Inmunidad planetaria. De la Utopía a la Inmunidad

Prefacio

Desde la Antigüedad Clásica, profetas ejemplares e iluminados, han tratado de descifrar los secretos signos del futuro, ora apocalíptico, ora bienaventurado. Todos, absolutamente todos, coinciden en la necesidad humana de descubrir una dimensión de índole espiritual. 

Los signos que marcan la dimensión espiritual se interpretan con la curiosidad mágica, el temor a lo incierto, inesperado, desconocido y fatal; de ahí el interés que despierta la futurología, la lectura de la borra del café, el auge desmedido de la ciencia-ficción, el tarot marsellés y las ignotas prácticas astrológico-astronómicas de Pitágoras.

En estos tiempos, a fin de mes, a fin de siglo y a fin de milenio, curiosamente nos encontramos amenazados por el descreimiento de los valores del alma, por la incertidumbre agnóstica y la desorientación trascendental. Por este motivo debemos recordar que la antiquísima sabiduría china nos enseña, que a través del yin y el yang todo se transforma permanente y planetariamente, así como la visión de una crisálida los transportaba a la imagen de la celestial mariposa. En la Edad Media se elaboró la conocida teoría cíclica universal para explicar el origen de los terribles enconos y pestes mortales que castigaron Europa.

Desde entonces las clarividentes Profecías de Nostradamus parecen señalar la certeza de las periódicas adversidades planetarias, ideas muy discutidas por otros estudiosos que leyeron de manera diferente los inexplicables eventos. Únicamente una interpretación adecuada y honrada de los textos clásicos hubiera evitado esos tristes períodos de oscurantismo y Apocalipsis, que parecen inevitables. 

En el interior de la teoría cíclica tenemos desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, dos corrientes de pensamiento que se mezclan y se separan alternativamente: la alquimia hermética y la hipótesis científica.

Hoy, se advierte una etapa de fusión sin precedentes. La alquimia y la ciencia convergen en una nueva etapa espiritual que comienza a conocerse con el nombre de Era Inmunitaria, concepto que es necesario explicar y divulgar. La Era Inmunitaria comprende tres aspectos que hemos incluido en esta obra:

1. La dimensión social
2. La evolución personal o saber intelectual
3. El nivel suprapersonal o relativo a lo cósmico y espiritual.

El saber laico o científico de Comteª depositó la confianza en la superación del saber profético y mitológico.

Este autor establece las etapas evolutivas del conocimiento y las llama mitológica, metafísica y científica.

Esto produce una nueva superchería: el exuberante orgullo intelectual. Puede afirmarse, con absoluta certeza, que el error del saber laico o científico es consecuencia de tres factores: el orgullo intelectual desmedido, el materialismo ingenuo y la interpretación errónea de textos clásicos. Son estos tres elementos los que se unen para configurar el escepticismo agnóstico o el descreimiento espiritual, y los que traen como consecuencia el inevitable olvido de la sabiduría tradicional. 

Superados los dos primeros obstáculos, y a partir del nuevo respeto por los textos clásicos, se produce poco antes del año 2000, una fusión espiritual sin igual en la Era Inmunitaria que tiene relación con la práctica del rito esotérico y sus partes constitutivas: la iniciación, la concentración y la iluminación. 

La revitalización de la energía de índole espiritual en el campo de las relaciones humanas, viene a proyectar nueva luz sobre la dimensión mística, que los estudios científicos emprendidos en nuestra cultura habían tradicionalmente desdeñado.

