Canto al maestro

poema de Fernán Silva Valdés

 

      Maestro:
sembrador que viertes en mi sangre

—por el surco del ojo y del oído—

la palabra y el acto y el ejemplo;

verbo y libro,

semilla de semillas
para la maravilla del broto sobre el broto

del broto sobre el niño.

 

      Maestro: .
yo no quiero decirte cuatro frases corrientes,
conceptos repetidos

de lo que te debemos

los hombres, los niños...
yo no quiero decirte lo que todos sabemos,
eso que se declama en los banquetes al oficiar el vino
y entra en la acústica de las copas
como entra en los oídos...
yo quiero decirte —maestro, maestra
eso mismo, eso mismo,
pero con palabras jerárquicas,
a punta de canto y de ritmo.
Yo quiero decirte, maestro, maestra,

como un canto secreto, así, al oído,

que sueles ser más padre y más madre

que los padres mismos.
¡Cuántas veces los padres,

luego de haberlo sido

fatalmente una vez _
por mandato supremo de Cupido,

olvidan su misión
y te entregan un hijo
cual sacándole el cuerpo al sacrificio,

y entonces tú, palpando la tragedia

que abre sus alas por detrás del niño,

le das calor de números y letras,
¡pero por sobre todo, de cariño!

 

      Maestro de todos los días,
con ganas y sin ganas, con calor o con frío;

con sol o con luna, con luces o con sombras;

campeón sin horario ni tiempo fijo;

maestro total a toda hora;
maestro hasta en el sueño, hasta dormido;

marinero perni abierto sobre la proa

despejando las rutas que aclaran los destinos,

los destinos tuyos —hombre de la calle—

que se están prolongando en tus hijos.

 

      Maestro:

sembrador sin ruido,
el que envejece y muere sin recoger el fruto

de su sacrificio,
el que siembra semilla de cultura
y riega el surco con lágrimas como la aurora lo riega con rocío;
si el año se siente generoso
por el hecho de haberte regalado un día,
yo digo; yo canto, yo grito:
que el día del maestro no es un día,
mentira,
¡porque son los trescientos sesenta y cinco!

 

      Maestro:
sembrador en la carne que aun no es tierra;

sembrador en el broto que aun no es flor;

sembrador en el hombre que aun no es hombre,

sembrador en el cielo que aun no es cielo,

sembrador en el ángel,

sembrador en el ángel...!

 

      ¡Maestro:
¿dónde guardas tu cosecha que no es tuya,
de todas las horas, de todos los días, de todos los años...
Tu cosecha es sagrada, se denomina: Pueblo

Tu granero es inmenso, se denomina: ¡Patria!

poema de Fernán Silva Valdés

Publicado, originalmente, en: Revista Nacional: literatura, arte, ciencia / Ministerio de Instrucción Pública Año 6 Nº 70 - Montevideo, octubre de 1943

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/64128

Ver, además,

             Fernán Silva Valdés en Letras Uruguay

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