Ponencia presentada en el Seminar on the Acquisition Latin American Library Materials, Arizona State University, Tempe, 26-29 mayo, 2001.

Estereotipos gay en la literatura y el cine (Argentina)

Ricardo Rodríguez Pereyra

En las últimas tres décadas, se han extendido los trabajos de investigación sobre temas referidos a los estudios de género sexual, como producto de una creciente comprensión de la distancia que existe entre los aspectos biológicos y culturales del sexo. Algunos antropólogos comprobaron la inexistencia de un comportamiento universal femenino y masculino en las distintas culturas, si bien todas atribuyen actitudes  y personalidades diferenciales a varones y mujeres. Existe una creencia universal que atribuye bases biológicas de la masculinidad y la femineidad, pero no las características que se atribuyen a uno y otro sexo ni al estilo de relaciones que se establecen entre ellos. Anne Oakley da cuenta de casos de varones y niñas que nacieron sin pene y sin útero pero que desarrollaron una identidad masculina y femenina, porque crecieron en un medio familiar que los formó de acuerdo a las pautas sociales y culturales que corresponden a los criterios "normales" de masculinidad y femineidad.  Las características de personalidad que históricamente se han atribuido a las hembras y a los machos en cada cultura están relacionadas con las funciones que cada uno de ellos tiene en la reproducción humana aunque no son atribuibles totalmente a dicha función. La domesticidad, vinculada con el rol afectivo de protección y contención, es una prerrogativa femenina y la división social del trabajo entre los sexos, su rol en las crianza de los hijos y su lugar en la producción y en la organización política tienen que ver en casi todas las culturas con una cierta división entre el mundo público y el mundo privado. Esto implica modalidades de relaciones interpersonales y vínculos de poder. Diversas teorías dan cuenta de los orígenes de la subordinación entre los sexos, por ejemplo en raíces griegas que relegaban a los siervos, a los niños y a las mujeres al mundo de la casa, de los servicios personales y de los afectos. Otras teorías creen en la existencia de poderes y mundos paralelos, concomitantes con el afuera y el adentro de la vida cotidiana. Las teorías de la subordinación establecen diferencias de jerarquía entre el mundo femenino de la domesticidad y la vida pública de la política y de la racionalidad en la que los hombres priman, por su capacidad de liderazgo y de agresividad desarrollada en el comienzo de la socialización.[1]

Como veremos más adelante, al analizar lo que llamaré estereotipo primario gay, a través de sus representaciones en el cine, el teatro y la literatura, y también en la televisión argentina, es obvio que se tiende a asimilar al varón homosexual con la mujer. A partir de esta forma de estereotipo, se trataría de acomodar todas las categorías de subordinación femenina  al varón homosexual, otorgándole un rango de inferioridad en cuanto al liderazgo y el poder físico y la virilidad, aunque ejemplos de homosexuales célebres como el malogrado actor Rock Hudson, no confirmen la regla de hombre homosexual igual mujer igual afeminado. Esta asimilación con la mujer no sólo proviene de la mirada heterosexual sino que la podemos encontrar en autores gay, tal es el caso del siguiente ejemplo tomado de una novela de Hermes Villordo:

"El me confundía con una mujer; nuestras relaciones tenían no sé qué de parecido con las del hombre y la mujer. Hasta creo que se divertía cambiándome el sexo en el diminutivo de mi nombre".[2]

Algunos personajes de las novelas de Villordo tienen actitudes femeninas tales como ponerse ruleros y vestir batones de entrecasa. Volveré a referirme al tema cuando me dedique al análisis de las novelas del autor.

En varios países, distintas universidades han abierto departamentos de estudios sobre "Queer Theory" a partir de 1991. Por la misma fecha en Argentina la Corte Suprema de Justicia de la Nación había confirmado el fallo de la Cámara de Apelaciones que confirmó la resolución de la Dirección de Personas Jurídicas que denegó la personería jurídica a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). En enero de 1992 luego de un cambio de autoridades se dio trámite favorable a la CHA. Al mismo tiempo, en Canadá, el Ministerio de Inmigración le otorgó el status de refugiado político al estudiante de la Universidad de Córdoba, Jorge Alberto Einaudi, quien había demostrado que por su orientación homosexual, era miembro de un grupo social perseguido en la Argentina. En julio de 1993, el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las Naciones Unidas, responsable de la observancia de los derechos humanos, otorgó a la Asociación Internacional de Lesbianas y Homosexuales (ILGA) su inclusión en la lista con el voto favorable de la Argentina. El caso de la personería jurídica a la CHA promovió un encendido debate en los medios de comunicación pero los otros dos casos pasaron inadvertidos. En ninguno de los casos se oyeron los puntos de vista de los científicos argentinos. "Fuera de la Argentina, la investigación sobre las causas y el significado de la homosexualidad se ha desarrollado de forma muy importante en los últimos años". [3]  Los científicos argentinos no investigan sobre el tema, ni en la UBA ni el CONICET, tampoco en la Asociación Psicoanalítica Argentina. Jaime Stubrin, miembro didacta de la APA, señala que no tuvo inscriptos en los seminarios que ofreció la asociación. "Subraya que hay que señalar el tema en una sociedad enferma de homofobia, en especial 'los homosexuales y los psicoanalistas". La APA no admite candidatos homosexuales.[4]

Durante varios siglos la homosexualidad ha estado unida al delito y en algunos casos el castigo era la muerte.

