El Foreign Office y el Estado Tapón

 
El Primer Ministro Canning expuso en una frase, el nódulo de la política inglesa en el sur del continente americano: "He hecho surgir a la vida un Nuevo Mundo para restablecer el equilibrio del Antiguo".

El fin de la guerra entre Brasil y las Provincias Unidas, con el surgimiento de la República Oriental del Uruguay, es un triunfo de la política británica del "equilibrio de poderes".

Nicholas J. Spykman la explica admirablemente en su libro "Estados Unidos frente al mundo": "La política británica respecto al continente europeo parece moverse en una serie de largos ciclos en los cuales acaece de modo inevitable la monótona reiteración de las etapas de aislamiento, alianza y guerra; cambio de socios, alianza y guerra, y así ad infinitum". "Si la guerra se lleva hasta feliz desenlace y termina con una completa derrota de los adversarios, Gran Bretaña se inclina a mudar su apoyo diplomático y económico. Abandona al antiguo aliado, porque ahora esta en el lado fuerte, apoya al antiguo enemigo, porque ahora es el lado débil. Restablecido así a su satisfacción el equilibrio, vuelve a su espléndido aislamiento.

Pero el equilibrio se trastrueca y el ciclo comienza de nuevo. Y así desde hace trescientos años". "Su imperio se forjo a base de un continente equilibrado que permitiera la libertad de movimientos al poderío británico, y solo en condiciones similares puede conservarlo. Un continente dividido y equilibrado es requisito indispensable para la continuada existencia del Imperio. Un continente dividido quiere decir hegemonía británica. Es inevitable que esta relación de poder merezca la oposición del Estado que aspira a desempeñar papel predominante en el continente, empresa que en diversos periodos de la historia acometieron España, Austria, Francia y Alemania".

Y concretando las formas de esta política: "La política exterior británica se esforzó sagazmente por impedir que surgiera al otro lado del canal y de la zona angosta del Mar del Norte otro poder naval o potencia dominante ... manteniendo y amparando la existencia de 'estados cojines' tales como Austria, Bélgica y Holanda". La concertación de la Convención Preliminar de Paz de 1828, que dio nacimiento a nuestra República, fracturando una vez mas el viejo contexto geográfico-histórico de la cuenca rioplatense, es el fruto de distintos factores. Entre ellos, cuentan el deseo ferviente de los orientales por emprender en paz, la reconstrucción de su comunidad, su hastío por las alternativas interminables de la política bonaerense, una mayor consolidación de la orientalidad como consecuencia de la larga lucha por la independencia, etc.

Pero ninguno de ellos puede oscurecer el hecho decisivo de que Inglaterra aplico en el Río de la Plata su vieja y probada política de poderes, asentada en la pieza maestra de un Estado tapón o cojín. Así como tampoco puede negarse, que ello significó una derrota contundente y estrepitosa para la concepción federal de José Artigas.

Lord Ponsomby no es la nación. El Foreign Office se valió de un hábil diplomático para plasmar sus planes en estas tierras: Lord Ponsomby. La literatura oficial y cipaya lo ha encumbrado al rango de héroe nacional, lo identifica con la creación de nuestra nacionalidad. Lord Ponsomby prestó grandes servicios al Imperio Británico y merece el monumento que los ingleses puedan haberle erigido.
Pero su política consistió en destruir la visión artiguista de una gran Confederación de pueblos en el Río de la Plata.

Para nosotros, pues, Lord Ponsomby no es la nación; a menos que confundamos nuestra nacionalidad con una colonia inglesa. Existe una copiosa e ilevantable documentación probatoria de los conceptos expresados. Veamos algunos ejemplos de la misma. En el trabajo "El Imperialismo en el Uruguay" se dice: "El 18 de enero de 1828 Lord Ponsomby explica, en memorable documento, a Lord Dudley las Instrucciones e ideas del Primer Ministro Canning al respecto.
Argumento largamente a favor de la tesis segregacionista, en virtud de los grandes beneficios -razón ecuménica del gentleman-, que el comercio ingles derivara de la misma. Y en un significativo pasaje dice: En vista de estas circunstancias y de lo que podría resultar de ellas en un futuro no distante, parece que los intereses y la seguridad del comercio británico serian grandemente aumentados por la existencia de un Estado en el que los intereses públicos y privados de los gobernantes y pueblo fuesen tales que tuviesen como el primero de los objetivos nacionales e individuales, cultivar una amistad firme con Inglaterra ... "

"El cónsul norteamericano Forbes lo expresa con mas crudeza en una carta dirigida a su gobierno en junio de 1826: "Lo que yo había predicho se cumple; se trata nada menos que de la erección de un gobierno independiente y neutral en la Banda Oriental bajo la garantía de Gran Bretaña ... es decir, solo se trata de crear una colonia británica disfrazada".

