Sombrero blanco
novela
Juan Ramón Pombo Clavijo

Introducción

Nuevo rico

Nadie, pero absolutamente a nadie, se le ocurriría tener una seguidilla de estornudos en medio de una función de Opera y menos si se trata de una inmortal, como “La Traviata” del pope de Milán, Giuseppe Verdi.

Cuando se dio cuenta de que el acceso de estornudo quería escapar de su diafragma; trató de alguna forma de retener toda aquella avalancha con el auxilio de su pañuelo.

Casi sé auto asfixió al intentarlo y sintió que sus ojos se querían desvincular de sus órbitas y la transpiración repentina, fluía como torrente a pesar de que la temperatura no era elevada, acorde a la estación que correspondía a Otoño.

Por dos veces trató de simular aquel mal momento y de desear que el cómodo y mullido sillón lo engullera; su posición justo en la mitad de la fila de asientos y la proximidad de sus amistades (que últimamente se habían incrementado de forma  muy extraña) y de aquella dama que lo estaba insertando en la cultura de la clase a la que él ahora trataba de pertenecer.

Como pudo se levantó del asiento y eludiendo la maraña de piernas que se interponían en su camino, llegó al pasillo y jugando una carrera con el inminente síncope cardiaco que se imagino que sobrevendría en cualquier momento, mas por la vergüenza del episodio en sí, que por aquel acceso de inoportunos y no deseados estornudos.

Las cosas que dirían de él, la falta de ubicación, qué bochorno pensó y recién allí se percató de que a pocos pasos de él, venía su compañera tal vez para increparle su no deseado proceder.

Cuando llegaron al hall del teatro, se dirigió mas que urgente a la zona de los lavabos, donde trataría de reponer su apariencia, que estaba bastante mal trecha en esos momentos.

Pasados varios minutos, volvió al encuentro de su dama de compañía y vio que por suerte, no tendría que volver a su asiento ya que ésta, había retirado del guardarropa del teatro, sus abrigos (ahora éste había suplido a su vieja campera y el sombrero a su legendaria gorra de visera, tradición de su origen polaco) y su ahora inseparable Sombrero Blanco, que como norma de estatus, le había impuesto su encopetada concubina.

Lo del sombrero, vino como una especie de venganza de su dama y para hacerlo resaltar a él del común de la gente, ya que donde fuera ese sombrero marcaría su presencia como un icono y por supuesto que la compañía de ella quedaría asociada a la égida de dicho adminículo.

Cabe resaltar de dónde proviene esta especie revancha de la dama; luego de un largo amorío con un integrante de la mas encumbrada y rancia sociedad, un día este romance se vio interrumpido de forma brusca.

La causa, otro amor golpeó las puertas de su antiguo compañero y la separación no fue toda lo civilizada que se hubiera deseado, sino que por el contrario, arrastró toda una seguidilla de reproches, sobre todo por la parte femenina que vio que por no prevenirse de un avatar de esta índole; sus finanzas quedaron tan maltrechas que pensó que jamás podría recomponer su estatus social, bancario y anímico.

Entre muchos alegatos que le imprecó su ex, hubo uno que le quedó marcado a fuego y que nunca olvidaría, “sin mí, tú no sos nada y tu vida será muy desdichada cuando nadie de nuestro círculo te tenga en cuenta, nadie notará tu presencia sin mi compañía, ya te veré mendigando” y con ello le cortó toda la entrada de dinero a la que la tenía acostumbrada.

Esto la marcó a fuego en su fuero íntimo y se dijo que si algún día la suerte pasara por su lado, se aferraría con todas sus fuerzas a ella y usaría su oportunidad para asegurar su resto de vida y para poderse cobrar el duro vilipendio al que la sometió su ex pareja.

A ella, que le había dedicado los mejores años de su vida y que después de tantos años de concubinato; quedaba en el mismo nivel económico en que la encontró, o sea sólo con la posesión de un pequeño apartamento, fruto de la viudez del padre de sus hijos.

Incluso, gastó con él sus reservas bancarias; pensando que aquel romance, sería eterno.

Había caído como un chorlito en el trampero o como si se tratara de una adolescente bisoña y sin mundo; ya se cobraría aquella artera puñalada.

Por lo tanto sin prisa pero sin pausa, habiendo encontrado la veta tan buscada en la persona del nuevo rico, tejería su resto de existencia con toda la minuniciosidad que le permitiere su inteligencia.

