"Criollo"
crónica de Eduardo S. Taborda

El Salto de hace unos cincuenta años, cuando nuestra ciudad, según la Geografía, no tenía aún veinte mil habitantes, pero si había en él, una pléyade de obreros especializados y conscientes, no igualados después de la desaparición de éstos.

La construcción y la industria floreció en nuestro medio en sus más amplias y eficaces manifestaciones al impulso tesonero de hombres, para los cuales el trabajo era el culto máximo del bienestar y del orgullo.

Los talleres del Astillero y los del Ferro-Carril Nor-Este fueron a este respecto, crisoles y fraguas donde se plasmaron y forjaron las bases de la grandeza en que hoy se asienta nuestra tradición de magnífica ejecutoria de honor y de laboriosidad, de sano patriotismo y encendido intelecto, en que se asienta el edilicia social del Salto de ahora.

El Astillero diseñó y construyó maquinarias y barcos para el tráfico y cabotaje fluvial, que hasta hoy, éstos señalan rumbos y categoría a esta rama de la construcción y de la industria.

Los talleres del Ferro-Carril Nor-Oeste hizo lo que hasta la fecha no se había hecho en ningún lugar de la América del Sur: construir una locomotora.

En homenaje a aquellos esforzados obreros que dieron lo mejor de sus vidas en pro de la grandeza y el bienestar de nuestro solar, hagamos una pequeña reseña, de cómo y quienes construyeron la única Locomotora, netamente criolla y netamente salteña.

En otra audición, que tal vez sea muy próxima, nos ocuparemos en señalar algunos de los esfuerzos y realizaciones de nuestro viejo y casi olvidado Astillero.

Hoy en este pequeño relato, nos concretaremos muy someramente, al hecho prodigioso para nosotras, de la construcción de la locomotora "Criollo".

A fines del año 1894, el Ingeniero Sr. Allan Darton, Director Técnico de los Talleres del Ferro-Carril Nor-Oeste, diseñó y planeó a esta máquina que en la actualidad cumple, para orgullo nuestro, cincuenta años de fuerte y fecunda labor y que aún se conserva joven y anhelante para correr, en cumplimiento de "un servicio especial", a través de nuestra campaña sobre las inconmensurables y bruñidas cintas de acero que acortan las distancias.

Una vez terminados sus planos, pasaron éstos, para la ejecución de los modelos, a las manos de aquel artista que fue don Juan Gallinotti, quien con honda dedicación y encendido amor les dio forma para la fundición.

Labor esta delicada y prolija ejecutada en los talleres del Sr. José Pons Palet, prestigioso industrial de bien saneada capacidad de obrero experto y de alta calidad.

La caldera fue confiada para su ejecución al obrero especializado Sr. Pablo Acatti, quien en conocimiento y pericia en el oficio, sólo tuvo en Salto un compañero y rival, en la persona de aquel otro tigre de la propulsión a vapor que se llamó don Pedro Iturburu.

El ajuste y armadura de todas las piezas que componen la maquinaria fue realizado con amor y noble entusiasmo por los mecánicos Sres. Serafín Urroz, Pedro Tenca y Clemente Reobasco como tornero.

La dirección y control de los Talleres estaba en ese entonces, bajo la supervisión del inglés Mister Douglas Mac Ilriach, -"el inglés que todo lo sabía"- como lo llamaban los obreros criollos, por su agilidad y capacidad mental que nunca le permitió errar en lo más mínimo; siempre fui justo y exacto en sus calibres. Este inglés sabía y sabia bien y mucho. Sabia hasta adivinar en los casos de las cosas más complicadas y difíciles, que muchas veces, a pesar de la experiencia, se presentan sorpresivamente en las ejecuciones de algunos trabajos.

En el mes de junio del citado año de 1895, "La Criolla" fue terminada y ante la ansiedad por un lado, y la inquietud por otro, de todos aquellos que habían colaborado en su construcción de apreciar el resultado de la obra se hicieron las pruebas de fuerza, velocidad y resistencia, resultando estas de una suficiencia que superó a todo optimismo.

Se hizo correr y sin forzar, casi la potencialidad calculada, esta marcó en su carrera 80 kilómetros por hora.

Ante tan rotundo éxito y ante la alegría de todos, por tan halagüeña finalidad, Mister Darton, con ese humorismo propio de su raza, que a veces rompe toda regla, pero que siempre en su fondo existe una verdad o sostiene una razón poderosa, la bautizó.

Y sin tener este en cuenta de que en nuestro idioma los vocablos "máquina" y "locomotora" pertenecen al género femenino, exclamó jubilosamente: ¡All right! ¡ Criollo! ¡ Criollo! ¡ Lindo Criollo!.., y ordenó que se fundieran las plaquetas de bronce con este nombre, para ser colocado a ambos lados de la caldera y el número once, que era el número de orden anta las demás locomotoras y que es el que hoy ostenta en su frente.

Cuando esta fue librada al servicio, el primer maquinista que montó en ella para conducirla, fue el Sr. Juan Reobasco a quien acompañó en calidad de foguista el Sr. Tomás Potter.

El viaje se concretó al recorrido desde los Talleres a la Estación Nor-Oeste, y de ahí otra vez al punto de partida.

Desde que "La Criolla", como se le llama entre nosotros, fue puesta al servicio, al cual prestó sus ruedas, agilidad de alas, se creó una aureola de prestigio y superioridad, ganada a fuerza de guapeza en sus sorprendentes y vertiginosas carreras.

Aureola y prestigio que hoy, a pesar de estar casi jubilada en uno de los galpones de los Talleres, conserva en alto en homenaje a la memoria de sus constructores.

El moderno "Motocar" y el "Avión-Ambulancia", la han desplazado del tráfico y el servicio de urgencia; los tiempos han cambiado, ya no la volveremos a ver, quizás más nunca cortar velozmente los campos de nuestro Departamento para llevar junto a su gallarda y romántica figura un médico o una medicina para salvar allá lejos de nosotros a algún ser que sufre o que se muere.

Ayer visité a "La Criolla" en su galpón de descanso, que está junto a una viejísima máquina inglesa, pero de nombre criollo, de nombre nuestro: "La Salteña", las observé y me pareció que la una y la otra eran más que antiguas compañeras, eran hermanas en el esfuerzo y en el bien, con el que se ha forjado esta dicha y esta satisfacción que gozamos hoy para vivir en este pedazo de suelo patrio, de cielo azul y sol brillante, en este Salto de nuestro amor de los amores.

Al abandonar el galpón, al despedirme digamos así, de "La Criolla" y "La Salteña", una honda emoción embargó a mi espíritu y un recuerdo dulce y encendido trajo hasta mis retinas las figuras de aquellos hombres que por sus obras fueron y seguirán siendo.

 

crónica de Eduardo S. Taborda

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