La mayor parte del relato La casa nueva gravita en torno a
una sencilla conversación mantenida en una mesa de bar entre un “yo”
que relata y un amigo que intenta explicarle por qué han fracasado todas
las tentativas para conseguirle al primero un contrato de trabajo a los
efectos de ofrecer un concierto de piano. En el análisis de este
diálogo, pueden pensarse algunas hipótesis respecto de la modalidad de
observación de “lo real-social” en la narrativa de FH. La pregunta que
conduce este análisis inquiere respecto de cuál es la perspectiva desde
donde se mira “lo real-social” en FH y cómo se estructuran las
relaciones del narrador con ello. Consideramos “lo real-social” como el
conjunto de convenciones colectivas que legitiman un cierto tipo de
descripción del mundo. En la escritura de FH, esa descripción aparece
desafiada a través de un tipo particular de mirada, un cierto “régimen
de la mirada” que impregna sus textos y les confiere características
particulares.
La mirada deslizante.
Se ha sostenido la íntima relación entre la obra de FH y diversos
aconteceres de su vida personal al punto de que sus
cuentos podrían considerarse
cuentos autobiográficos
en un sentido a la vez sesgado y subyacente. Hay un punto de partida que
es la realidad consensuada, aquella negociación de sentidos y
definiciones legitimadas por una comunidad, asentadas en el sentido
común construido colectivamente, pero en los textos de FH, rápidamente,
“los
objetos y personajes extraídos de la realidad de su vida, nacen ruidosa,
lujosamente a otra vida y allí su desenvolvimiento es el propio
transcurrir de la narración (...)” Este mismo desplazamiento lo nota J. Cortazar, cuando afirma que
existe, en la escritura de FH, un “deslizamiento
a la vez natural y subrepticio que de entrada hace pasar un relato gris
y casi costumbrista a otros estratos donde está esperando la otredad
vertiginosa...”
Se trata de un movimiento que opera especialmente a través de la
mirada. Su recorrido, que parte, como en el caso de La casa nueva,
de la observación distanciada y fría del rostro de su interlocutor, se
eleva gradualmente por encima de la situación concreta para abarcar toda
la escena, y, desde allí, llegar a planos más abstractos, donde un
pensamiento arborescente despliega y abre la situación original hacia
la conexión indirecta con sentimientos y emociones (“Mi
amigo se encontró, de pronto con que yo me había ideo de allí—a la luna
según él---y le había dejado mi cara, sin duda inexpresiva como el traje
que dejamos colgado en una silla mientras dormimos.”).
Las exigencias de “lo real-social”.
“Lo
que yo quiero verdaderamente, es descansar los ojos---escribiendo me los
canso menos---la cara y el alma. Si yo no estuviera escribiendo, tendría
que mostrarle a mi amigo una sonrisa, un gesto y unas palabras que
respondieran a ideas que él se ha hecho de mí y que a mí me conviene que
tenga.”
, escribe FH en La casa nueva. En este relato, las
relaciones humanas se presentan como agotadoras, demandantes de atención
y de reciprocidad. Un sustrato de cansancio y de previsibilidad
caracteriza el ámbito de la interacción social en los pueblos pequeños
del área rural del Uruguay, y reclama de sus protagonistas ciertas
maneras pre-estructuradas, ciertas máscaras, ciertos gestos preparados
para generar en el otro una imagen “adecuada” a la circunstancia y a
las expectativas de sus actores. Se trata , en todo caso, de un
comportamiento social deliberadamente controlado por el propio sujeto a
fin de ofrecer una cierta imagen a los otros. En este mundo de las
apariencias, tal como sostiene E. Goffman,
hay implícita toda una dramatización que enmarca las relaciones de
interacción social, y que las codifica de una manera dada. En su obra, “La
presentación del yo en la vida cotidiana”
se estudian los
“desempeños teatrales” de los actores sociales en su interacción día a
día, la que el autor denomina “interacción ritual”. La codificación de
gestos y posturas, de conversaciones previsibles, regula la vida social
y la transforma en un guión dramático, repetido una y otra vez por sus
actores. En el cuento de FH, ausencia de espontaneidad, pero
especialmente, de descanso, pautan la vivencia del “yo” que narra las
vicisitudes que le auguran el fracaso de su próximo concierto de piano.
Según se acusa al pensamiento de E. Goffman, de que
“esta visión aparentemente cínica de la sociedad encubre su repulsión a
las jerarquizaciones convencionales y su crítica a una sociedad
utilitarista
“, también puede decirse algo similar respecto de la perspectiva con que
FH mira el mundo de lo “real-social”.
En el polo opuesto a la agotadora interacción social, la
escritura aparece como el lugar de reposo de la mirada, como el sitio de
la reflexión y la abstracción, en claro desafío al espacio de la
interacción: “(...)
y como me cuesta mucho levantarme y llegar a los altos lugares en que me
han puesto las ilusiones que él se hace de mí, prefiero meter los ojos y
la cara en este papel y despistar a mi amigo con esta fuga de signos”
Puede apreciarse aquí, nuevamente, una profunda grieta entre la imagen
construida por el interlocutor, y la simulación que le demanda a cada
sujeto la vida social propiamente dicha. Esta fisura está bien descripta
por Italo Calvino cuando anota, como característica relevante de la
escritura de FH, “su
modo de dar lugar a un representación interior de la representación....”
La ingobernabilidad de la mirada.
“Tuve
que dejar de escribir un rato porque los ojos se me escaparon para la
calle...(...) también se me iban a la sombra de los naranjos...”
sugiere que, a pesar de las exigencias del ambiente exterior, la
subjetividad se ve convocada por los estímulos de ese ambiente, o al
menos, por algunos de sus elementos, como si no pudiera ser del todo
controlada y retenida en el espacio reflexivo interior, donde el
individuo encuentra su calma. Asimismo, cuando FH escribe “los
ojos se me habían trepado a las tejas de los viejos techos....”
vuelve a sugerir la
disociación entre la voluntad del “yo” y la de la mirada. Esta última es
vista como autónoma y, en cierta medida, ingobernable. Son estas
condiciones de autonomía y rebeldía de la mirada propia, sobre las que
construye FH, a través de la imaginación, sus conexiones con lo
sensible.
Lo que J.P. Díaz, denomina “actividad
creadora de la mirada”
e interpreta como “rechazo
del mundo desde el punto de vista de la acción”
está presente en este cuento aludido de FH: si es constantemente difícil
actuar sobre “lo real”, entonces es terapéutica y compensatoria la
distancia tomada a partir de la observación. Se trata de la autonomía e
individualidad últimas del acto de observar. Se trata de un tipo de
observación que no es “funcional” a la circunstancia ni condesciende a
los consensos ya instaurados por la mirada colectiva y canónica, sino
que es siempre disyuntiva, y actúa escindiendo emociones, objetos y
personas, para volver a presentarlos ( a representarlos) en su
desarticulación de unos respecto de los otros. Dislocadora,
desmembradora, fragmentante, esta mirada escinde y recombina las partes,
inaugura nuevas combinaciones, reinventa el mundo.
“Lo real” como acumulación de obstaculizaciones.
“Lo real” es concebido como la acumulación de
obstaculizaciones que componen las largas explicaciones del amigo. “(...)la
Comisión pro Fomento Escolar tenía mucho dinero y podría haber ofrecido
un concierto para los niños, pero había empleado todo el dinero
ofreciéndoles un servicio de dentista. Después había seguido el fracaso
de los clubes: uno se había gastado todo en una fiesta y el otro no
tenía ni para una fiesta. Entonces me dijo que, desde hacía tiempo,
socios de dos clubes habían formado un grupo de contribuyentes para
actos extraordinarios, pero que aún “esos” estaban “quemados” por los
abusos. Y por último vino lo más sabido: que no se podría hacer un
concierto vendiendo entradas porque no había ni tiempo, ni quien
quisiera comprometerse para la venta y que, en el mejor de los casos, no
cubría los gastos”.
Esta cadena de impedimentos ilustra la percepción, por parte de FH, de
ciertas características de los pueblos pequeños en el Uruguay rural:
escasos recursos, falta de iniciativa y una sistemática mentalidad
negativa y escéptica. Sin llegar a postular la existencia de
“mentalidades” colectivas regionales o nacionales, quizá pueda
concebirse un cierto modo general de pensar presente en estos
ambientes, que es bien descrito por FH en la sarta inacabable de
“impedimentos” que se interponen a la realización del concierto. Se
trata de la minucia, de la obstaculización por el detalle, de la
estrechez de miras.
Los engendros del silencio.
Una preocupación por el ámbito íntimo, por su capacidad de
engendrar objetos simbólicos, atraviesa todo el relato La casa nueva.
Ese ámbito de la intimidad, es el que da a luz emociones y recuerdos y
es, en definitiva, el que produce sorpresas en la interpretación de “lo
real” ya codificado: “yo
estaba atento a la aparición de sentimientos, pensamiento, actos o
cualquier otra cosa de la realidad, que sorprendiera las ideas que sobre
ellas tenemos hechas.”