Salieron del imponente teatro y buscaron un taxi, así las normas; al teatro no se acudía en coche propio, ya vería luego como seguiría la agenda que por supuesto la administraba su compañera.

Era de los recientes tocados por la varita de la suerte, en lo que a economía se trataba, porque no distaban dos meses desde que un simple número entero de la Lotería Nacional, había cambiado radicalmente su modo de vida.

Este episodio no menor, le izo recorrer la distancia entre ricos y pobres, en un tiempo record.

Él, que con su oficio de albañil, heredado de su padre de origen polaco y de allí viene su mote que desde muy chico le pusieron sus compañeros de la Escuela “El Polaco”.

Le tocó a él ser el sostén de sus progenitores, los que fallecieron a muy temprana edad, luego de una breve dolencia mortal.

Su único hermano formó familia muy joven y se emancipó con suerte diversa en lo económico, pero que contaba con una familia que más allá de los sinsabores de la vida, lo ayudaban a tratar de progresar y vivir de una forma decorosa y sin sobresaltos.

Siempre la vida del “Polaco” transcurrió entre mucho trabajo, alguna borrachera con amigos, pocos amores y poco sexo; lo que se diría, una vida gris, común.

Ahora contaba con nuevos amigos y asesores que le indicaban su  derrotero de vida y su perfil sentimental que nunca fue muy prolífico y que apuntaba a una soltería endémica; se encontraba en éstos momentos dirigidos por su nueva compañera -novia-amiga- que reunía condiciones de no poca belleza y de cultura ya que provenía de las llamadas “familias de sociedad”.

Dama que a pesar de haber pasado en edad, la mitad de la centuria y con varios estragos amorosos de la que salió bastante bien librada, salvo en el último, (acotación aparte) y que le dejaron como secuela de ello, dos hijos, fruto de un matrimonio muy joven de ambas partes y que lo selló el infortunio, dejándola viuda.

Una hija mujer, que saltó del internado de un Colegio para muy ricos, a los brazos de un industrial italiano con el que se hallaba casada y viviendo en Europa; con él tenía dos hijos y con el que, no tendría problemas de futuro en lo que a dinero se tratara, ya que a su marido, éste le sobraba.

 Del varón de sus hijos, el mayor, ya iba para un par de años que no tenía noticias de él, pero que era muy natural que apareciera en cualquier momento con alguna nueva mujer y con tal vez, nuevos problemas.

Lo que se dice, todo un picaflor, pero que por suerte, él sólo solucionaba sus problemas sin involucrarla a ella para nada y en eso emulaba a su finado padre que el único gran pecado que cometió, fue dejarla sola contra el mundo y con dos retoños.

Desde que le presentaron a su actual compañero que curioseaba por un remate de antigüedades, al que ella había llevado algún adorno y algún cuadro a la venta para ir paliando sus necesidades.

Al verlo tan bisoño en el ambiente en que ella se movía y enterarse de su condición reciente, en el acto se vio ante un filón de oro que si lo explotaba a su antojo; tendría la jubilación del reto de su vida asegurado.

Era la ocasión que había estado esperando, su “vellocino de oro”; hombre tal vez con pocas luces, rico reciente, no mal parecido, con aquellos ojos color cielo, muy celestes, que le daban el toque de distinción para que ella, se pudiera lucir en su compañía.

Luego de cierto tiempo transcurrido y olvidado aquel desafortunado incidente en el teatro, fueron a ver un campo con la intención de comprarlo que les recomendaron algunos de sus nuevos amigos como una opción de inversión y que distaba unos doscientos y pico de kilómetros de la ciudad.

Ya había dado uso a su nueva fortuna, comprando una buena casa a su hermano (único vínculo familiar, luego de la muerte de sus padres y sabiendo que quedaban algunos parientes lejanos, éstos nunca tuvieron mucho trato con él y su hermano) y un mas que decoroso vehículo para que éste se desplace en la atención de un pequeño mercado que explotaba, ya hacía vario años y que gracias al mismo había criado cuatro hijos; dos mujeres y dos varones.

