El centenario de Emilio Oribe (1893-1975)

Un solitario entre tinieblas de palabras

por Pablo Rocca

 

"Los tinieblas del poeta son también las palabras:

hacer cantos de luz con sumas de unidades de tinieblas,

eso es el destino del poeta".

                                        Emilio Oribe, 1953

Cuando en 1927 Ildefonso Pereda Valdés preparó su Antología de la moderna poesía uruguaya, pidió a algunos de los jóvenes creadores seleccionados un texto de autopresentación. Entre ellos, Emilio Oribe encontró la oportunidad para confesar:

"Nací en 1893. Niñez en los campos del Departamento de Cerro Largo hasta 1905; vida en estancias fronterizas y en un pueblo original entonces: Melo. Estudios secundarios y superiores en Montevideo, hasta 1919, época en que empecé a conocer las modalidades simbolistas. Colaboración en muy pocas revistas y periódicos. Tendencia a la soledad y a las exploraciones interiores. Viaje a Europa en 1920-21, manteniendo una actitud de inteligencia con las nuevas escuelas nacientes entonces Nueva permanencia y confesión más directa con el campo americano en 1922 hasta 1925. Hoy me inclino por momentos hacia los estudios filosóficos y de Estética, habiendo hecho abandono de mi profesión (de médico) desde hace dos años. Aspiro a revelar en algunos de mis poemas, una América profunda, más allá de la anécdota y de lo pintoresco. (...)”

Fue precisamente por esa fecha que su poesía cambia de rumbo. Según observó Alberto Zum Felde: "Emilio Oribe se inició bajo el signo crepuscular del modernismo; (...) sus primeros pasos por el mundo maravilloso de las imágenes, hollaron las rutas (...) de Herrera y Reissig. (...) (Después) evoluciona hacia un carácter definidamente intelectual: dominio del tema í reflexivo, medida sobriedad del lenguaje". (Proceso intelectual del Uruguay, 1967).

Desde el principio al fin de su actividad creativa, Oribe fue un escritor prolífico, siempre bien dispuesto a publicar toda su obra, aunque menos que su torrencial coetáneo y amigo Carlos Sabat Ercasty. Cuando sus sonetos dejaron de ser simples reflejos de los de Julio Herrera y Reissig, Ruben Darío y Leopoldo Lugones, descubrió la poesía simbolista francesa, especialmente la de Paul Valéry. Como éste, abominó de las clasificaciones generacionales, sintiéndose parte de una vasta corriente espiritual; como él aspiró a tomar de la filosofía "algo de su color" (Introduction a la poétique y las notas de Le cimitiére marin de Paul Valéry).

Quizás a causa de la fuerte impregnación del simbolismo en su lírica, se mantuvo inmune a las vanguardias que sacudieron el mundo estético (y ético) en el que se formó, entre 1909 y 1925. No alcanza con que en varios de los poemas primeros figuren algunos palos telefónicos y muchos vuelos de aviones. Nunca en sus textos de ese tiempo asisten el humor y la ironía, la alegría y la desmesura de un Parra del Riego, un Alfredo Mario Ferreiro, un Enrique Ricardo Garet o, incluso, la tenue experimentación que se registra en La rosa de los vientos (1930), de su coterránea Juana de Ibarbourou, entre los ejemplos de la no muy osada vanguardia local. Al contrario, desde principiante Oribe buscó una dicción poética trascendente e intemporal (era un lugar común su apelación a lo "eterno)").

Tamaña ambición en una modesta esquina sudamericana no podía más que llevarlo a resultados de dudoso éxito. Quizás por eso mismo se armó de múltiples fuentes filosóficas y de a poco -a partir de Poética y Plástica, 1930, como advirtió Juan Fló- estudió y glosó una larga lista de prestigios de la metafísica y la estética antimaterialista y antipositivista, desde los presocráticos hasta Nietzsche, sin olvidar lecturas más contemporáneas, como la de Heidegger, con quien comparte alegremente la conclusión de que en la poesía "está la morada del ser".

Pensamiento y poesía. Ningún escritor rioplatense encaró, como éste, tarea tan ardua de exposición teórica que cifrara la clave de lo humano en lo poético, entendido como antítesis de la "realidad vulgar". A diferencia de los románticos, no creyó que el poeta fuera un demiurgo o un profeta, sino el condenado a un rito inefable y terrible, dado que los poetas "son los únicos une saben de la poesía y de la muerte, pero no alcanzan jamás a comprenderlas, ni explicarlas" (La dinámica del verbo, 1953).

