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La creatividad, factor de resiliencia, 
en la obra de Juana de Ibarbourou
[1] 
Dra. Sylvia Puentes de Oyenard
sylpuen@internet.com.uy 

Es interesante recordar que la presencia femenina en la literatura es una larga historia de sueños y de insomnios que crecieron más allá de la piel y la mirada. ¿En Lesbos? Quizás antes, cuando la mujer se abre en fruto y en el primer arrullo inaugura el canto; cuando despierta la memoria y el lenguaje simbólico sostiene el trino de los pájaros.

La palabra, gozo mínimo, se prolonga en los labios como un puente y la mujer, guardiana del fuego, enciende la lámpara de la tradición oral, y también de la escrita si nos remitimos a los colofones de los manuscritos occidentales.

Mujer urgida de miedos y pasiones, fuente plena y labio ciego. Mujer testigo de una sociedad que la margina a objeto de la literatura negándole la capacidad de ser sujeto de la misma.

La noche abre los ojos y aquellas mujeres pasajeras del sol y del rocío, las mujeres del período Heian, aprisionan el arte en su simiente y celebrando su intimidad trascienden la vida... Tanto no ser irrumpe en luz y transforma el silencio...

Estas palabras que escribí hace unos años para el libro Juana de Ibarbourou. Obras escogidas, son parte del umbral que nos convoca para ubicar a la mujer frente a la vida y a la literatura, porque muchas veces la creación se confundió con la circunstancia.

Juana de Ibarbourou

En este enfoque, de aguda percepción del acontecer femenino, no podíamos obviar un acontecimiento tan natural como el de las últimas etapas de la vida. Y lo haremos a través de la creatividad como factor de resiliencia, que es término que viene de las ciencias físicas y es aplicado en sicología. Remite a la capacidad de afrontar positivamente experiencias traumáticas y sobreponerse a las mismas logrando un aprendizaje vivencial. Un factor que beneficia la resiliencia es la creatividad, porque -como otros- permite regresar al estado anterior a la agresión sin consecuencias negativas. La literatura, en tanto expresión del arte que permite la creación y la re-creación, tiene un efecto catártico que puede convertirse en instrumento de superación y que, desde nuestra perspectiva, lo hizo en el caso de Juana de Ibarbourou, en una etapa de su vida cuando aún no existían elementos terapéuticos adecuados para compensar el descenso de los niveles estrogénicos.

"Y Dios me hizo mujer", como expresa la nicaragüense Gioconda Belli:

"de pelo largo,/ ojos,/ nariz y boca de mujer./ Con curvas/ y pliegues/ y suaves hondonadas/ y me cavó por dentro,/ me hizo un taller de seres humanos./ Tejió delicadamente mis nervios/ y balanceó con cuidado el número de mis hormonas./ Compuso mi sangre/ y me inyectó con ella/ para que irrigara/ todo mi cuerpo;/ nacieron así las ideas,/ los sueños,/ el instinto./ Todo lo que creó suavemente/ a martillazos de soplidos/ y taladrazos de amor,/ las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días/ por las que me levanto orgullosa/ todas las mañanas/ y bendigo mi sexo."

Muchas veces el climaterio es enfocado como una etapa de aridez y decadencia o, por el contrario, se dan ejemplos de figuras excepcionales como pueden ser Goethe, Verdi, Wagner o Churchill. En pocas oportunidades se alude a lo que vive, siente, sueña o pierde una mujer. Y "una mujer es la historia de sus actos y pensamientos, de sus células y neuronas, de sus heridas y entusiasmos, de sus amores y desamores. Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él fecundaron, o no lo hicieron, o dejaron de hacerlo(...). Una mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces y su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera: una mujer es la historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus luchas interiores..." (Marcela Serrano, Antigua vida mía)

Hoy nos convoca una magnífica poeta a quien se cita con mayor énfasis por sus libros juveniles que por los de la madurez que, sin embargo, son de una escritura profunda en la que se redescubre el alto acento lírico. La historia es sencilla y podemos comenzar a recrearla con su "Autorromance" : "Por quietas calles andaba/ Juanita Fernández que era/ muchacha como de pájaros/ y naranjas y colmenas./ Nadie veía su guardia/ callada de serafines./ Nadie veía en sus sienes,/ invisible, el arcoiris."

Nacida el 8 de marzo de 1892 , cuando Aldebarán y las Tres Marías iluminaban la ciudad de Melo, Juana Fernández tuvo una infancia de prodigio mezclando tradiciones cristianas con duendes y feitizos de su aya Feliciana. Fue primero novia del aire y después de un capitán con el que contrae enlace, matrimonio que conocerá la concentrada felicidad de un niño que no le dará descendientes."Veinte años casi sin crónica/ con solo el hijo y la paz/ de sus versos y sus flores/ de alambres y de cambray./ Amante y sin ambición,/ gorjeaba en cantos y canto/ de vida y callado amor."

