"Radio Fisura"

 
-¡Desde los 150.9 del dial "Radio Fisura FM" el Hombre Radio al aire! ¡El Hombre Radio estará con ustedes, en sus escondites, en sus autos, en las calles y en los túneles que perforan Montevideo! ¡El Hombre Radio no los dejará solos! ¡El Hombre Radio todo lo sabe!
¡El Hombre Radio tiene lo que ustedes quieren! ¡Y ustedes no pueden dejar de querer lo que el Hombre Radio tiene! ¿Verdad, locos?

Mateo (se llama así en homenaje a un ídolo musical de sus ancianos padres) escucha su radio-audífono sentado en la toma de agua de los bomberos, en una esquina cualquiera. Ha intentado hacer funcionar la toma, lo cual no siempre es fácil, y menos cuando se ha acumulado el óxido. Cruzando la calle reluce un Mc Donald's, pero Mateo no tiene dinero. Se aburre escuchando al Hombre Radio. Se aburre como siempre, pero como siempre, siente que el Hombre Radio tiene algo para él. Lo mismo le ocurre a tantos otros, sentados en otras bombas de agua enfrente a otros Mc Donald's, o fumando a solas en los drive ¡n abandonados después de la última función, o en las escaleras achatadas que conducen a las bocas cerradas del metro. Línea 1: Plaza Independencia - Carrasco. Línea 2: El Entrevero - Plaza Colón. Línea 3: Puerto del Buceo - Cerro. Línea 4: (sin terminar): Tres Cruces - Punta de Rieles.
Los avisos fluorescentes relumbran en las azoteas de las gulliverianas torres que han sepultado al Palacio Salvo, pequeño salero art-déco entre pavorosas botellas de productos importados. Los maxibuses de ACME van apagando sus destellos. Los fono-taxis reptan por el pavimento plástico de 18 de Julio esperando su oportunidad.
Colgados de sus delgadas torres, los cables coaxiales van amortiguando el flujo de sus mensajes, sin interrumpirlo del todo.
Enchufados a 16 canales de TV de alta definición y 43 dc telecable, los montevideanos - posibles abonados de 18.500 clubes de video - se las arreglan para pasar la noche.
El calor desliza coágulos de humedad por las aceras de polivinilo rojo, desgastado aquí y allá. Bultos cuadrados, como antiguos baúles, demarcan los feudos de cada vendedor ambulante. Alguno todavía está recogiendo su oferta de relojes solares, lentes para el smog, condones ultra-light y cuchillos del ejército israelí sobrantes del último conflicto del Medio Oriente (empate técnico decretado por la ONU).
-¿Qué tal nuestro sonido? ¡El colosal sonido del Hombre Radio!
¡El sonido que te mantiene conectado! ¡Pensá en algo grande y escuchá al Hombre Radio! ¡Liquidación de Sensaciones! ¡Oferta de Sueños!
¡Dos ilusiones al costo de una! ¡Utopías gratis! ¡Se aceptan todas las tarjetas de crédito: Delirio Card, Vicio, American Dreams, Crediflash, Argen-sex! ¡Pagá en cómodas cuotas de fe y tendrás todo lo que desees!


