Alfonso y Clotilde |
La
investigación que me propuse partió del texto dramático
Alfonso
y Clotilde
, de Carlos Manuel Varela, para después analizar el texto
espectacular o puesta en escena que se materializó por primera vez en
Montevideo, en el mes de mayo del año 1980
[1]
.
Sigo
a Pavis
cuando plantea que el
espectáculo puede ser analizado de dos maneras: como reportaje y como
reconstrucción histórica
[2]
,
y a Pellettieri quien, justamente, practica el análisis de reconstrucción
histórica al recrear espectáculos del pasado a partir de documentos y
testimonios
[3]
.
Con ese fin entrevisté a la mayoría de quienes participaron en esa
puesta de
Alfonso y Clotilde
,
manejé documentos de la representación (anuncios, programa), conseguí
fotos, reseñas periodísticas y artículos de críticos e investigadores.
La meta era construir un significado a través de estos y otros
materiales, teniendo en cuenta que la representación no es un subproducto
del texto dramático sino el fundamento del sentido teatral.
Si
cada puesta en escena resulta de la relación entre el texto espectacular
y el texto dramático, y no hay dos puestas idénticas
[4]
,
qué no sucederá entre una puesta y otra distinta. Porque
Alfonso y Clotilde
no sólo fue representada, como mencionamos, en
Montevideo en el año 1980. También (con otra dirección, otros actores,
otro equipo) en una gira por varias ciudades de Italia durante los años
1998 y 1999
[5]
.
Tengo
entonces, ante mí, las historias de dos puestas y me propongo analizar la
especificidad de cada una por separado teniendo siempre presente que ambas
nacen de un tronco común, el mismo texto dramático, y tienen, por
fuerza, un sinnúmero de puntos de contacto. La intención es,
también, analizar el hecho teatral de manera totalizadora: producción
del texto dramático y del texto espectacular, circulación y recepción,
teniendo presente que los enunciados son "aspectos integrantes de un
proceso complejo que conforma el hecho teatral", aislables solamente
en una instancia metodológica, y que se constituyen, al menos en forma
parcial, "a partir de su constante interacción".
En la descripción de textos dramáticos y espectaculares, y
en los cambios que constituyen su historia interna, lo sincrónico juega
un papel fundamental. Las transformaciones se explican por sus contactos
con la "serie social" y, sobre todo, por sus aperturas a nuevos
públicos
[6]
.
Tomo
de Pavis el concepto de puesta en escena como: "la puesta en relación,
en un espacio y un tiempo dados, de diversos materiales (significantes) en
función de un público
[7]
".
Veinstein había utilizado casi las mismas palabras para describir
lo que denominó "función limitada o mínima" de la puesta en
escena: "la actividad que consiste en la disposición, en cierto
tiempo y en cierto espacio de actuación, de los diversos elementos de
interpretación escénica de una obra dramática
[8]
".
Aclara Pavis que no se trata "de reconstruir las intenciones del
director de escena, sino de emitir una hipótesis sobre el sistema
escogido por los productores a través de lo que el espectador recibe de
él
[9]
"
La
condición efímera del fenómeno espectacular hace que cualquier estudio
que se le dedique –sólo posible a partir de fuentes de segunda mano–
deba apoyarse (además de los textos dramáticos)
[10]
en todos los registros textuales, sonoros e iconográficos que puedan
encontrarse (grabaciones, videos, fotografías) teniendo claro las
limitaciones técnicas que estos pueden presentar y los aspectos parciales
de que dan cuenta. Por ser un fenómeno único, el espectáculo no permite
una reconstrucción exacta, siempre habrá una desviación y una
simplificación de los datos de la representación
[11]
.
La memoria individual de los participantes ha sido muy útil a pesar de
que en algunos casos el tiempo transcurrido y una serie de elementos
subjetivos o inconscientes, desviaran el relato (en ocasiones, esa misma
desviación lo enriqueció). Pero aun así se ha ido armando un puzzle que
organiza parte de la memoria colectiva. Más que interesante resultó el
rescate de esta historia oral y, sobre todo sentir que en este trabajo
acompañaba "el proceso de gestación de imágenes" y la
elaboración de "una red simbólica donde ese grupo humano se
confronta con su propia imagen, con diferentes interpretaciones y
valoraciones". De allí su importancia como historia que se
reconstruye a partir de "las emociones, los pensamientos, las pérdidas,
los proyectos y sueños de los individuos
[12]
".
El
teatro como alternativa
En
1974, al año siguiente del golpe de Estado que inició formalmente uno de
los períodos más oscuros de la historia de Uruguay, la retracción del público,
así como la capacidad de respuesta del movimiento teatral, padecieron un
importante retroceso como consecuencia de una represión cada vez más
implacable. Recién a partir de 1978 la retracción comenzará,
lentamente, a revertirse, no obstante la censura, la atomización de la
actividad teatral, y la dispersión de sus integrantes, muchos aún
presos, exiliados, prohibidos o autocensurados.
El
teatro se vuelve en forma creciente una forma de contradiscurso o, como
precisa Moraña (101) "un espacio de participación cultural que se
presenta como una alternativa ante los lineamientos del discurso ideológico
dominante". Mirza divide en dos etapas su estudio del teatro nacional
bajo dictadura, correspondiendo el segundo período a los años que van
desde 1979 hasta la recuperación democrática
[13]
.
A partir de 1979, llamado el "Año del Autor Nacional", se irá
acentuando la presencia de obras uruguayas (y latinoamericanas)
y nacerán algunos
grupos nuevos, entre ellos el Teatro de la Ciudad, dirigido
por Carlos Aguilera, que en 1980 pondrá en escena
Alfonso y Clotilde
.
Como
había sucedido algunos meses antes con otras obras emergentes durante la
dictadura (
El mono y su sombra
,
de Yahro Sosa –Teatro Circular, 1979– y
Pater
Noster
, de Jacobo Langsner –Teatro Alianza, 1979–) la obra de
Varela apuntaba, aunque no de forma directa a fin de burlar la censura, al
contexto político-social de los receptores, ávidos de ver y oír en el
escenario alguna
alusión a
las condiciones opresoras en que vivían
[14]
.
En
el tránsito de un texto dramático a un texto espectacular siempre se está
interpretando (ambas categorías constituyen propuestas de interpretación).
Intento detenerme, fundamentalmente, en un aspecto de los varios que
contiene el texto dramático, el que tiene que ver con el tema de la
represión y los desaparecidos, y ver cómo el espectáculo
"mostraba" lo que de ninguna manera podía mostrarse (asesinatos
cometidos por la dictadura –que seguía cometiéndolos– torturas,
cuerpos lanzados al mar, mutilados, desaparecidos) en forma inédita y por
demás peligrosa para el momento que se vivía
[15]
.
Analizaré cómo Aguilera, desde la dirección, supo armonizar con mano
segura los diferentes niveles de significación, sin eludir, casi, el
plano mencionado. Y trataré de precisar cómo el espacio teatral devino,
así, un espacio de comunicación y participación cargado de
significaciones, "un escenario donde se actualiza no sólo lo
singular e individual sino, también, esas experiencias cruzadas por sus
condiciones histórico-sociales, a través de diferentes tipos de
ficciones que interactúan con las ya acumuladas en la memoria individual
y social" (Mirza, 122)
Una
relectura crítica desde el hoy
Alfonso
y Clotilde
fue estrenada, como anticipé,
el 16 de mayo de 1980 en el Teatro del Centro. Si tradicionalmente
el diseño de la cartelera de espectáculos tenía bien claro qué salas
eran "de izquierda" y cuáles "de derecha", la elección
de esta sala, que no integraba el catálogo de
espacios teatrales de resistencia sino que, por el contrario, era
propiedad de los dueños del diario
El
País
,
ofrecía cierta cobertura ante la censura
[16]
.
El
matrimonio del título huye del Gran Viejo por haber incurrido en un
peligroso error: Clotilde dijo que amaba las ideas de Picasso y, aunque sólo
se refería, y en forma bastante superficial, a algunos aspectos estéticos,
ella y su marido fueron incluidos "en la lista". Cuando en medio
de su huida apresurada el auto se queda sin combustible se ven obligados a
caminar por un lugar despoblado y misterioso atravesado por huellas de
camiones que constituirán una ilusión de escape. La extrañeza de ese
espacio introduce al receptor en un mundo de significaciones complejas
entre las que detentan un lugar de privilegio ciertos signos que remiten
–a quien quiera (o se atreva a) verlos– a los aspectos más siniestros
de la realidad nacional de esos años.
Teniendo
en cuenta que todos los diarios y semanarios opositores habían sido
clausurados, inicié este trabajo revisando tres notas críticas
publicadas en la prensa del momento
[17]
,
que leyeron, desde los diferentes lugares de enunciación de sus emisores,
"el lenguaje enmascarado" al que debió recurrir Varela para
reproducir imágenes de esa realidad devastadora. Casi una década después
el autor manifestaba: "durante la dictadura militar, el escritor
teatral no pudo seguir ejerciendo su tarea de comunicador de acuerdo con
la antigua tradición (...) fue necesario fracturar el espejo
[18]
y recurrir a un lenguaje
enmascarado
(...) entonces los críticos comenzaron a señalar elementos
caracterizadores de las obras de este período, detectaron (...) una
creciente simbología del teatro uruguayo"
[19]
.
En la búsqueda de nuevos caminos para preservar su capacidad de
comunicación y la potencialidad política de su teatro, Varela recuerda
que "había que ingeniárselas para evitar la censura y algunos
tratamos de hacerlo apelando al 'enmascaramiento' a través de un lenguaje
que muchas veces lindaba con el absurdo"
[20]
.
