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Filosofía
 

Meditación sobre la mano


por Mario A. Silva García

 

¿Don recibido o conquista liberadora? La reflexión y las conclusiones del hombre sobre sus manos definen una concepción sobre su propio origen, su razón de ser, su destino último.

Los filósofos han buscado muchas veces encontrar el rasgo distintivo por el cual el hombre es lo que es. Surgen así definiciones antropológicas diversas. Prescindo ahora de lo que constituiría lo humano y, como Unamuno, desconfiando de Terencio, quiero referirme al hombre y no a lo humano, que me parece sospechoso.

Adelanto la intención: quiero mostrar la significación que la mano, que las manos, tienen en la existencia humana. Entiendo por tal su rasgo específico, no sustituible por ninguna prótesis, por ingeniosa que sea.

Cierta vez leí que Wiener, genio de la cibernética, en medio del ocio a que lo condenó una fractura, se planteó seriamente este problema: cuando un hombre ha perdido un brazo o una pierna ¿es posible reemplazar la actividad perdida de los músculos por una actividad mecánica? Contestaba afirmativamente, ya que cuando un hombre pierde una mano, la mayor parte de los músculos que la gobiernan no están en la mano misma, sino en el antebrazo, y como siguen existiendo puede extraerse de ellos una actividad eléctrica, potenciales de acción muy pequeños que se pueden amplificar por medio de transistores. Omito los detalles técnicos, pero sí señalo que la idea fue realizable.

No sé por qué, o por lo menos no lo supe de inmediato, recordé un cuento fantástico de G. de Nerval, que se llamaba La mano encantada. Según su autor estaba inspirado en una receta de Alberto Magno para lograr un amuleto que haría que las barreras cayeran, que las cerraduras se abrieran y que las personas permanecieran inmóviles. Debía tratarse de la mano de un ahorcado que la hubiera cedido por un pacto previo. El cuento narra cómo la mano, con su brazo que había realizado acciones extrañas inexplicables en vida, separada del cuerpo por el hacha del verdugo, seguía viva.

Vagamente advertía algo común en ambas lecturas, algo así como un imposible realizado.

El proyecto de Wiener consagra el principio de la mano-utensilio. ¿Lo es realmente? Cierto que Hegel habla de la formación de la mano como un instrumento absoluto. Pero ¿no hay cierta contradicción en hablar de “formación de un instrumento?

El problema no es nuevo. Ya en la Antigüedad sostuvo Anaxágoras que la posesión de las manos era la causa de que el hombre fuera el más inteligente de todos los animales. Y Aristóteles lo rectifica, diciendo que era más racional afirmar que la dotación de manos era la consecuencia, más bien que la causa, de su inteligencia mayor. Para él no era un órgano, sino que servía como muchos; órgano, pues, de ulteriores instrumentos. Señalaba también su similitud con el alma; como la mano era el órgano de órganos, el intelecto era forma de formas (eidos eidon).

Hay ahí una palabra que es expresión de una visión científico-filosófica. La mano es una dotación, un “don” que ha sido dado al hombre.

La mano: ¿dotación o conquista?

Propongo que consideremos la posibilidad de que la mano sea una adquisición, un logro. Los antiguos (no sólo Aristóteles) atribuyeron a la naturaleza ser responsable de ese don, del que se desprendía la posición excepcional del hombre. La naturaleza, sin rostro y sin manos, creaba. Del mismo modo la tradición hebrea distinguirá el basar (crear: reservado a Dios) y el iatsar (modelar: reservado al hombre). Eso nos permite hallar la diferencia entre natural y artificial. Pero la idea de dotación tuvo una supervivencia prolongada. Junto a ella, la dotación de la razón; el hombre tiene rasgos propios, con los cuales ha sido dotado y que lo diferencian de otros seres vivos.

Ya se sabe que las historias y las .genealogías son peligrosas. Pueden descubrir orígenes humildes en lo pretendidamente noble. Pero ¿no puede hablarse de una génesis de la mano?

El evolucionismo parece creer en ella, y en ese sentido constituye un profundo gnosticismo del tiempo (Le Brun). Pretende informarnos de lo que pasó y acaso del futuro de nuestra especie. Establece así la primacía de Homo faber sobre Homo sapiens.

La mano aparece pues como un órgano de liberación, apartamiento de un medio en el cual el animal está inmerso, hacia la creación de un medio, de un mundo. Esa creación nos llevará al organismo social. Se ha insistido mucho en la condición de invalidez, de indefensión, que soporta el hombre al entrar al mundo, y se ha mostrado cómo la sociedad constituye un inmenso útero en el cual ese prematuro irremediable completa su desarrollo. Pero la sociedad también es obra humana y el hombre es obra de su mano y autor de su mano. Creo del caso mencionar la célebre, metáfora estoica, aquella de Zenón de Cleanto. La mano abierta simboliza la representación; al contraer los dedos el hombre logró el asentimiento; al cerrar el puño llegó a la comprehensión y al enlazar con fuerza ambas manos logró la ciencia. Comienza así la larga historia de ese apoderamiento de la realidad al cual aspira el pensamiento humano.