También había comprado en un mediano edificio de una zona allende al centro y con el apoyo y el consejo de su querido hermano, al que acudía cada vez que necesitara de sus consejos, que los aceptaba con agrado por ser aquél, el mayor de los dos; cuatro apartamentos para que le generen una pequeña renta y su compañera y él, estaban de estreno de una hermosa casa quinta, la que estaban redecorando con la ayuda de un profesional del ramo que circunstancialmente, era del círculo de amistades de su compañera.

Lo bueno es que estaban atendidos por un matrimonio mayor, en lo que se refiere al personal doméstico, que los trajo él de su viejo barrio y que los conocía de toda la vida, se diría que desde la Escuela,

Ariel y Eva le tenían mucho afecto y él les había construido su casa, ya hacía de esto varios años, en el barrio.

A quienes los ayudaba una joven también, que a su vez era sobrina de ellos, Mónica y que prácticamente la habían criado, luego de que su madre, hermana de Ariel se suicidara.

Por un desengaño amoroso que la había dejado embarazada, aunque su amante nunca se enteró de tal embarazo.

Mujer del barrio, muy buena y con la cuál Martín había tenido un corto pero intenso romance, luego quedó una muy buena amistad.

El fruto de aquel embarazo, una hermosa Bebé de la que su Madre se sentía muy orgullosa ante los ojos de sus vecinos y amigos, capeando con altura el síndrome de “Madre Soltera”.

Niña de la que a partir de los seis años, se hicieron cargo sus tíos y que la criaron como el hijo que nunca pudieron tener.

La enviaron a buenos Colegios y a un Secundario muy acreditado.

Por suerte, con ésta chica, sus tíos se complementaban muy bien y de esa forma Renda y Martín se sentían atendidos de maravillas.

Mónica, quien estudiaba derecho y estaba dando las materias en forma libre, por lo tanto le dejaba la posibilidad de trabajar y de esa manera, se pagaba sus estudios.

No teniendo de ninguna manera apremios económicos, ya que de su finada madre que se llamó Teresa en vida, heredó dos hermosas casas que vendió y el fruto de esas ventas le dejaba muy buenos dividendos en el sistema bancario.

Que ella acumulaba para tener una buena perspectiva, el día que finalice su carrera.

Salieron muy temprano rumbo al campo de marras, ya que se avenía una recia tormenta, según lo que preveía el Servicio Meteorológico y pasaron a buscar a quién los acompañaría, primo lejano de su mujer, que conocedor de la zona, iba prendido sin duda en la mordida de la comisión que resultara de la compra de dicho bien, era su “modus vivendi”.

El nuevo rico que era bastante torpe para desenvolverse en éste círculo de aprovechadores y taimados, trataba de aprender lo más rápido posible todas las mañas que la nueva vida le demandaba.

Si bien estaba recién, tratando de aprender los vericuetos en que se movía ésta sociedad que él siempre miró desde lejos, tenía a su favor primero que no era idiota y que por naturaleza siempre fue muy desconfiado.

Esta cualidad le había hecho padecer muchas chanzas por sus anteriores amistades, las que conservaba y por su estimado hermano y su familia, que le solían decir que era “desconfiado como caballo tuerto”.

Lejos de ser tonto, tenía estudios secundarios que no pudo terminar por la necesidad de tener que trabajar, pero que complementó con su pasión por la lectura que sin discriminar, leía todo lo que caía en sus manos.

Luego de unas tres horas de viaje y rogando que la tormenta que se mostraba a punto de desencadenarse, les diera tiempo a visitar la pequeña instalación agropecuaria, tomando un camino que bordeaba un alambrado y que por fin terminaba o empezaba en una recia tranquera.

Los anfitriones que por supuesto estaban advertidos de la visita, los trataron de maravillas y les explicaron con lujos de detalles, la funcionalidad de  las instalaciones del establecimiento.

Buenos alambrados, con varios potreros y con su correspondiente tranquera, cada uno.

Éste establecimiento, contaba con unas cuatrocientas hectáreas muy bien instaladas, ya que contaba con dos buenos galpones, un pedazo de campo se explotaba como chacra y la mayor parte como cría de ganado e invernada, pero una gran parte del mismo que se encontraba en abandono total, había sido explotado como una gran huerta o chacra y que fue lo que más interesó al novio.

Las instalaciones tenían muy buen abastecimiento de agua, ya que para ello contaba en su linde con otro campo, con un pequeño arroyo, cuya cualidad era que nunca se secaba porque provenía de un manantial  y con tres molinos de viento, dos de ellos con instalación de tanques tipo “australiano”.