En 1919, ya radicada en Montevideo, publica Las lenguas de diamante, poemario que hará prestigiar su nombre en el ámbito rioplatense y más allá del Atlántico. Junto a El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922) constituirá una trilogía en la que el amor, la juventud, el deslumbramiento de los sentidos serán parte de una entrega que se afianzará en más de sesenta años de ejercicio lírico. En 1929 es nombrada Juana de América y en 1930 transformará su decir atendiendo a una nueva estética que no es bien dimensionada en La rosa de los vientos. Durante veinte años silenciará su voz poética y dará a la luz editorial: Loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia (1934); Chico Carlo (1944); Los sueños de Natacha y Roosevelt, Sarmiento y Martí (1945). "Ya sobre el pecho una estrella,/ya otra más sobre la sien,/ ya mil clarines al viento/ y al toque de somatén./ Ya el llanto por sus mejillas,/ ya grises fuegos su luna,/ mañana de helada niebla,/ noches de desvelo y bruma."

El primer ciclo, de palpitante algarabía, de poemas que exaltan "la castísima desnudez de su poesía" (Unamuno) es el más conocido. Lo que pocos recuerdan es que en 1950 Juana vive sus 58 años y ha perdido a su esposo en 1942, a su madre en 1949 y en 1947 su magnífica casa, Amphion, ubicada en la rambla República del Perú. La catástrofe económica –pues había colocado su dinero en una financiera que dio quiebra- la lleva a desprenderse de sus objetos más preciados entre los que figura una biblioteca de más de cuatro mil ejemplares. Podríamos hablar de un período difícil, donde las circunstancias personales y las de una nueva promoción de intelectuales, la llamada "generación del 45", que ignora sus méritos marginándola, se unen a los cambios hormonales que tantas veces deprimen y no dejan espacio a iniciativas.

Aquella mujer que olía "a sol y a heno, /a salvia, a yerbabuena y a flores de centeno", la que sabía decir: "¡Oh, este rayo de sol que se acuesta en mi seno,/ como una daga fina sobre el cutis moreno!"; la que crece con sabor de pitanga en los labios y amenaza a Caronte diciendo: "Yo seré un escándalo en tu barca"; es ahora quien expresa: "El lobo ahíto y el jazmín perfecto/ mezclan su aliento en altas soledades,/ y en el suspiro de mi pecho, abierto/ al viento, /están suspensos/ el hartazgo del lobo y el incierto/ ensueño de la flor, celeste clave." ("Dualismo") La que entre sus pertenencias deja papeles en los que afirma: "No duermo (...).Hay ya en mi vida una presencia de muerte, tranquila y tan sola me preparo para el fin. (...)He amado mucho la vida, pero hoy estoy muy cansada. Esta larga lucha económica me agota..." (19-II-1946); la que escribe en el último plato que queda de su fiesta de bodas: "Melo. Felicidad. Ahora septiembre de 1949. ¡Tan distinta la vida! De los que estaban entonces, solo yo, ya."

"Y en su Río de la Plata/ solo el barco de su fe,/ aunque sigan los clarines/ y el toque de somatén./ ¡Qué sola y sola Juanita/ en su casona vacía!/ América por sus salas/ pasa, y Juanita, perdida."

La valentía no es ausencia de desesperación, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de ella. Y eso es lo que pretendemos acercar en este perfil. Inmerso en su dolor, su soledad y menguada economía, el yo lírico crece y se reconstruye en la voz que retoma en 1950, con Perdida, para asegurar: "Me enfrento a ti, oh vida sin espigas,/ desde la casa de mi soledad./ Detrás de mí anclado está aquel tiempo/ en que tuve pasión y libertad,/ garganta libre al amoroso grito/ y casta desnudez y claridad./ Era un flor, oh vida, y en mí estaba,/ arrulladora la eternidad." (De "Tiempo")

La luz, que puede ser símbolo o metáfora, es el hilo conductor de este poema, aunque sea la última palabra de la primera estrofa. Está trabajada a partir de su complemento, la oscuridad. A la sombra sigue la luz, se sale de la oscuridad del antro materno para nacer a la vida, de un período oscuro para renacer a la luz, como lo hará la poetisa a través de su periplo édito en estos últimos años. La hablante se manifiesta enfrentada a una vida sin fecundar. La espiga, atributo emblemático de germinación y crecimiento, de la capacidad de crear y re-crear, no fue convocada. La hablante está sola y el tiempo anclado no le permite el juego de la experiencia vital, las sombras la rodean y ya no siente "en la cegada clave de los pétalos/ aquel ardor de alba, miel y sal./ Criatura perdida/ en la maleza de la antigua mies./ Inútil es buscar lo que fue un día/ lava de oro y furia de clavel." Esa luz que se manifestó en su libro primigenio como potencial de materia y energía, asociada al amor y a la vida, que fue alba, claridad, lava de oro, mies, hoy sólo admite la toma de conciencia de una realidad que le impide ejercer control sobre las circunstancias. La luz es también energía cósmica, poseerla es signo de fuerza espiritual. Y en este poema hay una conjunción simbólica, bien explicada por Bachelard al comentar que la llama simboliza la trascendencia y la luz su efecto sobre lo circundante.

