Dedicado a Antoine de Saint-Exupéry después de leer su libro 
«Ciudadela» antes de que despareciera en el cielo.

Alfredo Horacio Vaeza Grego

He visto la bronca del niño cuando su madre llora 
He visto preamaneceres insólitos en la rambla de Montevideo.
He nadado hacia el sol mientras bebía la luna 
He descubierto la fuerza del amor y su potencia en la misa.
He escuchado los cantos del por qué alguien muere.
He revisado y subrayado los libros que alientan mi curso.
¿No me he perdonado todavía a mi mismo? 
He visto mi cuerpo tan solo desde mi alma flotante
He encontrado que soy y no soy como un ser encantado.
He visto donde viven los duendes y les robé su comida
He visto el silencio aturdirme de póstumas razones.
He visto la depresión atacarme con su inmunda sonrisa 
Y la dejé seguir de largo…
He descubierto todo en la caída de esa lágrima.
Nada resuelvo sin el sonido del mar y del viento..
¿Has todavía reconocido a Dios e ignorado al hombre? 
Me he mil veces equivocado sin corregirme de vuelta.
He dormido en el día lo que despierto en la noche
No te he llamado —sólo espero que vengas—. 
He escrito poemas que atemorizan al libro 
He inscrito mi sangre en un colchón de aguas vivas.
He resuelto aceptar la fe como una premisa divina. 
¿He pensado en el miedo acobardándolo? 
He visto a los niños enseñarme mi alma

Alfredo Horacio Vaeza Grego

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