War. La guerra es un juego, de Alfredo Alzugarat. - Biblioteca de Marcha-Cal y Canto. Montevideo, 1996, 126 págs.

por Alicia Torres - Brecha, 1997

Desafiando la mala fortuna que supone el número, los trece relatos de este libro recopilan diferentes situaciones de supervivencia en un universo sometido por una guerra que nunca es directamente narrada o descrita. Su ubicuidad está sugerida por el autor mediante recursos de ocultamiento y fragmentarismo que procuran dar el todo por la parte. Cada cuento agrega una experiencia y va explorando un lenguaje que intenta adecuarse a las impresiones y los sentimientos de seres accesorios que no llegan siquiera a la categoría de antihéroes.

La violencia no es la de combates sangrientos que enfrentan hasta la aniquilación a guerreros profesionales, sino la de las pobres gentes que, desde poblados apartados de la zona de combate, ven pasar camiones del ejército transportando alimentos para los soldados, y se conforman si pueden mejorar la receta del diario guiso de ratas ("Exterminio").

No interesa quiénes luchan ni el porqué de las hostilidades. Algunos siguen el curso de las batallas sólo para saquear los despojos. Viven de la carroña y celebran la guerra ante el botín de un chocolate ("Los necrófagos").

Un escriba corrige por años los torpes y mentirosos partes de guerra de sus generales y descubre (evasión onírica mediante), que en el otro bando cometen los mismos errores conceptuales, sintácticos y ortográficos ("Alas de mariposa"). Este cuento y otros del volumen remiten a la novela de Carlos Liscano Memoria de la guerra reciente (1988), que también trata menos de la guerra que de las vidas absurdas y bestiales de los hombres. En ambos, las batallas terminan librándose en la oscura intimidad de seres humanos anónimos tan humillados como resignados, simples fichas de un juego de mesa.

Intentando un registro neutro como el que Liscano convierte en método perfecto, Alzugarat (1952) persigue la asepsia emotiva tomando distancia de la precisión histórica, geográfica, temporal. Pero menciones innecesarias al sargento Sanders de la legendaria serie televisiva Combate, a Los Miserables de Víctor Hugo, al Sinaí, al uniforme israelí, a Europa o Sudáfrica, entre otras, hacen que las breves narraciones pierdan fuerza, impidiendo la identificación del lector con una guerra más terrible por el misterio de su fatal amenaza.

Sin emitir juicios sobre lo que sucede o puede suceder, el autor tampoco se afilia a la estética fundada en los universos cinematográficos o historietísticos de la chatarra posexplosión (Blade Runner o Mad Max), que siguen otros narradores de su promoción. Alzugarat tiene en su haber un primer libro de relatos: Porque la vida ya te empuja (1987).

Prof. Alicia Torres

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