estás? Elena! ...
AMELIA - Aquí ... junto al fuego.
(Olga toma una hoja de libreto y la arruga y desarruga, cerca del micrófono.)
ALBERTO - ¿Volviste a escaparte? ¿Volviste a ir al bosque?
AMELIA - ¡No!
ALBERTO - Mirame a los ojos ... y no mientas.
AMELIA - ¿Por qué traés en ese canasto la ropita de nuestra hija?
ALBERTO - Porque voy a quemarla. Allí, en esa estufa ... ¡y quiero que lo veas!
AMELIA - ¡No! ¡Por favor, no!
ALBERTO - Es necesario. Tenés que asumir la verdad. Está muerta. ¡No podés seguir destruyéndote!
AMELIA - ¡No quemes su ropita! ¡No!
ALBERTO - Te amo y no basta ... Ya no sé qué hacer, Elena.
AMELIA - Quiero estar sola ... sola.
(SUBE MUSICA Y QUEDA DE FONDO)
LORENZO - (En relator) Estela Arteaga Montalbán se acercó a Alberto y apoyó suavemente su hermosa y pequeña mano, llamando la atención de aquel hombre hosco y apesadumbrado.
DORIS - ¿Solo?
ALBERTO - Elena se encerró en su cuarto.
DORIS - La pobrecita sigue mal.
ALBERTO - Sí, muy mal.
DORIS - ¿Una copa?
ALBERTO - ¿Por qué no?
(Olga toma una botella y deja caer su contenido en un vaso. Choca un vaso con otro, etc.)
ALBERTO - (Como si acabara de tomar) Ah ... necesitaba esto.
DORIS - Lo sabía. También necesitás compañía.
ALBERTO - Es mejor que te vayas. No me siento bien.
DORIS - Bueno ... Pero antes quiero hablar con Elena.
(GOLPE MUSICAL)
(Se apaga la luz roja de "En el aire" y Lorenzo saca del interior de su saco unas hojas que reparte a todos y que contrastan con las amarillentas de los viejos libretos.)
(Se enciende la luz roja. Antes que nadie pueda abrir la boca, Lorenzo lee el siguiente relato:)

LORENZO - Estela Arteaga Montalbán se acercó a Alberto. En sus ojos brillaba el deseo.
DORIS - ¿Solo?
ALBERTO - Elena se encerró en su cuarto.
DORIS - Mejor.
LORENZO - Estela apoyó su mano blanca de uñas muy rojas sobre el hombre de Alberto, deslizándola sobre su pecho en busca de los botones. Desabrochó la camisa del hombre lentamente mientras sus labios sensuales se movían para decir:
DORIS - (Jadeante) Alberto ... al fin solos.
ALBERTO - No toques mis botones. Ya nadie los cose como lo hacía la pobrecita Elena.
DORIS - No hables así, amor. Todavía está viva.
ALBERTO - Gracias a Dios.
DORIS - Pero está enferma y necesitás compañía.
ALBERTO - Son muchos meses de ... abstinencia.
DORIS - Lo sé.
ALBERTO - ¿Cómo lo descubriste?
DORIS - Tus ojos lo dicen todo ... y ahora que estoy tan cerca tuyo algo más lo dice.
ALBERTO - Mi cuerpo parece estar en llamas.
DORIS - ¡Bésame! ... (Besa su mano y hace el correspondiente sonido, jadeo incluido) Así ... más ... más ...
ALBERTO - (Jadeo) Estoy ... quemándome!
LORENZO - La tomó en sus brazos y fue desnudándola de a poco. El arrebato de pasión los empujó hacia el jardín. La luna contemplaba ahora aquellas figuras entrelazadas.
(Hacia cabina, susurra) Grillos ... Grillos!
(Ahora se escuchan los grillos)
DORIS - Aquí, a la luz de la luna vas a jurarme que no me dejarás nunca. Si Elena muere te casarás conmigo. Juramelo.
ALBERTO - ¡Lo juro! ... (Besa su mano con pasión) ¡Lo juro!
(GOLPE MUSICAL. Se apaga la luz roja.)
BEBA - (Escandalizada) ¡Eso no figura en el libreto original!
OLGA - ¡Odio ese agregado!
AMELIA - ¿Qué busca? ¿Qué nos censuren antes de empezar?
LORENZO - Una dosis de sexo es un gancho en estos días.
BEBA - ¡Este tipo me enferma! ...
ALBERTO - Habría que pensar en el verdadero destinatario. Habría que hacer una investigación de mercado y ...
LORENZO - Schss ... ya vamos a estar en el aire. Atentos.
(Se enciende la luz roja. Ataca la música.)
DORIS - (Mientras da golpecitos en una puerta en tercer plano) Elena! ... Elena! ... ¿Estás ahí?
