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Apuntes sobre el Gral. José Artigas

Revista anecdótica

Revista Nacional

 

EL general Don Nicolás de Vedia, que conoció al Jefe de los Orientales - y que no fue muy ecuánime para juzgarlo - , traza del general Artigas, en sus memorias, el siguiente retrato:

«Era, o es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho, su rostro era agradable, su conversación afable y siempre decente; comía parcamente, bebía con frecuencia pero a sorbos, jamás empinaba los vasos. No tenía morales agauchados, sin embargo de haber vivido siempre en el campo. Cuando manifestaba su resentimiento contra Buenos Aires o contra los de Buenos Aires como él decía, era exacto en sus relatos, y a veces elocuente. En los sitios se le vio siempre montar en silla, y vestir de levita azul sobre la cual ceñía su sable».

Una frase épica de Artigas

En las memorias de Don Ramón de Cáceres se dan algunos detalles interesantes sobre la actitud que asumió Artigas, cuando se impuso del armisticio celebrado en octubre de 1811 entre el Gobierno de Buenos Aires y el Gobierno español de Montevideo, armisticio que dejó librado a los orientales a su propia suerte. Dice que cuando el Gobierno de Buenos Aires «dispuso que todas las tropas sitiadoras se embarcasen en el Sauce, cerca de la Colonia y pasasen a Buenos Aires con el fin de hacerlas marchar para contener a Goyeneche, Artigas se opuso, diciendo que él no podía abandonar a la furia y saña de los españoles, tantos orientales como había comprometido, que se retirasen enhorabuena las tropas de Buenos Aires y que lo dejasen a él que se consideraba capaz de hostilizar a los portugueses y españoles a un tiempo; se hizo una junta para tratar sobre este asunto en el Miguelete, a la que asistieron todas las personas notables y de consejo que había en aquella época; en la cual don Francisco Xavier de Viana, objetando a Artigas por su tenacidad, le dijo que con que recursos pensaba resistir a los portugueses que venían tan bien fardados, armados y equipados, y Artigas le contestó que: «con palos, con los dientes y con las uñas».

Como eran los soldados de Artigas

El propio Jefe de los Orientales, al referirse en 1815 a la pobreza de sus tropas, dice que su ejército iba «vestido sólo de sus laureles». Cáceres, en las memorias citadas, hace esta descripción objetiva que tiene verdadero sabor épico y que se refiere a 1818: «los soldados no tenían más vestuario que un chiripasito para cubrir las partes, la fornitura la usaban a raíz de las carnes, el invierno fue riguroso, los soldados se amanecían en sus ranchos haciendo fuego y cuando se tocaba la diana que era una hora antes del día, salían a formar, arrastrando cada uno un cuero de vaca, para taparse, de suerte que parecían unos pavos inflados en la formación; luego que aclaraba, se pasaba lista, y cuando se mandaban retirar las compañías a sus cuarteles, quedaban tantos cueros en la línea, cuantos eran los hombres que habían estado formados en ella; sin embargo, estos hombres eran tan constantes y tan entusiastas, que el que salvaba de tan frecuentes derrotas, procuraba luego a Artigas para incorporarse y continuar en el servicio. ¡Gloria eterna a aquellos denodados patriotas!»

Una alcaldada de Artigas

El Jefe de los Orientales urgía a fines de 1815 al Cabildo de Montevideo y a su delegado para que tomasen medidas contra los españoles pues sentía inminente el peligro de una expedición enemiga. Los hombres de Montevideo no correspondían con la celeridad deseada a los requerimientos de Artigas. Este, desde Purificación, escribió con fecha 12 de noviembre a don Fructuoso Rivera y le dijo entre otras cosas: «con esta fecha doy mi última providencia y digo al Cabildo, como también a Barreiro lo conveniente y si no veo un pronto y eficaz remedio, aguárdeme el día menos pensado en ésa. Pienso ir sin ser sentido, y vería usted si me arreo por delante al Gobierno, a los sarracenos, a los porteños y a tanto malandrín que no sirven más que para entorpecer los negocios. Ya estoy tan aburrido, que verá usted como hago una alcaldada y empiezan los hombres a trabajar con más brío».

 

sin firma
Revista Nacional Nº 83

noviembre de 1944

Editado por el editor de Letras Uruguay, se agrega foto

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