En el siglo XX, en 1973, la American Psychiatric Association retiró la homosexualidad de su Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Desórdenes Psiquiátricos (Diagnostic and Statistical Manual of Psychiatric Disorders, DSM III) y en 1990 reiteró su posición con la oposición a la exclusión o rechazo de los homosexuales por las fuerzas armadas. Barrios Medina[5], sostiene que el proceso de despatologización había comenzado en 1957 con la psicóloga Evelyn Hooker quien administró tests proyectivos a individuos heterosexuales y homosexuales cuyo resultados fueron evaluados por colegas que desconocían esa orientación sexual y que no pudieron discriminar ninguna patología entre los testeados.  

El propósito de mi investigación es analizar la existencia de distintos tipos de varones homosexuales  y sus formas de representación,  en tanto que están presentes a través de la imagen, en una sociedad altamente influida por los medios de comunicación de masas. Asimismo intentaré analizar el enfoque del estereotipo gay en la cinematografía argentina, la literatura, el teatro y la televisión; desde una perspectiva de los estudios culturales, partiendo de la base de que toda investigación que ayude a comprender los fenómenos sociales, es de gran importancia para el avance de la sociedad.

Me interesa investigar la existencia de un imaginario "gay" dentro y fuera del grupo de pertenencia determinado por la orientación sexual. En la revisión que efectué de la literatura de ficción argentina, no encontré el término "gay".En realidad es relativamente nuevo y se ha popularizado en el lenguaje coloquial hace dos décadas. En cuanto al término homosexual no es muy antiguo, recién aparece a mediados del siglo XIX en Alemania, con los primeros estudios sobre el tema a nivel científico. A los fines de mi investigación usaré el término "gay" para designar a varones homosexuales, tomando como ejemplo la afirmación de Giddens[6], quien sostiene que la popularización de esta palabra como término auto descriptivo, es ejemplo de un proceso reflexivo donde un fenómeno social puede verse apropiado y transformado por medio de un compromiso colectivo. Merton señala que existe una polarización de la sociedad entre "los de adentro" y "los de afuera", como consecuencia del florecimiento de movimientos basados en la clase, la raza, el sexo, la orientación sexual y la religión. Esos movimientos expresaban la afirmación pública del orgullo por cierto status y la solidaridad con colectividades que durante largo tiempo han sido socialmente degradadas, estigmatizadas o acosadas de otras maneras en el sistema social.[7] Esta afirmación, sostiene Barrios Medina,[8] "es aplicable a los movimientos que afirman el derecho a la identidad y la diferencia  de la orientación social". El historiador John Boswell plantea que la historiografía de las minorías y el desarraigo histórico es "uno de los estigmas de la colectividad de lesbianas y gays quienes a diferencia de otras minorías perseguidas como los judíos, son despojadas del sentimiento de comunidad en el presente, y con el pasado, que resulta de la rememoración histórica".[9] [10]

Este trabajo, como ya mencioné, forma parte de una investigación que analiza la representación del sujeto gay en el plano de las diferentes modalidades de producción artística en la Argentina. Las preguntas básicas que intentan orientar esta tesis se refiere a los estereotipos gay y masculinos en general, tratando de rastrear los orígenes históricos de la homosexualidad en el país. Las fuentes para el estudio de los estereotipos abarcan películas, novelas, obras de teatro y programas de televisión del período 1950-2000. También se han consultado ensayos académicos, se realizaron entrevistas personales y estudios de casos. Como pretendo darle a mi investigación un grado de objetividad aceptable, y evitar el encasillamiento en un escenario planteado a partir  de una variante sexual, he elegido autores gay y heterosexuales en el caso de la literatura y no califico las orientaciones de éstos, excepto que las mismas sean de dominio público a partir de la decisión del interesado.

Fuentes para la investigación.

Uno de los primeros obstáculos que debí enfrentar fue la inexistencia  de bibliografía, lo cual por un lado constituye una ventaja en lo que hace a la originalidad del tema y por otro una desventaja por la falta de referentes académicos con los cuales ir armando mi propuesta.  En general, existen poco trabajos sobre el tema de la homosexualidad, en la Argentina. Mientras que en varias universidades de Europa y de Estados Unidos, existen departamentos que se dedican al tema, en Argentina, los investigadores de distintas áreas de las ciencias no parecen estar interesados en esta materia. Si bien han aparecido estudios culturales y de género, en especial sobre mujeres, no existen estudios de "teoría queer". A lo sumo pueden encontrarse algunos temas sobre la homosexualidad en publicaciones de psicología, y en menor proporción en revistas de algunas cátedras o facultades de humanidades.

Otra dificultad es la falta de organización de las fuentes bibliográficas. En Argentina no se realiza la compilación de la bibliografía nacional y el depósito legal se cumple en forma realmente deficiente. El acceso a los documentos es difícil para los investigadores en general y se complica en un tema de esta índole, porque además de la falta de catálogos centralizados y de bibliografías especializadas en la materia, hay que enfrentarse contra los prejuicios y el escozor que llegan a provocar la solicitud de títulos que pueden ser considerados incluso pornográficos. En Buenos Aires no existen, o al menos no pude localizar librerías que se dediquen a literatura sexológica, mucho menos puede pensarse en la existencia de librerías dedicados a la cultura gay, como pueden ser las que se encuentran en San Francisco, Madrid, Barcelona, y en otras ciudades del mundo. Según uno de mis entrevistados para este trabajo, se pueden encontrar algunos libros en especies de tiendas clandestinas que funcionan en domicilios privados y que muchas veces se dedican también a la venta de videos pornográficos, lencería erótica y otros artículos comúnmente comercializados en los "pornoshop".

Estereotipos.

El sentido que pretendo darle a la palabra "estereotipo" es la que se entiende usualmente como un equivalente a "personaje". En general suele equivaler a "criatura, clisé, prejuicio, etc." El término también implica referencia, simplificación, reiteración o fijación de comportamientos y actitudes, así como opiniones. Walter Lippman, ya en 1922 introdujo el significado científico para referirse a ciertos mecanismos cognitivos de simplificación de la realidad. Esta simplificación, impuesta por razones de economía del  esfuerzo, comportan el peligro de la distorsión.  En el marco de las ciencias sociales se ha tratado de diferenciar conceptualmente términos tales como "actitud", "imagen", "prejuicio" y "estereotipo".  Gerhard Kleining (1959)  hacía equivaler la "imagen" al complejo anímico legítimo de la persona; el "estereotipo" designaría un falseamiento de la realidad, en tanto que el "prejuicio" se limitaría a un falseamiento negativo de la misma. Reinhold Bergler (1966) sitúa el concepto de estereotipo a un nivel genérico del que los prejuicios, por ejemplo, sería una especificación.[11]

En una persona, el estereotipo estaría compuesto de una serie de elementos materiales e inmateriales, desde la psicología interna del personaje, hasta las características de su voz, la manera de hablar, impostar, susurrar, gritar, o hablar en un tono "normal". Otros elementos están relacionados con la manera de manejar el propio físico, es decir, la forma de caminar, de sentarse, los ademanes al hablar, la manera de mirar y por supuesto la vestimenta. Este amplio  conjunto integrado por tan  diversos elementos, se entroncan con las fantasías propias de los individuos pasibles de ser considerados estereotipos, y la del mundo que los percibe como tales, donde los integrantes aportan su propio conocimiento del saber popular adquirido a través de la educación formal o informal, el medio cultural y social donde el individuo se desarrolla. Ligado a esto están las representaciones surgidas de la literatura, el cine, el teatro,  y desde  mitad del siglo XX en adelante, de la televisión.

Estereotipo Primario Gay.

Como uno de los primeros resultados de mi investigación podría concluir que existe, lo que definiré "estereotipo primario gay". Para ordenar el planteamiento del mismo lo dividiré en cinco clases o subgrupos: Loca/Mariquita, Asumido, Tapado /Onda nada que ver,Intelectual /Fino y Chongo. La imagen del varón homosexual a veces es una mezcla de estas categorías o subgrupos. Cuando se analiza el discurso de la gente en general, hay una suerte de preconcepto frente al varón homosexual que tiende a encasillarlo en el estereotipo de Mariquita. En la sociedad rioplatense, en el escenario urbano, se pueden observar distintas modalidades para calificar a este tipo de sujeto: "maricón", "del otro cuadro", "comilón", "muñeca quebrada" y "tira plumas", entre otras con mayor grado de estigma, humor o desprecio.

Desde el discurso legal, médico, o simplemente coloquial (en cuanto a lo ciudadano o popular), otro calificativo que parece predominar es el de activo y pasivo, directamente relacionado con el rol que cumple el gay en una relación sexual dada, circunstancial o dentro del marco de una pareja estable, denominando activo al sujeto que penetra, y pasivo al penetrado. En algunos casos se puede dar que el sujeto que penetra no sea considerado homosexual puesto que se le atribuye la condición femenina al varón penetrado.

Ya señalé las dificultades que encontré al iniciar mi investigación; no existen demasiados trabajos en Argentina relacionados a la homosexualidad.  No encontré trabajos de autores argentinos relacionados con el tema que me ocupa. No debo dejar de citar para el caso del teatro, el cine y la literatura latinoamericana los trabajos de William David Foster. Para un enfoque general del tema de la homosexualidad en la Argentina no pueden desconocerse las obras de Carlos Jaúregui, Zelmar Acevedo y Jorge Salessi. A nivel literario son imprescindibles (además tienen el mérito de ser escasas en la producción literaria argentina) las obras de Hermes Villordo, Manuel Puig y Manuel Mújica Láinez.   En mi exhaustiva búsqueda bibliográfica encontré muy pocos autores que hayan escrito sobre esta temática a lo largo del siglo XX. Las primeras son obras científicas, que incluyen el tema dentro de la psiquiatría y la criminología como en caso de Vieytes y Ramos Mejía. Tardíamente, en la década del 80 aparecen los libros de Acevedo y Jáuregui, las novelas de Villordo, y Plaza de los lirios de José María Borghello. No quiero olvidar que en la década anterior habían aparecido las novelas de Carlos Arcidiácono Ay de mí, Jonathan y la de Héctor Lastra, La boca de la ballena. Aunque se trata del tema del lesbianismo -que no voy a abordar en esta investigación- no quiero dejar de mencionar para el caso de las mujeres, a Ilse Fukova y Claudina Marek, quienes escribieron en conjunto Amor de mujeres[12] constituyendo uno de los primeros casos de reconocimiento público de una sexualidad diferente. Estas mujeres dieron un grado de visibilidad importante al tema de la homosexualidad en el país. Supieron aprovechar el juego sensacionalista de los medios de comunicación para confesar la relación amorosa que las unía y dar batalla por la aceptación y visibilidad del lesbianismo y de los gays en Argentina.

He recibido una ayuda inestimable de anónimos varones homosexuales conectados por correo electrónico que generosamente abrieron su intimidad para contarme cómo se veían a sí mismos, qué estereotipos creían observar en las pantallas y en la literatura. Esta suerte de encuestas, sumadas a las entrevistas personales con personas de distinta orientación sexual (hetero y homo) me permitieron ir armando varios estudios de casos, que me resultarían útiles a la hora de contrastarlos con la ficción a través de los distintos vehículos tomados. Además de la bibliografía tradicional (libros, artículos y "papers"), también recurrí a diversas bases de datos full text y a innumerables páginas de internet dedicados al área de homosexualidad, teoría queer,  y cine, algunas provenientes de universidades norteamericanas.

Varones homosexuales en la pantalla de plata.

Las obras teatrales, cinematográficas y literarias; aún la televisión, como productos surgidos y consumidos por la cultura popular, son  el reflejo de un tiempo y de un espacio geográfico y social determinado. En el caso de las películas "retratan su tiempo en una doble dirección: describen la vida social y política de los pueblos, registrada en el acontecer contemporáneo, y advierten asimismo sobre las apetencias y referencias del receptor medio, el hombre de la calle, que llena o deja vacíos a los cines".[13]

Cuando se rastrea en la historia de nuestro cine en busca de personajes gay se observan pocos casos. A lo sumo en alguna comedia de la década del '50 podemos encontrar la viñeta de unos segundos de duración dedicada a algunos coreógrafos,  como en una escena de la película La Casa Grande (1953), dirigida por Leo Fleider, cuyo protagonista principal es Luis Sandrini, el popular actor argentino; y en La Edad del Amor (1954) de la no menos famosa Lolita Torres, dirigida por Julio Saraceni. En ambos casos se trata del estereotipo primario de mariquita, como hemos visto, un hombre muy afeminado, cercano a la caricatura de una mujer y que se corresponde con la creencia de que los homosexuales estaban mayoritariamente relacionados con profesiones como bailarines, modistos y peluqueros de damas, en una visión de la homosexualidad que parece llegar hasta nuestros días. Eran apariciones breves que mostraban al gay, generalmente en situaciones cómicas, con arranques de histeria, diálogos afeminados con voz chillona y ademanes aspaventosos. En el imaginario social habría una tendencia a sospechar de que quienes cultivan una sexualidad diferente son los hombres de modales menos masculinos que el resto común del género. Se podría citar a Vidalita (1949) como testimonio de un tema instalado en la sociedad aunque no se hablara demasiado. Allí es una mujer disfrazada de hombre la que sacude la heterosexualidad de un joven soldado que comienza a sentir sentimientos perturbadores por el simpático paisanito. Si tomamos al filme despojado de su estética histórica, puede advertirse lo osado del tema planteado: travestismo, sentimientos homosexuales de un varón "normal" por otro, aunque se tratara de un gauchito afeminado.

Los varones homosexuales aparecieron pocas veces en la pantalla argentina y cuando lo hicieron, la mayoría de las veces fue envueltos en situaciones de comedia, fácilmente digeribles para el público. En general se los veía como personajes patéticos, mezcla de payasos y caricatura femenina, a los cuales seguirían los personajes de las películas de Armando Bo, interpretados por el actor Adelco Lanza, quien encarnó a innumerables mucamos, todos iguales, muy amanerados, que atendía a las visitas masculinas que recibían las heroínas interpretadas por la actriz Isabel Sarli.

A comienzos de los '60,  Extraña ternura (1963, Daniel Tinayre, sobre novela de Guy des Cars) tocó de una manera sutil la extraña relación de un tío por su sobrino, en un producto brumoso,  vehículo tardío de la nouvelle vague europea.

Habrían  de pasar varios años, para que en la década del '70 se tocara el tema de la homosexualidad, como en el caso de La Tregua (1974) y Piedra libre (1976), prohibida por la censura del gobierno militar debido a la actriz Marilina Ross y a una situación de lesbianismo sugerida en el film.  Más tarde, la pantalla argentina de determinada clase de películas de baja calidad, se colmaría de escenas lésbicas en las cárceles de mujeres, por ejemplo en Atrapadas (1984) y Correccional de Mujeres. En la década del '80 surgieron escasos filmes con historias de amor entre hombres. En forma paralela la televisión comenzó a incluir personajes gay, ridiculizados en su mayoría en distintos programas cómicos, y también a tono con la televisión de Estados Unidos,  empezaron a aparecer personajes secundarios en los teleteatros. También aparecieron caricaturas de varones homosexuales en las películas de Jorge Porcel y Alberto Olmedo, quien representó su propia versión de Tootsie. Los cómicos interpetaron una serie de personajes gay o travestidos, siempre justificados en el argumento por la persecución de provocadoras mujeres, cuyos roles eran jugados por "vedettes" surgidas en su mayoría de la televisión.

Una experiencia de mayor seriedad fue la que reunió a la actriz Susana Giménez y a Alberto Olmedo en la película Mi novia él… (1975), dirigida por Enrique Cahen Salaverry. El film, quizás inspirado en Victor-Victoria, cuenta la historia de una chica que para abrirse paso en el mundo del espectáculo  se hace pasar por un travesti del cual se enamora Alberto Olmedo. Refleja la pintura de las actitudes del mundo circundante frente a este tipo de parejas, aunque finalmente llega el happy end cuando todos se enteran de que en realidad el travesti es una verdadera mujer. La película, cuya título original era Mi Novia el Travesti, tuvo que enfrentar problemas con la censura de la época que obligó a sacar la palabra "travesti" del título. En definitiva con el pronombre masculino "él" seguido de puntos suspensivos el título dejaba abierta la ambigüedad de una manera más desconcertante.

En 1990, la obra teatral Anclado en Madrid, con Hugo Grosso y Roberto Carnaghi  se atrevió a mostrar una relación de estas características con inteligencia y buen gusto.

El proceso militar que había permitido la exhibición de películas como la norteamericana Tootsie (1982) prohibió en cambio La Jaula de las Locas (1977). Esta película muestra una pareja masculina conviviendo como un matrimonio convencional y regenteando un local bailable de la Riviera francesa, cuyo nombre da título a la película. Más tarde fue representada en el teatro por Tato Bores, y Carlos Perciavalle. La Jaula de las locas había conocido una versión teatral no musical a fines de los años sesenta con Osvaldo Miranda, otro mítico galán del cine y el teatro argentino.

Las sociedades en general son más permisivas con sus artistas y toleran comportamientos y elecciones sexuales que no son fácilmente aceptados en la gente común. Quizás por esta razón "desde la comedia se trataron algunos temas urticantes para el cine argentino e imposibles de tocar con naturalidad en tiempos de censura: la homosexualidad masculina y femenina".[14]

La tregua (1974).

Parece un título emblemático, la ruptura de un largo silencio. Por primera vez el cine argentino mostraba un personaje homosexual surgido del seno de una familia de clase media. Oscar Martínez, el actor que representa al gay, puede ser el chico de la puerta de al lado. Este permiso que se concedió el  cine argentino en el período del recién estrenado retorno al gobierno del general Domingo Perón, al que sucedería su viuda Isabelita (María Estela Martínez), inaugurando en América Latina, un brusco cambio de género en el cargo de jefe de estado y abriendo la puerta en el caso argentino a una de las dictaduras más crueles del siglo XX.

En "La Tregua" aparece por primera vez con un planteo serio la figura del varón homosexual, presentado bajo distintos estereotipos. El joven de apariencia común a la mayoría, torturado por asumir y ocultar una sexualidad diferente. El gay asumido (interpretado por Sergio Renán), de cuarenta años, cínico y de vuelta, algo afeminado, que enfrenta al padre del muchacho (Héctor Alterio) con un mundo desconocido. El tercer estereotipo está dado por el personaje del obsesivo oficinista interpretado por Antonio Gasalla, un hombrecito histérico, afeminado y patético.

El personaje de Oscar Martínez está vinculado desde la imagen al mundo de los libros. Cuando está juntando sus pertenencias para irse de la casa, se le cae de las manos una pila de libros; esta escena se conecta con la imposibilidad de manejar la carga cultural que lo condiciona y lo culpabiliza a la hora de decidir una elección de vida diferente a partir del eje del conflicto al que lo enfrenta su sexualidad. Se vincula con el estereotipo del "intelectual". En cambio, el personaje de Renán es presentado como un hombre vestido en forma excéntrica, quizás como la descripción de los personajes de la novela de Arcidiácono Ay de mi Jonathan. La impresión que recibe el padre del joven es la de un ser cínico, desagradable y amanerado. Es quizás la visión del futuro que él imagina para su hijo como consecuencia directa del ejercicio de una sexualidad contraria a lo establecido.

Es interesante observar el universo masculino de estos tres hombres (los dos hermanos y el padre) que viven con la hermana (Marilina Ross), la única mujer de esa familia que ha perdido a la madre años atrás. La historia no se centra en absoluto en el problema del hijo menor del protagonista. Plantea diversos temas, la felicidad y los distintos caminos que pueden conducir a la misma, la diferencia de edades entre la pareja (heterosexual), la soledad y también la homosexualidad. Si tenemos en cuenta que la película se basa en una novela que transcurre en el Montevideo de fines de la década del cincuenta, es comprensible, la reacción del padre ante la noticia de la homosexualidad de su hijo, a pesar de que él mismo vive una historia de transgresión, aceptada dentro de los cánones sociales contemporáneos, siempre que no sea la mujer mayor que su pareja. Una tregua es la que encuentra el personaje de Héctor Alterio en su aburrida y rutinaria soledad de viudo a punto de jubilarse cuando entra a la oficina una nueva empleada, "Avellaneda", interpetada por la actriz Ana María Picchio. Es una tregua también para descubrir los verdaderos lazos que lo unen a sus hijos y a los hermanos entre sí. De todas formas, quizás por los quince años que separan a la novela de la película -la primera edición salió publicada en 1960- el tono marcadamente homofóbico que Mario Benedetti, su autor, imprimió a la obra, queda notoriamente desdibujado. Me hubiera gustado analizar detenidamente esta novela pero no lograría hacerlo en los minutos disponibles para esta disertación.

Adios Roberto y Otra Historia de Amor

Como comenta Diana Paladino[15], a los tradicionales conflictos románticos, la comedia de mediados de los 80 suma el tema de la pareja homosexual. Un tema, que más allá del núcleo amoroso, "es un disparador para desenmascarar hipocresías, intolerancias y prejuicios en nuestra sociedad". En Adiós Roberto (1985, Enrique Dawi), el film confronta dos modelos sociales diferentes, Roberto, (Carlos Andrés Calvo), es un muchacho de barrio y Marcelo (Víctor Laplace), es el intelectual refinado. Más que por la atracción física, Roberto parece seducido por el mundo que Marcelo representa, con él descubre una sensibilidad y un lenguaje distintos. El conflicto no  está planteado en relación con la pareja, sino que se centra en la lucha de Roberto consigo mismo. Los padres, el cura y el amigo del barrio se le aparecen en sus fantasías una y otra vez para recriminarle por no cumplir con el supuesto mandato social.

Foster sostiene que esta película "se caracteriza por la insistencia en la utilización del espacio público para presentar varios niveles, reales e imaginarios de identificación gay (…)  "esta película todavía no tiene igual en su tratamiento de las dimensiones sicológicas de la homofobia internalizada y del autodesprecio".[16] Concuerdo con Foster sobre el marcado tono homofóbico de la película,  que si bien es bastante pobre en su realización cinematográfica, tiene el mérito de haber puesto el tema de la homosexualidad para consumo masivo. Otra historia de amor (1986, Américo Ortiz de Zárate) se sitúa en las antípodas; presenta un aspecto positivo de una relación entre dos hombres, pese a los inconvenientes derivados de la misma, ya que se trata del romance entre un joven empleado y su jefe, un hasta entonces exitoso ejecutivo padre de familia, que descubre su homosexualidad, cuando ingresa a trabajar un nuevo oficinista. La importancia de la película es quizás, que se aparta del estereotipo trágico del homosexual. Vuelvo a citar a Foster:

"…el título de Ortiz de Zárate sugiere la narración de otra historia de amor. Ha sido ampliamente documentado que hasta el surgimiento del movimiento revisionista de liberación gay, la forma dominante de la representación homosexual en la cultura occidental había sido la modalidad trágica con sus matices melodramáticos (…) concuerda con este discurso en su rechazo a la representación de la homosexualidad como una forma trágica de existencia. Es verdad que Y y Z confrontan muchos problemas en su relación, pero la pregunta es ¿En qué relación no hay problemas?"[17] Contrariamente a lo que habría de esperarse, el cine, no volvería a abordar un tema de historia de amor entre dos hombres; por supuesto hubo personajes gay en varias películas

Nunca estuve en Viena, Señora de nadie, Abierto de 18 a 24 y Dios los cría. En el año 2000 se filmó Apariencias (Alberto Lecchi) pero la historia es sobre un joven que se finge gay, porque como anuncia sus subtítulo "¿que no harías por el amor de una mujer?".

La película muestra los clisés más o menos convencionales para retratar el estereotipo gay, a partir de movimientos afeminados, aflautamiento de la voz y caídas de ojos consideradas propias de los homosexuales. Por el lado del entorno familiar del personaje del chico que se finge gay, está presente una alta dósis de homofobia, representada sobre todo a partir de la actitud de la madre que moteja a su hijo con los epítetos más soeces usados en el Río de la Plata para un homosexual. De todas formas es un producto comercial, en un tono de comedia liviana, muy cercana a los formatos televisivos, que no plantea el tema de la diferencia con profundidad, y siempre a partir del humor para tranquilizar a la audiencia heterosexual, seguidora de Adrián Suar, un actor y exitoso productor de televisión y de la actriz Andrea del Boca, niña prodigio en los setenta; heroína de las telenovelas que viene interpretando desde hace tres décadas. 