Si
bien es cierto que quien no conociera el contexto de enunciación de la
obra podía asumir que la pérdida de sentido y la falta de lógica de
determinados segmentos de la representación escénica (y de algunos diálogos),
lo enfrentaban a una forma teatral del absurdo, no fueron pocos los críticos,
investigadores y gente de teatro uruguaya (que sí conocían ese contexto)
que reconocieron un claro y peligroso referente del que sólo podían
hablar entre ellos y en riguroso secreto. Recién después del retorno
democrático destacaron, de diferentes maneras, la forma en que Varela
–y otros autores– había trabajado la poética del absurdo en
Alfonso
y Clotilde
con el fin de crear un marco adecuado a la construcción
del referente socio-histórico y político del Uruguay de la dictadura y,
simultáneamente, evitar la censura. Desde la vecina orilla Jorge Dubatti
es bien preciso al señalar que "no es una obra absurdista" sino
que propone "una poética de cruce de dos sistemas de convenciones
que se amparan mutuamente: un sistema de signos que trabaja con la
construcción de un texto realista, que apela a la referencialidad explícita
y/o la alusión a la realidad uruguaya (...) con fuerte inflexión política;
y un conjunto de procedimientos desrealizantes, que generan ambigüedad,
provenientes del
intertexto con la
poética del absurdo
"
[21]
.
En el universo que diseña este cruce se configuran los valores alusivos a
una realidad contextual que no se puede o no se quiere referir explícitamente
[2
2
]
Respecto a este punto y en cuanto a las tres notas críticas revisadas (que necesariamente deben ser cotejadas con la interpretación que hoy damos a la obra, porque el discurso crítico también se emitía encubierto), la de Magdalena Gerona reconoce que Varela se interna "en el teatro del absurdo por medio de cuyo lenguaje pretende entronizar el símbolo más o menos elusivo". Abbondanza invoca a Beckett para establecer un paralelo entre la burguesa que se hunde en el arenal de Días felices y la pareja de Alfonso y Clotilde , y agrega "pero ahora la metáfora no alude sólo a una estupidez aniquilante, sino a la circunstancia en torno a esos seres que escapan, (...) al mundo sombrío que determina su huida". Mirza, por su parte, afirma que Varela "trasmuta las palabras y los hechos en símbolos, y el absurdo que a veces utiliza no es más que la transformación (...) del marco de referencias". Continúa diciendo que de esta forma las palabras "ya no son los signos unívocos de tal o cual objeto del mundo real o acontecimiento" (...) y que por eso puede surgir "un verdadero complejo de significaciones, cada una de las cuales supone una interpretación que será válida en la medida en que su justificación se apoye en el texto total de la obra como contexto de cada una de sus partes".
Gerona
dice también que durante la espera de la pareja "un miedo corrosivo
se va apoderando de ellos (...) inspirado por una amenaza innominada pero
no menos existente". Percibe la "situación límite" en que
se encuentra la pareja pero la atribuye a una "angustia existencial y
(...) metafísica", aunque reconoce que Varela "dispone los símbolos
para que el juego se transforme en una espera de otro tipo (no aclara de
qué tipo), tan angustiante como la primera pero más inmediata y más próxima
a nuestra realidad". Si bien casi todo en la obra se volvía símbolo
de la condición de los uruguayos en esa época, sería interesante
conocer qué lectura hacía de "nuestra realidad" una cronista
teatral de ideas conservadoras como Gerona, y cuáles eran, para ella, las
condiciones sociopolíticas del país, que evidentemente condicionaban su
percepción de la puesta haciéndole desconocer o negar el abrumador
referente mencionado. Si bien no puede desatenderse el hecho de que todo
lo que se escribía (y lo que se hacía) debía recurrir al
disfraz para eludir una censura que podía culminar en la cárcel o
en algo peor, se intentaron formas de fuga para "decir" lo que
estaba sucediendo, resquicios de resistencia que horadaban el impuesto (y
muchas veces autoimpuesto) muro de silencio. Una prueba terminante es
Alfonso
y Clotilde
, cuya pareja central reemplaza la Historia por la historia
de su enunciación, de sus dificultades para decir o comunicar. Pero quien
no quiso verlo en la obra o –lo que es absolutamente lícito– no se
atrevió a escribir sobre ello, pudo, en su fuero íntimo, o bien
reconocer las señales y silenciarlas, o bien dar cuenta de ellas en tanto
símbolos a decodificar por cada receptor, o –y creo que éste es el
caso de Gerona y Abbondanza– confundirlas (quizá intencionalmente) con
"una acumulación de símbolos que en lugar de enriquecerla, la
tornan confusa y por demás reiterativa" (Gerona) para quien
"las alusiones son por demás perceptibles" (aunque no precise
qué percibe). Al espectador (y el crítico es un espectador privilegiado)
le corresponde elegir lo que le convenga y definir su propia visión de la
obra. "Así, esos cuerpos semienterrados que el matrimonio descubre
–continúa Gerona– y cuya presencia no los intranquiliza mayormente;
así ese hombre casi desnudo que irrumpe en escena agotado por correr y
que muere sin proferir palabra". Para la crítica todos estos
elementos "son circunstanciales (...) no van en apoyo de la obra sino
que la tornan farragosa y demasiado cargada (...) el mensaje escondido y
por cierto vigente" (¿cuál sería, para ella, "el
mensaje"?) "queda oculto detrás de la fronda de los múltiples
símbolos y este es el riesgo de las elipsis, cuando son tantas hasta el más
advertido se pierde". Si, como ya mencionamos, el teatro comparte con
la oralidad el no poder volver atrás, es bueno tener presente que la
implacable prosecución discursiva obliga a la repetición y a la
redundancia (por diferentes vías) para asegurar la total recepción del
mensaje.
Si
bien es cierto, como afirma Ubersfeld, que "le théâtre est vu avant
d'être compris"
[
2
3
]
,
la representación escénica de la violencia que marcó el período, la
aparición de cadáveres, manos humanas y un obrero torturado al que se le
arrancó la lengua, ponen en escena la tortura de la única manera que podía
hacerse para encubrir su efecto directo: "a partir de una combinación
de la estructura alegórica con los procedimientos absurdistas
desrealizantes"
[
2
4
]
.
Los recursos a que apeló Varela en la escritura del texto dramático,
y resolvió Aguilera como emisor del texto espectacular, a fin de
disfrazar las marcas fuertemente políticas que contenían (y no ser
censurados o encarcelados)
[
2
5
]
son elementos "circunstanciales" para Gerona, que tornan
"farragosa" la obra. Así el "mensaje (...) queda oculto
(...) y hasta el más advertido se pierde". Es posible que la
percepción estética –que nunca deja de ser ideológica– no
permitiera a Gerona efectivizar los anclajes necesarios para el
reconocimiento (aún utilizando procedimientos de encubrimiento) de los
signos de tortura y asesinato que propone la densa textualidad de la obra.
Destacando
el "sobreentendido moral" del planteo, también Abbondanza
propone una lectura universalista de la puesta cuando anuncia que
"toda salvación individual es impracticable en medio de una realidad
amenazadora".
El crítico
observa que "la metáfora (...) de hundirse en el arenal" apunta
al "mundo sombrío" que determina la huida de la pareja y al
"estado de alarma que la acompaña". Alude "a la esperanza
de un rescate que no llegará, a la confrontación con una víctima del
medio que intentan dejar atrás y que provocará en los prófugos un
vuelco de conciencia". Pero estima que "ese cuadro debía además
nutrirse por dentro de un significado que aborta sin llegar a iluminarse
debidamente" y considera, como anticipábamos, que en su
"esfumado cuadro de alusiones" parece "escasamente
revelador". En su balance dictaminará que "el teatro pide
generalmente otra transparencia (...) así sea con repliegues parabólicos",
y dirá luego que "el autor decide tomar el camino de las vaguedades
(...) en que la verdad no se despeja y su sentido queda abierto a la
interpretación de cada espectador". Termina añorando o exigiendo
una propuesta "de comprensión menos oscura y resonancias más
generosas", ya que "parte de sus propósitos se volatilizan así
en la imprecisión". Es difícil pensar que un crítico experto como
Abbondanza no tuviera en cuenta que el valor simbólico de la obra
aumentaba a medida que las referencias se diluían. O que pensara que las
manos y los cuerpos que "ven" los personajes puedan tener
significaciones imprecisas, o que constituyeran marcas de dudosa
decodificación,
(si bien es
verdad, y él lo reconoce, que la obra de arte no se codifica ni
decodifica de una sola manera)
[
26
]
Cualquier puesta tiene la facultad de resolver, pero también de añadir
ciertas ambigüedades, y es la primera y más importante decisión que
orienta la interpretación del espectador en una dirección: "toda
interpretación escénica necesariamente toma partido por una cierta
lectura textual, al mismo tiempo que da margen a nuevas posibilidades de
sentido" (Pavis, 24). El dramaturgo presenta personajes actuando y
hablando "sin el comentario de su demiurgo", de aquí resulta
"cierta imprecisión en cuanto a la forma en que hay que 'leer' al
personaje (ib. 51). El público debe poder modalizar (abstraer, teorizar)
su propia situación social para compararla con los modelos ficticios que
le propone la escena. Dicho de otro modo, le es necesario (como muestra
Brecht) tener en consideración dos historicidades: la propia (sus
expectativas estéticas e ideológicas) y las de la obra (contexto estético
y social, disposición del texto para esta o aquella interpretación)"
(ib. 86).
Es en Brecht donde
el mecanismo de recepción se exhibe más claramente, llegando a ser un
fin en sí mismo y una parte integrante de la actividad teatral: el
espectador toma conciencia de que toda esta ficción y estos discursos
entrecruzados lo remiten a su propia situación, que a través de una
historia él se ha comunicado con su historia" (ib. 90).
Para
Mirza "la multivocidad del símbolo, su inagotabilidad y su
inaprehensibilidad", son características clave de esta pieza, por lo
que intentar una única interpretación de la espera de la pareja
"sería reducir ese sistema de significaciones que es la obra".
