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Memoria y olvido
Exposición realizada a estudiantes de periodismo del noroeste del Chubut en junio del 2006

Julio Saquero Lois
jslois@gmail.com

 
 
 

Los premios y los castigos

 

“Los Premios”(1980) es, a mi juicio, una de las novelas más interesantes de Julio Cortazar,  aunque se la considere por buena parte de la crítica, como una obra menor. El viaje será un tema recurrente en su literatura y en su vida, línea que tendrá su punto de inflexión en la crónica atemporal que tituló “Autonautas de la Cosmopista” al fin de su derrotero.  En Los premios se narra la historia de un grupo de gente de clase media que gana una lotería turística. El premio consiste en un crucero de placer. El único problema que se le plantea a los ganadores  al momento de embarcarse, es que  no conocen a  los organizadores,  el nombre del barco, la duración de la travesía, ni el destino final. Ante las dudas que surgen, todos optan por callar,  confiar en su buena estrella y  embarcarse. En el barco, el Margenta Star, todo está resuelto para que la pasen bien. Y salvo la prohibición de que ningún pasajero debe, por ningún motivo, poner los pies en la cubierta superior,  todo parece bien encaminado para el disfrute de la travesía.

 

El barco navega, los pasajeros se acomodan a su nueva vida: cada uno opera según su fantasía y emite sus hipótesis acerca de la ignorancia del destino que les aguarda. Cada cual sueña en un paraíso distinto (en el Mediterráneo, el Caribe u otro). Nadie, salvo un personaje marginal, un obrero, “el pelusa”, que parece no encajar en la situación y pregunta  lo que nadie se atreve a preguntar: ¿adónde vamos? ¿Qué ocultan en la cubierta superior?

Estas dos preguntas desencadenarán la tragedia y el desenlace final de la historia: tres pasajeros se atreven a ingresar en la zona prohibida y uno es asesinado por ello .El  Comandante decreta una epidemia de tifus a bordo, suspende el crucero y los pasajeros deberán regresar a Bs.Aires, tres días después de haberse embarcado, en un hidroavión de la prefectura naval.

 

Los pasajeros amargados y enojados con los integrantes del grupo que consideran responsables de su frustración por haber transgredido la orden, regresan a la ciudad y se reencuentran con sus amigos y familiares. Todos hablan maravillas del crucero que realizaron, nadie menciona el asesinato. Han preferido la versión oficial: solo se trató de una epidemia de tifus y un contagio grave. Todos parecen haber olvidado lo que sucedió a bordo. Y la vida continúa hasta el próximo concurso, podría inferirse.

 

Cortázar en el 76, cuando el golpe militar de Videla, ya no vivía en Argentina. Y su novela la había escrito en los años sesenta. Citar su libro y sostener que tiene algún vínculo con la realidad que impuso el régimen genocida  es puro abuso y atrevimiento de mi parte, por lo tanto.

 

Pero se me ocurre que a algunos de los que formamos parte de la generación del 70 se nos ocurrió plantear la pregunta incorrecta: ¿hacia dónde vamos?  y además, tratar de incursionar en la cubierta superior del barco para saber por qué se había clausurado su acceso. La historia argentina en su versión oficial, represiva, elitista, marginadora, explotadora, oligárquica, estaba siendo cuestionada. Y cuestionada desde sectores que no estábamos invitados a la fiesta.

 

Consecuencia: Hubo 30.000 desaparecidos y se obligó al país a regresar al pasado sin disfrutar del paraíso prometido. La imagen del ángel con una espada flamígera expulsando a Adan y Eva, personajes que osaron desafiar el poder omnímodo del Dios de Israel, debe haber pasado sin duda por  la mente de más de uno de los cómplices de Videla. Ellos, los dictadores militares y sus cómplices civiles, se sentían imbuídos de una misión divina sin duda y querían purificar a través del fuego y de la sangre, nuestra tierra y sus habitantes.

 

 

El descenso al infierno

 

Perdonarán que haya comenzado mi exposición  con esta metáfora de Cortazar, pero es lo que mejor se me ocurrió para plantear el tema de la Memoria y el Olvido. Uds. están investigando, como estudiantes de periodismo, un tema que nos afecta a todos, nos moviliza interiormente y que no tiene mucho margen para la explicación académica: la desaparición de una persona en El Bolsón en los años de la dictadura. Uds. empiezan entonces a transitar por picadas, ya que no caminos, que se han ido abriendo en nuestra tierra argentina y en toda América Latina, a través de luchas personales y colectivas,  de lágrimas, bronca y persistencia en busca de la verdad , la justicia y la reparación. Se intenta saber algo acerca del  asesinato de familiares, amigos y compañeros realizada por la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia. Las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo son quienes mejor representan ante el mundo y ante la historia esta búsqueda desesperada y dolorosa de la verdad, donde cada hallazgo de una tumba, de una osamenta, de un torturador emboscado, de un hijo o nieto con identidad adulterada, no es solo una victoria de la fe y la esperanza, sino que también significa  el bajar a un nuevo círculo del infierno donde la abyección y la vileza de la degradación humana no parece tener límites. Todo resulta incongruente y grotesco cuando uno lo observa treinta años después. “Eso no pudo ser, no pudo darse entre nosotros, exageran”, parece que oigo decir desde algún lugar. “Y si sucedió, ellos, los desaparecidos, se lo buscaron ciertamente…”

 

¿Qué justifica el ensañamiento contra Priebke? ¿No era ese señor alemán septuagenario extraditado a Italia hace unos años, un buen vecino de Bariloche, buen padre de familia,  correcto directivo del colegio “Primo Capraro” y de la universidad privada más prestigiosa de la ciudad? El ex oficial nazi pasa de una situación burguesa confortable en la élite barilochense, a la cárcel de Roma, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, es decir, imprescriptibles (Doscientos ciudadanos fusilados en las Fosas Ardeatinas por su orden durante la ocupación nazi de Italia).

 

¿Qué nos justificaba  cuando hace un par de años exigimos  se declarase persona no grata en nuestra comarca andina  a Havel, ex oficial de la SS hitlerista , “buen vecino” del paraje Golondrinas, que distribuía publicidad neo-nazi en nuestra región e hizo apología de esa doctrina totalitaria en la prensa? ¿Qué justifica que se deroguen las leyes de Punto Final, Obediencia Debida y los Indultos a los genocidas condenados y se intente encarcelar, 31 años después, a los asesinos del 76?

 

Sólo la búsqueda de la verdad y la justicia a mi entender, pueden fundamentar esta persistencia en investigar el pasado. Sólo el considerar que nadie puede atribuirse el derecho a decidir sobre la vida del prójimo. Sólo el considerar que no se puede construir una comunidad humana convivencial sobre el olvido, la mentira y el crimen. Sin una perspectiva ética pluralista y universal respetuosa de la dignidad humana incorporada a nuestra vida cotidiana no podemos hablar de hogar o de patria. Aquí estamos en las antípodas del nacionalismo fascista.

 

Si  atribuimos tanta importancia a la memoria es quizás porque sin ella la vida humana es imposible. La construcción de la personalidad, los hábitos, los aprendizajes, la educación, son imposibles sin la memoria activa. A nivel individual y a nivel social sólo la memoria permite la construcción de la identidad. El acto que traduce la memoria es precisamente el relato del pasado, la biografía individual y la historia colectiva. La memoria social es quizás la forma más elevada de la convivencia social, lo que funda la identidad de un pueblo. No puede haber Nación sin memoria de los hechos que hemos compartido, sin herencia de los proyectos y utopías que nuestros padres llevaron adelante, sin raíces somos sólo como el polvo que se lleva el viento en la estepa que nos rodea.

 

Para Erich Fromm, que analiza como pocos la situación de alienación y conformismo del pueblo alemán en “El miedo a la libertad”, la pérdida de la identidad personal explica la necesidad de conformismo del individuo en la modernidad. Los seres humanos, en general, según su reflexión, no sabemos muy bien lo que queremos, pensamos y sentimos y no nos damos cuenta de que somos propensos  (como los alemanes en tiempos de Hitler) a aceptar cualquier ideología o cualquier líder, siempre que prometan una excitación emocional y sean capaces de ofrecernos una estructura política, y aquellos símbolos que aparentemente dan significado y orden a la vida del individuo. La desesperación del autómata humano es un suelo fértil, dice, para los propósitos políticos del fascismo.

 

Acerca de relatos míticos, religiosos y otros

 

En el relato bíblico y en el cristianismo el relato de la historia del pueblo judío (sus padecimientos, sus rebeldías, sus actos de fidelidad o de traición) son reiterados en cada ceremonia religiosa y celebración desde hace miles de años. El relato de la pasión y muerte de Cristo es el centro de la misa o eucaristía, llamada también el “memorial” del drama vivido por el Mesías.

 

Sin el ejercicio permanente del “recuerdo” el cristianismo, el judaísmo o el islamismo, como religiones,  no existirían.

 

El recuerdo del genocidio perpetrado contra el pueblo judío por el régimen de Hitler, se mantiene de generación en generación: la historia no  debe olvidarse y no se permitirá que se repita mientras exista el pueblo israelita, parece indicar.

