El ambiente docente

Entretanto su desempeño en la docencia era de destaque. Expresaba cosas muy finas e incluso profundas y daba al alumnado gran libertad, lo que hacía que todos intervinieran a la vez. Rodríguez Monegal, que había estudiado en el Liceo Francés, o sea dentro de una línea muy estricta de disciplina, señala lo ruidosa que era a veces una clase de Real de Azúa: pero ruidosa por fermental no puede tomarse sino como elogio. Más vale entre un extremo y el otro, que todos hablen, y no que la muchachada esté muda. El otro día, por casualidad, me encontré con una alumna mía que también lo había sido de Real de Azúa. Cuando le conté que estaba escribiendo sobre él se puso muy contenta y me hizo de las clases de Real de Azúa un elogio que revelaba admiración cálida: sabía muchísimo, penetraba en los temas con gran captación de aspectos sutiles, pero de pronto se dispersaba. Y textualmente: "Lo distraía hasta el vuelo de una mosca". El juicio de esa chica es sumamente valorativo y la expresión un tanto negativa la vi tan cargada de afectividad y tan gráfica dentro de la manera de expresarse de un alumno, que no me parece que desmerezca al excelente profesor del que estamos tratando de hacer una semblanza.

Dentro de las polémicas literarias recuerdo una que mantuvo con Crispo Acosta, a propósito de un cambio de autores del programa. Guardé los artículos periodísticos y luego los tiré unos años después, creyendo que habían perdido actualidad: ahora me harían falta. A Crispo Acosta (Lauxar) le dolía la exclusión de Anatole France y de Vigny, dos de sus autores favoritos. Real de Azúa replicaba que Anatole France estaba "demodé", me parece que esa fue la palabra, pues cito de memoria. Y pienso que efectivamente, ya no tenía razón en figurar, en el programa. Pero creo injusta la exclusión de Vigny, para mi el más profundo poeta francés de todos los tiempos: claro que había qué leerlos en su lengua original y los muchachos, qué cada vez leían menos en español ¿cómo exigirles que estudiaran en francés? Pero coincide con que los dos autores que quería y logró excluir Real de Azúa eran anticatólicos. Toda la obra de Anatole France es un ataque cómico a la Iglesia. Y si de Vigny se lee "El Monte de los Olivos", donde hay un reproche a Dios por permitir la muerte de Jesús...

Real de Azúa ascendió al desempeño de cargos docentes de gran relevancia, conforme a sus méritos: fue Profesor de "Teoría Literaria" en el Instituto de Profesores Artigas, también en el mismo I.P.A., Profesor de "Estética Literaria" y de "Ciencia Politica" en la Facultad de Ciencias Económicas.
Creo que examiné una vez junto a Real de Azúa, me parece, en el Vázquez Acevedo. Presidía Esther de Cáceres y se empezó a poner seria con nosotros porque sospechaba que en las preguntas éramos más blandos con las muchachas, lo cual no era, me parece, cierto. Pero, sea esto así o no ¿cómo examinaba Real de Azúa? Lo hacia con mucha personalidad. Mercedes Ramírez señala que ayudaba mucho al examinado, eso porque era bondadoso, comprensivo de la carencia de algunos de ellos, y se refiere al caso de un estudiante japonés: ella y Real de Azúa le hicieron varias preguntas. Nada. El pobre chico japonés sólo sonreía dulcemente, Real de Azúa, que presidía el Tribunal, dijo: "Aprobado". Y explicó: "Yo no voy a llevar sobre mi conciencia el peso de haber bochado a un japonés que ya ha perdido seis exámenes". Porque él leía el carné donde estaba el debe y el haber del examinado. Pero es que había docentes que tenían mucha personalidad. Un día Crispo Acosta presidía un tribunal de Literatura para Preparatorios de Medicina. El examinado declaró que no podía disertar sobre el tema de la bolilla y cuando se pasó a preguntar el primer examinador, el muchacho no contestó nada. Pasó a Crispo Acosta la "suerte de matar" como se dice en tauromaquia y le preguntó un autor de los 14 del programa, y no lo supo. Indignado le repetía:
- ¿Y qué autor ha estudiado?
- Rodó.
- ¿Y qué ha leído de Rodó?
- Todo.
- ¿Todo? Dígame qué expresó en tal conferencia.
El alumno contestó sin titubear al bombardeo feroz de Crispo Acosta. Quien lo paseó por toda la obra ensayística y periodística. Resultó que en ese tema sabia igual que el profesor. Crispo Acosta explicó a los otros dos miembros del Tribunal:
- Quien ha estudiado de tal manera a nuestro máximo ensayista, no pudo tener tiempo para dedicarse a los demás temas del programa. Propongo que se lo apruebe con sobresaliente.
Yo me aparté de Real de Azúa y los profesores del Vázquez Acevedo cuando fui destinado al "Instituto José Batlle y Ordóñez", que entonces funcionaba solamente para señoritas. Allí observé que Alicia Goyena -espíritu totalmente superior- tampoco hacia demasiado caso de los Reglamentos: cuando le llegaba uno con modificaciones a propósito de algo que no mejoraba nada en su opinión, se limitaba a decir: "Bueno, guárdelo... Es poco importante".

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