Habla de "un mundo de significaciones complejas, con algo de
misterioso y de siniestro" que plantea innumerables preguntas que
"sólo la obra entera puede contestar (...) a partir de una elaboración
personal del espectador (...) Los recursos se multiplican –afirma el crítico–
el juego evasivo, en diferentes planos superpuestos se combina para
formar una rotunda y única realidad escénica: la de la significación,
el sentido. Todo confluye para montar un discurso dramático complejo,
abigarrado, denso, encrespado de símbolos, pero también sólidamente
arraigado en situaciones concretas y en una historia". La densidad
simbólica es, en este caso, leída desde "situaciones
concretas" y "una historia", y no promueve la vaguedad, la
confusión y la oscuridad que contaminan las reseñas anteriores, aunque sí
coincide en que la puesta " invita al espectador a participar de
manera creativa en la configuración de sus significaciones
posibles". Pero a la irrealidad de los destinos de la pareja –sigue
Mirza– "se opone (...) el
peso
de la muerte (...) la salvación de los otros (que pudieron escapar) (...)
la realidad de ese cuerpo moribundo de Paco que actualiza no sólo las
acechanzas y amenazas sugeridas sino, también, el mundo verdadero y
terrible del que quieren huir literalmente y a través de sus fantasías
(...) ¿por qué y de qué huyen?",
se interrogaba el crítico, problematizando la recepción de su artículo
y apelando a la inteligencia transformadora de sus lectores desde la
polifonía informacional (y enmascarada paro no tanto) de su reseña
[
27
]
.
Es interesante la afirmación
de Voltz respecto a que la recepción aparece como un proceso que abarca
el conjunto de las prácticas críticas y escénicas: "la actividad
teatral se sitúa (...) por una parte a nivel de la representación del
espectáculo y, por otra, comienza antes, continúa durante y se prolonga
después, cuando se leen artículos, se habla del espectáculo, se ve a
los actores, etc. Es un circuito de intercambios que atañe al conjunto de
nuestra vida
[
28
]
"
El
pasado y el presente de un espejo fracturado
Con
el fin de profundizar las expectativas y los posibles modos de lectura de
Alfonso
y Clotilde
como alegoría de la represión y la violencia que padecía
el país, cotejaremos ahora segmentos de las entrevistas realizadas al
autor, el director y el resto del equipo. Atendiendo a la naturaleza de
los temas planteados, a la resolución estética de la puesta, y al
compromiso emocional e intelectual de cada quien confrontándose con su
propio espejo y el reflejo colectivo, las impresiones individuales –no
obstante las mediaciones y transformaciones debidas a una distancia que
supera las dos décadas– reelaboran una serie de imágenes que
constituyen la memoria colectiva y postulan el teatro como un espacio de
construcción –también colectivo–
del imaginario.
Para
Carlos Manuel Varela
[
29
]
"
Alfonso y Clotilde
se
escribió en un Uruguay que se había ido tornando cada vez más
amenazador y terrible (...) donde todos sentíamos, en cierto modo, que
podíamos ser escuchados, seguidos (...) Yo sentía que tenía que
escribir de otra forma, que tenía que romper con las estructuras
realistas (...) de allí surgió un entretejido entre el sistema realista
y el "absurdista" –como dice muy bien Dubatti– que fue el
que posibilitó que pudiera plantear un tema explosivo como la huida de
una pareja durante la dictadura (...) no se sabe hacia dónde, sólo que
huye de algo terrible, poderoso, que puede terminar con sus vidas (...) y
ese planteamiento, que tiene mucho del teatro del absurdo, creo que fue lo
que posibilitó que la obra se pudiera hacer en un momento tan difícil
como el año 1980 (...) Al primero que se la di a leer fue a Roberto
Fontana (...)
me dijo que no
la iba a poder estrenar (...) y la obra pasó a manos de Aguilera que se
entusiasmó. Yo pensaba que era bastante elusiva, codificada, y en
realidad nos engañamos todos porque el público quedó tan aterrorizado
mientras la veía que a la salida casi nadie hablaba, no comentaban lo que
se planteaba (...) mucha gente decía que era muy hermética, que no
entendía, gente, incluso, que tenía militancia política de izquierda.
Eso te provocaba un gran desconcierto (...) que esa gente se acercara a
decirte que no había entendido (...) creo que el público acusó el gran
impacto de ver cosas sobre las cuales se había acostumbrado a no
hablar (...) que lo aterrorizaban. El miedo predominó (...) el público
tuvo una actitud más que cautelosa (...) evidentemente la puesta pasó la
censura por ese hermetismo del que tanto hablaron (...) y sin embargo tú
la lees ahora y te parece que más clara no podía ser (...) la hicimos
porque teníamos muchas ganas, sin embargo hubo amenazas, fuimos seguidos,
Aguilera fue citado más de una vez a Jefatura. Yo creo que en el momento
uno no tiene conciencia de lo que está haciendo. Es tal la necesidad que
se siente de modificar en algo las cosas, de introducir pequeños cambios,
tal la fe, la locura que uno tiene (...) esa necesidad del artista, del
escritor, de cambiar la realidad. Yo creo que todos teníamos ese sueño,
esa utopía (...) que de pronto con esa obra podíamos llegar a despertar,
entre comillas, conciencias (...)
creo
que en ese momento nadie midió los riesgos (...) si nos interrogaban
siempre habría salidas por el tipo de texto que era (...) pensábamos que
nos podríamos defender diciendo que era un texto surrealista o algo así.
(...) Quedó como una obra muy apreciada en el imaginario uruguayo, muy
valorada, aunque no tuvo el éxito de otras obras mías".
Según
Carlos Aguilera
[30
]
"
Alfonso y Clotilde
fue
una obra tremenda para la época (...) Yo antes había hecho
El mono y su sombra
de Yahro Sosa, (...) la primera vez en dictadura
que se habló de una persona que estaba en una cárcel (...) con la policía
adentro de los teatros (...) un señor que se llama Alem Castro,
permanentemente encima de nosotros, era el policía que llegaba a los
teatros, al Circular por ejemplo después del cierre del Galpón, y nos
venía a investigar como si fuera un salvador de la patria, aludiendo a su
"deseo" de que no hubiera más cierres de teatros. Me pedía
datos de todo tipo: ¿quién es el escenógrafo de tal obra? ¿quién va a
hacer el vestuario de tal otra? (...) era hacernos sentir que siempre
estaba vigilando y lo podía saber todo (...) una presión brutal. Al
mismo tiempo uno era inconsciente (...) lo miramos desde hoy y no podemos
creer lo que hacíamos (...) fui citado muchas veces al Departamento de
Inteligencia y Enlace. (...) y siempre aparecía el señor Alem Castro,
que estaba en la sección Gremiales y creo que aún sigue trabajando, yo a
veces camino por la calle Paraguay y lo veo, cargando su portafolios,
igual que hace veinte años (...) Cuando yo llegaba al Departamento él
sacaba mi expediente
que era
una carpeta gigantesca con fotocopias de todas las críticas (...) él había
visto todo lo mío a partir de la década del setenta, me decía cosas que
yo corroboraba que eran ciertas (...) Cuando Varela me pasa
Alfonso
y Clotilde
quedo muy impactado porque también era la primera vez que,
a siete años del golpe de Estado, se hablaba de gente que tenía que
escapar porque había hablado de más, y aparecían trozos de cuerpos,
aparecían manos, que por supuesto no se veían en el espectáculo (...)
hubiera sido muy truculento (...) pero el actor trabajaba con la sensación
de que las manos y los restos estaban, y aparte aparecía un hombre mudo
que reconocen como un obrero de la fábrica, que no hablaba, emitía
quejidos, y cuando le abrían la boca para ver por qué emitía esos
quejidos, no tenía lengua, se la habían cortado (...) era terrible. Que
apareciera desnudo fue idea mía, fue uno de los primeros desnudos que se
hicieron en este país donde aún hoy es difícil hacerlos (...) Que en el
Teatro del Centro un hombre estuviera desnudo y no se bajara la luz era
impensable (...) era una luz de mucho clima (...) evitamos la puesta
naturalista por necesidad de los símbolos. Videla era muy joven, un
hombre joven desnudo, un obrero lleno de cicatrices y con la lengua
cortada (...) tenía una expresión terrible, una máscara terrible (...)
nos metimos en la obra con un poco de miedo. Y lo increíble es que la
hicimos en el Teatro del Centro (...) tuvo mucho que ver
Pacho
Martínez Mieres, que era el Director y hacía otro tipo de teatro,
mucho más comercial. Además el Teatro estaba vinculado con
El
País
y ellos permitieron que se hiciera la obra (...) la puesta fue
innovadora, llenar el escenario de arena era imposible, les hubiéramos
estropeado la moquette. Pirelli hizo un piso beige que era como un gran
colchón, todo relleno de cáscara de arroz (...) cuando pisabas hacía el
sonido de la arena (...) una de las primeras veces que se veía algo así
[31]
.
Walter Reyno había puesto unos focos que atravesaban en diagonal
el escenario (...) empezaba la obra con una música perturbadora de Rodríguez
Barilari (...) esa luz rasante en el piso (...) y se veían los pies de
Leonor apareciendo (...) mi idea era que fuera todo muy luminoso (...) el
vestuario de Mancebo, la escenografía, todo era beige,
muy agradable de ver para contrastar con lo que se venía, los
cuerpos que empezaban a aparecer en la arena (...) habían aparecido
cuerpos mutilados y maniatados en las costas de Rocha y Colonia y había
sido muy impactante (...) Me acuerdo que en los ensayos a veces llorábamos,
porque era brutal lo que se estaba diciendo (...) éramos inconscientes, sí,
pero también queríamos plantear esas cosas (...) no te olvides que
faltaban los grandes maestros, el Galpón estaba cerrado, el Circular
estaba muy limitado en lo que podía hacer, estaba la policía arriba de
ellos todo el tiempo. El estreno fue una de las cosas más impresionantes
que viví en mi larga carrera. Una ovación (...) el aplauso duró minutos
y minutos y la gente toda de pie (...) no exagero si te digo que aullaba
(...) una cosa tremenda. Bueno, pasaba con otras obras, nos pasó con
El mono y su sombra
, nos pasó cuando Lucas
[32]
,
y no te digo cuando con la Comedia hicimos
Los
cuentos del final
(...) Varela
llama
a las obras de esa época "de lenguaje enmascarado", yo creo que
acá un poco caía la máscara (...) era bastante explícito todo, además
de los cadáveres se decían cosas como 'hablaste de más en la fiesta' y
lo del obrero que no tiene lengua y la fábrica y las huelgas y el final,
que era tremendo (...) creo que fue una gran puesta pero hubo mucho miedo
(...) así como fue un éxito de locura Lucas y
Los
cuentos del final
y fue
un éxito de años
El mono y su
sombra
,
Alfonso y
Clotilde
no fue un éxito (...) creo, y lo hablábamos con Leonor,
con Sobrino, con Varela, que la gente tenía demasiado miedo. El mismo día
del estreno muchos nos preguntaron cómo nos habíamos animado y unos
cuantos nos decían que tenían miedo de que, al salir del teatro,
estuviera la policía (...) miro para atrás y no lo puedo creer (...)
recuerdo el silencio brutal de la sala. Después del estreno siguió yendo
poca gente y estuvo en cartel tres meses, creo (...) la recomendaban pero
advirtiendo que era muy dura. Comentábamos cómo el público se iba
corriendo del teatro, quería abandonar ese lugar peligroso cuanto antes.
