Himno
Santiago Possamay

El coro, guiándose por la música cascada que emitía un viejo pasadiscos, llegó al final de la última estrofa: "Saaabremos cumplir, saaabremos cumplir, sá…"

La sílaba de más impuso su presencia solitaria y los pómulos de Angélica dieron cuenta de su vergüenza. 

Maestra joven, casi niña, sin experiencia en actos y fiestas de escuela, desconociendo aún los cuadernos de hojas arrugadas y manchadas de grasa, las moñas desflecadas y túnicas con remiendos de colores, le tocó elegir y dirigir el pequeño coro para ese día. Fue un privilegio otorgado por ser la novel maestra que llegaba con "nuevos bríos", según su antecesora.

La presencia de un inspector en una escuela de campaña el día de cambio de maestra era todo un acontecimiento que demandaba se engalanara la escuela y se cantara el himno.

Ensayó varias veces escuchando atentamente las voces de los alumnos, eligiendo aquellos que a su entender tenían las voces "más lindas" y no se equivocaban en la letra. En tres días logró quitar "gallos" y tartamudeos pero no pudo evitar el estrago causado por los nervios de los niños el día del acto, ante la presencia de sus padres y el inspector.

El pequeño silencio generado por la sílaba solitaria se rompió con los aplausos. El momento de tensión desapareció. 

Después de algunas palabras elogiosas hacia la maestra que se iba y hacia Angélica, por parte del inspector, hubo saludos y abrazos y los alumnos se lanzaron a un recreo espontáneo.
Padres y vecinos entregaron regalos a las maestras. Una gallina, una bolsa con frutas, galletas de campaña, yerba, un conejo, huevos, pasteles, una medallita de San Jorge y hasta flores para poner sobre la mesita que hacía de escritorio en el salón de clase. 

Ese desfile de gente pobre que la saludaba y le hablaba casi a los gritos, le anunció a Angélica un futuro de sacrificio, ternura y solidaridad.

A la tardecita, sintiendo aún el abrazo emocionado de la maestra que se había marchado, pasó frente al busto de Artigas y mirándose las manos murmuró: Sabremos cumplir, General… ¡Sá! 

Santiago Possamay - Octubre 2007

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