Prólogo a La Mitad del Infinito (cuentos)

 
Le han bastado pocos años a Elbio Rodríguez Barilarí, a contar desde su libro Posibles versiones (1985), pasando por Lugares comunes (1987), Fuera de la nada (1988) y Alarmas y excursiones (1990), para hacerse un lugar destacado en la primera fila de los cuentistas uruguayos. Versátil ya la vez fiel a sus preocupaciones temáticas, dueño de un estilo de notable fluidez en el relato, imaginativo sin ser nefelibata, irónico y sensible, y dueño de su propia iconografía cultural (inclinada al mundo de la música), es autor de cuentos reconocidos internacional (Premio Casa de la Cultura de Puebla, México, 1981) y nacionalmente (varios premios montevideanos), y, lo que es más importante, dueño de un mundo que sus lectores han comenzado a reconocer.
En este libro, Elbio Rodríguez Barilari es el mismo y diferente a la vez, con cuentos entre los mejores que ha escrito durante los años recientes. Pero no se trata sólo de una selección arbitrada por el gusto personal, como es arbitrario todo juicio estético. Esos textos, escritos por incitaciones diferentes, aislados entre si, se relacionan sin embargo por una voluntad -podríamos decir- de explorar el infinito. Ya sea que jueguen con el tiempo, la noción de eterno retorno (como opuesta a fin), de identidades más allá de la distancia, del futuro sombrío imaginado con los recursos de la ciencia-ficción, en cada caso y en todos hay el propósito -logrado- de asomarse al abismo y empujar a los lectores a las orillas de la escritura, como un modo de compartir ese atisbo.
La ironía sirve de contrapeso, de sabiduría solapada con que el narrador escapa, huye como gato escaldado, de cualquier soberbia metafísica. Aparece desde el oxímoron de su propio titulo. La ironía, que aparece de vez en cuando, corta como navaja, se abre paso en los surtidores de la angustia, la muerte, las preocupaciones trascendentales, e instala el humor en medio de todo, como un escándalo bienvenido. También, hay que prevenirlo, se trata de un "cierto" humor, aquél que busca en la respuesta de sus lectores, la calidez de lo compartido, sean cifras, lenguajes, códigos o simplemente modos de vida.
En varios de estos cuentos, Rodríguez Barilari utiliza la resonancia esperable de sus personajes en el lector. Se trata de personajes "conocidos", desde Einstein hasta John Lennon y Elvis Presley, ante todo, casi siempre músicos o cantantes, tal vez como un gesto natural que tiende puentes con otra de las aficiones del autor: la crítica y la composición musical. En otros casos, los personajes tienen otros, indefinibles, orígenes. Y sin embargo, todos o casi todos están vistos en momentos particulares, decisivos e iluminadores de sus vidas, lo que Joyce llamó "epifánticos".
No debe esperarse que el espacio y el tiempo, en estos cuentos, sean entidades enteramente reconocibles. Algunos tratan de explorar ese espacio-tiempo que imaginamos como la muerte. O una suerte de post-vida como versión laica de los famosos purgatorios cristianos. "Relativa comedia", "Retrato y fuga al óleo" y "El nieto de Kafka" pertenecen a esos cuentos en que las personas "reales" se convierten repentinamente en personajes. En "Relativa comedia" parece ocurrir inmediatamente después del asesinato de John Lennon, cuando a éste lo recibe en su cielo particular, Albert Einstein. Como le explica el viejo relativista, acaba de llegar a un territorio ocupado por músicos, y él es el último en ingresar, pues los hay vivos y muertos: Elvis moviéndose al ritmo de una música imaginaria, Janis Joplin y Jimi Hendrix, los Rolling Stones, Bob Marley, Jim Morrison, Caetano Veloso y hasta Sid Vicious. Narrado con cierta ligereza de "comedia" (como la de Dante pero mucho más relativa), el cuento es ciertamente humorístico aunque detrás de ese humor se puedan advertir imágenes más sombrías, por ejemplo la del regreso al punto de partida, el famoso "eterno retorno" que volverá a emplear en "Retrato y fuga al óleo".
Cito un párrafo en el cierre de ese cuento, que podría aplicarse prácticamente a todos los del libro: "¡No corras! ¡No busques! En este Universo acabarás por llegar siempre al mismo lugar... Aunque las encontraras, tus huellas te llevarían una y otra vez al mismo lugar, a la Ciudad, y para salir de ella siempre tendrás que recorrer la mitad del Infinito..!".
El cuento "Retrato y fuga al óleo" es otra exploración en esta noción y sensación del eterno retorno, las vueltas consecutivas del tiempo, el deja vii de los espacios y las situaciones, el antiguo motivo literario del "doble". Para este caso, Rodríguez Barilari confronta a un personaje supuestamente agónico, al borde de la muerte, enfrentado a otro que es ella misma, y luego a un tercero como desdoblamiento de ambas. Pero todo se reduce a una mujer en la cama: Frida. Sin duda Frida Kahlo, aludida por el óleo del título y retrabajado el tema de su sufrimiento por las múltiples operaciones que sufrió en vida, así como por la obsesiva representación de sí misma y su organismo quebrantado, a través de su dolorosa pintura.
En este cuento, el autor juega al desdoblamiento dc sus figuras y situaciones, imagina las puertas de salida (la de la nada, la del eterno retorno u otras posibles) y logra originalmente una situación dramática en el diálogo de sus personajes (que, como dije antes, es uno solo), y la resuelve en la ambigüedad de la incertidumbre, si no en el alivio de lo definitivo.