(Abre la puerta y la cierra. Marca pasos a P/P)
Elena ... ¿estás dormida?
AMELIA - Ah ... Estela. ¿Qué hacés acá?
DORIS - Tengo buenas noticias, Elena.
AMELIA - ¿Buenas noticias? ¿Para mí?
DORIS - En el pueblo hay una mujer muy joven que acaba de enviudar. Tiene una hija pequeñita ... y dicen que no la puede mantener. Vive en la callecita de la feria, junto a la casa de compraventa.
(GOLPE MUSICAL)
LORENZO - (En Relator) La señora Angela deja a un lado el atado de ropa recién lavada y respira con cansancio. Luego se inclina sobre la cuna y sonríe.
BEBA - (Imitando al bebé) Ug ... ag ... ug ...
OLGA - ¿Cómo está mi niña? Mueve las manitos ... pero mamá no la puede levantar todavía... porque tiene las manos todavía mojadas y arrugadas... ¡Qué bien!... Me recibe con una sonrisa. Sabe que mamá trae algo de dinero para comprar más leche. Enseguida le preparo la mamadera. Un poquito de paciencia, mi pequeñita.
(SONIDO: VALS VIENES. MURMULLOS DE FONDO.)
AMELIA - Con este gran baile hacemos tu presentación en sociedad, hijita.
BEBA - Estoy tan emocionada, mamá.
AMELIA - (De pronto, alarmada) Dios! ¿Qué hace aquí esa mujer? ¿Quién se atrevió a invitar a la Sra. Angélica?
OLGA - (Acercándose) ¡Nadie! ¿No vas a presentarme a esa niña?
AMELIA - La Sra. Angélica ... mi hija.
OLGA - ¡No, no es verdad! Ella es mi hija. ¡La robaron de su cuna hace 18 años y yo no dejé de buscarla!
(GOLPE MUSICAL. Se apaga la luz de "En el aire".)
BEBA - (Furiosa) ¡Hay un error! ¡Esta escena es del capítulo No.20!
OLGA - ¡Alguien entreveró los libretos!
AMELIA - ¡Ya sé quién fue! ¡Alguien que se mandó una travesura posmoderna!
(Fulmina con la mirada a Lorenzo.)
DORIS - ¡Qué increíble!
ALBERTO - Si hay algo que no se puede hacer en un radioteatro es adelantar lo que va a pasar, ¿no les parece?
LORENZO - ¡Yo no hice nada! ¡Ellas entreveraron las hojas! ¡Ellas son las responsables de este flash-back hacia el futuro!
BEBA - ¡Qué Tartufo!
LORENZO - Schsss ... ya volvemos al aire. Amelia, le toca a usted. ¡Página ocho, por favor!
(Lorenzo hace una seña a cabina. Entra la música y luego se esfuma mientras Amelia va hacia la puerta y golpea.)
OLGA - Sí, ¿quién es? ¡Pase!
AMELIA - (Acercándose) ¿Angela? ¿Usted es la señora Angela?
OLGA - Sí ...

AMELIA - Mucho gusto. Soy Elena Villareal de Martirena. Le traje un atado de ropa para lavar.
OLGA - Un nuevo atado de ropa ... ¡Gracias a Dios!
AMELIA - ¿Por qué se alegra tanto!
OLGA - Es que tengo una hija pequeñita para alimentar.
AMELIA - ¿Una niñita? ¿Puedo verla?
OLGA - Sí, claro, pase, por favor.
(MUSICA: LEVANTA Y ESFUMA.)
GRAN VIEJO - ¡Bravo! ¡Bravo! (Aplaude y se desliza en su silla de ruedas hasta el centro del escenario. Es una presencia fantasmal, un insecto con una energía intermitente.)
Qué bueno que estén aquí ... (Ahoga una risita) Como antes, a mi disposición. (Da una orden) Tomá las flores, Lorenzo, y ponelas sobre el piano!
(Lorenzo toma el ramo de flores que descansa sobre las piernas del viejo.)
Llegó la hora del homenaje, ¿saben? Un merecido homenaje al radioteatro ... y a estas voces incomparables!
(Se ahoga, vuelve a intentar) El radioteatro ... un género repudiado ... y admirado! Yo pertenezco a la generación que lo admira ... y este joven, a la que lo repudia. Pero aquí estamos ... ¡conviviendo! (Se ahoga, tose) 
Señores ... hoy es un gran día. Homenajeamos al radioteatro ... ¡e inauguramos nuestro museo de la radio!
ELLAS - (Para sí) ¿Museo?
ALBERTO - (Muy bajo) Perdón, usted dijo ...