O bien,
“...quería comprender qué cosas se producían en el silencio íntimo de
los demás...”
, o
“... a mí me encantaba verlos entregados a su “silencio”...”.
En esta dimensión silenciosa, habita una realidad inexpresable, un
mundo sin palabras, al parecer, más verdadero y “real” que el que ellas
puedan describir, y en cierta medida, un tipo de mundo opuesto a las
palabras: “Yo
trataba de separarla de sus palabras como quien separa una golosina de
infinitos cartones, papeles, hilos, flecos y otras incomodidades.”
Efectos disruptivos.
Como anotamos, el narrador se desdobla en: a) uno que
mantiene la conversación con el amigo en el bar, y b) otro que observa
la conversación y a sí mismo, y que observa, también, sus propios
recuerdos. Es justamente el discurso de éste último el que construye la
narración, al tiempo que destruye, con su lógica disociativa, la otra
lógica, argumental. Se trata de
“un proceso que no sólo tiende a anular la temporalidad, sino la
coherencia de su personalidad: el esfuerzo que hace para recobrar el
pasado lo pone a él, o a una parte de él, fuera del tiempo, o de
la
tierra.”
Así, el régimen de la mirada en la escritura de FH, se yuxtapone a la
acción, a la vida misma. La perspectiva de esta mirada procede de una
otra dimensión, más abstracta, menos localizada, y especialmente más
despersonalizada que la requerida por la acción social corriente en la
vida cotidiana.
Emparentada indirectamente con lo religioso, en el sentido de
“religarse” con una totalidad mayor, abstracta, entera e inexpresable,
la escritura que desata esta mirada invoca tangencialmente otra vida,
una vida “pensada” y distanciada de la otra, independiente y autónoma,
cuyo propósito mediato e inmediato no es aparente a primera vista. Sus
sutiles efectos disruptores deshacen las relaciones ya legitimadas por
los discursos convencionales que articulan las prácticas sociales
canonizadas. Se trata, entonces, de una mirada que atomiza, que
desarticula y atribuye autonomía a los objetos y a los sentimientos,
liberándoles de la red anterior de interdependencias ya cristalizadas y,
por esos mismo, muertas. De este modo, al apartar al lector de los
supuestos implícitos y legitimados por la racionalidad colectiva, el
régimen de
la mirada del narrador estimula una nueva forma, más enriquecida y
libre, de subjetividad. Pero además, revive sus estímulos perceptivos,
lo recarga del desorden necesario para estimular la imaginación, los
devuelve al terreno de un silencio que es fuente de otros ordenamientos
discursivos. Es en este último sentido, que puede hablarse de la
escritura de FH como regenerativa.
*
utilizamos el concepto de “régimen de la mirada” en el sentido que Foucault lo emplea en su arqueología.
referencias
Giraldi de Dei Cas, Nora. 1975. Felisberto Hernández, del
Creador al Hombre. Ediciones de la Banda Oriental,
Montevideo, 128 pp. Pp. 11.
Ibid. Pp.13.
Cortazar, Julio. Prólogo a
La casa inundada y otros cuentos. En Rela,, Walter
(Introducción, selección y bibliografía), 1982. Felisberto
Hernandez, valoración crítica. Editorial Ciencias,
Montevideo,140 pp. Pp.28.
Hernandez, Felisberto. 1982.
La casa nueva.
En Las Hortensias y otros cuentos. Editorial Lumen,
Barcelona. 176 pp. Pp.164.
Ibid. Pp. 161.
Goffman, Erving. desarrolla la teoría de la dramatización
implícita en las situaciones de interacción social. Ver por
ejemplo, La presentación de la persona en la vida cotidiana.
Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1993.
Ibid.
Frota Haguette, Teresa Maria. Metodologías Qualitativas na
Sociología. Editorial Vozes, Petrópolis, 1987. pp. 47. Trad.
del portugués de la autora.
Hernandez, Felisberto.
Op. Cit. pp. 162.
Calvino, Italo.
Felisberto no se parece a ninguno. En Rela, Walter,
op. Cit. pp. 24.
Hernandez, Felisberto.
Op. Cit. pp. 163.
Ibid.
Díaz, José Pedro. 2000. Felisberto Hernandez, su vida y su
obra. Editorial Planeta, Montevideo, 277 pp. Pp. 228.
Ibid.
Hernandez, Felisberto.
Op. Cit. pp.164-165.
Ibid. pp. 169.
Ibid.
Ibid., pp. 170.
Ibid.
Díaz, José Pedro.
Op. Cit.245.
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