Con
El mono
y
su sombra
y
Palabras en la arena
pasó lo mismo. Tenían miedo de que afuera
estuvieran las famosas chanchitas esperándolos. Por eso te decía que era
bien explícito. Vos te ibas del teatro sabiendo muy bien lo que acababas
de ver. Había símbolos, sí, pero eran diáfanos (...) a veces parece
como que no se hizo nada en teatro durante esa época y no es así (...)
La puesta la fui organizando en base a improvisaciones sobre el tema de
cada escena (...) después íbamos seleccionando el material (...) el
texto lo respeté tal cual. Teníamos mucha conciencia de que estábamos
haciendo algo muy importante (...) a pesar de los riesgos estábamos
seguros de que debíamos hacerlo".
Juan
Alberto Sobrino
[33]
cree que "
Alfonso y Clotilde
es la mejor obra que escribió Varela, y no sólo por el tema que trata,
fuerte y atrevido, sobre todo para la época en que se hizo (...) fue un
gran impacto para mí leerla por primera vez (..) con Leonor pensábamos
¿nos largamos, la hacemos, no la hacemos? (...) hacerla fue una valentía.
Además de nosotros dos en el escenario, aparecía un muchacho que no
hablaba (...) y cadáveres
(...)
que no estaban pero nosotros 'los veíamos' y hablábamos de ellos (...)
no se pusieron porque era demasiado para el momento.
Al público le costó entrar al espectáculo porque las cosas
estaban muy cerca (...) a veces decíamos qué mala memoria tienen los
uruguayos (...) y no tenían mala memoria, ahora me doy cuenta de que lo
que pasaba era que no querían volver a sufrir una cosa tan inmediata y
tan tremenda (...) tenían miedo, el mismo miedo de aquella pareja a la
que se le rompe el auto y se pierde en el desierto y empiezan a ver esos
restos que van pautando lo que era la época que habíamos vivido y no
terminábamos de vivir (...) cuando las cosas están sucediendo nunca sabés
totalmente qué es lo que está pasando.(...) Mientras ensayábamos llorábamos
como locos, a veces teníamos que parar los ensayos e irnos para nuestras
casas (...) llorábamos porque nos tocaba profundamente lo que estaba
pasando. En los ensayos surgían charlas que venían cargadas de una
cantidad de cosas inmediatas y de lo que intuíamos que pasaba (...) sobre
la actualidad, sobre lo que estaba sucediendo, sobre lo que sabíamos y lo
que no sabíamos (...) y terminábamos ahogados algunas veces (...)
con Leonor nos mirábamos y a ninguno le salía el parlamento
porque estábamos llorando, más de un día Aguilera dijo, bueno, por dos
días no ensayamos. Yo, que hacía tiempo que no hacía teatro, volvía
haciendo algo que importaba(...) Con
Alfonso
y Clotilde
me parecía que estábamos haciendo la revolución (...) no
era así, claro, porque desde arriba del escenario no se hace la revolución
(...) los actores podremos aportar cosas pero no hacemos la revolución
(...) pero en aquel momento nos sentíamos tan comprometidos con lo que
estábamos haciendo (...) tan satisfechos y con tanto miedo a la vez
porque no sabíamos qué podía pasarnos. Nos daba mucho dolor que todo el
público que queríamos que fuera a ver el espectáculo no apareciera.
Hacer la obra en el Teatro del Centro nos vino bien por un lado y por otro
nos vino mal. No era una obra para hacerla ahí. Ese teatro tiene su público,
muy particular, preparado para otras cosas. De cualquier manera hacerla ahí
equilibraba el asunto (...) como nadie sabía o nadie creía todo lo que
la obra decía y mostraba, al hacerla en el Teatro del Centro, no sé,
habrán pensado que
Alfonso y
Clotilde
era una comediola. La gente de teatro quedaba impactada (...)
aplaudía muchísimo. Esa obra marcó una nueva etapa en mi carrera, el
personaje me dio unas posibilidades tales que a partir de ese espectáculo
me planté de otra forma arriba del escenario, con un convencimiento total
de que la vida no era solamente el teatro porque sí, el éxito porque sí
(...) me plantee un sentimiento, un sentido social (...) Aguilera nos
dejaba bastante libres (...) nosotros pusimos mucho de nuestra inventiva
(...) con Leonor conversábamos siempre y nos consultábamos todo.
Aguilera también nos pautaba, porque claro, nos íbamos, la obra nos
llevaba a una entrega que de repente podía ser perjudicial para el mismo
espectáculo (...) nuestros sentimientos jugaban muy a flor de piel (...)
trabajábamos con una cosa que bullía debajo de las arenas (...) había
algo más, algo latente que íbamos incluyendo y de lo que nos íbamos
informando, esto sirve para esto y no lo podemos decir , esto tiene que
ver con aquello que le pasó a aquel, que nos contó cuando salió de tal
lado y no lo podemos decir pero tenemos que darlo de forma que el público
entienda algo, y en ese afán de querer darle al público todo eso que
sentíamos y a veces sabíamos que le había pasado a gente que estaba a
nuestro alrededor, de repente lo confundimos más, no sé, fue una cosa
totalmente nueva (...) era realmente tocar la vanguardia en aquel momento
(...) la obra era una adelantada
(...)
y la gente no siempre entiende las cosas adelantadas".
Para
Daniel Videla
[34]
la obra "manejaba una simbología, un lenguaje como escondido (...)
pero yo sabía que el espectador uruguayo, que es muy inteligente, la iba
a entender, y así fue (...)
Los
ensayos fueron muy conversados porque eran épocas de gran temor, estábamos
todos como caminando sobre clavos, debíamos cuidarnos. No sabíamos si la
obra iba a ser censurada o no. El estreno fue maravilloso, con esa
escenografía de Pirelli que hacía ruido cuando la pisabas (...) crujía
al caminar (...) la música de Barilari creaba un clima misterioso, extraño
(...) los ensayos fueron muy duros, muy discutidos, porque la obra tenía
un planteo muy fuerte (...) las manos y los cuerpos que encontraba la
pareja semienterrados en la arena no se veían pero parecía que estaban
ahí,
todo muy bien sugerido
(...) Ese terreno que habían hecho con arroz, creaba sombras con la luz
(...) zonas más oscuras, irregulares (...) hubiera sido muy obvio poner
manos y restos humanos entre esas sombras (...) en ese momento por ahí
viene un muchacho que fue torturado, está todo lleno de barro y sangre
(...) yo era muy, muy flaco, y tenía un gran maquillaje que insumía
mucho tiempo (...) yo mismo llevaba un frasco con barro y me tenía que
enchastrar todo el cuerpo, la cara, me mojaba el pelo (...) recuerdo que
hacía mucho frío (...) y tenía un pequeño taparrabo que me quisieron
poner para que la gente no pensara otra cosa (...) algo muy chiquito, todo
rasgado, color piel (...) realmente parecía desnudo (...) un personaje
que no tiene lengua porque se la habían cortado y al que ellos hacían
preguntas que él no podía contestar y después de una escena un poco
larga, en la que sobre todo ella hablaba, él se moría. O sea que las últimas
tentativas de saber algo de lo que estaba pasando en ese lugar misterioso,
fueron en vano. Después ellos me arrastraban de los pies y me sacaban de
ahí, porque decían que era comprometedor tener ese cuerpo al lado. El diálogo
de Alfonso y Clotilde era
un
poco absurdo (...) eran personajes con una gran paranoia, que estaban
solos en un lugar en el que pasaba algo horrible y no podían huir de ahí
y temían que les pasara lo mismo. Recuerdo la reacción del público
(...) ya desde la música, que creaba un clima ideal, entre angustiante y
patético, muy inquietante (...) se notaba que algo estaba pasando y era
lo que estaba pasando en Uruguay, pero simplemente no había palabras, no
se podía decir. Y Varela lo que tuvo fue esa gran habilidad para crear un
lenguaje nuevo que hasta ese momento no se había usado, de símbolos y
metáforas, y lograr que el público se diera cuenta de qué significaban
y se sintiera así: esto nos está pasando a nosotros (...) y el aplauso
final de cada espectáculo era maravilloso, la reacción era una (...) y
nos dábamos cuenta de que habían entendido eso de lo que no podíamos
hablar. En cada función yo sentía esa energía tremenda, ese silencio,
el respeto, la complicidad de un público que sentía que eso era lo que
había pasado y estaba pasando en el país: los cadáveres de gente
maniatada que aparecían en las costas de Rocha y de Colonia. Lo que
planteó Varela era de una gran audacia (...) no estaba planteado de una
forma directa ni lineal, estaba planteado de forma sutil y además también
era un planteo universal, porque si bien se sentía como nuestro lo que
estaba pasando, se podía trasponer a otros momentos catastróficos en
cualquier parte del mundo. Recuerdo que en los ensayos, en esa escena que
tenía con Leonor antes de morir, a ella se le caían las lágrimas. Yo me
moría con los ojos abiertos y ella me los cerraba (...) era una gran
congoja porque eso estaba pasando en el país. Y en los ensayos con
Sobrino, a veces él se emocionaba y decía: disculpen, no puedo seguir
ensayando, me conmueve, me hace llorar esto (...) es que el momento era
tan angustiante (...) todos los días nos enterábamos de amigos que habían
desaparecido, gente que había muerto, gente que se había tenido que ir
del país, gente que no encontraba a sus hijos, todos esos cadáveres que
aparecían en las costas, las torturas (...) Mi personaje no hablaba, era
el torturado que sólo gemía, yo hacía ruidos guturales a los que ella
contestaba, yo crispaba las manos, quería expresarme (...) era un
individuo agonizante que venía cayéndose, herido, arrastrándose por ese
terreno irregular que subía y bajaba como pequeñas dunas (...) hasta que
en un estertor, muere".
