Hablando con el pintor Cúneo


Revista "Cruz del Sur" (Montevideo) Nº 5

Cúneo, uno de nuestros más ilustres artistas plásticos, cuyas telas son un himno glorioso de color y de luz, nos dio la fiesta de sus cuadros y de su espíritu en la visita que le hicimos. Aunque el pintor pasa por una época de distraimiento para su arte, en cuanto a trabajo, y por lo tanto a preocupaciones y problemas a resolverse con la misma labor, su temperamento y su visión permanecen fieles a la fuerte y sintética concepción de belleza y de luz que triunfa en todos sus cuadros. De ello dan fe las interesantes cosas que nos dijo, y van enseguida, sacadas de una conversación demasiado corta:

 

En este momento del arte, agitado por tantas contradicciones, ¿tiene usted un punto seguro de orientación para su obra?

 

El color, ante todo, primero que todo, sobre todo.

 

Sin embargo, recordamos su preocupación de la forma, patentizada en algunas de sus obras calificadas de cubistas.

 

Ciertamente, la forma.,.

 

Me parece que podemos ordenar y simplificar nuestro diálogo, si usted nos dice algo de su estética y técnica, en cuanto a estos dos elementos: el color y la forma.

 

Verdad es que representan hoy los dos elementos dramáticos de nuestro arte, que choca ya en uno, ya en otro, como el navío de Ulises entre Scila y Caribdis...

 

Orden, querido artista. Soy todo cuidado para no perecer contra alguna de las clásicas rocas... Háblenos primero del color, de su color.

 

Indudablemente, como decía, el color ante todo y sobre todo; pero como hay muchas maneras de entender el color, quiero hacer notar que el que yo prefiero es el color casi puro y brillante, tal como sale de

los tubos. Puede que más adelante me aficione a la infinita variedad de los grises coloreados a los que por ahora sólo creo capaces de vestir una construcción a base de claro-oscuro.

 

Ahora, del otro escollo: la forma.

 

Me ha preocupado la forma, porque es precisamente uno de los tormentos de los pintores actuales, y por lo que la lucha para romper la antigua visión ha sido más cruenta. Ya se han librado los pintores de la obsesión del íncubo constructivo a la manera de Rafael, Ingres, David, etc., que era considerada el sumum de la perfección. Los volúmenes eran siempre redondos; las puntas de ellos que vienen hasta nosotros, terminaban en una suavidad de modelado tal, que ocultaba la construcción poderosa que habla debajo, y así se seguía imitando la apariencia y no el fondo de la pintura de aquellos maestros. A los impresionistas primero, y a los cubistas después, debemos la libertad conquistada, sobre todo a estos últimos, que insistieron en la necesidad de escribir los volúmenes con la mayor claridad y fuerza posibles. A mi manera de ver, vuelve la pintura a poder expresarse con amplitud igual a la que usaron los primitivos de todos los tiempos, es decir, representar en la tela o en la pared todas las imágenes de la realidad y aun las de los sueños, sin que su agrupamiento tenga que obedecer necesariamente a las leyes de anatomía, perspectiva, claro-oscuro, etc. ni a un modelado que anote todas las menudencias inexpresivas que luchan contra una síntesis expresiva. Por el contrario, sean antes que nada cosas profundamente humanas que queriendo conmover y expresar algún pensamiento, no tengan que verse trabadas por complicaciones; así en las escenas del Giotto y Fray Angélico vemos el fervor religioso, la beatitud, el misticismo, antes que lleguemos a darnos cuenta de los incontables errores de perspectiva, iluminación y otras cosas científicas reputadas hasta ahora como indispensables para pintar.

 

Evocamos, mientras hablaba el artista, los siete magníficos cuadros de La Isla y el Jardín mojado, que se encuentran ahora en Río Janeiro, y contemplamos los retratos de la señorita de Scoseria y de la señora de Batlle, el último de los cuales subyuga por la pureza con que está resuelto. Aquella cabeza, definitivamente, tiene la nobleza y la majestad que reinan en el alma del artista, bañada de luz.

 

José Cúneo Perinetti (11 de setiembre de 1887 - 19 de julio de 1977)

 

José Cúneo Perinetti

Subido el 26 nov. 2011

José Cuneo Perinetti (Montevideo, 11 de septiembre de 1887 - Bonn, Alemania, 19 de julio de 1977) pintor uruguayo. Su obra se caracteriza por la serie de ranchos, lunas y acuarelas del campo uruguayo que realiza a partir de 1930, cuando se radica en Florida y Melo. El apellido Cuneo, de origen italiano, se escribe en realidad sin acento.

Sus primeros estudios los realiza en 1906 con el maestro Carlos María Herrera. Al año siguiente viaja por primera vez a Turín, donde estudia en el taller de Anton María Mucchi, realizando paisajes de Italia que expone a su regreso a Uruguay en 1910. Posteriormente vuelve a Europa a estudiar con Anglada Camarasa y Van Dongen para, en 1917, estudiar en la Grande Chaumiere de París, interesándose en la pintura de Cézanne y Gauguin. Regresa en 1918. Hasta ese entonces, su pintura se caracteriza por la realización de paisajes, en particular de Italia y de Melo, en Uruguay, dando comienzo a su etapa de pintura planista.

En 1927 conoce en Europa la obra de Chaïm Soutine atrayéndole las deformaciones expresionistas y el uso de la diagonal, lo que marcará su obra futura. Expone los paisajes de ese período de Cagnes-sur-Mer en la Galería Zak y a su regreso a Montevideo, en el Ateneo.

A partir de 1930 se radica en el interior del Uruguay, en las ciudades de Florida y de Melo, donde realiza la serie de ranchos, lunas y acuarelas del campo uruguayo que caracterizan su obra. En 1942 obtiene el Gran Premio de Pintura del Salón Oficial, el Primer Premio en el Salón Nacional de Acuarelas y el Premio de Pintura en la Bienal Nacional de Arte.

Vuelve a Europa en 1954 e incursiona en la pintura abstracta. A su regreso al Uruguay firma su producción de esta época con su apellido materno, Perinetti. A partir de los años 1960 logra reconocimiento internacional. En 1961 expone una retrospectiva de sus 50 años como artista, pero su vida artística llegará a abarcar 70 años de producción. A partir de 1963 el reconocimiento de su obra alcanza importantes distinciones internacionales. Es premiado en la X Bienal de San Pablo en 1969 y en 1974 recibe el Premio Nacional de Pintura de Cagnes su Mer. En 1976 vuelve a Europa, donde fallece un año después, en Bonn.

 

Revista "La Cruz del Sur"

Montevideo, julio 15 de 1924

Texto escaneado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay, con el agregado de video.

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Inédito en el cyber espacio mundial al 20 de noviembre de 2016.

 

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