GRAN VIEJO - Homenajes e inauguraciones ... así es la vida. Homenaje al radioteatro ... por su simpleza, porque nos permitió soñar, porque trasmitió una ideología que se perdió. La ideología de la familia, de los sentimientos puros y sencillos. En medio de tanta modernidad, el radioteatro, con sus personajes buenos y malos, con el triunfo del bien sobre el mal, resulta entretenido y didáctico ... ¿Qué más? Ah, sí ... la inauguración del primer museo de la radio. Un museo viviente. Este estudio se conservó para que estos artistas les muestren a ustedes (señala al público) cómo se hacía un radioteatro ... veinte o treinta años atrás ... (Se ahoga, pero sigue) Y esto tiene su atractivo, ¿verdad? Por una módica entrada, el público puede recorrer la radio y detenerse especialmente en este estudio ... donde escucharán, como hoy, un radioteatro.
(Ordena) ¡Lorenzo! ... Vos sos el guía. Te vas a ocupar de hacer entrar y salir a la gente ... y la traerás aquí, a la fonoplatea. (Con una risita) ¡Terminarás siendo un fanático del radioteatro! ...
LORENZO - ¡Pensé que iba a redistribuirme!
GRAN VIEJO - Sí, claro. Ese es tu nuevo cargo: guía de museo.
LORENZO - Pero usted me había dicho ...
GRAN VIEJO - No se hable más. Estoy agotado. Es suficiente por hoy. ¡Queda inaugurado y punto!
(Intenta salir con su sillón, pero se vuelve y las mira embelesado) ¡Mis muñecas! (Canta, casi senil, al ritmo de "Rubias de New York") Beba, Doris, Olga, Amelia ... la, la, la ... (Se ahoga) ¡Vamos, Lorenzo!
(Lorenzo comienza a empujar la silla.)
- (Mientras se aleja, riendo) ¡Adiós mis muñecas, adiós! ... ¡La gente va a hacer cola en este lugar! Se pelearán por entrar ... y el pasado no morirá!
(Mutis empujado por Lorenzo.)
AMELIA - ¡Un momento! (Va hacia donde hizo mutis el Viejo. Grita) ¡Cuando me llamaste me propusiste otra cosa! ¡Me dijiste que ibas a reflotar el radioteatro, que volveríamos a ser las de antes!
BEBA - ¡Nos engañó!
AMELIA - ¡Nunca dijiste que ibas a ponernos en una vitrina!
(Todos se miran, nerviosos. Amelia resopla, furiosa. Se intuye un estallido general.)
-¡En este país ya no se puede confiar en nadie!
DORIS - Mirá a mí por confiada lo que me pasó!
AMELIA - ¡No somos "sus" muñecas!
ALBERTO - Tendríamos que alertar al gremio. ¡Habría que hacer un paro!
BEBA - (Furiosa) ¿Un paro para qué? ¡Ya no estoy agremiada!
OLGA - ¡Es horrible! ¡Tiene que cumplir con lo que prometió!
AMELIA - (Furiosa) ¿Quién cumple en este país?
BEBA - (En un ataque) ¡Hace mucho tiempo que dejé de pagar las cuotas! Ya no estoy agremiada, ¿entienden?
AMELIA - ¡No me extraña! ¡En este país nadie paga nada!
ALBERTO - (Furioso) ¡Se adueñan de los canales, se adueñan de las radios!
BEBA - ¡Y vomitan bosta, como los caballos en desfile!
AMELIA - (Furiosa) ¿Y los principios? ¿Y los ideales?
DORIS - ¡Murieron!
BEBA - ¡Enterrados como mierda!
OLGA - ¡Dios mío!
(Han dicho todo con excitación y atropellamiento, montando algunas líneas. Ahora hay un silencio; se observan algo perplejos. Alberto respira dispuesto a calmarse; Amelia revuelve en su cartera en busca de su pañuelito para secarse la transpiración; Doris se retoca el maquillaje; Beba acomoda el tejido en su bolso; Olga va hacia foro sin saber qué hacer.)
OLGA - (Para sí) ¡El museo de la radio! ...
AMELIA - (Muy bajo) ¿Museo viviente, dijo? ...
BEBA - Otra vez. Nos engañó otra vez.
DORIS - (Ahoga una risita) Somos ... piezas de museo!
ALBERTO - (Reponiéndose) ¿Es una broma?
AMELIA - No me parece, querido. Es la dura realidad, ¿verdad Beba?
BEBA - Ese viejo hijo de puta inventó un nuevo negocio. Un museo viviente. "Visita al radioteatro del pasado", podría llamarse. Nosotras aquí, en este estudio, y la gente allí ... observando a los dinosaurios del radioteatro.
ALBERTO - No tenemos por qué aceptar esto.
AMELIA - No pienso integrar un museo ... todavía!
ALBERTO - Es una situación lamentable.
DORIS - Quiere seguir ganando plata a costilla nuestra.
OLGA - ¿Pensás que el Viejo siempre nos utilizó?