Uno de ellos abastecía en la parte de chacra que se había explotado, como una gran quinta.

Todo esto un poco abandonado, porque los actuales dueños, viejos y cansados, desde ya hacía un par de años, que querían vender, pero querían hacerlo al contado y esto no resultaba muy fácil.

No se encontraba todos días interesados, con dinero disponible y dispuestos a invertir en campo.

Motores, máquinas, tractor y otros enseres que demostraban que en su momento fue un establecimiento pujante.

Hijos profesionales unos y otros emigrantes, ninguno de ellos interesados en dar una mano en la explotación agropecuaria.

El estado general de aquellas instalaciones, le gustaron sobremanera al interesado, aunque no lo dejó traslucir.

Estaban a punto de aceptar la invitación de los dueños de casa para un aparente opíparo almuerzo, pero era el deseo de todos, de volver a la ciudad antes de que la tormenta se desatara, ya ésta había sido generosa y les había dado cierto tiempo y no querían abusar.

Quedaron en volver pronto o comunicarse vía telefónica y estudiar la factibilidad del costo de la propiedad y ajustar mas detalles sobre el mismo.

La vuelta, no fue todo lo feliz que se hubiera querido; apenas salieron del camino vecinal, la tormenta descargó toda su furia en forma de viento y lluvia que más que lluvia emulaba al diluvio.

El conductor del vehículo que era su dueño, “El Polaco”, conducía el mismo en forma por demás cuidadosa, primero que la visibilidad, así lo ameritaba, segundo que todavía tenia in mente lo que le había costado.

Algo así como el costo de unas cincuenta motos, como la que tenía y que luego de aquel bello incidente económico, se la regaló a uno de sus sobrinos.

No sin antes sentir nostalgia al desprenderse de esa compañera que lo acompañó tantos años.

El tránsito de camiones que circulaban como bólidos dueños de la carretera, tornaba más peligrosa la acción de conducir.

Después de todo, tuvo que reaprender a manejar de nuevo, aunque ya sabía hacerlo, al sacar su brevet de chofer, tuvo que dar examen y aprobarlo, por supuesto.

Pararon en una “Estación de Servicio” a reponer combustible y de paso a estirar las piernas y ver la posibilidad de beber un café caliente ya que la temperatura en esos momentos estaba bastante baja.

Repostaron el vehículo y sus humanidades, recibiendo una atención que dio para hacer elogiosos comentarios.

Al ingresar al móvil, la dama cambió de lugar con su primo para que los hombres pudieran hablar con mas tranquilidad, dado que el ruido de la lluvia por momentos obligaba, sobre todo al que iba detrás, a dialogar gritando.

Ya casi llegando, le llamó la atención que su compañera casi no había intervenido en el diálogo, sino que por lo contrario, se había pasado ablando por teléfono; esos telefonitos móviles a los que él aún no se podía acostumbrar, pero que su actual media naranja se ocupaba de darle uso por los dos o por cuatro o cinco usuarios, suponía por el alto costo de las facturas de la compañía telefónica.

La conversación que sostuvo con “el primo” y ciertas actitudes que observó en las conversaciones en el campo y la coincidencia, cuando salía de la zona de los baños, de encontrar a aquél conversando animadamente pero en voz baja, con otro parroquiano muy bien vestido que al verlo a él, le vino el apuro de despedirse del mismo, no abriendo ningún comentario sobre el incidente.

Estas acciones le hicieron tomar mas brillo a la luz de la desconfianza, luz que nunca osaba apagar, menos ahora que navegaba desde hacía un tiempo por un mar plagado de tiburones.

Aunque según pensó, éstos pobres escualos se verían como pejerreyes al lado de éstas verdaderas barracudas; pero el, ya iría aprendiendo a deseambular por este pantanoso modo de vida, donde estaba seguro de que si bajaba la guardia, lo engullirían como picada de vermú.

Dejaron al pariente en dónde lo habían recogido y ya coordinarían cuándo volver a verse, cosa extraña cómo estaba creciendo de golpe la confianza y el cariño que le profesara dicho integrante lejano de la familia que traía consigo, la damisela que iluminaba sus pasos por el momento.