Por eso no pudo frenar su vocación lírica, persiguiendo siempre la platónica noción de la Idea en el poema (forma sublime de la belleza), siendo el poema, al misino tiempo, el vehículo pertinente de las ¡deas. Defendió la musicalidad en el texto, pero su lenguaje lírico la dañó con la sobrecarga de símbolos y de imágenes al servicio de un a priori fundante que debía explicarse sin ambigüedades. Un fragmento de El canto del cuadrante (1938), aclara el punto:

 

"-¡Que sea el Ser el vencedor
del Tiempo!, grité,
-Como alegoría,
una transparente garza de plata
yo aquí dibujaría.
¡Que el ave ahogue
el furor de la serpiente,
al final
de esta elegía
que Emilio Oribe escribe al tiempo que lo mata!

Y contestóme el eco:
-Emilio Oribe.
la serpiente es inmortal!
Inmortal!"

El pensamiento y la lírica de Oribe se levantan sobre dos columnas: su lema "Vivir no es necesario, pensar es necesario", que repite tanto en Teoría del Nous (1934) como en El mito y el logos (1945) y la convicción compartida con Marcel de Corte acerca de que "la imaginación poética no es otra cosa que la inteligencia unida al sentido" (La condición de la poesía, 1937). Su frecuentación de los mismos símbolos, como la serpiente, la salamandra, la antorcha, el fuego, la hoguera, la lámpara, el puente, la luz, aportó una coherencia inusual a su propio mundo y le hizo crear versos y poemas de extraordinaria belleza (como "¿Quién?" o "La Inteligencia y la Fuente"). Otras veces no sorteó la valla de una glosa discursiva del pensamiento propio, o ajeno. En esas ocasiones sus poemas no pasaron de "especulaciones indirectas" o de "explicaciones puramente intuídas" (Teoría del Nous).

A propósito de este exceso, los reproches de la crítica nunca se ocultaron. Mario Benedetti los manifestó con énfasis comentando Ars magna (1959), el libro que su autor consideró desde entonces su "obra cumbre". En "Emilio Oribe o el pecado del intelecto", un artículo de 1961, Benedetti señaló que estas composiciones "son, casi siempre, planteos intelectuales, a veces eruditos, frecuentemente oscuros, pero mi objeción no se refiere a su probable y parcial hermetismo, sino a su frialdad indeclinable (...) por lo común carece del chispazo verbal, de la imagen iluminada, de la inflexión de angustia (...)". (Literatura uruguaya. Siglo XX, 1963).

Operaban entonces otras propuestas de discurso, más concentrado y preciso en el significado de cada palabra, en ejemplos tan disímiles como Vallejo, Borges, Huidohro, Octavio Paz o Nicanor Parra, que desprestigiarían el ambicioso prospecto de poesía filosófica por el que pugnaba Oribe. Además, sus frases no siempre se liberaron de ampulosidades, de las "meaningless words" que Orwell deploraba, esas palabras sobrantes o sin sentido que no remiten a ningún referente inmediato, ni siquiera perceptible.

Hay también un Oribe critico literario que se aleja de esas vicisitudes. Sus estudios sobre Herrera y Reissig, María Eugenia Vaz Ferreira, Góngora y los poetas metafísicos prueban su amplia cultura y su agudeza. Asimismo, su prosa reflexiva -formada con aforismos, fragmentos y breves páginas- publicada desde 1930, ocupa un sitio original dentro de la filosofía uruguaya, lejos de las enseñanzas de los paradigmas del Novecientos sobre los que escribe con veneración. Como lo hizo notar Arturo Ardao, "se halla en las antípodas del pensamiento de Vaz Ferreira, así como del de Rodó y de toda nuestra filosofía de la experiencia y de la vida que de ellos arranca (...) Nada para Oribe de razón identificada con la vida, de conocimiento compenetrado con la acción (...) Nada de pensamiento concreto, de psicologuismo, de rechazo de la metafísica racionalista clásica (...). El suyo fue un idealismo de la idea, "en cuanto afirmación del pensamiento en sus relaciones con el ser" y no en virtud de la "acción humana", tal el caso de los anteriores modelos (La filosofía en el Uruguay en el siglo XX, 1956). 