 

Hace algún tiempo Osvaldo Bayer, periodista y escritor patagónico, nos contaba en una charla que dio en un colegio secundario de El Bolsón, los pasos que siguió para reconstruir la trama de su novela “La Patagonia Rebelde, que finalizó siendo el guión de uno de los films más emotivos de la historia del cine nacional. Él investigó un hecho paradigmático de nuestra historia,  a partir del contacto con  vecinos que “verbalizaron” su memoria de los acontecimientos trágicos de la gran huelga de obreros rurales patagónicos de principios de siglo y así rescató lo que constituye sin duda uno de los hitos más valiosos de  las luchas de la clase obrera argentina. Sin esa narración, sin ese film, esos   cientos de hombres fusilados por su demanda de justicia,  no existirían más que en una tumba NN en la inmensa llanura patagónica.

 

Una mañana temprano, a poco del golpe de estado del 76, salíamos hacia el trabajo con mi compañera y caminábamos por una calle de barrio del Gran Buenos Aires cuando nos encontramos con algo que no olvidaremos nunca : de lado a lado del asfalto un enorme charco de sangre fresca nos impedía el paso . Pocas horas antes, en la madrugada, nos había despertado una balacera terrible. Al anochecer, cuando regresamos del trabajo, no había ningún rastro, ninguna huella. Nunca ningún vecino hizo un comentario al respecto. Nadie escuchó. Nadie vio. Nadie se enteró.  Nadie dejó constancia de que algo sucedió. Quizás  esta es la primera vez que se hace público…

 

En una reunión  con estudiantes universitarios alemanes en la ciudad de Fribourg a fines de los 70, en la que exponía lo que nos estaba pasando en Argentina durante la dictadura, el diálogo se fue desplazando impensadamente hacia la historia alemana y concretamente hacia la dictadura de Hitler. Eran jóvenes de 20 años. Es decir, nos referíamos a hechos de la segunda guerra mundial protagonizados por sus padres, tíos, abuelos, 40 años antes. Sabían muy poco de “esa” historia. En su casa “de eso”, del genocidio, de la barbarie, no se hablaba. ¿Por qué no se habla aún? Un vecino alemán que integró la juventud hitlerista en tiempos de la guerra (tenía ocho o nueve años en esa época) me dice que hay un fuerte componente de avergonzamiento en lo que se hizo. El mismo no se explica cómo pudo pasar lo que pasó. De hecho no hace mucho me pidió que viéramos juntos el film “La lista de Schlinder” y con su esposa hicieron una especie de catarsis al finalizar: nunca habían hablado de “eso” públicamente. Parecería que podemos recordar fácilmente los hechos gratificantes de nuestra bitácora personal, no así los dolorosos, que fácilmente sepultamos en el inconsciente. Y  esto que podemos verificar en nuestra biografía personal, cuesta  mucho más en la colectiva.

 

Pude vivir algún acontecimiento similar en la España postfranquista: de la guerra civil y de la represión no se  hablaba en familia cuarenta años después y creo que aún no se hace abiertamente. Por lo que pude indagar con amigos españoles, el hecho de la división ideológica se daba no sólo a nivel país, sino al interior de cada familia prácticamente y para evitar confrontaciones dolorosas se había acordado un código de silencio.

 

En el campo de los Derechos Humanos me he preguntado muchas veces el por qué de ciertas militancias ejemplares. Y obtuve algunas respuestas significativas. Una especialmente,  que comparto con uds.

 

En un congreso internacional de educadores me llamó la atención la convicción y firmeza de la militancia de una colega francesa profesora de filosofía. En un momento libre le pregunté dónde había nacido su vocación por la lucha en pro de los DDHH: “mis padres murieron en Auschwitz”, me dijo como toda respuesta.

 

Quizás estoy con uds. hoy para recordar la imagen de un amigo desaparecido, que surgió ante mis ojos desprevenidos, una noche de los años 80, en una foto que llevaba  pegada en la espalda  una señora desconocida, que participaba en la ronda de un grupo solidario con las Madres de Plaza de Mayo en una  ciudad suiza llamada Neuchâtel. Ese hombre, uruguayo, religioso de la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio, fue secuestrado cuando barría, como empleado municipal, una calle de Barracas en Buenos Aires en el 76. Habían pasado varios años, su rostro se me había desdibujado. Hasta que volvió de pronto, de improviso, en una foto, aquella noche. Ya nunca más lo pude olvidar. Se llamaba Mauricio Silva. El también vivió en la Patagonia argentina varios años y  hoy recupera su andar en ustedes, estudiantes-investigadores de periodismo, en esta misma tierra.

 

 

(*) Exposición realizada a estudiantes de periodismo del noroeste del Chubut en junio del 2006

 

Julio Saquero Lois
jslois@gmail.com
 

 

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