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La rosa de Jericó

poema de Ricardo Sánchez

del libro "Tres Estaciones"
 

En la primer etapa de la vida,
cuando no se conocen desengaños,
un ángel, no cumplidos los quince años,—

murió, —dejando a su mamá afligida.
El alma de la hermosa criatura

que debió, rauda, dirigirse al cielo,

volaba con anhelo

en torno a su modesta sepultura,
pues no se resignaba

a dejar el hogar que tanto amaba,

ni los campos queridos

de los risueños juegos de la infancia,

donde por vez primera juntó nidos

y aspiró de las flores la fragancia.

Su ángel guardián, al verla enamorada

del paraje tan bello en que naciera,-

¿quieres, — le dijo, — en flor ser transformada

y habitar de tal suerte la pradera?...
— Sí, contestóle el alma de la niña.
— ¿Dime, — la flor prefieres
cuyos pétalos tiña

irisado color?... ¿Acaso quieres

ser tulipán?... —Carece de perfume.
¿Lirio? ¿Camelia? -No, de ellas, ninguna

la aspiración más íntima resume...
Anhelo otra fortuna...
— Pide, pues, a tu antojo
lo que te agrade más, niña donosa,

que no por ello sufrirás mi enojo.
— Pues bien; quiero ser rosa,

rosa de Jericó, la que florece

cuando termina la estación del hielo
y solitaria crece

como elevando una oración al cielo.
Y respondióle el ángel admirado:
—A comprenderte mi razón no acierta:

¿quieres vivir en lamentable estado

cuando la madre tierra se halla muerta?...
Los vientos, aún glaciales,

acortarán tu lánguida existencia,

no gozarás las auras matinales

de la estación de amor,—y flor de un día

serás, pobre en esencia...
—No importa, bajaré a la tumba fría

bella y en el comienzo del camino,

mas bajaré dichosa

pues será mi destino

el anunciar la primavera hermosa.

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