El escritor "comprometido". Desde 1934 Oribe se declara desinteresado de los asuntos políticos, pregona su opción por la soledad y su consiguiente reticencia ante las muchedumbres. No obstante, a medida que la historia del siglo se entenebrece, se interroga sobre el destino de una humanidad que mira con firme escepticismo mientras transcurre la Segunda Guerra Mundial: se lamenta a menudo por un futuro nacional que no creía en ruta de alcanzar escalafones "superiores", se conmueve con el suicidio de Baltasar Brum (1933) oponiéndose a la dictadura de Terra. Y aunque escribió que le causaba "repugnancia" el arte social, la autoinmolación de este nombre por los ideales de libertad y democracia, lo llevó a escribir el largo "Cántico por la muerte de Baltasar Brum". Este hecho quemante de nuestra historia lo sacó de su aparente distracción, le hizo volver la mirada hacia lo cotidiano. Pero en el ex-presidente mártir vio algo más que un muerto querido, vio un ejemplo hecho carne de la Idea, el regreso del héroe clásico:

 

"Ved cómo a Brum enterramos:
pueblo, estudiantes y obreros.
con los otoñales ramos
e igual que antiguos guerreros,
en los hombros lo llevamos"

Tantas diversidades en el horizonte de una trayectoria no pueden apreciarse sino desde los textos meditativos y, simultáneamente, desde los poéticos, porque en su caso una y otra formas de escritura son indisociables. Como apunta Real de Azúa la "casi inalterable actitud de ditirambo de la Belleza, las Ideas, la Razón, la inteligencia, el Ser, el Espíritu", no es obstáculo para que "este remoto, este ensimismado" que fue Oribe se expidiera "en juicios de una excepcional agudeza sobre el mundo real y aun sobre un ámbito americano y nacional que, salvo alguna excepción radiosa como Rapsodia bárbara, parece tan lejano de su interés". (Antología del ensayo uruguayo contemporáneo, 1964).

Eduardo Fabini, Bernabé Michelena, Juan Parra del Riego, Emilio Oribe,

en el taller del segundo, 1920

El universo y la aldea. Una prueba de esa doble atracción radica en el nexo entre su obra y el ambiente físico de Cerro Largo donde nació y pasó sus primeros doce años de vida: la aldea donde se le reveló por primera vez el mundo. En sus primeros libros, varios poemas se contextualizan en esos pagos o lo mentan obsesivamente; los reunidos en Letanías extrañas (1913). El Nardo del Ánfora (1915). El Castillo Interior (1917), y El Halconero Astral (1919). Aquello que Oribe intenta rescatar siempre, y antes que nada, es el deslumbramiento inicial de su infancia en esa llanura del Norte del país.

Una anotación alojada en la voluminosa colección ensayística La Dinámica del Verbo (1953), delata la voluntad de un Oribe maduro por encontrar el sendero intermedio entre la poesía metafísica y la de tradición americana. Estas se le aparecían a esa altura como "dos insoportables tiranías", de las que pretendía mantenerse "equidistante".

En rigor, dicha preocupación venía creciendo de muy atrás, porque hay segmentos de la obra teórica de Oribe que funcionan como paráfrasis o escollos de su poesías: una encubierta o manifiesta autoexégesis. Esto no sólo muestra el carácter complementario y autorreferencial de su obra, sino que revela una dirección siempre inalterada en todo su proceso creativo: la poesía como cifra de la radicalidad del ser, conjuro del tiempo y de la muerte, "única justificación posible del hombre eterno".

De ahí que la Rapsodia bárbara sea un espacio de privilegio para la revisión de todo su trabajo antecedente. Porque travistiéndose en el canto de un payador culto y popular a la vez, Oribe presenta como "bello mito" a su ancestro Nico Coronel, el gaucho que asesinó a Urquiza, todo eso en un siglo XIX cerril, bárbaro. Ya no necesita forzar la relación entre lo local y lo universal para dar trascendencia cósmica a su canto como lo había hecho, por ejemplo, en "Espectáculo de una tarde de otoño" (La transfiguración del cuerpo,1930):

 

"Una yegua salvaje,

Saltaba y quería librarse del domador

Como una idea genial

De un sistema religioso o metafísica"

En la culminación de su escritura, desea alterar la rica tradición de la gauchesca rioplatense que para mediados de este siglo estaba fatigada. Así, aunque a trechos cortos, Emilio Oribe continuó su avance, apartando tinieblas de sus palabras.