El ánimo suspendido de John Lennon es consecuencia de su arribo reciente a la Muerte; el de Frida, de su proximidad a ese mismo abismo.
Rodríguez Barilari consigue en otros cuentos establecer atmósferas diferentes para situaciones así mismo distintas, pero en cada caso explora una y otra vez las situaciones extremas de una imaginación "futurista" si no se la quiere llamar apocalíptica. "Radiofisura", "No queda otra", "La guerra de Adriana" son cuentos que se instalan en el futuro sombrío y amenazador de la ciencia-ficción, pero lo hacen por momentos con humor, con una gran dosis de ironía pero a la vez con un magistral entendimiento de lo afectivo, ya que su proyecto literario no se agota en el efectismo ni en la creación de amenazantes atmósferas.
Podría leerse "Rodiofisura" como una visión satírica del Uruguay del futuro. Con gran libertad imaginativa, construye un relato de ciencia-ficción "a la uruguaya" para imaginar un Montevideo regido por 18 mil videoclubes, múltiples aparatos e instrumentos digitales, y mamás que "nostalgizan" ante el "Cine de d'Angelo". El personaje central, Mateo, se encuentra escuchando al locutor de Radio Fisura FM cuando se le aparece Janis Joplin como salida de "Relativa comedia". Y como debe suceder en esta atmósfera entre onírica y surrealista, el cuento se convierte en una nueva épica de Bonnie y Clyde, con persecuciones de coches policiales, amor cumplido con premura en la mejor cama del Emporio de los Muebles, pesos uruguayos anacrónicamente re-denominados "Charrúas", secuestro de taxistas, y todo mientras e1 locutor va describiendo la acción (al modo del "Vanishing Point" que libretó Cabrera Infante), hasta la conclusión expresamente señalada con la palabra: "apocalípticamente".
A su vez, "No queda otra" nos conduce a otro mundo del futuro, más sombrío, con menos humor, un mundo degradado por la lluvia ácida, por el hambre y la pobreza, lleno de personajes amenazadores sean los Guardianes o los Merodeadores, de los que es preciso escapar para no ser devorado. Es al menos lo que hace Lía, hasta encontrar al Taxista, un "vagabundo solitario y vengador" que parece provenir de un film de Mad Max o Terminator aunque tiene los rasgos de las antiguas fotos de Jack Nicholson.
"La guerra de Adriana" refiere también a guerras y destrucción, pero en líneas mucho más tradicionales. No se trata del futuro, sino del presente, e incluso del pasado inmediato. Cuenta la vida de Adriana desde su adolescencia, y la descripción de su tiempo histórico tiene curiosas resonancias al Uruguay de hoy, y al Uruguay del ayer, el del exilio y la dictadura. Algunos muchachos se iban del país: "Pocos se perdían para siempre. Solían regresar años después, igualmente pobres que cuando salieron, pero ya no rebeldes. Otros volvían fugazmente. Como para comprobar que todo seguía inmóvil. Que no había motivos para volver. O tal vez, que irse o quedarse era exactamente lo mismo, porque el pueblo era igual al mundo".
Lo que le importa al cuento, sin embargo, no es tanto referirse a ese tiempo cuanto al triángulo afectivo que envuelve la vida de la niña en su transformación en mujer: su relación con Jorge, y luego con Emilio, citando el primero se marcha a una lejana guerra y posteriormente desaparece. En este relato, narrativamente mucho más tradicional y menos experimental que los otros de este libro. Rodríguez Barilari demuestra una difícil sensibilidad para expresar el mundo personal de Adriana, más atento a detectar "el abismo quieto en el interior" de la muchacha que las urgencias y las violencias de los dos amigos. Y con una precisa y resuelta narración, cuenta cómo la sociedad espera "que desempeñara su papel". Destaco esto porque la narrativa uruguaya por lo común no ha sabido expresar -al menos con la maestría aquí conseguida- cuán represora es la sociedad (la familia) uruguaya: "El padre de Adriana fue el que más cambió, desarrollando un repentino instinto paternal - "no haber tenido un hijo varón" - junto con el gusto por frecuentes conversaciones dc hombre a hombre. En ausencia de Jorge, Adriana recordaba esas efusividades que en su momento la inquietaron. Creía ver una prolongación de lo mismo en la mirada quizás involuntariamente censora que le dirigía su madre cuando ella llegaba demasiado alegre a la casa. También en la forma en que espiaba la más mínima alteración de sus facciones cuando recibía carta de Jorge. Todos esperaban que desempeñara un papel Adriana sospechaba que no lo hacía correctamente".
Otras formas de la represión, de las fronteras impuestas a la existencia, son aludidas en los restantes cuentos: Trampas de Tiempo y el Puente del Tiempo en Niteroi, e inclusive en el extraño discurso que es Palabras de Monseñor Rodrigo Rodríguez en Ocasión del Lanzamiento Editorial del Quinto Evangelio.
También en ellos se hilvana sobre la muerte y -ante todo- sobre el tiempo (presente desde el título en los dos primeros), que resultan el hilo conductor, tal vez el "hilo de Ariadna" aludido en sus páginas, de todo este libro.
Los de Rodríguez Barilari son cuentos para pensar y sentir. Y también -mérito raro en la literatura contemporánea- para releer.

Jorge Ruffinelli
La Mitad del Infinito (cuentos)
Elbio Rodríguez Barilari
Ediciones de la Banda Oriental

Ir a índice de narrativa

Ir a índice de Rodríguez Barilari, E.

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio