Ballet de Amiens

Ballet de Amiens: magnífico
por Barret Puig Lanza

Estudio Auditorio. Presentación del Ballet Théatre de Amiens, auspiciado por el Centro Cultural de Música.

La integración de las artes no es un propósito —y mucho menos una realización— atribuirle en exclusividad a nuestra época. La buscaban, a su manera, los integrantes del cenáculo del Conde de Bardi. hacia el 1600; la buscaba, y creyó haberla encontrado, Ricardo Wagner en pleno Romanticismo. Si los intelectuales florentinos fracasaron en el propósito que les movía, legaron a la posteridad —como el Gran Almirante judeogenovés que no llegó a la India pero descubrió América— un medio de expresión artística nuevo, vigente e ineludible aún cuatro siglos después. El drama musical wagneriano, pasados ya cien años sigue enriqueciéndose con los discípulos de Wieland, el nieto de Ricardo. Al lado de tan ilustres ejemplos, aportes y fracasos, visiones y realidad, genios y mediocres, poseídos y estafadores, forman una larga corte que ha pretendido, intentado, y algunas veces logrado conmover su época a través de la síntesis o el encuentro de las formas artísticas.

El Ballet-Théatre de Amlens ensaya, una vez más, la integración. Se autodefine como “movimiento de arte, expresando los sueños y las preocupaciones de esta época”. Hay en su espectáculo una potente creatividad, que se nutre principalmente de la danza y se apoya en una sólida, formidable base académica de los intérpretes.

La integración parece orientarse más hacia la comunicación con el público de hoy que en ninguna otra dirección. En la misma academia hay implícito un respeto a los clásicos en la búsqueda del nuevo camino.

El resultado —vayamos a el, finalmente— es sencillamente deslumbrante. La belleza total que se alcanza en “Aquathéme" o en “Violostries”, constituye una de las experiencias más impactantes de la coreografía de Francoise Ádret, o la notable expresividad de Martine Parmain y James Urbain en el hermoso pas de deux, se funden en la solvencia impecable de todo el conjunto de bailarines, las escenografías de Gustave Singier y Jesús-Raphael Soto, y la riqueza de la banda sonora. Ponemos el acento en esos dos números, porque nos parecieron aquellos donde la finalidad de “integración” establece el lazo más cautivante con el público, pero el nivel es igualmente excepcional en todo el programa.

Nos queda la duda de si debemos incluir como virtud o como único reparo, el hecho de que todo está pensado en función del propio grupo y no se le concibe sin él: el nuevo camino, ¿estará abierto a otros, o tendrá en sí el germen de su propia muerte? Es algo a lo que no sabemos contestar.

Entre tanto, este Ballet-Tthéatre de Amiens deja a su paso por Montevideo una impresión magnífica, y la inquietud de conocer cuál será la suerte futura de su maravillosa experiencia.


Don Snyder y Dominique Mercy, en una expresiva escena de danza	Therese Thoreaux en el ballet "Aquatheme", de gran lucimiento	Martine Parmain y James Urbain, en "Violestres", una danza que tuvo tensión y expresividad en su ejecución.