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Gladiador
Lautaro Salgado
llautaros@gmail.com

 
 
Porque los dioses se apiadaron, por un instante el tiempo se curvó y 
los caminos se volvieron a juntar.
Una lágrima rodó por su mejilla trece años tarde.
Sabía que lo que fue debió ser y no lo es.
Tomó el escudo y las armas y emprendió la batalla, quizás la última, 
de la que los libros hablarían siglos después. 
Se enfrentó a su destino sin dudarlo, la vida y la muerte van juntas
como una sola.
En el momento menos pensado salió mal herido y de rodillas cayó.
Los ojos se le nublaron, el corazón con cada latido lo desangraba por la herida. 
La eternidad, la nada lo aguardaban.
El césar se puso de pie y ante la muchedumbre el pulgar bajó.
El otro guerrero levanto la espada e hizo un gesto de obediencia.
Antes de descargar el hierro, los dioses no pensaron y le dieron la 
última oportunidad:
El tiempo se cruzó y los años fueron segundos.
Otra vez se volvía a reflejar en los ojos de ella.
Una lágrima rodó por su mejilla y con una sonrisa en los labios, el
metal partió pecho y corazón. 
Y el gladiador alcanzó a susurrar el nombre de ella por última vez.

Lautaro Salgado
llautaros@gmail.com

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