Hablando con el pintor Cúneo
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Cúneo, uno de nuestros más ilustres artistas plásticos, cuyas telas son un himno glorioso de color y de luz, nos dio la fiesta de sus cuadros y de su espíritu en la visita que le hicimos. Aunque el pintor pasa por una época de distraimiento para su arte, en cuanto a trabajo, y por lo tanto a preocupaciones y problemas a resolverse con la misma labor, su temperamento y su visión permanecen fieles a la fuerte y sintética concepción de belleza y de luz que triunfa en todos sus cuadros. De ello dan fe las interesantes cosas que nos dijo, y van enseguida, sacadas de una conversación demasiado corta:
En este momento del arte, agitado por tantas contradicciones, ¿tiene usted un punto seguro de orientación para su obra?
—El color, ante todo, primero que todo, sobre todo.
—Sin embargo, recordamos su preocupación de la forma, patentizada en algunas de sus obras calificadas de cubistas.
—Ciertamente, la forma.,.
—Me parece que podemos ordenar y simplificar nuestro diálogo, si usted nos dice algo de su estética y técnica, en cuanto a estos dos elementos: el color y la forma.
—Verdad es que representan hoy los dos elementos dramáticos de nuestro arte, que choca ya en uno, ya en otro, como el navío de Ulises entre Scila y Caribdis...
—Orden, querido artista. Soy todo cuidado para no perecer contra alguna de las clásicas rocas... Háblenos primero del color, de su color.
—Indudablemente, como decía, el color ante todo y sobre todo; pero como hay muchas maneras de entender el color, quiero hacer notar que el que yo prefiero es el color casi puro y brillante, tal como sale de los tubos. Puede que más adelante me aficione a la infinita variedad de los grises coloreados a los que por ahora sólo creo capaces de vestir una construcción a base de claro-oscuro.
—Ahora, del otro escollo: la forma.
—Me ha preocupado la forma, porque es precisamente uno de los tormentos de los pintores actuales, y por lo que la lucha para romper la antigua visión ha sido más cruenta. Ya se han librado los pintores de la obsesión del íncubo constructivo a la manera de Rafael, Ingres, David, etc., que era considerada el sumum de la perfección. Los volúmenes eran siempre redondos; las puntas de ellos que vienen hasta nosotros, terminaban en una suavidad de modelado tal, que ocultaba la construcción poderosa que habla debajo, y así se seguía imitando la apariencia y no el fondo de la pintura de aquellos maestros. A los impresionistas primero, y a los cubistas después, debemos la libertad conquistada, sobre todo a estos últimos, que insistieron en la necesidad de escribir los volúmenes con la mayor claridad y fuerza posibles. A mi manera de ver, vuelve la pintura a poder expresarse con amplitud igual a la que usaron los primitivos de todos los tiempos, es decir, representar en la tela o en la pared todas las imágenes de la realidad y aun las de los sueños, sin que su agrupamiento tenga que obedecer necesariamente a las leyes de anatomía, perspectiva, claro-oscuro, etc. ni a un modelado que anote todas las menudencias inexpresivas que luchan contra una síntesis expresiva. Por el contrario, sean antes que nada cosas profundamente humanas que queriendo conmover y expresar algún pensamiento, no tengan que verse trabadas por complicaciones; así en las escenas del Giotto y Fray Angélico vemos el fervor religioso, la beatitud, el misticismo, antes que lleguemos a darnos cuenta de los incontables errores de perspectiva, iluminación y otras cosas científicas reputadas hasta ahora como indispensables para pintar.
Evocamos, mientras hablaba el artista, los siete magníficos cuadros de La Isla y el Jardín mojado, que se encuentran ahora en Río Janeiro, y contemplamos los retratos de la señorita de Scoseria y de la señora de Batlle, el último de los cuales subyuga por la pureza con que está resuelto. Aquella cabeza, definitivamente, tiene la nobleza y la majestad que reinan en el alma del artista, bañada de luz.
José Cúneo Perinetti (11 de setiembre de 1887 - 19 de julio de 1977) |
José Cúneo PerinettiSubido el 26 nov. 2011
José Cuneo Perinetti (Montevideo, 11
de septiembre de 1887 - Bonn, Alemania, 19 de julio de 1977) pintor
uruguayo. Su obra se caracteriza por la serie de ranchos, lunas y
acuarelas del campo uruguayo que realiza a partir de 1930, cuando se
radica en Florida y Melo. El apellido Cuneo, de origen italiano, se
escribe en realidad sin acento. |
Revista "La Cruz del Sur"
Montevideo, julio 15 de 1924
Texto escaneado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay, con el agregado de video.
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Inédito en el cyber espacio mundial al 20 de noviembre de 2016.
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