Fragancia de melancolía por Julio María Sanguinetti |
Allá por el año 53, en una pesada tarde estival, conocí a Maneco. Para nosotros —Luis Barrios Tassano, Alberto Pérez Pérez, Wellington Melogno, Luis Alberto Solé, Jorge Tálice, mi primo Norberto, Elias Bluth— ya era una figura mitológica: así lo había erigido su ‘'contratapa” de los viernes de “MARCHA” (la parábola vital de Maneco empieza en una contratapa histórica y termina, 30 años después, en otra igualmente histórica, en un semanario fundado por su hijo). En aquella reunión se trató de empezar un semanario batllista, dirigido al Departamento de Canelones. Maneco era el Director y Zelmar Michelini y Teófilo Collazo los principales animadores. Nosotros, la infantería periodística, que se iniciaba, igual que nuestra credencial aún en trámite. Mis primeros artículos —crónicas informativas, deportivas y aún sociales pueblerinas— se escribieron allí; y mi primer maestro, por ende, Maneco. Maestro genial y desordenado, que entregaba a última hora todo, pero era el único capaz —a la vez—y en el vuelo de la máquina— de escribir un editorial político sin par de agudo, una original nota histórica, tanto como una crítica de cine o literatura. En los 30 años que vinieron después, la vida nos juntó y separó varias veces. Aún cuando nos peleamos —que nos peleamos, y fiero, más de una vez— guardamos siempre —ambos— un rincón en el corazón para el otro. Como se ha visto. Era el 9 de febrero de 1973. El país estaba conmovido por la primera irrupción militar de su historia contemporánea. Yo venía con Don Luis Hierro Gambardella y otros amigos, en una camionetita que manejaba Eduardo Paz Aguirre, de una difícil entrevista con el Presidente Bordaberry. Nos detenemos a comprar cigarrillos en un bar de Carrasco, cuando veo a Maneco dirigirse al auto, con dos de sus hijos detrás. Nosotros estábamos enemistados, y habíamos tenido un sangriento duelo a sable dos años antes. Naturalmente me puse en guardia, con los sentimientos bastante confundidos (Maneco siempre venía de frente, pero nadie podía preverlo, en nada). Se dirige a mí, que estaba sentado detrás y me dice: — Julio, pasaba por aquí, y quería decirte que mis hijos que están aquí, quieren reconciliarse contigo, y que yo tengo ganas de saludar a Marta... Bajé, le di un abrazo a los muchachos, después a él y al día siguiente estaba en mi casa tomando un café. Hombre grande... Por el 55 o 56 un día Maneco escribe en Acción un suelto duro contra César Batlle. Luis Batlle, enfrentado con su primo políticamente pero a quien quería —y sobre todo respetaba— profundamente, se indigna con Maneco y le dice que no escriba más en el diario. Todos, desolados. A la semana, un tímido intento de reconciliación, en la rotisería de El León, donde Don Luis solía tomar su whisky antes de almorzar, fracasó con sólo un gesto. Seguíamos desolados. En eso, baja Wanderers a la Divisional B. y Maneco, wanderista igual que Luis Batlle, escribe —de “contrabando”, un artículo en la página deportiva de Acción. Por supuesto, Don Luis lo leyó —como era de prever— y por supuesto se emocionó con el artículo —digno de su autor— y por supuesto largó el diario con una carcajada, cuando en el párrafo final se dio cuenta del autor. Porque el último párrafo, antes de la firma de SALVAJE (que era el seudónimo humorístico de Maneco), decía algo así como: “Viejo y querido Wanderers. Vos bajás a la B. Yo sé lo que es eso, porque también bajé. Pero luchemos juntos, que ya subiremos de nuevo... ”. Hace unos días llamé a Maneco. Lo veía tan bien, en la cumbre de su lucidez intelectual, que le hice un ofrecimiento: la Embajada en París y ante Unesco. Agradeció emocionado. Sé que fue su última alegría. Y es —para mí— un melancólico consuelo. Fragancia de melancolía que dijera Rubén... Sin duda hubiera hecho historia. Una de las pocas que le faltó escribir. Un día a Maneco se le ocurrió escribir una obra de teatro y dicen Juan Carlos Onetti y Luis Hierro que es de lo mejor que han leído. (Por supuesto, el original nadie sabe a dónde fue a dar). Otro día, Luis Batlle precisaba alguien que polemizara radialmente con Nardone, caudillo ruralista que le había declarado la guerra al Batllismo. Allá fue Maneco. Fundó la “Hora de Lucha Colorada”, con la Diana de Palleja de encabezamiento y su voz, su ronca voz, que llegó a hacer delirar al otro medio país rural que no seguía a Chicotazo. Una tarde se peleaba con los herreristas, en la Cámara, y él los acusaba de haberse “dado vuelta” en no sé qué asunto. En una réplica les lanza: “Acepto que el herrerismo es consecuente consigo mismo y leal. Por eso cambia todos los días de posición. Porque el día que dejara de cambiar, habría cambiado... ”. Casi lo matan, por supuesto. En cierto momento de su vida, se lanzó a la pintura. Llegó a hacerlo más que decorosamente. Por ahí andan unos cartones muy bien entonados con reminiscencias torresgarcianas. Como humorista, en su tiempo, fue una cumbre. El Salvaje de El País o de los libretos de El Espectador, sólo podía rivalizar con el inmortal Jess de Pelo-duro. Hay que buscar esos artículos, para esa antología que le debemos todos y que hay que publicar. Qué Maneco... ¡Qué despliegue de talento! Rutilante, como fuegos artificiales... Se podría uno pasar la vida haciendo cuentos, recordando episodios, debates históricos, polémicas memorables, luchas políticas quijotescas que sólo él era capaz de animar aún cuando estaba seguro de un resultado adverso... Hoy, basta con decir que si alguien no vivió en vano fue él. Y que si alguien supo morir, preanunciando su fin dos o tres años antes, y sublimándolo a un nivel wagneriano, fue él. Y que si en fin, en tantas cosas para las que estaba dotado, pudo hacer más, alcanza con los bocetos que nos dejó. Porque pocos han soñado como él y —mucho menos — podido escribir tan bellamente esos sueños. Que es un modo de hacerlos realidad. |
por Julio María Sanguinetti
Publicado, originalmente, en: Jaque Revista Semanario - Montevideo, 1o. al 7 de marzo de 1985 Año II No. 64
Link: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/6663
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
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