El potro

poema de Carlos Sabat Ercasty

El viento del galope levanta al aire ardiente

la roja crin de llamas, feliz como una antorcha.

Una nube de polvo dorado alzan los cascos

que en la tierra golpean como cuatro martillos.

Las flechas del instinto irrumpen de los ojos

donde ocultos atisban dos arqueros desnudos,

cuyos dardos lejanos abren en la llanura

la huella larga y ágil y audaz de la carrera.

De la grupa a los anchos ollares, el relincho

le tiembla como el bronce solar de los clarines,

izando allí su grito de amor y de triunfo

como una gran bandera de fuego por la pampa.

Con las ancas lustrosas de sol y primavera

las yeguas maternales gozan el aíre tibio,

donde pasa la ola del macho perfumado

de un fuerte olor a carne quemada de deseo.

De pronto se dispersan dando saltos y coces,

embriagadas, ardientes, incontenibles, ávidas,

levantando los cuellos, dilatando los ojos,

y castigando el aire con las colas febriles.

El potro enarca el lomo con un aire de danza

poderosa y alegre, desenfrenada y loca,

muestra el pecho y el vientre alzándose en dos patas,

se inclina luego y muerde la tierra enardecida.

Pasa el viento de fuego por la llanura vasta.

Todas las yeguas corren en el viento salvaje.
El potro se decide sobre una hembra negra...

y las otras galopan hacia el frío del agua.

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