Amalia de la Vega (1919- 2000)
Dra. Sylvia Puentes de Oyenard

El 25 de agosto del 2002 silenció su inigualable voz nuestra querida Amalia de la Vega (nacida María Celia Martínez, "Perla"). Hasta su última casa del cementerio del Buceo la acompañamos un grupo de amigos y admiradores que disfrutamos del privilegio de su canto y su sensibilidad.

Había nacido en Melo, un 19 de enero, entre el aroma de azahares y naranjos. Comenzó sus actuaciones en 1942 en las radios "El espectador" y "Carve". Conoció el aplauso en diversos escenarios, ya fueran estos el Teatro Solís, el Luna Park o encuentros folcóricos o sociedades criollas, especialmente las de "Elías Regules". Grabó varios discos de 78 y de 33 r.p.m. en los sellos Sondor, Antar, Orfeo y Telefunken. Entre sus larga duración recordamos: "Amalia la nuestra", "Mientras fui dichosa", "Manos ásperas", "El lazo", "Poetas nativistas orientales", "Colonia del Sacramento" y "Juana de América", en el que compartimos un homenaje a nuestra entrañable poeta. En unos fue acompañada por el Mtro. Federico García Vigil, en otros por el Mtro. Walter Alfaro y, casi siempre, con las guitarras de Mario Núñez, Gualberto Freire y Antonio Bertrán.

En el último año de su vida, premonitoriamente, AGADU y la producción de "Entre mates y guitarras" le tributaron homenajes en el Teatro del Círculo y en la Sala Mateo Brunet del SODRE, respectivamente. A su muerte escuchamos la voz de Guruyense, del Dr. Eduardo Monteverde, de Enrique Mrak, de Ignacio Suárez, de la senadora Julia Pou, de Emib Suárez Silvera y de otros periodistas evocando su valiosa figura y su natural sencillez.

La dimensión de Amalia estuvo, sin lugar a dudas, en el perfecto registro de su voz y en redescubrir el valor de las pequeñas cosas.

Lincoln Maiztegui, el 12 de setiembre de 1999, escribió en "El Observador": "Lo tenía todo: una ancha y cálida voz de mezzosoprano, una musicalidad exquisita, una expresividad discreta y efectiva y un dominio asombroso de los recursos vocales. El ahumado cristal que anidaba en su privilegiada garganta sonaba como una copa de glass harmónica, como el golpe del badajo sobre una campana de plata, como el rumor de un manantial fluyente dentro de una gruta fresca. Era un claroscuro argentino y asombrosamente eufónico, un sonido nobilísimo, equilibrado, con la perfección de un triángulo de oro. Nadie ha sido capaz de cantar así por estas latitudes, en ningún género, y una larguísima afición a la voz humana autoriza a este cronista a opinar –discutiblemente, por supuesto- que muy pocas cantantes del mundo han alcanzado ese nivel de perfección."

Y esa fue Amalia de la Vega que entonó cifras, gatos, milongas, cuecas, canciones, estilos y vidalitas, esa fue Amalia, la nuestra, la "única, incomparable –como asevera Maiztegui- y en su arte de asombrosa perfección anidaba toda la frescura y la fragancia de los amaneceres camperos, el encanto de las noches de guitarra en torno al fuego, la clara poesía de la perillanura verde y soleada. En cada interpretación de Amalia de la Vega se colaba, por una misteriosa rendija del corazón, una visión del paisaje rural de la patria, hecha de campo, cielo y fronda."

En los últimos años recibía una pensión graciable que tramitó por iniciativa del entonces senador Dr. Luis Alberto Lacalle y que se concretó al finalizar su mandato presidencial.

Quienes crecimos con la belleza vocal de Amalia de la Vega y nos compenetramos de su ética por la estética, nos sentimos deudores de su legado, el que deberíamos mantener para las próximas generaciones. Lograr un C- D Room con sus canciones sería una iniciativa importante y somos conscientes que el dibujante Arotxa ya tenía pronta esa selección. Se lo debemos y nos lo debemos.

Mucho tendríamos por decir de esta gran señora de nuestra música, pero ante su desaparición física, el recuerdo y la invitación a volver a escucharla y solicitar sus grabaciones en nuestras radios que podrían generarle un espacio.

Decía José Enrique Rodó que "el sentimiento de la tradición, el culto al pasado, es una fuerza insustituible en el espíritu de los pueblos, y la veneración de las grandes personalidades en que se encarnan sus porfía, sus anhelos, sus glorias, es la forma suprema de ese culto." De ahí vamos directamente a que un homenaje justo "sea a la vez inspiración de fecundas enseñanzas y nos lleve a familiarizarnos con el mejor ejemplo de su acción y la confidencia luminosa de su espíritu."

Tal es el caso de nuestra Amalia. Este es momento de reflexión, de recuerdos personales que nos llevan a juegos y fogones tacuaremboenses, al acervo discográfico de nuestro padre que atesoraba las grabaciones de Amalia, al primer tema de nuestra autoría que grabó ("Colonia del Sacramento"), a la preparación del homenaje a Juana donde ella puso música a dos letras de la poetisa melense y a cuatros nuestras haciéndolo con la fidelidad que siempre mostró a nuestra música y sólo en ese marco. Es instante de rescatar momentos compartidos con humor (que lo tenía y muy fino), entre sonrisas y mates, de sus llamadas para crear un gato o una cueca con alguna palabra que le rondaba (todavía le debemos una con "alarife").

Amalia, vives en nuestro corazón y el último tema que te dedicamos nos permite perdurar en el vuelo espiritual que nos regalaste forjado en la vida cotidiana que hace a nuestra identidad:

Cuando el silencio te busca

al aire vas preguntando

adónde nació tu canto,

porqué rumbo fue asomando.

Quizás aprendió en la tarde

de los zorzales silbando

o entre las barras del día

que en soles va despuntando.

No importa saber por qué

hay mil luceros temblando

yo solo sé que te alumbran

y su luz nos va guiando.

No sé si sabré algún día

qué historia tiene tu canto,

pero en el cielo tu estrella

ha de encenderse cantando.

Y esa es tu estrella, Amalia, que nos busca, nos guía y nos alumbra. ¡Gracias por tu arte y tu amistad!

Dra. Sylvia Puentes de Oyenard