Meditación sobre la mano (II)

“En todo contacto surge una sustancia, cuya eficacia dura lo que dura el contacto”.
Novalis

Comencemos con la narración de un mito. De los mitos, como diría mi estimado amigo Müller, se puede desprender una enseñanza. Este concierne al centauro Quirón. Famoso por su sabiduría, había nacido inmortal y, aunque solitario, era amigo de los humanos. Curó a Aquiles y también se ocupó de la educación del héroe. Su nombre, Keiron, significa mano; ella poseía la virtud de curar. Quirón fue herido por Hércules, cuya mano representaba todo lo que es posible hacer, incluso matar. Hércules despojó al mundo de los monstruos depredadores, que hacían peligrosa la vida, y lo tornó habitable. Pero su mano hirió con una flecha a Quirón; herida incurable incluso para el mágico centauro. Quirón no podía salvarse a sí mismo y no podía morir. Finalmente, Prometeo tomó su lugar.

A partir del mito, la meditación sobre la mano se bifurca.

El primer tipo de manos emprende el camino que conduce a la técnica y a la dominación paulatina de la naturaleza. Encadena y destruye, hasta donde es posible, lo monstruoso. Es órgano extraordinario —señalaba Valery— en que reside casi todo el poder de la Humanidad; allí está lo que posibilita contrariar el curso de las cosas. Prolongada a veces en utensilio, con residuos de un mundo ha construido otros. Ahora mismo, mientras escribo, veo la traducción de pensamientos en letras gracias a la mano. Noto cómo ella puede abrazar cualquier forma: su infinita plasticidad aprovecha la plasticidad de la materia.

Manos en las cuales hay una relación casi absoluta con la materia: las manos del artista. Representadas a veces por él mismo, son acaso el más fiel autorretrato. Cuando Rodin crea La Mano de Dios, ¿no se trata de su propia mano, modelando formas en íntimo contacto con el material informe?

Hay una filosofía que surge de la mano; una que afirma la realidad, en cuanto ella opone resistencia. Refuta el idealismo y se opone a aquella surgida de la visión, que tal vez no maneje sino fantasmagorías, ilusiones.

El segundo tipo es producto de una proyección que el hombre hace y de la introyección de ese mismo poder. Múltiples veces se representó —violando el principio de abstinencia con respecto a la figura de Dios- su Mano, aquella que es capaz de crear, de castigar, de salvar. La Mano Sagrada. Aquella que se aproxima a la mano del primer hombre en la obra de Miguel Angel. Hay una cierta distancia entre una y otra. ¿Qué ocurre en ese fragmento de espacio, cómo se cumple esa acción, que despierta al hombre a su humanidad?

Luego el hombre se apropió de ese poder y lo simbolizó en la mano; el poder que permite el dominio sobre las cosas y las voluntades.

La mano pasiva

Lo anterior concierne a la mano activa, pero existe también la pasiva; aquella que se extiende abierta, cuya palma se exhibe y donde se adivinan textos ocultos. En sus glifos, en sus montes, en sus hendiduras, se lee un pasado y un futuro. Los quirománticos preferían hacer sus predicciones sobre la mano izquierda. Más intacta, más natural, conservaba el texto destinal. ¿No es ése el tema de la naturaleza y la cultura, el que está en la dialéctica de las manos? Si en la mano izquierda se leía la historia del individuo, en la derecha se lee la historia de la especie...

Sea como fuere, en la mano está escrito el destino del hombre. Algo subsiste. del poder sobrenatural que se le otorgara. También el hombre intenta el camino de la salvación por medio de las manos. La mano, parte de su campo anterior, con el cual culmina el proceso de hominización, que arranca al hombre de la animalidad. El quiromántico se restringe a lo que el hombre fue o será por obra de una fuerza misteriosa. Hay allí una historia preformada. La reflexión sobre el hombre descubre una historia que se hace; y el hombre mismo es quien la hace.

Hay también un tercer modo: la expresión. A veces sustituye al lenguaje y es ella misma lenguaje. En él adivinamos la vivencia. La expresión nos ubica en el campo de lo interhumano.

A ese campo pertenece también, y acaso sea su manifestación esencial, la mano implorante. En su oquedad anida un ansia que sólo superficialmente busca la dádiva en su materialidad. Más profundamente, más universalmente diría, anhela que todo don traiga engarzada una porción de amor. Un aspecto de la dádiva satisface el requerimiento del haber; el otro, el requerimiento de ser y de colmar un vacío.

 

Ensayo de Mario A. Silva García

"Jaque" Revista Semanario - Año I Nº 23

Montevideo, viernes 11 de mayo de 1984

Digitalizado y editado por el editor de Letras Uruguay el día 9 de mayo de 2017, hasta el día de la fecha inédito en la web mundial

Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com / facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce 

 

 

 

 

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