 

Joyce y María Eugenia

Dos encuentros
por Emilio Oribe

Una vez, en París, en un comercio del Bvard. des Italiens, en el que solo se exhibía una existencia de libros ingleses, mientras buscaba los poemas de Francis Thompson. Experimenté una sensación entre desagradable y misteriosa, al ver entrar a un hombre delgado, de perilla, miope, con un bastón, acompañado de una joven estrafalaria... Miré un ejemplar lujoso de Chamber Music, que se hallaba frente a mí. El recién venido pasó a mi lado y yo sentí un estremecimiento raro, de presencia de la poesía, algo parecido a los que en forma de timidez y contrariedad, sufrí en mi adolescencia frente a lo sobrenatural. Era una sensación mórbida, mezcla de deseos de huir y de quedarme, de admiración y de pequeñez, de simplicidad, ante lo inesperado de la creación genial. ¿Joyce? Sí. Se trataba de James Joyce.

Me entregué al libro El Artista Adolescente, apenas dejé la casa, y a leer como podía Chamber Music y otros poemas, es decir miniaturas, delicias de la suprema artificiosidad.

(En La Dinámica del Verbo, 1953)

Una noche acompañé a María Eugenia (Vaz Ferreira) hasta su casa después de recorrer varias calles solitarias de la Ciudad Vieja. Ella me honraba con su amistad porque yo era comprensivo y silencioso. Deseaba que yo leyera un poema que separó de un inmenso conjunto de papeles tan desordenado como envejecido. Fue así que me leyó "Único Poema", con su voz pausada y llena de sugerencias y resonancias. María Eugenia sometía con frecuencia sus poesías al juicio de sus amigos y oyentes. No forzaba la impresión, limitándose a leer y pedir después alguna opinión y tal vez consejo. ¿Los atendía? Parecía que en el fondo ya ostentaba el concepto formado sobre el valor de lo que escribía y que no iba a modificar después, ni atendería ninguna indicación.

En "Único Poema" estaban los siguientes versos que me impresionaron profundamente:

¡Cuánto nacer y morir
dentro la muerte inmortal
jugando a cunas y tumbas
estaba la soledad.

Quedóme en el oído esta estrofa y le interrogué por que no modificaba el último verso así': estaba la Eternidad.

Pero hizo un mohín y no respondió. La soledad era entonces para ella más real, actuante y cruel que la eternidad; esta última era una dimensión metafísica del pensamiento abstracto que tal vez no encontraba resonancia en su espíritu.

(Del Prólogo a La otra isla de los cánticos, 1959)

 

Cronología

 

1893. Nace en Melo (Cerro Largo), el 13 de abril. Su padre es el comerciante español Nicolás Oribe; su madre Virginia Coronel, proviene de una familia de caudillos blancos de largo arraigo en la República.

 

1894 - 1904. Pasa largas temporadas en una estancia de la familia materna a orillas del río Tacuarí, y en otra próxima al Brasil. Fueron esos "los años más felices de mi infancia”, escribió en la introducción a la Rapsodia bárbara. Oribe ve desfilar por Melo a los ejércitos de Saravia y de Justino Muniz durante la guerra civil de 1904.

 

1905 - Poco después de concluida la guerra, su familia se traslada a Montevideo para

ofrecerle la oportunidad de continuar estudios secundarios.

 

1912 - Termina el bachillerato. Sus compañeros de estudios lo eligen como representante en el Congreso de estudiantes americanos de Lima. Aparece su primer libro de poemas: Alucinaciones de la belleza, al que junto con Letanías extrañas (1913), prefirió olvidar.

 

1913-1918 - Ingresa en la Facultad de Medicina. Lee con devoción de discípulo a los poetas modernistas americanos (Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig) y con entusiasmo a los poetas simbolistas franceses, especialmente a Paul Valéry, a quien conocerá hacia 1921 en París en las tertulias de la librería de Adrienne Monnier. También, en 1928, traducirá textos poéticos de Valéry: "Anfión" y el vasto poema "El cementerio marino". Escribe los poemas que en 1926 compilará en el volumen El Nardo del Ánfora.

 

1917 - Aparece su libro El Castillo Interior, tributario aún de las lecturas modernistas y simbolistas.

 

1919 - Obtiene el título de Doctor en Medicina, pero casi no ejerce la profesión. Inicia sus lecturas de los filósofos Henri Bergson y William James. Publica El Halconero astral y otros cantos.

 

1921-1922 - Viaja largamente por España, Francia, Italia, Bélgica e Inglaterra. A fines de 1922 publica en Montevideo la colección de poemas El nunca usado mar.