Walter
Reyno
[35]
dice que "
Alfonso y Clotilde
es una obra que hay que pensar en su contexto
histórico (...) aunque es elusiva (porque no se podía hablar claramente)
era claro que hablaba de los desaparecidos y de los que estaban a punto de
desaparecer. Había que dar un clima sugestivo, ominoso, árido. Las luces
rasantes (pegadas al piso, colocadas de costado) logran una atmósfera
enrarecida, un clima
misterioso,
perturbador, sobrenatural. El espectador se sentaba, veía las luces y decía:
"acá pasa algo, hay algo más, no sólo es lo que parece". Había
que ser muy sugerente. Contabas con la complicidad del espectador en
aquellos años (...) este no iba sólo a ver un espectáculo teatral, sino
también a ver qué querían decirle los teatristas entre líneas".
Carlos
Pirelli
[36]
considera que
"como no
era una obra realista (...) la escenografía tenía que acompañar esa
no-realidad (...) no podía ser una playa con telón pintado (...) debía
encontrar la metáfora escénica para imaginar un paisaje interior (...)
buscar una solución que lograra la sensación de playa y se
adaptara al espacio (...) tenía la contra de que era un teatro circular,
en ese entonces con cuatro sectores (...) y
en todo teatro circular lo que cuenta es el piso porque el público
se sienta en sentido ascendente y
mira
hacia abajo (...) debía dar sensación de arena en el piso (...) cuando
uno camina en la arena el paso se le dificulta, no hay un desplazamiento fácil
o natural (...) se me ocurrió hacer como un inmenso
acolchado o edredón, de lienzo grueso, opaco, color crudo,
natural, que daba bien la sensación de arena (...) el relleno no era
compacto, quedaba flojo y eso lo volvía desparejo (...) al caminar los
personajes arrastraban la tela con sus pies (...) y le iban dando las
formas de la arena
(...) y
como el
relleno era cáscara de arroz sonaba como la arena.
Reyno le tiró luces rasantes (...) al caminar los personajes
provocaban luces y sombras en ese piso (...) al principio les costó, pero
después se dieron cuenta de que eso les daba el cansancio y la realidad
de caminar sobre la arena (....)
estaba
atado a las columnas, creo que el público de la primera fila ya le ponía
encima los pies (...) los personajes miraban el mar y hablaban de él pero
no se puso nada de mar (...) tampoco las manos y los cadáveres
mencionados en el texto. El hombre torturado aparecía entre
penumbras
(...) aparte
estaban las luces para Alfonso y Clotilde. Fue tan brutal cuando se puso
el piso y las luces rasantes, que los ensayos se dieron vuelta (...) todo
iba cambiando a medida que la tela era pisada y se movía (...) era un
piso que nunca estaba igual, tenía vida propia, movimiento, sonido (...)
ahí caminaban, se tiraban, se arrastraban, hacían de todo. También había
una cosa de color (...) al ser una sala chica y tener todo el piso color
claro parecían estar en una superficie mucho mayor (...) se perdían.
Después de cada función el piso se enrollaba porque había otros espectáculos
y cuando se volvía a extender ya era otra cosa (...) apenas extendido venían
Aguilera o el traspunte, caminaban sobre él y ya te lo cambiaban (...)
Hice esa escenografía siendo muy joven, venía de Europa con una estética
muy particular, de despojamiento (...) como una técnica japonesa, hecha
de nada, le quitabas eso y la obra perdía porque el piso le daba el marco
necesario sin sobrepasarla".
Para
Elbio Rodríguez Barilari
[37]
"
Alfonso y Clotilde
era
una obra de tono muy opresivo, tremendamente audaz para aquel momento, ya
que la pareja central empezaba a estar rodeada, en la playa, por cadáveres
(...) era plena época de los vuelos de la muerte en Argentina y de
desaparecidos en todos lados. Aguilera jugaba muy al borde, forzaba la
censura todo lo que podía. Intenté dar un clima igualmente opresivo, y
emplee como material sonoro una familia de mohoceños, unas flautas
aymaras de varios tamaños, con un sonido muy peculiar. Era todo como una
mancha de sonido que iba y venía, muy en la onda música contemporánea
latinoamericana de aquella época en la que yo estaba
bajo la influencia de Coriún Aharonian (...) la estética de la
austeridad, la identidad latinoamericana (...)
Fue la primera vez, que yo sepa, que se hizo sonido ambiental,
cuadrafónico, pero a la criolla (...) con un grabado estereo que tenía
solamente dos canales, íbamos enchufando cuatro parlantes colocados
alrededor de la sala, entonces el sonido se movía y rodeaba a los
espectadores".
La
mirada del Otro
No
es algo nuevo que el texto dramático haya dejado de ser el punto de
referencia solidificado en una única interpretación posible, texto que
no "podría" tener más que una sola y "verdadera"
puesta en escena (cfr. Pavis, 385). Pero toda interpretación escénica,
como ya vimos, toma partido necesariamente por una cierta lectura textual,
aunque habilite, a la vez, nuevas derivas de sentido. Por eso son tan
importantes las condiciones socio históricas en que el espectador percibe
y actualiza la puesta. Al enterarme de que
Alfonso
y Clotilde
había sido representada en Italia (dos décadas después
del estreno montevideano) pensé, en un primer momento, que la apertura a
un público primermundista bajo un gobierno democrático y en plena y
convulsionada era posmoderna, me situaría frente a un espectáculo
totalmente
aggiornado
. Sólo
después de ver el video de la obra, revisar los anuncios de prensa, los
programas y las críticas publicadas, llegué a la conclusión de que, a
través de estos mismos canales de comunicación, se organizó, incluso se
manipuló, una recepción europea totalmente condicionada por el relato
histórico de la dictadura padecida en Uruguay, extensivo a las dictaduras
latinoamericanas de aquel período y, sobre todo, al gran tema de los
desaparecidos. Si bien es cierto que la represión, la violencia y el
terror no son privativos del continente latinoamericano –y de eso Europa
sabe bastante–
[38]
,
quizá hasta sea posible, en este mundo globalizado, detectar un
"receptor implícito" de
Alfonso y Clotilde
que adopta la forma, o bien de un modelo teórico
impuesto, o bien de un receptor ideal del sentido de la obra –más específicamente
de "un" sentido,
el
que privilegia la primera parte de este trabajo–. (Pavis, 89)
En
la invitación italiana que se cursó "ai giornalisti", anuncian
la obra como "una commedia dai caratteri trasfigurati, nata e messa
in scena durante la dittatura militare in Uruguay: un'insinuante ma
afferrabile metafora contro il potere, concepita per aggirare il clima de
repressione espressiva del regime e beffare la censura
[39]
".
Bontempo, el traductor, anticipa en el programa y sin dejar lugar a dudas,
que
Alfonso e
Clotilde
"è una commedia uruguaiana (...) per nazionalità e
per atmosfera". Sin embargo en la página siguiente el director, Otto
Zinzi, la califica como "una storia d'amore" sin fronteras,
"tra le ingiustizie del mondo, di un mondo senza punti cardinali,
nella indifferenza degli esseri umani, talvolta anche quelli più vicini a
noi". Y agrega en la contratapa: "
Alfonso
e Clotilde
rappresenta uno spaccato di vita sudamericana in un periodo
difficile per i popoli latini, un chiaro richiamo ai diritti umani ed al
senso "alto" di giustizia ma è anche un diario intimo: un modo
per andare lontano, recapitare il pensiero ad un'altra latitudine,
viaggiare in una stanza e capire la storia, anche la propria". A modo
de aclaración añade: "il dibattito sempre vivo sulla censura e
sugli espedienti per eluderne le costrizioni espressive e di contenuto,
torna attuale con la presentazione della commedia"
[40]
.
Con
Alfonso y Clotilde
el Teatro
della Centena dio comienzo a un proyecto que, según declaraciones de sus
integrantes, intentaba captar al ser humano profundo y su relación con el
mundo. Motivaba a la compañía el deseo de profundizar algunos fenómenos
fundamentales de la sociedad moderna que inciden directamente en la
conciencia del hombre. En esta línea de trabajo un comunicado de prensa
informaba que la obra de Varela "nasce nell'ambito del 'Progetto
Miniera', un programa "di 'scavi' e 'sondaggi' nelle profondità
dell'anima (...) l'autentico obbiettivo del testo: sottolineare le
conseguenze rovinose della dittatura; il disastro politico
dell'organizzazione sociale di un intero continente (...) Il clima di
contestazione e tensione sociale che fa da sfondo ad
Alfonso e Clotilde
, riverbera il dramma dei desaparecidos che anche
l'Uruguay, pur in tono minore, conobbe. Oggi stiamo vivendo giorni
decisivi per la giustizia di migliaia di uomini e donne offesi dalla
violenza, privati della libertà, del lavoro e della vita. Questo rende
ancor più attuale e
"coincidente"
Alfonso
e Clotilde
che è stato rappresentato in piena dittatura
militare"
[41]
.
