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Letras improvisadas en el adiós a Benedetti  
Héctor Rosales

A los pocos días de morir Onetti, pensando cómo se sentiría Mario ante la partida de su amigo, se me ocurrió llamarle por teléfono a Madrid.

 

Atendió Luz, al igual que en otras ocasiones allí o en Montevideo.

 

“Hiciste bien en telefonear. Mario queda muy mal cuando fallecen amistades o familiares. Pasa días y días entristecido, como si fuera otra persona. Le cuesta muchísimo superar estas cosas. Ahora salió, pero cuando vuelva le diré que llamaste para alentarlo. Le daré tu abrazo.”

 

Cuando murió Luz en el 2006 imaginé con terrible claridad las consecuencias.

 

En abril del año siguiente visité a Mario en Montevideo. El entrañable poeta conservaba intactas su calidez y generosidad, incluso retazos de su buen humor, pero en él ya habitaba, definitivamente, aquella “otra persona” que mencionara Luz, un hombre extenuado de luchar contra las despedidas, muy en particular esta última, insuperable.

 

“Fueron 62 años de matrimonio bien avenido”, me comentó temblándole un intento de media sonrisa bajo aquel bigote blanco. Estaba todo dicho.

 

Tengo muy vivas las imágenes del río de compatriotas que acompañaron al cuerpo (ya sin Mario, disperso en cada gota de ese río) hasta el Panteón Nacional.

Muy sentidos los testimonios, los difíciles aplausos, la guerrilla contra el dolor, las convicciones subrayadas, la orfandad general.

 

¡Qué cerca mis paisanos, el humilde orgullo de Benedetti, las fraternales condolencias de otras geografías volcadas en aquel otoño con una esquina rota!

 

Después de las ceremonias, los restos físicos de tan inquieto viajero concluyeron en el Cementerio del Buceo, al lado de Luz. Como debía ser.

 

Cinco días antes Andrés Echevarría me pasaba un video que habían preparado para un homenaje a Benedetti, aplazado en su día, y ayer póstumo.

 

Con una bellísima música de Viglietti cual fondo, diferentes personas leen un poema, luego el intendente Ehrlich se suma con otro texto, y a la postre Mario, en una grabación reciente, lee versos de estos meses del adiós.

http://www.youtube.com/watch?v=D1Lt49qzEBo

 

“Ojalá amemos sin bochorno. Ojalá amemos. Ojalá.”

 

Que así sea, querido maestro, que ya estés en tu Luz. Cualquier horizonte nos confirmará, madrugadora, esa certeza.

Foto: Montevideo, abril 1998 (en casa de Mario)

Héctor Rosales  

Barcelona, mayo de 2009

www.hrosales.com

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