El desarrollo poético nos lleva más allá, hay una nueva etapa asumida en forma diferente a aquel amor de salvaje de Las lenguas de diamante. Ahora expresa: "En el nuevo nacer, frente inclinada;/ sumiso el que era antes ágil pie." (...) Ángel del aire que has velado el rostro:/ crece tu niebla hacia mi pleamar."

Ya no basta con la luz menguada, algo se interpone a la nítida visión y la niebla crece y se multiplica en alusiones a neblina, bruma, velada luna, sombra y ojos sin pupila. Ojos que ahora no ven, que han perdido su comunicación con el mundo cuando antes fueron "dos lenguas de diamante". Este libro marcará toda la etapa posterior de la escritora con la maestría de la sensibilidad, el talento y la pasión de una entrega estética que se hace más honda en la medida que la muerte acecha con sus velas desplegadas.

Ella, la que navegaba la luz , era su río, y comandaba el día, era su barco, y solo tenía peces de oro y platería, ahora se da vuelta y pregunta: "¿Quién me ayuda el ancla?" y se da cuenta que en el silencio es un grito desolado su llamada. Pero lucha, se anima a resucitar el canto: "Retorno al paraíso que fue mío,/ al valle de cristal que me quebraste./ Me das de nuevo mi collar de plata,/ la cerúlea marea de mis ángeles,/ y el ir y andar con su calor adentro./ Salvada ya, salvada." ("Reconquista")

Su voz cuaja en las abejas de la noche y adquiere una profundidad, una depuración, una solvencia lírica que le permiten escribir "La mano": "Antes, cuando era alegre,/ alegre como el sol, dulzura casta,/ ternura preferida,/ rosa en la rama más derecha y alta,/ manzana azul y vara florecida,/ la miel, la miel era riqueza exacta/ en la mano ahuecada de la vida./ Ahora la mano de la vida es laxa,/ abierta, desmedida."

Es cierto que atrás quedaron su este de sol y guayaberos, la tierra-ama con su pezón rebosante, pero en sus manos tiene otra capacidad de síntesis, otra agudeza perceptiva que, si bien disminuye en algunos sentidos, se acrecienta en grandeza y espiritualidad. Este período se traduce en fervor creativo: se hacen tres ediciones de sus Obras completas por Aguilar, en las que se incluyen libros inéditos; en prosa da a conocer Juan Soldado (1971) y en poesía suceden a Perdida: Azor, Mensajes del escriba (1953); Romances del destino (1955); Oro y tormenta (1956); Elegía (1967) y La pasajera (1967). En todos y en cada uno sostiene el rigor, la maestría, el fuego poético, la densidad emotiva y el dominio del lenguaje que cada vez es más exacto. Así dice: "Adiós almendra, adiós espejo, adiós/ amanecer de aljabas y cristales;/ adiós absorta luna de los sueños,/ penacho azul de los cañaverales,/ compañía de alondras, rubio río,/ uva, laurel, esencias musicales./ Me llega el subsonido del sollozo/ y el sordo sublatido de la queja;/ el mundo se oscurece y apercibo/ apenas un sentido que se aleja./ Ya sé cómo solloza y gime el hombre/ y se convierte en polvo gris la abeja." (De "Elegía")

Ante la hora del recuento canta y agradece a Dios: "Porque me diste la palabra y pudo/ ser ella en mí, oficio de universo/ en la menuda gema de mi verso/ que adivino luego en reluciente escudo." (De "Soneto a Dios")

Ya no cultiva "la muerte de romance o de leyenda", ahora la tiene "sin voz, sin ojos ni color ni cara". Confiesa: "Venus y Diana me han abandonado/ y tan solo Minerva, a mi costado,/ me habla, docta, de poesía."("Minerva")

En su último libro es la mujer que ofrece a Cristo su cuerpo "para comprar las legiones del odio", la que se preocupa por la paz del mundo y la juventud armada, la que se refleja en la simbólica perfección de una rosa: "De la matriz del día/ se alzó la rosa vertical y blanca./ Mientras todo rugía:/ la tierra, el aire, el agua./ Tendí la mano para protegerla,/ criatura de paz y de armonía,/ completa, virgen, vertical, exacta/ en la extensión total del mediodía./ Y me llevó el brazo la metralla./ Impávida seguía/ en su serenidad y en su victoria,/ aunque en mi sangre la embebía./ Ni mi alarido hizo temblar sus pétalos/ ni apagó su fragancia mi agonía./ Era la rosa, la perfecta y única./ Nada la detenía."("Así es la rosa")

¿No es acaso su propia imagen ensangrentada la que se salva por el canto a pesar de los avatares económico, sociales y afectivos? Su rosa es la poesía, esa que entrega desafiando el reloj y se alza con la claridad del verso para enseñorearse en el río opulento de la vida.