Preguntada en una entrevista la actriz Damiana Berttozzi (Clotilde en
escena) sobre el sentido de poner en escena "oggi, in un clima di
quasi totale libertà espressiva, uno spettacolo che parla di
censura", respondía: "Può essere l'occasione per ripensare
alla libertà anche se il nostro non è espressamente teatro politico. La
trama apparente è quella di una coppia in fuga verso una destinazione
ignota, viaggia come sospesa in un limbo di ricordi, emozioni e
recriminazioni. In realtà è un viaggio verso una meta nomade, como dice
Varela quest'opera è un'allegoria del tempo odierno, dato che i progressi
scientifici e la caduta dell'ideologia di sinistra non hanno potuto
impedire el caos ciclico che colpisce il mondo". Ante la insistencia
del periodista, que desea saber cuáles son los horizontes de La Centena
respecto a este punto, Berttozzi expresa que el objetivo pasa por no poner
en escena "semplicemente un testo, anche se inedito e originale, ma
riuscire a rappresentare un momento autentico della vita di ogni
spettatore. Forse la ragione che ci ha spinto a interpretare Alfonso e
Clotilde è proprio questa: risvegliare un immaginario sopito di cui
ignoravamo l'esistenza
[42]
"
Para
presenciar el estreno romano de su obra Varela viajó a la capital
italiana y allí fue entrevistado por varios medios de prensa. De alguna
manera sus declaraciones constituyeron un metadiscurso que habilitó
nuevas instancias de diálogo con la recepción de la obra que estaba
procesando el público italiano. Según Giulia Vannoni "Varela
costruisce una metafora –anche se ben individuabile– del potere (dove
non mancano velate allusioni al dramma dei desaparecidos) usando come
schema narrativo le vicende di una coppia. In questo modo riesce
soprattutto ad aggirare i vincoli imposti dalla censura
[43]
".
Para Rita Giannini "il mondo uruguaiano che l'autore Varela ha dovuto
trasfigurare nel suo
Alfonso e
Clotilde
per rappresentare il clima di tensione sociale e il dramma
dei desaparecidos, nonché l'oppressione della dittatura militare che
contraddistinsero la nascita della commedia sudamericana nei primi anni
'80. Introducendo attraverso metafore a quel tempo indispensabili per
aggirare la censura, temi universali quali la giustizia, la libertà e il
lavoro
[44]
".
Si,
como vemos, la geografía uruguaya es, para el receptor italiano, espejo y
metonimia de una Latinoamérica desgarrada y silenciada, también se lee
Alfonso y Clotilde
como
metáfora de todas las guerras. Esto puede verse en otra nota crítica
cuyo autor conoce la teoría del "espejo fracturado" y el
"lenguaje enmascarado" de Varela: "In superficie sembra la
solita storia di coppia in crisi, apolide e tardo anni '70, raccontata
sullo sfondo di una guerra, indeterminata. Ma, scava, scava, c'è ben
altro e la commedia è chiaramente uruguaiana. Lo vedi nel dramma di un
continente, devastato da dittature militari e povertà, nella sconfitta
della politica-partecipazione, nell'asfissia dei rapporti sociali,
insomma, nell'esistenza fatta a pezzi. Impossibile ricomporre questo
terribile mosaico della vita. Il teatro non può certo riflettere
frammenti. Può però, ed è questa la grande intuizione di Varela,
rompere lo specchio del reale e lasciare al pubblico, complice e creatore,
il compito di riunire i cocci, ricostruire le immagini, reinterpretare i
silenzi, in una formula realizzare la teoria del teatro come specchio
rotto. Lo "smascheramento" è appunto lo scopo dell'arte di
Varela, che, attraverso l'ironia e la delicatezza delle immagini poetiche,
rappresenta una nuova, insospettabile, tagliente fonte della letteratura
teatrale latinoamericana"
[45]
.
Tiberia
de Matteis también conoce la teoría de Varela sobre el "lenguaje
enmascarado" y opina respecto a su "realismo alucinado":
"Il potere liberatorio del teatro evocato con efficacia da
Alfonso
e
Clotilde
(...) resistendo
alla censura, utilizza un linguaggio mascherato in grado di comunicare
emozioni, in un "realismo allucinato" che sublima gli eventi
grazie all'ironia e alla poesia. La proiezione del dramma di un intero
popolo nella misteriosa vicenda di una coppia, crea una dimensione
teatrale molto convincente, attivando opportune riflessioni sui disastri
politici tutt'ora presenti nel mondo. I due protagonisti sembrano in
conflitto con le banali motivazioni che affliggono tutte le coppie ma
lentamente si capisce che sono due esseri alla deriva, due naufraghi
morali in fuga da un luogo terribilmente persecutorio e alla ricerca di un
posto qualunque in cui ricostruire serenamente la propria esistenza. Colti
in una condizione di passaggio, rimpiangono nostalgicamente il passato che
li ha visti uniti ad affrontare i problemi quotidiani e sognano un futuro
troppo indefinibile per assumere veridicità". En esta nota crítica
por primera vez se menciona a Paco, "un terzo personaggio"
–dice de Matteis– "un amico-nemico nella comune sorte avversa
[que] lacera le ultime speranze: privato della lingua dopo presumibili
torture, si è avvicinato a loro per non morire in solitudine. Ai due
perseguitati, non resta che attendere. E' un'esperienza che affratella
tutte le vittime"
[46]
.
Opina
otro crítico que con esta historia Varela "racconta il disastro
politico dell'organizzazione sociale, non solo dell'Uruguay ma dell'intero
continente sudamericano, nel periodo delle dittature militari". A
continuación observa que la pareja huye "senza un luogo sicuro dove
andare e si compiace di ignorare i segni di una realtà minacciosa
rifugiandosi nel ricordo di assurdi momenti di un passato apparentemente
felice".
"Alfonso y
Clotilde"
, señala, "rimangono sempre più intrappolati in
una ragnatela fatta di incomunicabilità, paure e colpe, mentre la loro
identità si va disintegrando, marchio inequivocabile di chi vive
fuggendo"
[47]
.
Damiana
Berttozzi afirmó, en otra entrevista, que la obra "si tratta di un
testo difficile, oscuro, metaforico", pero que el largo periodo
durante el cual la representaron les permitió "sedimentarlo
intimamente e aggiustarlo tecnicamente,
e al pubblico di comprenderne le sfumature molteplici
[48]
".
Esos múltiples matices son destacados también en otras notas periodísticas,
la gran mayoría de las cuales siempre los hace girar alrededor del gran
tema de los desaparecidos: "
Alfonso
e Clotilde
è un dramma allegorico, incentrato sull'orrore della
dittatura militare nel periodo dei desaparecidos, ma anche sulle tensioni
sociali e politiche proprie della cronaca quotidiana di un intero decennio
in Sudamerica"
[49]
Con
un curioso título que habla de despistes geográficos ("Da
Montefiore alle Ande"), Gianfranco Segantini se ocupa de diseñar un
puente que iguale a su ciudad (Montefiore) con Uruguay
[50]
,
en tanto ambas podrían dar cuenta del desastre que las hizo
"prigioniere di generali". Dice el crítico: "Per dire
infatti del plumbeo e sanguinoso clima dell'Uruguay dei generali si
esprimono in frammenti di realtà lasciando agli spettatori il compito di
ricomporli e leggere tra gli episodi, il disastro d'un paese. Dove, come
in
Alfonso e
Clotilde
,
una spada può distruggere, spezzare una vita spesa anche in lavori di
prestigio e ripagati con lauteprebende. Nello spettacolo, Alfonso e
Clotilde si trovano in fuga in uno spazio deserto, ripassano con nostalgia
la vita passata, litigano, si rinfacciano come una qualsiasi coppia di
quasi tutto il mondo. E si interrogano se valeva la pena rinunciare a
tante cose per certi beni, auto, casa, per ritrovarsi braccati e senza più
nulla. Frammenti di vita, alla fine non solo dell'Uruguay. Ma ci voleva il
comune di Montefiore Conca ad offrire l'occasione per scoprire quanto
siano vicine le terre prigioniere di generali e quelle libere di sguazzare
nell'ipocrisia d'una recita sociale schiava di tutti i conformismi.
Andate, dunque, lassù su quel colle. Vi godrete una bella rocca con
stupendo panorama, aria meno torrida e forse qualche altro inconsueto
spettacolo di teatro"
[51]
.
Para
dar punto final a esta selección obstinada y fragmentaria de gacetillas y
críticas aparecidas en la prensa italiana, extracto, de Annamaría Sorbo,
determinados conceptos que reafirman varios de los ya mencionados y
aportan alguna novedad. Para Sorbo "l'occasione (...)
si dipana nell'ambito di un recente Progetto Miniera in cui Zinzi
include spettacoli di "scavi" e "sondaggi" negli
abissi dell'anima, in uno con l'idea del teatro lavoro di miniera
("si sta mesi, anni sotto terra, e forse ci si rimane, solo pochi
sanno di te"), dove l'incontro con Varela produce un nuovo
incunabolo.
Alfonso e Clotilde
,
in scena a Montevideo nel pieno della dittatura militare conclusasi nel
1984 (solito golpe e note violenze e sparizioni), offre allo sguardo il
doppio riverbero di una storia e della Storia. In quella, ci appare la
coppia del titolo in fuga su uno sfondo di distruzione, mentre ignara di
ostili presenze ossessivamente si attarda a riannodare tasselli di una
privata identità, il cui affievolirsi è inevitabile. In questa, il segno
scenico trasfigura e ingigantisce in una specie di anamorfosi controllata
a rivelare i brandelli di una realtà macroscopica in disfacimento, con
evidente rimando allo stato di cose, alla tensione, agli uomini e ai
fatti. Una sorte di "realismo allucinato", cui "ci
obbligavano -ci spiega Varela, ospite a Roma- le circostanze: per evitare
guai con la censura eravamo costretti a inventare un nuovo linguaggio
scenico, ma rifuggendo un teatro unicamente pamphletario e politico, in
una parola ideologico, da parte mia sollecitavo un giusto spazio ai
sentimenti, all'interiorità della persona". Ragion per cui se
Alfonso
e Clotilde
"appartiene alla fase di opposizione e scontro aperto
con la situazione reale esterna" del suo teatro, non di meno la pièce
"ha risultanze universali e veicola un messaggio che trascende il
momento storico, mostrando chiaramente la distruzione di chi affronta la
vita senza compromettersi con nulla, senza la capacità di entrarci
dentro. Bisogna sporcarsi le mani". Operata la rottura dello
"specchio", il teatro di Varela chiede la complicità degli
spettatori: il testo, in filigrana, accumla occorrenze per la decodifica
(che non stiamo ad elencare e che, se ricondotte all'orizzonte originario,
aumentano in pregnanza, basti pensare al finale nella scena nuda di
Montevideo: il minaccioso avvertimento: "stanno per arrivare"
era coperto dal cigolio delle ruote dei camion militari, terribili e
concreto presagio di morte –a suggello dell'allestimento italiano è un
immagine evidentemente 'a posteriori' degli avvenimenti: le madri con i
ritratti dei
desaparecidos
). In
questo senso, è un teatro che non opera il distanziamento
brechtiano", classicamente inteso, "ma un teatro di
'intelligenza', che obbliga gli spettatori a interrogarsi". Alla fine
dei regimi, dice l'autore, si profilano proficuamente nuove prospettive
estetiche. Eppure
Alfonso e Clotilde
resta "una allegoria del tempo di oggi dato
che i progressi scientifici e la caduta dell'ideologia di sinistra non
hanno potuto impedire el casi ciclico che colpisce il mondo, l'abuso di
potere, l'intolleranza e la guerra". El il teatro di Varela non ha
smesso di modulare il suo unico leit motiv, "quello dell'uomo che
cerca la libertà in una società ancora repressiva nei confronti
dell'individuo"
[52]
.
Italia
vio lo que Uruguay no podía mirar
Tuve
la oportunidad de examinar dos videos. El de la obra completa y otro, de
casi quince minutos, que filmó el Teatro della Centena con el fin
de promocionar el espectáculo. Este segundo selecciona
imágenes y las organiza en secuencias coordinadas por el relato de
una voz en
off
que informa sobre
tema, argumento y posibles lecturas de la obra. Principia mostrando un
piso cubierto de arena esparcida en forma irregular. Se aprecian huellas
de personas y de neumáticos. Sobre ese fondo, en tonos de blanco, sepia y
negro, va surgiendo, en forma simultánea a la música, un texto que no se
manifiesta del todo nítido. Las mismas letras parecen (des)dibujadas con
arena: "Sono arrivati lontano con meno soldi di noi. Ma si
stringevano ed erano uniti. E gli occhi di uno erano gli occhi di tutti. E
le nuvole stavano sopra di loro e li proteggevano. E cosi non piovevano
pallottole e non successe niente fino a quando un vento soave li spinse
delicatamente in un luogo adeguato
[53]
".
Antes de que termine de aparecer el texto, al piso de arena que colmaba la
pantalla se superpone la foto de una multitud que porta grandes fotos de
desaparecidos.
La música,
serena y envolvente hasta ese momento, aumenta su volumen. La foto en la
pantalla (portadora, a su vez, de fotos que multiplican la ausencia) se ve
con nitidez y en exclusividad por algunos segundos. Cuando reaparece el
piso de arena se perciben algunas piedras que quizá antes no se mostraron
(o no se notaron) y, entre las elevaciones, se entreven cabezas rapadas
que parecen esculpidas en la arena misma
[54]
.
Se muestran más huellas de vehículos y más cabezas. De repente, como
una más entre todas, la cámara enfoca el primer plano de una cabeza
humana con los ojos entrecerrados, moviendo casi imperceptiblemente los párpados.
Su
rostro tiene barba de
pocos días, está muy pálido. La cámara se mueve con mucha lentitud a
su alrededor hasta que la pantalla se inunda de colores y muestra, por
primera vez, a los actores que representan a Alfonso y Clotilde,
recostados sobre la arena, las manos entrelazadas, mirándose y observando
a su alrededor. Cambia la música. Desaparecen los primeros planos. Se
percibe con claridad una pasarela construida con listones de madera que
atraviesa el escenario totalmente cubierto de arena. Desde el momento en
que los actores toman físicamente posesión del área de actuación, el
espacio (un escenario frontal en esta ocasión, de dimensiones generosas)
se convierte en "sagrado" en tanto que simbólico de un lugar
representado. Las acciones gestuales de los actores estructuran el
"espacio vacío" que toda escena constituye y la pueblan de
acciones simbólicas de la representación.
Comienzan los juegos escénicos y elementos paralingüísticos:
mímica, gestualidad, aunque no se oyen sus voces ni virtuales
entonaciones, porque continúa escuchándose la voz en off. (Cfr. Pavis,
36)
La
pareja comienza a moverse en escena, deteniéndose a veces a mirar hacia
abajo de la pasarela. Parece que allí ven algo que los preocupa o los
atemoriza. Sin que ellos lo perciban, la cámara muestra cabezas
semiocultas entre la arena o en los bordes del escenario, llegando hasta
los orillos del telón casi blanco que en el fondo y los costados se abre
como una gran carpa. La visión es impactante. Algunas frases del texto
que tienen que ver con Paco se superponen a las imágenes. Mientras la
pareja continúa desplazándose y llevando a cabo distintas acciones, una
mano empieza a aparecer, titubeante, entre los montículos de arena.
La voz en
off
dice que, aunque el texto dramático remite a la situación de
injusticia y terror vivida en Uruguay, la aceptabilidad social del espectáculo
en otras geografías resignifica situaciones de injusticia, indiferencia y
horror en cualquier parte del mundo.
La
lectura italiana de
Alfonso y
Clotilde
exacerba los símbolos y el código ideológico que la puesta
uruguaya debió enmascarar. Desde otra realidad y con horizontes de
expectativa bien distintos, los integrantes del Teatro della Centena
tomaron partido por una interpretación escénica y ética, y –me
permito imaginar– quizá hasta pensaron, como Aguilera: "teníamos
mucha conciencia de que estábamos haciendo algo muy importante (...) y
estábamos seguros de que debíamos hacerlo
[55]
".
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julio 1989, 12/13, 381-388 [1] Alfonso y Clotilde fue estrenada el 16 de mayo de 1980 en el Teatro del Centro. Con dirección de Carlos Aguilera, los actores fueron Leonor Álvarez (hoy fallecida) en el papel de Clotilde, Juan Alberto Sobrino como Alfonso, y Daniel Videla como Paco (en el programa figuran indistintamente Videla y Alberto Ferreira, pero finalmente el personaje fue representado por el primero). Escenografía: Carlos Pirelli, iluminación: Walter Reyno, sonido: Elbio Rodríguez Barilari, vestuario: Nelson Mancebo. El programa sólo registraba título de la obra, nombre de la compañía y ficha técnica. No aparecían más datos, seguramente porque no convenía explicar demasiado. El texto dramático fue publicado en la Antología del Teatro Uruguayo Moderno , 1988, 150-180 y, recientemente: Alfonso und Clothilde , en Theaterstücke des Lateinamerikanischen. Exil. Heindrun Adler - Adrian Herr (Hrsg.) - Vervuet Verlag, Frankfurt am Main, 2002, 45-78 [2] Cito por Pellettieri, Osvaldo, Una Historia Interrumpida , 1997, 28 [3] Ib, 13-38 [4] Al respecto es significativo el título que Alberto Candeau dio a sus memorias: Cada noche es un estreno . Tengo en cuenta, también, que el teatro es "un arte vivo (...) despliega acciones que se desarrollan en el eje temporal en forma implacable y sin posibilidad de pausa ni de repetición". Mirza en "Memoria, desmemoria y dictadura. Una perspectiva desde el sistema teatral". Uruguay: Cuentas pendientes , 1995, 121 [5] Compañía Teatro della Centena , con sede en Rimini. Traducción de Pietro Bontempo. Dirección de Thomas Otto Zinzi. Actores: Damiana Berttozzi Fraternali (Clotilde), Gian Vito Banzi (Alfonso), Maurizio Argán (Paco). Música: Paolo Riccardi, Escenografía: Ulrico Schettini e Gladis Grossi. Luces: Nevio Cavina, Fotografía de escena: Massimiliano D'Affronto. El espectáculo fue patrocinado por la Embajada de Uruguay en Italia. Antes de presentarse en la Sala Orfeo del Teatro dell'Orologio, en Roma, la gira comprendió ciudades como Rimini, Montefiore Conca, Faenza, Bologna, Santarcangelo di Romagna, Sestino, Cesenatico, Modena, Rieti, Urbino e San Benedetto del Tronto, entre otras. [6] Pellettieri, Osvaldo, Una Historia Interrumpida , 13 [7] Pavis, Patrice, Diccionario de Teatro , 1990, 384 [8] En La puesta en escena (ed. española) Cía. Gral. Fabril Editora, Buenos Aires, 1955, p. 7. Cito por Pavis, Diccionario , 385 [9] Ib. [10] Hacer materialmente evidente el sentido profundo del texto dramático es, para Stanislavski, componer una puesta en escena (Pavis, ib) [11] Además, si "cada noche es un estreno", ¿a cuál de todas las representaciones podría ser idéntica"? [12] Mirza, Roger, Uruguay: Cuentas pendientes , 1995, 121-122 [13] "El Naturalismo y sus transgresiones", en Teatro Uruguayo Contemporáneo , 46 [14] Respecto al nuevo lenguaje que burlara la censura, Varela ha dicho "... antes de la dictadura yo no me había detenido a pensar sobre qué y cómo había que escribir teatro. Sólo me importaba provocar al público, crearle un desacomodo durante la presentación y, si era posible, hacer durar ese desacomodo algo más (...) buscaba esto libremente, sin ceñirme a reglas, tanteando la estructura conveniente y el lenguaje que mejor acompañara lo que quería trasmitir. Así estrené tres obras antes del golpe de Estado del 73: El juego tiene nombre (1968), Happening (1970), La enredadera (1972) ligadas al enrarecimiento político que se fue operando en Uruguay (...) después del golpe no volví a escribir hasta el 78 y recién en el 79 estrené Las gaviotas no beben petróleo (...) Durante ese lapso me plantee la posibilidad de un nuevo lenguaje para retomar contacto con el público y dar rienda suelta a mi angustia (...) el aislamiento y la "mordaza" de aquellos tiempos provocaron en nosotros la necesidad de encontrar un código para comunicarnos (...) Así nació la teoría del "espejo fracturado" o del enmascaramiento expresivo que indudablemente está ligada a todo mi teatro de este período". Entrevista realizada en el domicilio del autor el 12 de diciembre de 2002 (volveremos a ella). De ésta como de todas las entrevistas que se citan en adelante, poseo registro grabado. [15] El 24 de abril de 1976 el título de tapa del El Diario de la noche fue HORROR EN ROCHA , acompañado por truculentas y sensacionalistas fotos de cadáveres. En la página 17 y en la última había más información sobre el tema. Decía, por ejemplo: "Conjeturas, hipótesis de todo calibre (...) en torno a la