José León Suarez revela el siguiente episodio en un trabajo de mucho interés: "Los representantes de Inglaterra en Río de Janeiro y Buenos Aires, señores Gordon y Lord Ponsomby, respectivamente, gestionaron y presionaron a ambos gobiernos para que transaran en sus pretensiones e hicieran la paz.

Así como en Río de Janeiro, Inglaterra aparecía en favor de las Provincias Unidas, aquí en Buenos Aires, Lord Ponsomby parecía patrocinar al Brasil en cuanto desde su llegada, desarrollo la política de convencerlo de que la máxima aspiración debía limitarse a la independencia de la provincia disputada. Consta en carta de don José María Rozas, Presidente de la Cámara de Diputados en 1827 y luego Ministro de Relaciones Exteriores de Dorrego en 1828, que inculpándole a
Lord Ponsomby que el objeto principal de la mediación fuera "la independencia de la Banda Oriental para fraccionar las costas de la América del Sur", el viejo aristócrata británico se "amostazo" y puso en evidencia, con énfasis, la verdad, diciendo brusca y sentenciosamente: "El gobierno ingles no ha traído a la América a la familia real de Portugal para abandonarla; y la Europa no consentirá jamas que solo dos estados, el Brasil y la Argentina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la América del Sud desde mas allá del Ecuador hasta el Cabo de Hornos".

El Vizconde de Itabayana, representante brasileño en Londres, dice en oficio elevado a su gobierno: "A Inglaterra quer dar a Montevideu a forma de cidade hanseatica sob a sua protecao pra ter em ela a chave do Rio da Prata assim como tem a chave do Mediterraneo e do Baltico". Luego añade que Mr. Canning, después de comunicarle tan "inicuo proyecto", le manifestó su deseo de mediar para realizarlo "y quiere serlo tan a toda fuerza que me intimo que si el Brasil no hiciese la paz con Buenos Aires dentro de un plazo de seis meses, es decir, si no cede la Banda Oriental, la Inglaterra se declarara a favor de Buenos Aires y en contra del Brasil".

Sube Dorrego al poder y se dispone a actuar enérgicamente en favor de la integración federal de la Provincia Oriental en el contexto de las Provincias Unidas. Lord Ponsomby declara abiertamente su preocupación: "Es necesario que yo proceda sin un instante de demora y obligue a Dorrego a despecho de si mismo a obrar en abierta contradicción con sus compromisos secretos con los conspiradores y consienta en hacer la paz con el Emperador ... ".

El Banco Nacional, con una mayoría de acciones en manos de los comerciantes ingleses, se alinea con Lord Ponsomby, asfixiando financieramente el gobierno de Dorrego. El 5 de abril de 1828 el diplomático británico informa de su éxito a su gobierno: "No vacilo en manifestar que yo creo que ahora el coronel Dorrego esta obrando sinceramente a favor de la paz.
Bastaría una sola razón para justificar mi opinión: que a eso esta forzado ... Esta forzado por la negativa de la Junta (del Banco Nacional) de facilitarle recursos salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas ... ".

Lo expuesto constituye una selección de tramos de la tupida telaraña con que el Foreign Office envolvió el proceso político que desemboca en la Convención Preliminar de Paz de 1828.
Ejemplo de sutileza, de habilidad, de cinismo, de paciencia, de sabia mixtura de suavidad con violencia; en una palabra, selecta exposición de los ingredientes fundamentales de una política imperialista británica aplicada sin pausas ni vacilaciones durante siglos.

Los ingleses dominaban el uso de esta sutil política imperialista a la perfección, después de haberla practicado exitosamente en casi todo el globo.

Guillermo Enrique Hudson titulo la primera edición de su magnifica obra sobre nuestra tierra: "La tierra purpúrea que Inglaterra perdió". Luego, no se sabe si como fruto del azar o de una intuición recóndita de escritor, desapareció lo de "que Inglaterra perdió". En rigor, Inglaterra había ganado la batalla por "la tierra purpúrea". Pasaron los años. Sobrevino la decadencia del imperialismo británico y los intereses norteamericanos pasaron a desplazarlo, de norte a sur, en sus posiciones sudamericanas. Ahora si, se torna valido el primer titulo del libro de Hudson.

Pero a la luz de la experiencia histórica, sabiendo como sabemos que el ejercicio autentico de la soberanía nacional y de la autodeterminación de los pueblos, no es posible sin el control de su economía, de su comercio exterior, de su renta nacional; una verdad surge sin tapujos ni reticencias, los que perdimos una y otra vez "la tierra purpúrea", fuimos nosotros mismos, los orientales.

Las Montoneras y El Imperio Británico
Vivian Trías - Montevideo - 1954

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