AMELIA - Qué decepción.
ALBERTO - (Mirándola) La vida es así. Se pierde y se gana.
AMELIA - (Recogiendo sus cosas) No tengo nada que hacer aquí.
ALBERTO - (Intentando un discurso) El poder no tendría que estar en manos tan arbitrarias. Un medio cultural no puede quedar sepultado, reducido a la nada, por un hombre que tiene otros intereses. Todos saben que invirtió muy fuerte en ese nuevo canal de TV.
AMELIA - Ya no hay pelea. Vivimos en otra época, querido.
(Se encamina hacia la salida.)
ALBERTO - No creas.
AMELIA - Vamos, tus discursos socialistas cayeron mucho antes que el muro.
ALBERTO - (Suspira) En fin ... tengo hambre. ¿Vamos a cenar?
AMELIA - Algo liviano. Estoy a régimen. (SALEN JUNTOS)
DORIS - (Que también recoge sus cosas) Estoy segura que hoy crecí un poquito más... espiritualmente. Todas las experiencias sirven. Lo negativo y lo positivo integran el cosmos ... Adiós, chicas. Espero verlas de nuevo algún día. (SALE)
(Un silencio. Beba y Olga han quedado solas. Empiezan a ordenar los libretos, haciendo tiempo, como si no quisieran irse.)
BEBA - La radio de nuestra época estaba llena de lindas palabras.
OLGA - (Suspira) Las palabras, sí. En nuestra época eran puentes; nos unían.
(Un breve silencio. Se miran.)
- (Nostálgica otra vez) Las palabras ...
BEBA - (Mirando todo) Volver a casa ...
(Se lleva una mano a la cabeza, parece a punto de desmayarse.)
OLGA - Beba ... ¿qué te pasa? ¿Te sentís mal?
BEBA - (Para sí) Volver a casa ... (Se deja caer en una silla.)
OLGA - ¿Estás bien?
BEBA - Mis remedios ... (Abre la cartera, busca algo) Creo que olvidé tomar el remedio para la presión.
OLGA - Tenés que tranquilizarte. Siempre fuiste tan nerviosa.
BEBA - (Balbucea) Es cierto ... perdía el control y todo salía mal.
OLGA - (Mientras le alcanza un vaso de agua) Tomá ese remedio y serenate. (Beba toma su pastilla con un sorbo de agua. Pausa) No querés perder esto, ¿verdad?
BEBA - No. Necesito olvidarme de lo que pasa en casa, de los problemas económicos, de la salud de mamá ...
OLGA - Yo tampoco quiero volver ... a mis cuatro paredes silenciosas, a mis pastillas para dormir ...
BEBA - (Mirándola) Así que vos y yo ...
OLGA - (Sincera) Quedarse no es una traición. Como tampoco lo fue antes hacer teatro. Era una necesidad muy honda, muy profunda ... como ésta de ahora, ¿entendés?
BEBA - Sí.
OLGA - ¿Entonces?
BEBA - (Se anima) Podríamos leer escenitas sueltas para los que vengan. ¿Te parece bien?
OLGA - Sí, no estaría mal.
BEBA - O cambiar las voces y hacer todos los personajes ...
OLGA - (Casi para sí) Sí, porque el radioteatro no está muerto. Yo lo sé.
BEBA - Yo también.
OLGA - Nunca va a morir, ¿sabés?
BEBA - ¿Entonces nos quedamos?
OLGA - Sí ...
(Toman los libretos. Se acomodan junto al micrófono.)
- (Con una seña, a la cabina) Música, por favor.
(SUBE MUSICA Y QUEDA DE FONDO.)
BEBA - (Con el libreto, agitada) Angela! ... Angela! ...
OLGA - ¿Qué pasa? Estoy aquí, descansando. ¡Trabajé todo el día y apenas tengo para comprar leche para mi niña!
BEBA - Angela ... una mujer entró aquí en tu ausencia ... Estaba junto a la cuna.
OLGA - ¿Una mujer?
BEBA - Levantó a la niña y le cantó una canción de cuna.
OLGA - ¿Tenía a mi niña en sus brazos?
BEBA - Sí ... tuve miedo de que la robara.
OLGA - ¡Ay, Dios! ¡Perder a mi hija sería el peor castigo de esta vida! No me importa trabajar hasta agotarme, no me importa que mis manos se destrocen, no me importa pedir limosna por las calles, pero ... no quiero perderla! ¡No permitas, Dios mío, no permitas que la pierda! ¡No lo permitas!
(GOLPE MUSICAL. TORMENTA, RAYOS Y TRUENOS Y OSCURIDAD FINAL.)
(MIENTRAS LOS ACTORES SALUDAN SE ESCUCHAN LOS COMPASES DE "RUBIAS DE NUEVA YORK".)

Carlos Manuel Varela

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