Otro título reciente es Plata Quemada, sobre una novela de Ricardo Piglia. La historia está basada en un hecho real acontecido en Buenos Aires, en 1965, cuando una banda de ladrones asaltó un camión de caudales y escapó al Uruguay. Dos de los integrantes de la banda, son la pareja principal de la historia, los amantes llamados "Los mellizos". El estereotipo mostrado es el de dos hombres rudos, enamorados uno del otro, alejados de la simplicación de roles activo-pasivo, pero marginales.

Los gay en la ficción literaria.

En cuanto a los orígenes literarios de la homosexualidad, algunos autores establecen que el cuento fundacional de la literatura argentina El matadero de Esteban Echeverría (1805-1851), escrito en 1840 tiene características homoeróticas. Quizás vean el sometimiento e intento de violación contra un joven unitario por un grupo de mazorqueros como un cuento específicamente gay, en lugar de una historia de rivalidades políticas. La villanía de los mazorqueros está descripta con un "pecado" de características oprobiosas, la sodomía. Una historia similar es referida en el poema La resfalosa (música con la que los mazorqueros tocaban a degüello) de Hilario Ascasubi (1807-1875). También Eugenio Cambaceres (1843-1890), en su novela En la sangre describe al inmigrante como un ser vil y corrupto, incluyendo la homosexualidad entre sus defectos. Otro autor, Roberto Arlt (1900-1942),  expresa sentimientos homofóbicos en su primera obra El juguete rabioso (1926). En esa novela "describe a un joven homosexual con todas las características que le atribuía la sociedad de entonces, es decir, corrupto, de clase acomodada, poco afecto a la higiene y admitiendo francamente su pretendida condición de enfermo mental".[18]

Gracias a su traslado al cine, El beso de la mujer araña (1976), se hizo popular esta obra de Manuel Puig (1932-1991), un conocido autor homosexual que escribió obras tales como La traición de Rita Hayworth (1968), donde narra la educación sentimental de un chico de provincia.  Son numerosos los estudios sobre la obra de este autor, que tuvo problemas con la censura en la década del sesenta y que más tarde triunfaría en el exilio. El estereotipo de Puig es el de un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer, tal como gustaba definirse a sí mismo.

En el campo de la literatura, además, no debemos olvidar la breve "primavera alfonsinista" que daría lugar a un florecimiento del arte y de las libertades personales, aunque todavía subsistían edictos policiales que daban el poder a cualquier agente del orden para hacer bajar a un hombre del tren, en pleno verano, por vestir pantalones cortos. Pero si se compara con el oscuro período del Proceso de Reorganización Nacional, como se denominó a si misma la dictadura militar, la situación era notoriamente mejor. Sería falso, no apuntar también, que la represión de la homosexualidad había estado presente a lo largo de todo el siglo XX.

Además del muy conocido Manuel Puig, no puedo dejar de mencionar al poeta y periodista, Oscar Hermes Villordo, (1928-1994), quien a principios de los ochenta se atrevió a hablar en sus novelas del amor que no se podía nombrar. Ya en la década del 70 había escrito Consultorio Sentimental, obra que no puede incluirse dentro de su producción literaria gay. Las novelas del período democráctico La brasa en la mano (1983), La otra mejilla (1986), El ahijado (1990), constituyen una trilogía que  refleja la vida y las costumbres de los varones homosexuales porteños de la década del cincuenta en adelante.

La voz de Villordo, es la voz de un poeta ciudadano, sus descripciones no son amaneradas, y a veces son francamente transgresoras por el lenguaje empleado para narrar los encuentros sexuales de sus protagonistas. Aún así, en este estilo, que puede ser aceptado o rechazado por los lectores (sería interesante realizar un estudio sobre quiénes son los lectores de autores como Villordo, si pertenecen a un gueto gay, o si es frecuentado por heterosexuales y qué conceptos  merece por parte de unos y otros, su literatura), sus novelas arrojan luz sobre los amores entre hombres que en el imaginario de la cultura popular están instalados por medio de estereotipos vinculados a la marginalidad, la prostitución, la delincuencia y el afeminamiento.