Cuando llegaron a la recién estrenada residencia, notó que su compañera, lejos de acusar cansancio por el viaje, estaba eufórica y le gastaba bromas y le sacaba el sombrero y se lo colocaba ella en su cabeza y en honor a la verdad, que le sentaba de maravillas.

Claro que la ayudaba su prestancia y su no poca belleza, por lo que pensó el nuevo rico, si merecía todo aquello que estaba recibiendo a cambio de un poco de dinero.

Bueno, no tan poco dinero, éste ya le estaba dejando ciertos intereses y sabía que si no se descuidaba, podría vivir el resto de su vida de una forma tan cómoda, como jamás imaginó el día que compró los benditos billetes de lotería.

Billetes que habían quedado sin vender en aquel kiosco y que él que nunca jugaba ni a la perinola, en un arrebato de inspiración y habiendo cobrado un trabajo que terminó; sacó los billetes, tratando de que no lo mordiera el cocodrilo que moraba en sus bolsillos desde siempre, los adquirió y la suerte lo premió con aquel suculento premio de ocho cifras.

Recordaba aún como le dolía, haber gastado todo aquel dinero en unos simples y vetustos papelitos y lo ocultó a sus amistades e incluso a sus seres queridos por temor a las chanzas que le pudieran gastar.

Menuda sorpresa cuando se enteró de que el agraciado con el primer premio de aquella lotería, era él y sólo él.

Se sentía cómodo con esa nueva manera de vivir y se adaptaba más rápido de lo que se imaginó, tal vez por aquello de que “a lo bueno, uno se acostumbra rápido”, se hallaba haciendo la plancha en una piscina de agua tibia y lo disfrutaría mientras le durase.

Estaba conociendo cada vez mas a su (como dice la juventud) amigovia y si bien ésta tenía cosas y costumbres que él no compartía, ésta le brindaba toda una avalancha de sexo, despertando sensaciones que jamás pensó que existían y él trataba de que a su vez ella se sintiera a gusto.

Él sería desconfiado desde siempre, pero siempre fue muy agradecido y ¿quién sabe? tal vez, con el tiempo se convierta en la esposa que él soñó en sus horas de soledad, que con su edad que ya pellizcaba la sexta decena, casi había perdido las esperanzas de llegar al matrimonio.

O a tener una pareja estable, alguien por quien preocuparse y que a su vez alguien, se ocupe de él.

Su vida, hasta ahora, había transcurrido alrededor de la de su muy amado hermano que lo apoyaba en todo y de la familia del mismo.

Que él la consideraba como suya y quería a sus sobrinos como si fueran sus hijos.

Los que ya nunca pensaba tener, una por su edad y otra que en lo referente al amor, nunca el destino pudo encontrarle a su “Media Naranja”.

Con sus defectos y sus virtudes, su compañera, hasta ahora estaba haciendo buena letra y el futuro diría lo que le depararía, en compañía de ella.

Después de todo, si él miraba hacia atrás en el tiempo y se veía subido a un andamio o con una maza y un cortafrío en sus manos y lo comparaba con su vida actual, “demonios” se dijo, la diferencia que no era poca, no lo molestaba, sino que lo complacía de gran forma.

Claro que la araña estaba tejiendo su red, sin prisa y sin pausa.

Capítulo 1

Transformaciones

Varias idas y venidas por medio, tiras y aflojes en lo referente a la adquisición del campo, éste por fin se compró y como siempre para algunos se logró un bajo precio y para otros, éste fue muy alto.

Realmente para el “Polaco”, cuyo nombre es Martín Losievich – la compra de esta propiedad, la llevó a cabo realmente, en común acuerdo con su hermano – David – y de ese modo cumpliría con la aspiración de que en conjunto con éste, exploten a medias, ésta fracción de campo con sus instalaciones que sin ser ampulosas, eran muy cómodas y agradables.

El negocio se cerró con la inclusión de todas las existencias, herramientas, animales, instalaciones e incluso y de común acuerdo con los anteriores dueños; los empleados que eran dos, con sus respectivas familias.

Una de ellas cumplía la función de “Caseros”, llamados José y que de aquí en más, conoceremos como “Pepe” y su esposa Rosa, la otra ocupaba, una pequeña pero confortable casa situada en uno de los ángulos del linde del campo y cuyos nombres son Francisco (Pancho) y Elvira.

Esto la situaba a unos cuatrocientos metros de la casa principal, o sea que sin estar muy cerca. tampoco estaba muy lejos.