La actual crisis de los valores sociales, espirituales y místicos, exige una inmediata búsqueda de la verdadera sabiduría milenaria para evitar su uso mezquino y profano. A modo de ejemplo, sabemos que sobre el poder de las pirámides se han entretejido legendarias historias en las que se incluye todo tipo de desgracias y muertes insólitas en el interior de los monumentales recintos sagrados del antiguo Egipto. La creencia se apoya en que una pirámide refleja e incrementa la energía del campo magnético terrestre, las ondas cósmicas y las microondas solares. Esas ondas vibrantes extrapiramidales penetran en el interior de la cámara real y, la propia forma de la pirámide hace converger los iones en estado libre. Este poder de concentración de la energía del cosmos absorta en la estructura geométrica y mágica de la pirámide, ha sido visto con desconfianza por la ciencia de los siglos posteriores, que en lugar de penetrar en su misterio, eligió caer en los brazos del escepticismo ingenuo y orgulloso, que produjo de modo inevitable la decadencia de la gran cultura egipcia. 

En el Antiguo Egipto faraónico, existió un período de gran crisis social y espiritual. Entonces, se creyó que la era de las pirámides llegaba a su fin. Es esa una época de desintegración de la autoridad del gobierno, y ocurre a fines del tercer milenio a.C. La decadencia había sido vaticinada en claras sentencias de los sabios y en comentarios de los profetas sociales cuyos escritos han sido divulgados en las últimas décadas. El profeta Ipu-wer describió con sabiduría la crisis del estado y la ineptitud del rey. La anarquía era la norma común en la región del Nilo, hasta llegar incluso al desvalijamiento y saqueo de las tumbas de la familia real. Ipu-wer describe el desolado estado de cosas que sus triste ojos contemplan:

He aquí que ahora se ha llegado a hacer algo que jamás había ocurrido por largo tiempo: el rey fue llevado por hombres pobres.
He aquí que quien fue enterrado como un halcón yace ahora en un simple féretro. Ha sido evacuado lo que la pirámide ocultaba.
¡En verdad, las oficinas públicas están abiertas y sus documentos son leídos!
¡A la verdad los documentos de los escribas de la esterilla han sido retirados! La provisión de granos de Egipto es ahora un "ven y lleva" sin control.

Sorprendentemente, en el siglo VI a.C., inmerso en una época y en una cultura muy diferentes, el legendario sabio taoísta Lao-Tsé, comenta amargamente la patética realidad de una situación semejante a la egipcia: 

El que inaugura una institución establece sus diversas funciones. Una vez establecidas las funciones hay que parar su multiplicación. 
El que sabe parar a tiempo esta multiplicación puede conjurar cualquier catástrofe. 

Es fácil percibir que ambos autores dan cuenta de las consecuencias de una conducta signada por la negligencia espiritual, que provocando la ira de los hados, se traduce en diversas y trágicas calamidades, repetidas desde los tiempos más remotos hasta la actualidad. Para evitar esta poco consoladora perspectiva, querido lector, es que dedicamos este libro a reedescubrir los orígenes primigenios de la noción de Inmunidad. 

Estos ejemplos nos enseñan que el ser humano solamente cobra su profundo sentido esencial cuando participa de modo activo en distintas prácticas espirituales. Esto forma parte de una necesaria identificación cósmica, primordial e inevitable, que trata de lograr la más armoniosa integración de los estadios familiar, laboral y afectivo. 

Es imprescindible atenerse a una lectura atenta, así como también a la realización de los ejercicios propuestos a lo largo del libro, para lograr una mejor armonización universal y cultural, mediante la cual Usted evolucionará y conseguirá alcanzar el estado de absoluta y exitosa inmunidad. 

Asumiendo que vivimos en una dimensión universal recuperamos del Antiguo Saber las etapas básicas en la evolución interior humana: iniciación, concentración e iluminación, tratando al mismo tiempo de estudiar la história filológica del término llamado Inmunidad Planetaria.

A tal fin hemos reunidos en el presente trabajo los temas que han preocupado a los más diversos sabios y también, al hombre común. También, exponemos antiguas y modernas técnicas de aprendizaje para enriquecer nuestra existencia. 

De modo consecuente en este libro se presenta una amena y sencilla guía vivencial para la práctica cotidiana así como para las reflexiones personales y espirituales.

Doris Summer - Glenn Scott

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