Más cercana en el tiempo, la novela Crónicas de la noche (1998), del irlandés Colm Toibín,  tiene la particularidad de dejar de "considerar al gay como un ser sólo marginal, le aporta tal vez más humanidad y lo utiliza como centro para poder contar la historia de un país, la Argentina, en tiempos de la represión y los primeros años de la recuperación democrática".[19]

Una visión patriarcal de la sexualidad, una mirada heterosexual nos daría una idea binaria (estoy pensando en los trabajos de Foster), dentro de todas las posibilidades del heterosexismo compulsivo (sigo pensando en Foster). No obstante, en los últimos tiempos, parece existir una fuerte fantasía homosexual de los varones trasladadas a sus parejas femeninas: el deseo de  un menage a trois incorporando una tercera figura femenina en el juego sexual; la inclusión de  escenas de lesbianismo en casi todas las películas pornográficas dirigidas a un mercado straight. A pesar de eso, parecería existir una barrera desde la mirada heterosexual, que impide pensar o comprender las amplias posibilidades de la conducta sexual entre dos hombres, que no pasa únicamente por la penetración anal. En este sentido, si bien la literatura de Hermes Villordo, contribuiría al fortalecimiento del mito del gay promiscuo creado desde el exterior de la cultura homosexual, sobre seres lindantes con la marginalidad, hambrientos de sexo, inmersos dentro de una preocupación falocéntrica (que encara a una sexualidad basada en la genitalidad, con un eje que pasaría por la bragueta); también estaría clarificando sobre los verdaderos parámetros de una práctica sexual diferenciada.

Conclusiones.

En la etapa en que estoy en mi investigación, podría afirmar que el tema (inexplorado a nivel argentino) del estereotipo gay, está instalado en el imaginario popular, en una suerte de doble escenario con barreras lábiles e imprecisas, construidas a partir de la escasa visibilidad de la mayoría de los homosexuales en la Argentina. Este doble escenario está determinado, desde un lugar interior, propio del grupo de pertenencia de la gente gay (en el cual incluiría también a las lesbianas que no forman parte de esta investigación). Desde afuera, encuentro el lugar referido al "saber popular", donde sitúo el peso de la tradición histórica ligada a la delincuencia y al sanitarismo: el homosexual como enfermo y como delincuente, en ambos casos un hombre disminuido; la "memoria social" construida por acumulación de historias trasmitidas entre generaciones, referidas a historias propias, de familiares, amigos y conocidos. Estás serían  las barreras imprecisas, contenidas en la historia de la vida cotidiana, si es que podemos aceptar esta denominación histórica, a las cuales deberíamos agregar como en un juego de espejos y cajas chinas, el mundo de la ficción. Aquí entraría la literatura, en todas sus manifestaciones, pero en especial en la novelística, las obras de teatro, el cine y en las últimas décadas del siglo pasado, la televisión.

Del análisis de la producción literaria, del cine, el teatro y la televisión, y de este enfoque con el estereotipo primario gay,  el maricón, el hombre-mujer, podríamos concluir que la característica más anclada en el imaginario popular, es la del homosexual trágico, el hombre torturado, infeliz e incapaz de auto realizarse, como si todas las facetas de la vida y la personalidad estuvieran atravesadas por el eje de la orientación sexual. Esta visión olvida la totalidad del individuo. Habría que esperar si en el futuro, un mayor desarrollo y comprensión del tema de la homosexualidad posibilita una literatura gay con estereotipos más optimistas y felices.   

Bibliografía citada:

[1] Di Tella, Torcuato, comp. Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. (Buenos Aires : Puntosur, 1989), pp. 540-541

[2] Villordo, Oscar Hermes. La Brasa en la Mano. (Buenos Aires : Bruguera, 1983), p.8

[3] Barrios Medina, Ariel. "Los científicos argentinos ante la homosexualidad". Revista Quirón , 25 : 2 (junio 1994), p. 72

[4] ibid.

[5] ibid.

[6] Giddens, Anthony. La Transformación de la Intimidad : Sexualidad, Amor y Erotismo en las Sociedades Modernas. (Madrid : Cátedra, 1995), p. 23

[7] Merton, citado por Ariel Barrios Medina, en Revista Quirón 27 : 3 (sept. 1996), p. 99

[8] Barrios Medina, Ariel. op. cit. p. 99

[9]  Barrios Medina, Ariel. op.cit. págs. 100-101

[10] Ibid.

[11] Del Campo, Salustiano. Diccionario de Ciencias Sociales. (Madrid : Instituto de Estudios Políticos, 1975), vol.1 p. 826

[12] Fuskova, Ilse y Claudina Marek (en diálogo con Silvia Schmid). Amor de Mujeres. El Lesbianismo en la Argentina, Hoy. (Buenos Aires : Planeta, 1994)

[13] España, Claudio, comp. Cine Argentino en Democracia. (Buenos Aires : Fondo Nacional de las Artes, 1984), p. 11

[14] ibid.

[15] Paladino, Diana. "La Comedia", en Claudio España, comp. Cine Argentino en Democracia. (Buenos Aires : Fondo Nacional de las Artes, 1994), p. 143

[16] Foster, David William. Producción Cultural e Identidades Homoeróticas. (San José, C.R. : Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000) p. 194

[17] Foster, David William. Op. cit. p. 186

[18] Acevedo, Zelmar. Homosexualidad: Hacia la destrucción de los mitos. (Buenos Aires : Ediciones del Ser, 1985), p. 117

[19] Pacheco, Carlos. "Provocadoras historias nocturnas". La Maga (Marzo 2, 2001) <http://www.lamaga.com>

© Ricardo Rodríguez Pereyra
Ponencia presentada en el Seminar on the Acquisition Latin American Library Materials, Arizona State University, Tempe, 26-29 mayo, 2001.

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