Tétrico
Juan Ramón Pombo Clavijo

Por dos veces acudí a aquel bar en el Puerto y si bien en la primera no encontré nada de interesante que valiera la pena grabar, en la segunda lo que finalmente grabé, no sólo me dio argumento para contarlo, sino que desde esa ocasión tengo pesadillas de vez en cuando.

Estaba yo ubicado en una de las mesas de cármica de las que había en aquél muy añejo y típico lugar muy conocido, donde se comían los mejores platos de pescado, no era para nada lujoso pero era limpio.

Las mesas de consumición de comida, estaban en el mismo holgado salón donde se tomaban los largos copetines, solo o entre amigos y junto al añoso y largo mostrador de mármol.

Allí se juntaba y se junta aún hoy, el olor a fritanga con el de tabaco negro y a vino “de la casa”, pero aquellos Gallegos dueños del lugar, han sabido mantener su impuesta tradición y clientela ganada a través de los años.

En el horario del almuerzo, (de noche no funcionaba la cocina) costaba un Perú conseguir lugar en alguna mesa que estuviera libre y desde mucho tiempo atrás se estilaba que donde hubiera algún espacio disponible, cualquiera de los mozos, sin pedir ninguna clase de permiso, ubicaba al o los comensales y san se acabó; así es la costumbre del lugar y el que va allí ya sabe las reglas de la casa.

En ese lugar, no hay mucho para elegir, sólo pescado elaborado de tres o cuatro formas, ensalada, pan y vino, cerveza o refresco, no hay postre ni café o té.

En aquel momento, yo era el feliz poseedor de una mesa sólo para mí, en ella se encontraba como en todas las demás, el servilletero, un pequeño recipiente con aceitera, vinagrera, salero, pimentero y un pomo con mayonesa, a un costado bien doblado, el periódico que comprara antes de entrar, luego lo leería.

Estaba muy contento con mi soledad, degustando aquel generoso bife “sin espinas me aseguró el mozo”; los platos se asemejaban a pequeñas fuentes donde cabía también la guarnición.

Hasta que tres parroquianos invadieron mi soledad, simplemente saludaron con un clásico “Buen Provecho” y llenaron los espacios disponibles, por la pinta de los mismos deduje que eran trabajadores del Puerto, estibadores tal vez.

De inmediato vino uno de los mozos y trayendo una jarra de vino Rosado y una generosa panera y levantó los pedidos.

Uno, el más grande y gordo pidió corvina a la vizcaína, el más veterano de los tres,”majuga” frita y el que parecía mas joven de los tres, bife de “cazón” como yo y mucha ensalada de la casa para todos y una adicional compuesta de papas con perejil picado, arvejas y huevos cocidos.

De inmediato puse mi periódico en mi falda para que no les moleste a mis ocasionales compañeros de mesa y simuladamente metí la mano en el bolsillo de la campera y prendí el pequeño grabador, total, me dije emulando al lugar, por ahí “pescamos” algo, cuando el mas gordo de ellos, al percatarse de la presencia de mi Diario, me lo pidió para ojearlo y yo gustoso, accedí.

Los otros dos aparentemente siguieron con la conversación que ya venían haciendo.

El más joven al veterano (el gordo estaba fuera de la conversa, leía:

<....y ¿cuándo decís tu, que la “Chola” hace el negocio?>

El veterano:

Es probable que esta misma noche, vos sabés que ésta semana le toca el turno nocturno y la mercadería, según me dijo, nació esta mañana, está fresquita y tiene lo que se necesita.....”rubio con ojos azules”.

Vos sabés que a los “gurises” últimamente les a dado por nacer de día y por lo tanto por la noche, todo está más “tranqui” y tu hermana ya tiene todo coordinado con la “Mina”.

Hubo interrupción de diálogo cuando apareció el mozo con todo lo pedido, casi no alcanzaba la mesa para todo aquello; así que viendo el dependiente que en la mesa vecina, los comensales se retiraban, de inmediato adosó las dos mesas y se reubicaron mis ocasionales compañeros.

Aquí, recuerdo que apuré el vino que me quedaba en el vaso y como quien no quiere la cosa, procedí a rociar con más limón mi ya casi frío, resto de bife y de inmediato le pedí al mozo otro vaso de vino tinto, yo sólo tomo tinto.

<Pero ¿ella se hace cargo de todo?, eso no me lo explicó muy bien tu mujer.>

<La “Mina” ¿es confiable? ¿No correrá peligro la “Chola”? Voz sabés como quiero a mi hermana, ella prácticamente me crió cuando murieron los viejos.>

Quédate tranquilo que no pasa nada, ésta mujer hace mucho que está en el “mojo” y domina todo, incluso ella se hace cargo de llevar la “merca” a la frontera, además recibe y de inmediato paga y paga bien de bien; nos viene al pelo, así terminamos de pagar las cuotas que nos quedan del coche nuevo y unos atrasos que tenemos en el Colegio de los pibes.

Lo único que tiene que hacer tu hermana, es entregarle el bebé, junto con la historia clínica o una copia del mismo, no sé muy bien como es la cosa, pero ella es la “Ners” de esa sección desde hace muchos años y ya sabe a que horas de la madrugada es la más indicada.

Agregó:

_Ésta es la “merca” que más se paga, lo otro es “bagayo” para sacarles órganos, allí no importa el color, lo que precisan, está adentro ¿me entendés?

Así que quédate tranquilo, además me dijo tu hermana que mañana de noche te invite a cenar que vamos a hacer un asado como Dios manda, con todo.

El gordo sólo largaba el periódico por momentos para cargar su boca de comida y luego volvía a la lectura, aparentemente ignorando lo que conversaban sus amigos.

Yo ya no pude seguir comiendo ni escuchando, así que llame al mozo, le pagué mi consumición dejándole una proporcional propina y me levante de mi silla devolviéndoles a los tres restantes ocupantes de la mesa, su gentileza, les emití un sonoro ¡Buen provecho!

Todos contestaron casi mecánicamente y el gordo me dijo:

Jefe, sírvase el Diario. ¡Gracias!

<Por favor, déjeselo, yo ya lo leí>

Y me fui sintiendo que aquel pescado que degusté, tenía muchas espinas; me había mentido el Mozo.

Jamás olvido aquellas palabras, “rubio con ojos azules”.

Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”

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