Angel Rama

Un uruguayo renacentista

El más joven de la "Generación del 45" o "Generación crítica" y uno de los primeros en morir. Angel Rama (1926- 1983) representa no sólo una forma de la inteligencia estrictamente uruguaya, sino también un modelo latinoamericano de producción intelectual. Notable por su rigor y su capacidad de seducción como docente (en Secundaria y en la Facultad de Humanidades, donde dirigiera su Departamento de Literatura Hispanoamericana), notable también por su rigor y su seducción como articulista y ensayista del Semanario Marcha, cuyas páginas de literatura dirigió durante diez fermentales años, Rama se multiplicó en Montevideo como editor, conferencista, polemista, escritor en el sentido cabal de aquel que registra y organiza el pensamiento según un orden de discurso. El argentino Noé Jitrik reconocía en Rama al más renacentista de todos los intelectuales de este continente, y son innumerables las anécdotas y los hechos que demuestran su "laboriosidad inverosímil", según palabras de Carlos Real de Azúa.
"El Uruguay me hizo", decía A.R. en el articulo "La lección intelectual de Marcha". Hijo de inmigrantes gallegos y activo en la vida cultural uruguaya desde los veinte años, Rama fue, como sus compañeros de generación, un cosmopolita que, a partir de los años 60, enfoca sus mayores intereses críticos sobre la literatura y él entero corpus de la cultura latinoamericana. Así lo testimonian los autores editados en la Editorial Arca, dirigida y cofundada por Rama, así como su trabajo semanal en Marcha y su acercamiento, cada vez más minucioso, al conjunto y las particularidades del continente.

La cátedra, entonces, no se circunscribía a la Universidad, sino que proliferaba en proyectos editoriales (la Enciclopedia Uruguaya fue uno de ellos), en la prensa cultural, en el nuevo oxígeno que Rama traía de cada viaje. El brillo docente de Rama no tenía la frialdad de la clase o conferencia magistral, sino la calidez de una comunicación casi teatral en su persuasión. Y sus artículos convocaban precisión, información, estilo, sistematización de líneas de interpretación personales, que establecían tendencias para el lector, gravitaban sobre él, lo volvían exigente como lector de la crítica y de los objetos de análisis. De la multiplicidad de perfiles de Rama, el de su tarea de mediador desde la prensa cultural -tarea compartida por toda su generación- es uno de los más preponderantes. Generoso en su trabajo de observador y auscultador de lo nuevo, tanto podía enfrascarse en una erudita y fértil polémica con Vargas Llosa sobre las definiciones de la novela, como escribir sobre el valor poético de las canciones de Chico Buarque. Era un gran interlocutor para escuchar lo que decían los libros, las canciones, los estudiantes, para hacer hablar los libros en sí y a todos con el lector: no cualquiera podía hacerlo con tanta energía. elegancia, pasión y espíritu interdisciplinario.
En Rama coincidían currículum y biografía. La actividad intelectual no era un trabajo a horario separado de otras funciones de su vida. El hecho mismo de haber empezado tardíamente a escribir desde el proyecto de un libro y no desde la antologización de sus artículos, muestra la curva que seguía tanto su trabajo como su vida, su carrera de méritos académicos en el exterior y el tiempo para una dedicación en profundidad a la investigación. A medida que Rama se iba alejando del país por razones que, a partir de 1973, se convirtieron en impedimentos políticos, iba variando positivamente la calidad del tiempo personal, que le permitía afinar la calidad de interlocución con el mundo construido por el pensamiento. El pluriempleo de aquellos años, menos salvaje que el de éstos, había ido gestando el tipo de intelectual múltiple que recién en los años del exilio tuvo la oportunidad de probar las ventajas y desventajas de lo que Rama llamaba "la jaula de oro" de las Universidades desarrolladas, donde seguir estudiando y especializándose al tiempo que enseñando. Cosmospolita, transformó la marca del desarraigo en espíritu y destino continental.
Pocos ensayistas como este uruguayo tuvieron tan cabal y detallado conocimiento de todas las literaturas y todos los procesos históricos de cada país de esta América. No se trataba sólo de información, ya que sólo con información no se piensa, se organiza y se concreta la Biblioteca Ayacucho de Venezuela, un trabajo de equipo editorial que implicaba el conocimiento de quién es quién para cada trabajo, cada prólogo, cada edición. En esos años, que no superaron una década, se unificaron todos los intereses y saberes de Rama: el lector omnívoro, el crítico, el investigador, el editor, el docente, el hombre de empresa.
Pero en medio de tanto trabajo simultáneo, Rama siguió adelante con la profundización teórica de una de sus mayores preferencias literarias, como fue el Modernismo, revisando y reformulando las ideas recibidas sobre ese fenómeno literario exclusivamente hispanoamericano. Estudioso de Herrera y Reissig y Roberto de las Carreras, apasionado del fenómeno de la "Belle Epoque", centró en el fundador, Rubén Darío, su siempre actualizada batería de métodos de percepción de lo estético en sus vínculos con lo social. Definiendo a Darío como "el primer escritor latu sensu de Hispanoamérica", por haber convertido el libro o el periódico en gran mediador de la comunicación con el público masivo, Rama estaba formulando el modo de producción intelectual latinoamericano del cual él era, en el momento de hacerlo, uno de sus más definidos representantes. Darío no asume una actitud artificial, ni se integra a una cultura europea, sino que vive naturalmente la captación del objeto cultural y por ende artificial perteneciente al vasto universo".
Esta cita pertenece a su prólogo al enorme tomo de Poesía de Rubén Darío, editado en la Biblioteca Ayacucho, que continúa y perfecciona su trabajo de 1970 sobre el tema. Reflexionando sobre Darío, Rama estaba también definiendo algo de sí y de su inserción en la compleja trama cultural de este continente. 

Alicia Migdal
El País Cultural
31 de diciembre de 1993

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