aparición en las costas atlánticas de Rocha, de los cinco cadáveres –cuatro hombres y una mujer– todos ellos de origen presumiblemente asiático (...) con horrendas mutilaciones (...) los cuerpos fueron llevados por el mar hacia la playa (...) a la altura de la Laguna Garzón y cerca de la Laguna de Rocha, estimándose que las corrientes los hayan arrastrado desde aguas argentinas (..) un enigma que tal vez esté condenado a permanecer sumido eternamente en el misterio" (...) "Ajusticiados bárbaramente en alta mar". Otros títulos: "Cinco asiáticos ejecutados", "Una costa repleta de tragedias marinas". El tema seguía tratado en la edición del 26 de abril: "Rocha. Serían cinco terroristas del Ejército Rojo Japonés"; y del 27 de abril: "Siguen patrullando la costa de Rocha. ¿Hay más cuerpos?". En agosto de 1976, cinco meses después del golpe militar en Argentina, la agencia informativa ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina) notificó, con presumible texto de Rodolfo Walsh, la "desaparición" de detenidos y la sospechosa aparición de cadáveres en costas argentinas y uruguayas (con aporte parcial de la dictadura militar uruguaya). Para el tema del lanzamiento de presos políticos al mar ver, entre otros El vuelo , de Horacio Verbitsky (Planeta, Buenos Aires, 1995) [16] El teatro se "rodea" de "precauciones" de marcos (...) que filtran la materia ficcional (...) ofrecida al desciframiento del espectador. Cfr. Pavis, 299 [17] Dichas notas pertenecen a: Magdalena Gerona, "Alfonso y Clotilde. Exceso de símbolos para una buena idea". El Día , 16 de mayo de 1980, 12; Jorge Abbondanza, "Calidades de una puesta en escena", El País , Año LXII, Nº 21.310, 25 de mayo de 1980, 54; Roger Mirza, Las Revelaciones de la Espera. "Alfonso y Clotilde", de Carlos Manuel Varela. La Semana de El Día, Año 2, Nº 71, 24 de mayo de 1980, 18 [18] Refiere al concepto shakespiriano del teatro como espejo de la realidad. [19] Varela, Carlos Manuel. "El espejo fracturado", en Antología del Teatro Uruguayo Moderno , 148-149 [20] Varela, Carlos Manuel. "Teatro Uruguayo: del enmascaramiento al significado explícito", en Alba de América , 381-388 [21] "Carlos Manuel Varela: intertexto absurdista y sociedad uruguaya en Alfonso y Clotilde ", en Teatro Latinoamericano de los 70 , Osvaldo Pellettieri (comp.), 249 [22] Respecto a las técnicas y procedimientos que utiliza su escritura, Varela ha señalado que "tienen que ver con el tema y su tratamiento expresivo: en Alfonso y Clotilde la introducción de elementos del teatro del absurdo; en Crónica de la espera el flash back y el ritmo cinematográfico en base a escenas muy breves; en Los cuentos del final las cartas y los recuerdos que enlazan escenarios y vidas opuestas, etc (...) Lo cierto es que en todas mis obras apuesto por una cuota de ambigüedad, por una zona misteriosa, porque no creo en una literatura transparente, donde todo está dicho y explicado. El texto debe tener su música, su ritmo secreto. Y la estructura será la que convenga". Entrevista citada. [23] Anne Ubersfeld, Lire le Théâtre , 36 [24] Dubatti, 1995a, 251 [25] Las manos y los cadáveres que registra el texto dramático (en parlamentos y numerosas didascalias) no aparecen, físicamente, en la puesta uruguaya. Sí y con profusión– como veremos más adelante– en la italiana. [26] Más de una década después, y en cierto modo avalando esta línea de pensamiento que parece haber sido la de un importante sector del público que vio la obra, Alvaro Loureiro dirá, refiriéndose a Alfonso y Clotilde , que en una época de obligado silencio "el resultado de aquella propuesta lucía más enigmático que sugerente a los ojos de una platea todavía no experimentada en el manejo de un código expresivo hasta entonces poco frecuentado por autores nacionales". "Miradas en un espejo roto", en Teatro Uruguayo Contemporáneo , 871 [27] Perteneciente a filas de izquierda, Mirza era uno de los pocos intelectuales que contaba con un espacio de crítica en un suplemento con importante sección cultural como La Semana del diario El Día , que reunió a prestigiosas figuras de intelectuales uruguayos entre 1979 y 1990. [28] Voltz 1974, 78 cito por Pavis, 407 [29] En entrevista citada. [30] Entrevista realizada en el Café del Centro, sito en 18 de julio y Paraguay, el 28 de enero de 2003 [31] En cuanto a la escenografía, que ha sido destacada por todos los participantes como un gran hallazgo, Gerona dice contundente y solitaria en su nota que "no existe (...) una simple lona blanca sobre el piso para dar sensación de playa, campo, o lo que el espectador extraiga de él" (subrayados míos). [32] Se refiere al protagonista de Palabras en la arena –obra de Varela estrenada por la Comedia Nacional en 1982 con dirección de Aguilera– que trata sobre un escritor que no se atreve a escribir sobre lo prohibido y recibe la visita, noche a noche, de su amigo muerto, un desaparecido que lo cuestiona y lo empuja a superar los miedos, escribir y comprometerse. [33] Entrevista realizada en su domicilio el 14 de marzo de 2003. [34] Entrevista realizada en su domicilio el 29 de enero de 2003 [35] Entrevista realizada en forma telefónica el 12 de marzo de 2003 [36] Realizada en forma telefónica el 19 de marzo de 2003 [37] Realizada vía mail a Chicago (donde vive Rodríguez Barilari desde hace cinco años), el 29 de enero de 2003 [38] Para Otto Zinzi, el director, "Alfonso e Clotilde non sono altro che i giorni neri e rossi del nostro calendario. Ci troviamo tra le ingiustizie dell'Uruguay, ma potremmo anche essere nel rifugio segreto della famiglia Frank, o in Algeria, o forse più vicino nel fango di Sarno o ancora più viccino nell'indifferenza dei nostri vicini di casa (...) la storia è sempre la stessa, o meglio, l'ingiustizie ha un calendario perpetuo affisso al muro dentro il cuore di ogni essere umano...", en Comunicato Stampa, fotocopia Nº 1. Pude acceder al material de la puesta italiana gracias a la generosidad de Carlos Manuel Varela, quien también me facilitó otros elementos de consulta que mucho agradezco. Las fotocopias que están en mi poder no en todos los casos registran lugar o fecha de publicación. Las menciono según numeración que realicé a efectos de su ordenación y ante la eventualidad de que a alguien le interesara cotejarlas. [39] Invito (riservato ai giornalisti), Fotocopia Nº 2 [40] Programa de la obra. Fotocopia Nº 3 [41] Ib. fotocopia Nº 1 [42] Il Resto del Carlino. Entrevista de Leonardo Militi. Romagnas Spettacoli. Giovedì 12 novembre 1998. Fotocopia Nº 4 [43] "Debutta il 'Teatro della Centena' con Alfonso e Clotilde di Carlos M. Varela", por Giulia Vannoni. Il Ponte. 25 aprile 1999 a Cesenatico. Fotocopia Nº 5 [44] "La Centena ospite di Teatri Invisibili", por Rita Giannini. Romagna Corriere di Rimini, Giovedì 16 settembre 1999. Fotocopia Nº 6 [45] Alfonso e Clotilde in scena il 14. Drammatico sudamericano: il teatro di Varela ai 2 mondi (A.R.) Sette sere. 14 novembre 1998, 18. Fotocopia Nº 7 [46] "Il dramma dell'Uruguay in Alfonso e Clotilde . La pietà del teatro per i vinti. Tiberia de Matteis. Il Tempo. Spettacoli a Roma. Venerdì 12 marzo 1999 [47] Alfonso e Clotilde (s/firma), Il filo d'Arianna , 6º edizione. Belluno, 26 giugno - 9 luglio, 2000. Fotocopia Nº 8
[48]
"A colloquio con l'attrice Damiana Berttozzi sul fortunato
spettacolo
Alfonso e
Clotilde"
. Francesca Gasparini, La Voce, venerdì 17 settembre.
Fotocopia Nº 9
[49] "In scena la dittatura. Alfonso e Clotilde , all'incontro dei Teatri Invisibili". La voce di Rimini, martedì 14 settembre. Fotocopia Nº 10 [50] El desconocimiento geográfico de este crítico –asunto tan deplorable como frecuente– le impidió, por ejemplo, establecer un jugoso juego fónico y semántico entre topónimos como Montefiore y Montevideo. [51] "Da Montefiore alle Ande". Gianfranco Segantini. Chiamami Città. Fotocopia Nº 11 [52] "Carlos Manuel Varela e il lavoro di 'miniera' ", Annamaria Sorbo. Rivista Teatrale Primafila . Drammaturgia Internazionale/Uruguay. Genaio 2000, 101. Fotocopia Nº 12 [53] Parlamento de Clotilde, en el original español: "Llegaron lejos con menos dinero que nosotros. Pero se apretaban y eran uno. Y los ojos de uno eran los ojos de todos. Y las nubes iban encima de ellos, protegiéndolos. Y entonces no llovieron balas, no pasó nada y hasta un viento suave los empujó cariñosamente al lugar adecuado" (p. 160 de edición uruguaya) [54] Visualmente remiten –a un receptor uruguayo– a las cabezas pintadas por la artista plástica Pilar González en el mural de los desaparecidos instalado en la plaza montevideana que los recuerda (entre las calles Rivera y Jackson). En la puesta italiana las cabezas fueron trabajadas en arcilla (en entrevista a Carlos Manuel Varela, op. cit.) [55] En entrevista citada. |
Prof. Alicia Torres
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