Razgos del carácter de Real de Azúa

 
1. Ausencia de lo confesional. Lisa Block expresa que "en su despego por la literatura confesional había más que un rasgo de pudor", pero Real de Azúa admitía desgarramientos de su mundo interior, desde luego importantes. Esa actitud era bastante corriente en la crítica literaria de la década del 40, y Crispo Acosta, en una clase, atacó duramente en Musset, el desnudar su alma en los versos, cosa que señaló en otros románticos, también, como ciertas formas, todo lo valiosas que se quiera, pero un tanto impúdicas. De modo que esa actitud de Real de Azúa estaba dentro de las ideas corrientes de su formación literaria.

2. Se le ha llamado excéntrico. Etimológicamente este adjetivo indicaría "rareza o extravagancia de carácter". Y " extravagancia en el pensar y obrar". Y como adjetivo, "que se hace o dice fuera del orden o común modo de obrar". Para quienes no lo conocieron suena un tanto negativo este juicio. Pero en todo caso no eran actitudes que lo menoscabaran que no le gustare ser retratado y que de pronto sería por superstición. Podía ser por cualquier razón: tal vez por sentir una convicción de insignificancia personal (Lisa Block de Dehar). Otra excentricidad: su manía de no comer sin pan ... Y bueno: si le gustaba el pan... Rodríguez Monegal apunta un rasgo ya más grave: su impuntualidad: parece que no llegaba nunca a la hora. Es malo eso. El tiempo de los demás vale oro y eso no lo comprenden bien los criollos y más las criollas; en ellas es más perdonable porque cuidan salir a la calle hermosas. Yo, como de origen sueco, soy maniático de la puntualidad y, un día, un compañero de la Directiva del "Club Escandinavo", al verme tocar el timbre en el instante mismo de la hora fijada, me dijo: "- tú eres bien como los suecos: que llegan cinco minutos antes, dan una vuelta a la manzana y en el minuto justo aparecen". Ni que me hubiera visto: era lo que acababa de hacer. Se dice que a Real de Azúa no le gustaba subir en aviones.., pero subía. Y el ochenta por ciento de la gente me ha confesado tener la misma aprensión. Lo que pasa es que se da mucha publicidad a las catástrofes aéreas. Y en general a todas las catástrofes.

3. Era fanático de Peñarol. Eso ya no es una excentricidad, sino una pasión. Y además, peor es que hubiera sido "burrero" y dejado su sueldo "en las patas de un tungo roncador", como dice el tango, o en la ruleta, a la que nunca lo vi jugar. Y a propósito, un día estaba yo viendo un partido de fútbol, generalmente iba a la Olímpica, pera a causa del calor me decidí por la tribuna América. Nacional le venía ganando a Central por 3 a 0 al finalizar el primer tiempo. En eso se me acerca Real de Azúa. Lo miré inquisidoramente, quizá como Farinata a Dante.
- ¿Qué estás haciendo por aquí?, le pregunté.
- Vine para ver si le sacábamos un puntito a Nacional ... Pero veo que ya no será posible.
Analizábamos algunas jugadas del primer tiempo y luego se fue:
- Me voy, que estoy con mi sobrino.
Pero en el segundo tiempo ¡Oh. dioses de Píndaro! Central reaccionó de modo inconcebible, ante el público estupefacto y le hizo tres goles a Nacional, que en ese momento defendía el arco de la Amsterdam y que, confiado, se dejó estar. Real de Azúa se fue con su soñado "puntito" y yo salí por la otra puerta de la tribuna.
Dice "el Sobrino" que su tío tenía la excentricidad de leer en los entretiempos, pero en ese caso, más excéntrico era mi padre, porque sin ser hincha de ningún cuadro, cuando el partido no estaba bien jugado, sacaba una novela policial del bolsillo y, en señal de protesta, se ponía a leer, desentendiéndose del magro espectáculo. Por otra parte, muchos intelectuales iban al fútbol: Sabat Ercasty y Parra del Riego, dos grandes poetas, gustaban de los partidos bien jugados y de la antigua picardía criolla, sin ser mayormente hinchas. Eduardo J. Couture, el eximio catedrático de "Procedimiento Civil", "se comía el sombrero de nervios", según la expresión de algunos discípulos. Con Sabat Pebet no se podía discutir de fútbol porque se exaltaba: una vez me dijo: "¿Sabés cómo formaría el Seleccionado? Y me citó los once titulares de Peñarol. Sólo José Pedro Segundo, excelente expositor de los autores de literatura y disertaciones muy ordenadas, que era, según parece, de Nacional, se mantenía impávido. Tiene una "Serenidad olímpica", decían algunos alumnos. Aunque "baratreaba". De manera que no es nada especial que Real de Azúa tuviera su corazoncito, si bien "rayado".

4. Fue un polemista que enfrentó a adversarios de jerarquía. Se ha hecho mención a la que sostuvo por cuestiones del programa de literatura, pero otra se produjo con Zum Felde a propósito de aspectos de su obra, también citada, y desde "Marcha" le reprochó, según señala Rubén Cotelo, "altanería, énfasis, contundencia, inexactitud (de títulos, de fechas y nombres; arrogancia, juicios conclusivos, afirmaciones rotundas, estilo altivo, y un tono afirmativo, apodíctico, incoerciblemente dogmático". Y tomo de Cotelo esta otra cita de Real de Azúa, casi dos meses después de la polémica, que por lo general duraban semanas: "Cuando hago una aseveración, muy frecuentemente la matizo, la complemento con una atenuación, trato de ponerla en su punto. Creo que hay que tener el sentido dialógico de la verdad y mucho respeto por la verdad misma. Quien todo lo vea blanco o negro, quien no pueda escaparse de su cuadrícula mental, quien sólo vea las líneas gruesas, quien no tenga el sentido del matiz, quien no comprenda la función insustituible de lo complementario, raramente ha de coincidir conmigo".

Angel Rama alude también a un duro enfrentamiento polémico que Real de Azúa tuvo con Carlos Rama, del que de momento no poseo información suficiente como para emitir un juicio ni es mi intención otra que la de señalar, que ese escritor cuyo sobrino Santiago llama "tímido, retraído, oso, excéntrico y maniático" se apasionaba, de pronto, por problemas y, equivocado o no, pero sincero en ese momento, se lanzaba al ruedo, a veces como torero y en ocasiones como el toro. Capitulo que habrá que estudiar un día.

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