Aún en el menoscabo de sus fuerzas y bienes materiales mantiene su honestidad y su fuerza expresiva para culminar diciendo en el poema que clausura su cuerda lírica: "Erguida estoy, sin voz, y sin sonrisa,/ blanca en la inmensa soledad nocturna/ con la brasa del verso en la garganta/ y en el pecho la sed de la aventura." ("La pasajera")

Hemos querido expresar que, si bien en las últimas décadas de la vida, hay una sensación de pérdida que, como en el caso de Juana de Ibarbourou, se agrava con el puñal de otras heridas, puede mantenerse viva "la deshilada llama del crepúsculo" y sostener por la "secreta red de las arterias" a "la pasajera única e insomne".

La hablante es la pasajera de toda una obra a través de diversas barcas y actitudes. Pompeyo, quien comprendía la diferencia entre el ciclo biológico y la vida que quiere trascender, aseguraba: "Vivir no es necesario, navegar sí". En sus últimos años vive con intensidad este viaje que es preparación del otro. El vocablo es plurisignificativo, remite a la búsqueda de la verdad, de la paz, de la permanencia, del espíritu. Es desplazamiento, pero también ascensión, porque se purifica en el sufrimiento "como si hubiera estado en los crisoles/ donde se funden el clamor y el miedo".

Es interesante señalar este período por la trascendencia de Juana de Ibarbourou, la escritora más laureada de Uruguay y de la que sólo mencionamos, entre otros: Medalla de Oro de los Ministerios de Instrucción Pública de Venezuela y Uruguay; Medalla de Oro Francisco Pizarro de Perú; Orden del Cóndor de los Andes de Bolivia; Cruz de Comendador en Bélgica; Orden Crucero del Sur en Brasil; Huésped de Honor Permanente en México; Orden Eloy Alfaro en Ecuador; Orden del Quetzal en Guatemala; Medalla de Oro Alfonsina Storni en Argentina; Orden Carlos Manuel Céspedes de Cuba; Orden Protector de los Pueblos Libres (Uruguay); proclamada "Juana de América" en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo en 1929; traducida a numerosos idiomas, premiada en América y Europa (Cruz Comendador del Gran Premio Humanitario en 1946), Presidenta del Pen Club, Presidenta Fundadora de la Asociación Uruguaya de Escritores, primera Mujer que accedió a la Academia de Letras de Uruguay (1947); proclamada Mujer de las Américas en Nueva York, 1953; aplaudida de pie por 72 países en la Asamblea de UNESCO (1954), merecedora del Gran Premio Nacional de Literatura (1959), también fue propuesta para recibir el Premio Nobel. Fue la primera mujer uruguaya a la que se tributaron honras fúnebres de Ministro de Estado.

Por lo expuesto podríamos asegurar que la creatividad actuó como factor de resiliencia. En las últimas etapas de su vida Juana de Ibarbourou hizo el viaje más importante, el que lejos de racimos y espejos, del carpe diem horaciano y de halagos la llevó a su yo más profundo. Desde allí tal vez pudo "vislumbrar el cielo", por eso afirmó: "Pero yo me he de alzar del pudridero./ Volveré a mi esplendor de carne y canto,/ blanca y bruñida por mi propio llanto,/ viva, de nuevo."

 

Dra. Sylvia Puentes de Oyenard

sylpuen@internet.com.uy

[1] Ponencia presentada en la II Semana de Uruguay en Bahía, Brasil.

I ENCONTRO INTERNACIONAL SOBRE LA MUJER LATINOAMERICANA Con la Presidenta Del Instituto Histórico y Geográfico de Bahía, Dra. Consuelo Pondé y la Dra. Cecilia Bacelar Sanderberg. Presidentes de Mesa: Académico Arq. Francisco Soares Senna, Sr. Cónsul Dr. Álvaro González Otero. Facultades Jorge Amado. 23 de agosto de 2002.

Publicada en el libro Memoria de las manos, ediciones A.U.L.I. (Asociación Uruguaya de Literatura Infantil-juvenil), colección Protagonistas, 2002.

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