La gran herida
Teresa Puglia

La herida llega a la contrapartida de los días
gimiendo por los crímenes del alma.
Sangra la herida o seca se estremece.
DUELE IGUAL.

Añora el porvenir signado en la esperanza.
Frutales ambiciones
primaveras del hueso
y en el tren del deseo quemarnos como leños.

Vienen y van los hombres - mis hermanos -
    según dictaminaron los oráculos 
o el Hipitecantropus Erectus.

Pero aquellos primates
no inventaron ni las computadoras, ni los narcodólares,
ni los agujeros de ozono, ni el oro de las catedrales,
ni los misiles, ni las xenofobias.
Aquellos eran apenas sangre,
instinto de sobrevivencia.

Hoy tal vez, haciendo la cuenta regresiva
nos acercamos más al sentir de Manrique,
porque el hoy
es bomba destructora en los sentidos
y desde la TV nos electrizan furias inexplicables.

Ésta es la gran herida.

La del mundo y sus gentes
arrastrando el sueño venerado
y nacer y partir y aceptar y luchar
y esperar y morir,
sin haber encontrado la gran magia
de la palabra ! Paz ! en el planeta.

Teresa Puglia 
de “La Herida Misma“ 1998

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