Mira ya dónde estamos;
tú en tu pozo,
yo saliendo,
y el nudo de la muerte
poblando esa montaña.
Arrinconado mundo
nos dieron esos ángeles,
y sus manos planeando sobre el sueño
vienen a nuestras bocas
sólo a veces
como panes oscuros
que mordemos con pena.
Mira: está sobre ti,
debajo de mí,
en tu mano,
en mi boca,
esa lumbre,
ese velo finísimo
que oculta lo que vemos
aunque los ojos se engañen
y en luminoso pensar se aneguen.
Esto es el Ser.
Es incierto hasta el sol
y las frutas que miran nuestro afán
son inciertas también.
Sólo el fragor donde caemos
parece conocernos,
y sólo dura él,
inmortal como es,
incomprensible,
siempre vuelto al confín
donde estuvimos. |