EN EL TEMPLO CARNAVALERO DE LOS MONTEVIDEANOS PERDURA EL NOMBRE DE RAMON COLLAZO
Miscelánea artística genial

El Teatro de Verano del Parque Rodó tiene un curioso antecedente centenario

2-R.Collazo por Arotxa

Según constancias fotográficas de publicaciones de la época, entre fines del Siglo XIX y comienzos del XX, hubo en la actual esquina de Andes y Mercedes un TEATRO DE VERANO. Resulta difícil explicarse el fundamento del nombre, siendo que se trataba de una sala cerrada, ubicada en pleno centro de la ciudad. Lógico es en cambio, que al inaugurarse el 15 de enero de 1944 un escenario integrado a las cautivadoras bellezas de las Canteras y el Lago del Parque Rodó, se le denominara Teatro de Verano, el mismo que desde hace varios años, viene constituyéndose en el centro de una de las recreaciones de temporada más arraigadas en la población, como es la realización de concursos de agrupaciones que animan nuestros carnavales.
En 1986, el Intendente Municipal de Montevideo --a la sazón, el Dr. Jorge Luis Elizalde-- asumió la decisión de ampliar la denominación del Teatro de Verano con el nombre de Ramón Collazo. Se rindió, así, en una emotiva ceremonia que se cumplió al mediodía del lunes 26 de enero de aquel año, un justo homenaje a un personaje emblemático del carnaval.
Collazo fue el más completo integrante de una clásica trilogía que compusieron él, Salvador Granata y Carmelo Imperio, para convocar multitudes al borde de los tablados vecinales. Al frente de la Trouppe Oxford, Ramón se erigió en un referente obligado cada vez que debió hablarse del carnaval de los "twenties". Con la Oxford sembró canciones que alargan sus ecos hasta hoy, engarzando en pegadizas melodías las incomparables letras de Víctor Soliño. Si bien ese repertorio tiene sus innegables cumbres en "Adiós mi barrio" y "Si lo supiera mamá", incluye otros sucesos como "Madrigal veneciano", "Luna campera", "Black Melody", "Sevilla", "Blanca Nieves", "A la luz de la luna", "Pajarito cantor", "Portuguesa" y la contagiosa marcha tarantella que se llamó "Carnaval".
Cuando, a mediados de los '30 del Siglo XX, se clausuró el ciclo de las grandes trouppes --la suya, además de "Un real al 69", "Centenario", "Todo a Viejo Verde", "Moderna", "Derecho viejo", "Contigo morena", "Black Botton", "Chantecler" y "American Dancing"-- Ramón volcó su genio de compositor y director para reincorporarse a la farándula de Momo con pequeños conjuntos ("Parodistas de chocolate", "Momento musical" y "Humoristas del betún") con los que obtuvo las más señaladas premiaciones de los Jurados municipales y barriales.

LOS OTROS COLLAZO. Antes de esgrimir la batuta de la Oxford en 1927, Collazo ya era astro de la Trouppe Ateniense, la golondrina revisteril que venía festejando primaveras rioplatenses desde un lustro atrás. En 1924 (o 25) en una actuación en el Coliseo porteño, lo vio Roberto Cazaux --el más enjundioso actor argentino de ese momento-- y le auguró una trayectoria sensacional si se dedicaba profesionalmente a las tablas. Poseedor de una vis cómica nada común y una desenvoltura escénica elogiada por críticos de ambas orillas, Ramón potenciaba incesantes carcajadas entre auditorios siempre pendientes de su gracia innata. En los dos ciclos que cumplieron los atenienses (1922-30 y 1944-56, éste bajo su exclusiva conducción) ofreció creaciones memorables: "La Choricera", un calco perfecto de la cupletista Raquel Meller en "La Violetera"; la imitación de Ana Magnani en su batalla con el peine; la desopilante caracterización de Alejandro Shakaroff en los ballets más delirantes; el derroche de blusas entre el cante flamenco y el disparate con que remedaba a Miguel de Molina, el primero en reírse; y la gitana en cuotas que, al estilo de Carmen Amaya, bailaba la "Danza del Fuego Fatuo" alrededor de un primus encendido, al que de tanto en tanto había que destaparle el oído y darle bomba. Cualesquiera de esos cuadros merecería figurar en una antología del humor escénico, en tributo a tanta creatividad, a tanta perfección interpretativa, en medio de ambientaciones concebidas por él, con vestuarios sugeridos por él (dibujaba y pintaba, además), con coros dirigidos por él, y cuerpos de baile ensayados por él.
Músico de frondosa inspiración --sólo un año pasó por las aulas del Instituto Verdi-- trascendió su cartelera de éxitos carnavalescos con variadas composiciones que cantó y silbó toda nuestra gente: algunas absolutamente propias como "Pato" y "Araca París", otras, en coautoría con Roberto Fontaina, como "Mama, yo quiero un novio" (de repercusión mundial); y una que fusiona los hermosos versos de Fernán Silva Valdés con la dulce armonía de "Agua florida" Intérpretes consagrados llevaron al disco excelentes versiones de varias de ellas.
Ramón Collazo también grabó para Odeón con su orquesta típica, en 1930: ese conjunto fue la base del que, al año siguiente, agitara los estandartes del tango desde el Suplemento Musical, cita obligada del mediodía de Carve. En esa audición radial. "El Loro" consolidó su gran popularidad.
En los primeros años de la televisión, pasó por Saeta TV Canal 10 con un programa reidero en cuyo reparto revistaron conocidos actores.
Mucho antes, en 1938, incursionó en la pantalla nacional en el papel protagónico de "Soltero soy feliz".
Ramón Collazo --que nació el 25 de enero de 1901-- falleció a los 80 años, el 17 de junio de 1981. Pasó su infancia y adolescencia en el legendario Barrio Sur, más concretamente en el eje del variopinto prostibulario que condensa un capítulo insoslayable del ayer montevideano. El padre --preocupado por la educación del muchachito--lo inscribió en el Colegio Sadi Carnot, antecedente del actual Liceo Francés. En ese marco selectivo, aprendió el idioma de la distinción: pero cuando sintió la necesidad de escribir algo con palpitación de vida, usó el lenguaje fácil y emotivo; así surgió el libro "Historias del Bajo", una serie de disfrutables crónicas epocales que prologó Carlos Maggi.
Los hombres que supieron alegrar el espíritu popular con el metal sonoro de la risa, no mueren jamás. Sobreviven en la evocación. Ramón Collazo es uno de ellos.

Tango escrito con alma

* Aquejado de una enfermedad ocular que iba agravándose al paso de los días, Collazo debió ser intervenido quirúrgicamente por su gran amigo, el afamado oftalmólogo Prof. Dr. Raúl Rodríguez Barrios. Completada la operación --que se realizó en dos etapas-- llegó el momento de hablar de los honorarios médicos.
Ramón alude al episodio al final de una letra de tango tan sencilla como conmovedora:
Al segundo ojo/te dije "Galeno:/ esta vuelta es mía;/¿Cuánto es lo que debo?"
Y me contestaste,/siempre sonriendo:/"Regalarme un tango,/ y me tiro a menos"/
"¿Solamente un tango,/por dos ojos nuevos?/me salió barato,/ BORDADOR DE CIELOS".
Así se llamó finalmente el tango que, según Ramón, escribió con el alma y para uso interno, porque sólo circuló entre sus íntimos.

Rebar
El País s/f

Ir a índice de Crónica

Ir a índice de Rebar

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio