El ambiente intelectual

Durante la guerra española, la educación católica de Real de Azúa lo impulsó hacia el falangismo, ya se ha visto que las opciones que se planteaban eran en sus términos extremos y había alguna información de lo 7 que acontecía, pero podía ser parcial. Se miraba más quién vencía a quién que el horror de lo que ocurría a un pueblo al que los ejércitos obligaban en su avance a engancharse en uno u otro bando. Nuestro pueblo era decididamente antifalangista, antifascista y antinazi, pero había alguna minoría que acompañaba activamente a la extrema derecha. El caso de Real de Azúa se basaba en su catolicismo y en su desinformación respecto de lo que era el falangismo; hizo un viaje a España para ver por si mismo lo ocurrido y qué cosa era la "falange": alguien escribió que podía haberse ahorrado el viaje, de haber leído tal o cual libro. Indudablemente, pero hubiera sido una experiencia indirecta: era adherirse a una opinión ajena.

Real de Azúa mostró, desde temprano, su jerarquía de buen escritor al obtener, en 1936, un segundo premio en un concurso organizado por William Berrieu, como lo recuerda Ruben Cotelo, del cual tomo estos datos. El tema era "Rodó y el arielismo"; los otros jurados eran de valía: Pedro Henríquez Ureña, Federico de Onis, Alfonso Reyes, Arturo Torres Rioseco. El primer premio le fue adjudicado al peruano Andrés Townsend Ezcurra.
Ese mismo año escribió su estudio sobre Eduardo Mallea, escritor argentino nacido en Bahía Blanca en 1903, novelista y ensayista que estudió derecho y ciencias sociales sin llegar a doctorarse, delegado oficial al PEN CLUB que ese mismo año se reunía, si mal no recuerdo, en Buenos Aires. Era autor muy leído, especialmente en "Historia de una pasión argentina", "La ciudad junto al río inmóvil", "Cuentos para una inglesa desesperada", anterior a los ya mencionados, y preparaba "El sayal y la púrpura" que saldría editado en 1941. En ese mismo 1936 Real de Azúa aborda, en la Facultad de Derecho, a Carlos Martínez Moreno: eran compañeros de clase pero era tal el número, que en el primer año no se conocían. Había escrito éste un articulo en "El Día" y sobre el tema: "La contradicción de Don Miguel de Unamuno". Real de Azúa lo abordó y le objetó lo escrito y ahí discutieron un rato. Yo conocía más a Martínez Moreno, pues veníamos desde el Liceo Nº 4 avanzando juntos y además teníamos afinidad literaria: todas las semanas íbamos a discutir a propósito de libros: generalmente se efectuaban esos encuentros en la casa de la calle Colonia 2255 bis, si no me falla la memoria. Era más latinoamericanista que los demás y como coincidía conmigo en ese punto, me avisaba qué libros habían adquirido notoriedad internacional: Rivera, Gallegos e Icaza. No escribía en "El Día", sino en "El País", tal vez propuesto por Daniel Rodríguez Larreta, que era otro de nuestros excelentes compañeros de clase. Y cuando no podía ir a hacer la crónica musical a causa de sus estudios, me pasaba la entrada reservada a cronistas, que me venia estupendamente, dado lo exiguo de mis estipendios: veía la función, hacia el juicio que me parecía adecuado y se lo llevaba a "El País". Martínez Moreno lo leía, pero tenía juicio más severo que el mío y a veces me preguntaba con aire de sospecha: - ¿Te parece que la actuación de Tal o Cual puede decirsele "buena"?.
- Y... sí. respondía yo dubitativamente.
Después de una mirada "Rayos X", Martínez Moreno tachaba mi "buena" y decía: - Vamos a poner "discreta".
-Ah, como quieras. Total, vas a firmar tú.
Y al conocerlos a ambos comprendo cómo habrá sido la discusión política entre Real de Azúa y Martínez Moreno. La amistad entre ellos, o por lo menos el compañerismo, se inició mucho después, cuando los dos colaboraron en "Marcha", reclutados, según parece, por el propio Quijano, aunque Rodríguez Monegal expresa que fue él quien llevó a Real de Azúa a ese semanario. Pero efectuando el viaje a la España ya franquista, Real de Azúa comprendió que lo que estaba viendo difería de modo sustancial con lo que creía. Un día se encontró conmigo cerca de la confitería "La Americana", nos sentamos y me habló unas dos horas. No entendí muy bien qué era lo que me quería decir, simplemente que estaba "de vuelta de muchas cosas" y que había que repensar todo de nuevo. Me regaló por esa época "España de cerca y de lejos" editada en 1943, fecha en que yo dictaba mi conferencia en el Paraninfo de la Universidad, sobre el tema "Los Estados Unidos de Latinoamérica". Antes le había regalado mi novela "Los Iporas". La verdad es que no leí entonces su libro sobre España, y recién lo hago ahora, y supongo que él no habrá leído mi narración de ambiente charrúa prehispánico.
En 1937 fue designado Profesor de Literatura, actividad que ejerció hasta 1966. En 1950 colaboró en una revista literaria que lamentablemente duró poco: "Número". Allí publicó "Ambiente espiritual del 900" en las entregas 6, 7 y 8. En esa publicación empezaron a surgir plumas de las más importantes de la nueva promoción literaria. En 1954. "Problemas de la juventud en el Uruguay": en 1955 los artículos a propósito del "Indice critico de la literatura hispanoamericana", de Zum Felde, de los cuales derivó al fin una polémica. Se había afirmado en sus estudios de Derecho y se recibió de abogado en 1946. Ejerció su profesión, pero sin darle demasiada importancia a esa actividad. Escribía, además, en revistas, no sólo en "Número", sino en ''Escritura''. "Tribuna Universitaria''. "Anales del Instituto Artigas" y "Entregas de la Licorne", que dirigía, con gran conocimiento y claridad, Susana Soca. Pero lo más importante de su actividad periodística la realizó en el semanario "Marcha". Quijano acentuó en éste su posición de avanzada que ya había demostrado en su anterior semanario, "El Nacional", que debió cerrarse porque el público uruguayo no estaba todavía suficientemente maduro para las ideas allí sustentadas. Tanto en "El Nacional" como en "Marcha" dio Carlos Quijano mucha libertad a sus colaboradores, porque consideraba que cada uno debía asumir su cuota de libertad con su correspondiente cuota de responsabilidad. Dice Martínez Moreno: "Allí (en 'Marcha') comencé a escribir mi crónica de teatros y Real de Azúa los ensayos que, en el tránsito hacia su madurez harían de él a uno de los creadores críticos más importantes del Uruguay, sin amonestación de tiempo o de limitación generacional".

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