El canto de la sangre

poema de Clara Silva

de "La cabellera oscura"


Obra sin título de Eduardo Vernazza (Uruguay) [1]

Imagen gentileza de

http://eduardovernazza.blogspot.com.uy/

 

 

Viajera de la muerte —ciega vida—

yo te llevo encerrada en mi garganta

como aquel río abovedado

sobre el que una ciudad se desenvuelve

y levanta su historia,
                               estremecida

de continuo, al grito de su presa.

 

Templo oscuro
para las ceremonias del origen,
acuden desde lejos,
a situarse en sus piedras señaladas,
las máscaras de tu resurrección perecedera,
trayendo en las mudanzas del vestido
las edades del tiempo.

 

En su aire enrarecido

la paloma se quema;
y en un tumulto sordo de agonías

ya se torna pantera,

su inocencia cebada

en hartura de extraños alimentos.

 

Viajera sin destino —ciega muerte—
fecundando el azar de una morada,
yo he seguido tus huellas en la memoria de una voz,
y sólo sé de ti ese espacio nublado
que hay entre tu alta torre y mi ventana.

 

Allí empiezan los varones de mi sangre

y las mujeres con sus vastos vientres,

pilares de mi sombra.
Un mar latino

abraza mi morena
                         raíz.
Colinas de olivares se recuerdan

en la curva ceñida de mi cuerpo.

 

Vagos, remotos pueblos de habla extraña

habitan tu caliente geografía.
Un áspero brevaje de conquista
dispersa como un viento las simientes antiguas.
A los ríos auríferos,

a los inmensos bosques
                                 de caoba,

se va la dura flor de los linajes.
A saco las ciudades

—quebrada su cintura—

hendidas las doncellas
                                indias.
Pero tu fuego, boca
que busca la respuesta de otra boca,
levanta la fortaleza de los nombres;
y cachorros ardientes para las tierras nuevas
amamantas.

 

¡Ah!, pero más allá de la cortina

que cae violentamente sobre el tiempo,
—en la desconocida noche de los amantes—

¿dónde empieza tu fuente

de adámica frescura?

 

¿En sirena traída sobre espumas,

recogiendo en la rosa de su ombligo

el amor de las aguas a la tierra?...
¿O se enciende tu hoguera

de dos torsos heridos

por el rayo de un dios
                               desde su nube ?...

 

Padre, Madre,
que, en lecho sosegado
mi columna de humo levantasteis,
de aquel antiguo río turbulento,
que trazó el taciturno color de sus fronteras,
de la corriente inmigratoria de los muertos,
sólo queda,
               varada
bajo la noche austral y sus constelaciones,

esta sombra, este sueño,
                                 —de tu tronco
las venas clausuradas—

y esta voz,
un clamor desesperado

de no dejar de ser,
                           en la supervivencia
de su canto.

poema de Clara Silva

de "La cabellera oscura"
Colección Paloma
Editorial Nova - Buenos Aires - 1945

 

[1] Ver, en Letras Uruguay: El arte cinético de Eduardo Vernazza (artista en movimiento y conmovedor), por Nathalie Roelens

Profesora de Teoría de la Literatura Francesa y Francófona (Universidad de Luxemburgo)

 

Ver, además:

 

              Clara Silva en Letras Uruguay

     

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