Tiro penal

Catorce yardas.
O sea: ocho metros para el peligro,

Una tarde en el "Saroldi".
cuando el arbitro medía los pasos
y el golero temblaba, como siempre tiemblan
los goleros, nosotros apretábamos los dientes
contra el cielo de sábado.
El nueve de ellos y nuestra mala suerte en su
botín izquierdo.
                        O acaso la ansiedad en el
borde del área.

Y luego ese shot que ya nos tapará los ojos
como en una línea de cal.

El poema se cierra con un tiro de muerte.           

Elder Silva

De Fotonovela-Canción de perdedores

El País Cultural N° 367
15 de noviembre de 1996

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