Mateo quiere hacer algo grande. Distinto. No puede juntar a la pandilla. Los teléfonos públicos no aceptan su código digital. Tiene menos de 21 y sus padres se han olvidado de transferir a Telefón Inc. (vía fax) los fondos necesarios para que él pueda usufructuar el servicio. Le hubieran dado ganas de arrancar el auricular, pero hacía tres años que los teléfonos no los necesitaban.
El pavimento sintético no ofrece ningún tipo de proyectil con el cual desahogarse contra una vidriera. Y cualquier objeto contundente hubiera rebotado como la mejor spalding sobre los cristales orgánicos de los raros escaparates abiertos a la calle. De todas formas, Mateo no es agresivo. Desde hace mucho ha dejado de participar en las incursiones a los shopping-centers, que incluyen el desafío a cámaras de circuito cerrado, alarmas, puertas automáticas y verdaderas batallas con los guardianes de Security S.R.L.
Tampoco le seduce incurrir en largas esperas y tensas transas para conseguir un poco de las sustancias prohibidas: tabaco, cotizado a 1.000 "Charrúas" por faso, o alcohol 5.000 "Charrúas" el cuarto litro.
Palpa en el bolsillo la tarjeta magnética de la puerta de su casa, pero no le sugiere nada. Seguramente su padre mira las finales de las
Grandes Ligas: Los Gigantes de Nacional contra Los Tigres de Peñarol. El siente una inexplicable simpatía por Los Tuertos del Parque Rodó, eliminados en el régimen de play-off.
O tal vez la madre nostálgica frente al televisor con el ciclo "El cine de D'Angelo".
-¿Qué te pasa, cuál es la tuya? ¡No desesperes que hoy te toca a ti! ¡El Hombre Radio te está hablando justamente a vos! ¡Si no creés, no tenés más que esperar y ver! ¡Hoy puede ser tu noche! ¡Tu mejor noche! ¡Seguí sintonizando 150.9 FM "Radio Fisura", algo grande está en el aire!
Siempre las mismas promesas incumplidas. Mateo está por apretar el botón de off cuando la ve.
Suave, redondeada, peluda, balanceándose viene Janis Joplin por el filo del cordón, pintado a rayas.
-No tenés un cigarrillo, flaco - le pregunta Janis.
El le dice que no. Ella le pregunta qué hace, y él dice que nada.
-Vení- dice ella, agarrándolo de la mano, firmemente.
Mateo se está sacando el radio-audífono pero no puede evitar las últimas palabras del Hombre Radio:
-¡El Hombre Radio lo dijo! ¡Está a punto de suceder! ¡La noche de tu vida! ¡Aprovechala al mango!
Mateo se sonríe y no termina de quitarse el aparato, mientras Janis tironea de su otra mano.
-¡El Hombre Radio lo dijo! ¡El Hombre Radio lo sabe! ¿Eh, Mateo? Ahora Mateo está a punto de iniciar su viaje con Janis y el Hombre Radio lo contará para ustedes! ¡No abandonen nuestra sintonía! ¿No podrán, verdad, pirados?
Janis se apura. Camina sobre la vereda sintética con sus sandalias trenzadas de cuero auténtico y Mateo tiene que seguirla. La vereda le queda angosta y va hacia el medio de la calle. Como una equilibrista experta, recorre la raya amarillo flúor donde se esconde la red de fibra óptica que controla el tránsito. El brillo artificial se apaga. En algún lado, un operador se bisteriza. Rápidamente lo calman dándole un Nervex y echan la culpa a una falla en el sistema.
Están en la esquina del Palacio del Sonido y Janis instiga a Mateo para que obtenga uno de sus compact, exhibidos en la vidriera.
-No puedo -dice Mateo.
-Tenés miedo - dice Janis.
-No -dice Mateo-. Es que no se puede. Los vidrios no se rompen.
Janis ruge su clásico alarido, el del final de "Mercedes Benz" y la vidriera inviolable se abre como una flor.
Tomá - le dice Janis, dándole un manojo de compactos.
-¡Ajá! ¡Ya sabemos que Mateo y Janis han comenzado a divertirse! Pero el Inspector Cerbero y sus agentes ya se dirigen hacia el lugar de los hechos! ¡Tenemos una hermosa cacería en perspectiva! ¡No temas Mateo, acompáñennos, fisurados! ¡Este es el Hombre Radio 150.9!
Apenas oído el latigazo de las sirenas policíacas, Janis coloca la mano en el picaporte de un Mitsubaru XGTL plateado, que se abre dócil, levantando sus puertas como alas de gaviota.
Cuando el sagaz Cerbero y sus subalternos llegan, cubriendo todas las vías de escape, encuentran que la vidriera se cierra como un capullo.
-¡Nuevas y sensacionales noticias! ¡El Hombre Radio les informa que Mateo y Janis han comido hamburguesas gratis, han cambiado el Mitsubaru por un maxi-bus de ACME, cuya cobradora está encantada con la aventura, mientras el chofer los conduce alegando secuestro! ¿Qué querés Mateo? ¡No trates de disimular! ¡El Hombre Radio lo sabe todo, lo puede todo!
Janis abría la boca y todo se abría. Al chofer lo abandonaron a su suerte cerca del Estadio Bi-Centenario. La cobradora los despidió emocionada desde el maxi-bus cargado de rosas, en La Teja, entre el autódromo "Gustavo Trelles" y el campo de béisbol. Antes habían cosechado helados de máquinas enloquecidas y obtenido sonrisas de los oscuros transeúntes nocturnos, y recatados adioses de los travestis (de ambos sexos) dc la Autopista Este, y ganado un partido de paddle en el Lawn Tenis, muertos de la risa.
-¡Sensacional amigos! Mil patrullas tras el rastro de Janis y Mateo, mientras ellos comen garrapiñadas que les va preparando al instante el decano de los garrapiñeros en la Plaza Libertad! ¡El último linyera los acaba de convidar con mate, que Janis confundió primero con un walkie-talkie camuflado y después con alguna droga pesada! ¡Apurate Mateo, que se te está acabando el tiempo! ¡La Diosa Blanca no tiene más que una noche!
Mateo pide un deseo. Que el Hombre Radio no sepa el final. Que se quede sin modularlo por su frecuencia 150.9 del dial. Y aunque los fisurados se priven de su pasto de esa noche, Janis se lo concede.
-¡Hey, qué pasó amigos! ¡Los hemos perdido! ¡Qué es esto! ¡No es posible! ¡Janis traidora! ¡No te escaparás, Mateo! ¡Este es un robo a ustedes, locos!
Janis y Mateo hacen el amor en la mejor cama de "El emporio de los Muebles", luego de adormecer al sereno con un gesto de ella.
-¡Estafadores! ¡Dónde están! ¡Todo el mundo a buscarlos! ¡Cincuenta mil "Charrúas' al que nos diga su paradero! ¡El Hombre Radio no olvida nl perdona! ¡Inspector Cerbero, son todos suyos...! ¡Que sientan el peso de la ley!
Pero ya Mateo, sentado idénticamente en la toma de agua de una esquina equis (la misma), no escucha. Tiene el radio-audífono desconectado y piensa. Piensa que nunca más sintonizará al Hombre Radio, en tanto los patrulleros pululan y se entrechocan apocalípticamente a su alrededor.

Elbio Rodríguez Barilari
La Mitad del Infinito (cuentos)
Ediciones de la Banda Oriental

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