 

1923 - 1924 - En los poemas de este período intenta ofrecer lo que llamó “la naturaleza de América".

 

1925 - 1926 - Trabaja como Profesor de Filosofía en Educación Media en las localidades de Santa Lucía y San José. En la última ciudad, escribe los poemas de La Colina del Pájaro Rojo (1925).

 

1927 - Aparecen composiciones suyas en la Antología de la moderna poesía uruguaya, de Ildefonso Pereda Valdés (Buenos Aires: El Ateneo. Redacta para ese volumen colectivo una breve autobiografía.

 

1928 - Es designado Vocal del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal, cargo en el que permanece durante nueve años, en dos ejercicios (el 16 de diciembre de 1931 se lo nombró vice-presidente de dicho Consejo). Entre sus iniciativas se cuentan la promoción de los estudios estéticos y la creación de colonias vacacionales, como la de Piriápolis que se inaugurara en 1946.

 

1929 - Publica el libro La transfiguración de lo corpóreo, donde, por primera vez, pueden encontrarse poemas suyos en verso libre.

 

1930 - Dicta conferencias sobre Goethe. Da a conocer su primer libro de ensayos, Poética y Plástica (al que la colección Clásicos Uruguayos reedita en 1968).

 

1931- 1932 – Dejó consignadas sus preocupaciones intelectuales en un texto redactado en tercera persona: "Se inclina por una lírica que reconozca el imperio de la forma y del símbolo. Se consagra a los filósofos presocráticos y helenísticos”.              

 

1933 - Repudia la dictadura de Gabriel Terra, iniciada el 31 de marzo, y se conmueve profundamente con el consiguiente suicidio de Baltasar Brum. En 1939 dará a conocer el Cántico a la muerte de Baltasar Brum y más tarde dictará una conferencia en homenaje al ex - presidente mártir que será publicada en la revista Anales del Ateneo (N° 4, setiembre de 1948).

 

1934 - Publica su segundo volumen de ensayos filosóficos. Teoría del Nous (reeditado en Losada, Buenos Aires, 1944), con el que obtiene el Premio anual del Ministerio de Instrucción Pública. Con el pequeño volumen Avión de sueños, se inicia la serie de los "Cuadernos Nous". Traduce el Lucrecio y la Intuición filosófica de Bergson. Colabora en tres ocasiones con el semanario Acción, antecedente de Marcha.

1935 - Publica dos breves volúmenes de poesía: El Rosal y la Esfera y Los Altos Mitos.

1938 - Aparece el libro de poemas El Canto del Cuadrante. Gana por concurso la Cátedra de Filosofía del Arte en la Universidad.

1939 - Aplica las ideas estéticas de Vaz Ferreira en algunos de sus poemas de ese año como La Luz defendida. Redacta un estudio sobre el soneto castellano en "Teoría de la Forma" donde continúa las propuestas del filósofo. Publica el ensayo La condición de la poesía.

1941 - Aparece Fugacidad de la Grandeza (poesía).

1942 - Viaja a Estados Unidos, siguiendo un itinerario que va de Nueva York hasta San Francisco. Dicta conferencias en las universidades de Yale y Berkeley. Conoce a Juan Ramón Jiménez con quien se reencontrará en 1947, en Montevideo. En su "índice intelectual" anota que "se desinteresa de la política". Publica dos poemas: Oda al cielo de la Nueva Atlántida y Canto de las pequeñas piedras de los ríos.

1943 - 10 de febrero. Se crea por decreto la Academia Nacional de Letras. Que Oribe pasa a integrar como Miembro de Número.

1944 - Aparece Poesía, la primera antología general de su obra lírica.

1945 - Publica en Buenos Aires el estudio El pensamiento vivo de Rodó y el ensayo filosófico El mito y el logos y en Montevideo el poema Palabra es tiniebla. Colabora activamente en la revista Hiperión.

1946 - Al fundarse la Facultad de Humanidades y Ciencias, pasa a integrar su primer Consejo-que preside Vaz Ferreira- como Vocal. Dentro de la Licenciatura de Filosofía y Letras dicta la Cátedra de Estética. Viaja a Chile, dicta una conferencia en la Universidad de Santiago y en el Senado de la República lo presenta el poeta Pablo Neruda. Publica La Lámpara que anda, donde se encuentra el poema "¿Quién?", el texto más representativo de su obra madura.

1948 - Aparecen poemas suyos en la Revista Nacional (Nº 116); publica La Esfera del Canto y La salamandra (poesía) y el ensayo La intuición estética del tiempo.

1949 - Viaja a Inglaterra comisionado por el gobierno uruguayo. Se traslada luego a París donde asiste a cursos de filosofía dictados por Louis Lavelle. A su regreso publica el ensayo Trascendencia e inminencia en poesía, así como los poemas "El ídolo de Nadie" y "La Medusa de Oxford", en los Cuadernos Nous. El último de los textos fue escrito en Londres

1950 - Regresa a Montevideo y publica el poema Artigas y el astro.

1951 - Viaja a Cuba y a México donde interviene en el Congreso de las Academias de las lenguas. Aparece Belleza, espejo del ser (poesía).

1953 – Se edita el largo poema Rapsodia Bárbara. Publica el libro de prosa filosófica La Dinámica del Verbo y los poemas La Inteligencia y la Fuente, La Antorcha sobre la Carne y La Contemplación de lo Eterno.

1954 – Viaja a Ginebra donde participa de los "Rencontres Internationales", en los relatorios del Encuentro editados en París aparece su ensayo "Algunos aspectos del pensamiento en el Nuevo Mundo". Pasa nuevamente por la capital francesa donde asiste a cursos que dicta el filósofo Jean Wahl.

1956 – Fondo de Cultura Económica de México publica el libro La filosofía en el Uruguay en el siglo XX, de Arturo Ardao, quien destina un capítulo para el estudio del pensamiento de Oribe. En la revista Entregas de la Licorne, aparece el poema "Las Serpientes Eternas". Viaja por la India, Grecia y Turquía. Por cuarta vez se dirige a París donde asiste a los cursos del filósofo Maurice Merleau-Ponty.

1958 – Reúne en un volumen sus clases de Estética en Tres Ideales Estéticos. Se lo nombra Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias y Presidente de la Academia Nacional de Letras.

1959 - Abandona su cátedra de Estética en Humanidades para dedicarse plenamente a las funciones del Decanato. Asiste como delegado ante el Consejo Directivo de la Universitario. Concurre en Buenos Aires al VI Congreso Interamericano de Filosofía. Prologa la antología de poesías inéditas de María Eugenia Vaz Ferreira, La otra isla de los cánticos.

1960 - Aparece su libro de poemas Ars Magna, que recoge textos escritos entre 1949 y 1959. En 1971 Oribe consideró a este libro su "obra cumbre de poesía".

1961 - Nuevo viaje a los Estados Unidos para participar en la reunión de educadores de enseñanza universitaria superior en Washington y a la asamblea filosófica de Santa Bárbara, en el Estado de California. En Aguilar de Madrid se publica una selección de obras de Carlos Vaz Ferreira (fallecido en 1958), preparada y prologada por Oribe.

1962 - La Facultad de Humanidades edita La Intuición Estética en Plotino y el artículo "Vaz Ferreira y las ideas de Nietzsche".

1963 - Entrega para la Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias el ensayo "Las ideas estéticas de Schpenhauer" (también editado en separata). En La Prensa, de Buenos Aires, sale el poema "El Mito del Eterno Retorno". El Ministerio de Instrucción Pública lo distingue con el Premio Nacional de Literatura.

1964 - La Facultad de Humanidades lo nombre Doctor Honoris Causa.

1965 - La Universidad de la República publica la segunda selección general de su obra lírica: Antología poética, prologada por Arturo Sergio Visca.

1966 - Aparece El taciturno y la Noche, volumen antológico complementario. Publica en delgados cuadernos los dos primeros tomos antológicos de la serie Diez poemas. El tomo III aparece en 1967, el IV en 1968 y el V en 1971.

1969 - Aparecen los poemas: Panta Rei y Los Ojos Verdes y los ensayos: "Reflexiones sobre el conocimiento poético" y "Discurso sobre Rubén Darío", éste último en el Boletín de la Academia.

1970 - El Ministerio de Educación y Cultura le otorga el "Gran Premio Nacional de Literatura".

1971 - Aparece Endiosamiento del instante, poesía.

1975 - Enfermo de Cáncer es internado en el Hospital Maciel donde fallece. Sus restos descansan en el cementerio de Melo.

por Pablo Rocca 
El País Cultural N° 191 
2 de julio de 1993

Ver, además:



            Emilio Oribe en Letras Uruguay

 

 

                                           Pablo Rocca en Letras Uruguay

 

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