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La ensoñación poética y al realidad social
Carlos Roxlo, de la fantasía a la acción
Rebar
 

Un cultor de la poesía romántica que imperó en la segunda mitad del XIX e ingresó en el Siglo XX a la política.

Carlos Roxlo

El último 13 de marzo, se cumplieron 140 años del nacimiento de Carlos Roxlo.

En la época, promediaba en las letras uruguayas el auge del ciclo del romanticismo, que abarcara desde 1840 hasta más allá de los 80, con la figura emblemática de Juan Carlos Gómez perfilándose nítidamente en el amanecer de aquel movimiento.

Por más esperanzas que los padres españoles (Don José Roxlo y Doña Carmen Miralles) depositaran en el futuro del recién nacido, lejos habrán estado de predecir los variados matices de una existencia que convertirían al hijo en una personalidad multifacética, proyectándose en escenarios que siempre le reservaron protagonismos de nivel.

Una infancia dialogada con los libros, fue acercándole a una adolescencia en que apuntó su vocación hacia la poesía. Llegando a "mayorcito", a los 15 años tomó entre sus manos trémulas de emoción, el primer ejemplar de sus "Ilusiones perdidas": y ya "hombrecito", a los 16, hojeaba con avidez las páginas de su segunda publicación: "Veladas poéticas".

Viajó luego con sus progenitores a los lares de origen, y durante una larga permanencia en Barcelona escribió "Estrellas fugaces": de regreso al país editó "Cantos de la Tierra" y "Luces y Sombras", a los que siguió "Andresillo", que a varios años de su aparición continuaba estremeciendo a generaciones escolares captadas por la "ternura y humanidad" --dice Alberto Zum Felde-- de aquella composición que acompañó la celebración de los 20 años del autor. Detrás de ese reconocimiento que, en verdad, encierra un elogio, Zum Felde dispara implacablemente sobre la poesía de Roxlo, a la que culpa de ser "una prolongación recalcitrante de aquel romanticismo español que se cultivó en el país en la segunda mitad del siglo pasado (habla del XIX) que sólo tuvo los defectos del romanticismo, porque las virtudes se quedaron en las aduanas de los Pirineos". ("Proceso intelectual del Uruguay Tomo II. Ediciones del Nuevo Mundo" 1967).

De la razón que pudiera asistir a tan agudo crítico, parecen zafar ciertas crónicas que documentan la admiración de sus contemporáneos por la obra poética de Roxlo en la frontera de dos centurias, a punto de surgir la legendaria generación del 900.

El apabullante enfoque de Zum Felde también maltrata a la "Historia de la Literatura Uruguaya" que firmó Roxlo; pero no logra, sin embargo, recortar el mérito de ese gigantesco esfuerzo literario dividido en siete volúmenes, donde por primera vez se recorre el extenso tramo de nuestras letras que comienza en 1810 y se extiende hasta bien entrado el Siglo XX.

Pero, es evidente que nadie ha descubierto aún el secreto de lograr la unanimidad en torno a lo que hace.

Roxlo político. Esta faceta poético-literaria de Roxlo acapara la mayor parte de sus biografías; pero hay un signo distintivo en su vida, que fue poco o nada resaltado.

El bardo no se encerró en una cúpula de cristal para, desde allí, hablar con las estrellas y confiarles sus fantasías: se consustanció con los problemas sociales de su tiempo, y trató de resolverlos con la amalgama de su sensibilidad y la ponderación de su juicio.

En la aurora del Siglo XX dedicó muchas horas de su fecunda existencia a la política. Como hombre del Partido Nacional ingresó a la Cámara de Diputados el 14 de setiembre de 1901 representando a Treinta y Tres. En sucesivas Legislaturas actuó a lo largo de 25 años como vocero departamental de Tacuarembó, Montevideo, San José y Canelones.

Sin desviarse de su línea ideológica, su mirada estaba puesta en los sagrados intereses de la nación, y en los respetables derechos de las clases más necesitadas. Fueron varios los proyectos que presentó en la Cámara Baja --algunos compartidos con el Dr. Luis Alberto de Herrera, otros con Quintana, Ponce de León y Berro-- para hallar soluciones capaces de amparar a obreros y excarcelados, a las trabajadoras en estado de gravidez; a los menores ejerciendo diferentes ocupaciones, y a los ancianos. Preocupado por la higiene en fábricas y talleres --anota J. Enrique Rimbaud A.-- tanto como por los extenuantes horarios, sus observaciones lo llevaron a una iniciativa parlamentaria que, al sancionarse, marcó un hito en la historia laboral de la república: la limitación de la jornada de trabajo (Ley de 8 horas nocturnas y 9 diurnas) que proyectó junto a Herrera, y que fue inspiradora de otras leyes que mejoraron aún el doble propósito original. Asimismo, Roxlo trabajó afanosamente en la "Codificación de los Derechos Obreros" (1905) y posteriormente en el Derecho de Huelga (1907).

Precursor del Banco de Seguros --así lo define el citado Rimbaud-- vio culminar con la creación de ese organismo sus incesantes preocupaciones por la previsión a la vejez de los obreros y los Accidentes de Trabajo, reglamentándose el seguro obligatorio para los operarios de las empresas.

Periodista de fuste. Diarios y revistas literarias de su tiempo, vieron enriquecerse sus columnas con la rúbrica de Carlos Roxlo.

En las míticas Redacciones de cien años atrás, más de una vez transcurrió muchas horas con su gran amigo Leonel Aguirre: por eso, cuando éste fundó El País, con Washington Beltrán y Eduardo Rodríguez Larreta, el 14 de setiembre de 1918, a nadie pudo extrañar que, periódicamente, el nombre de Carlos Roxlo figurara en el temario del día, como uno de los más caracterizados tratadistas.

A mediados de los '20, la salud quebrantada y la moral deprimida se confabularon para armar su mano.

La noticia de su muerte conmovió a la vieja casa de este diario, en Ciudadela y Rincón, el 24 de setiembre de 1926, sumiendo a todos en la sorpresa y la angustia.

Rebar
El País s/f

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