Y ¡ho! Coincidencia, las esposas de dichos empleados de larga data ya en el establecimiento, son hermanas;

Lo que convertía a éstos como compañeros de trabajo y cuñados; cuyos hijos ya adolescentes, se criaban con sus abuelos en el Pueblo cercano, distante unos quince kilómetros y llamado “Centeno”.

La esposa del matrimonio que ocupaba la casa o sea Rosa, cumplía las veces de doméstica y atendería a los dueños cuando éstos se trasladen de la ciudad.

Su hermana, esposa de Pancho, la ayudaría en algunos quehaceres, como limpiezas generales, lavados, enceradas, ordeñe de dos vacas y todo lo que acostumbraban a hacer asta ahora, con los anteriores dueños.

Sólo a los efectos de la verticalidad en las responsabilidades, quien dirigía las cosas cuando no estaba el actual dueño, era “Pepe”.

Así las cosas, todo estaba funcionando de maravillas y en forma muy armónica, ya que se mejoraron algo los sueldos y había espíritu de solidaridad.

Los hermanos tomaron todo con mucho optimismo y  con la ayuda de la familia de David, que se trasladaba los fines de semana, dejando parte de ésta para que atienda el mercado, las cosas se iban logrando según las previsiones y en lo que refiere a los pagos y papelerío, todo lo dejaron en manos de un contador de la zona o sea del pueblo cercano.

Ya se había extendido, escribano mediante, un poder total a nombre del hermano David Losievich, por cualquier circunstancia y porque de esa forma todo resultaba más cómodo para Martín y porque entre hermanos siempre hubo una confianza a prueba de toda duda.

Martín y su novia – Celedonia Renda Campizteguy – “Renda” para sus amistades y familia (otrora de alcurnia y con alguna fortuna, pero con el devenir de los tiempos, sólo conservaba, los sueños dormidos de viejos lujos y placeres) cada día se acoplaban más entre sí y con sus respectivos familiares.

Una mañana, luego de casi dos años de convivencia entre Renda (así le gustaba que la llamen) y Martín, que se le conocía como “El Polaco” y como Sombrero Blanco indistintamente, ya que éste adminículo ya formaba parte de su figura y era casi imposible verlo sin él; se le ocurrió hacer algo distinto con su pareja y se lo plantearía, seguro de que sería una sorpresa muy buena para ella.

Ahora que casi todo estaba encaminado, le propondría hacer un largo viaje por Europa, dándole a elegir a ella el itinerario y el tiempo que considere necesario para disfrutar a lo grande; sólo una condición le pondría, que ese itinerario los llevase a Polonia y allí a un pequeño pueblo llamado SWIDNICA, ya que quería visitar el pueblo de donde eran oriundos sus Padres, donde tal vez pueda conocer algún descendiente de las familias y a su vuelta poderle contar a su querido hermano.

Contaba que con el entusiasmo que le infundiría a su regreso, éste se decidiría a emular su acción junto a su esposa, ya que se lo merecían con creces.

En su cabeza, desde ya hacía algún tiempo rondaba la idea loca de que a la vuelta, Renda aceptase a ser su esposa y así legalizar su matrimonio de echo.

Por su parte la damisela nadaba a sus anchas en el mundo “Fashion” que había perdido, pero que ahora se insertó en el mismo a “mandoble cruzado” y del que nadie la sacaría, por lo menos viva.

Ella gozaba de bastante tiempo libre y eso le permitía frecuentar algunos conocidos “non santos” y con los cuales compartía ciertos negocios, que le dejaban pingües ganancias.

A ello se le agregaba la disponibilidad de dinero que su “querido”, le proporcionaba y con un mediano automóvil, también fruto de la generosidad del benefactor de su presente.

Todo esto estaba encaminado a su nunca olvidado postulado de venganza que cada día que pasaba, más cerca estaba de poder llevar a cabo.

De su hijo, sólo noticias de que sus cosas marchaban bien y todo por medio de su hija que cuando se acordaba, le escribía alguna letra o se dignaba a llamarla por vía telefónica y que siempre haciendo gala de un sutil cinismo (heredado quien sabe de que gen), la invitaba a que vaya a visitar a sus nietos, pero que nunca ni siquiera mostró la intención de mandarle un pasaje.

Cuantas veces se preguntó, como hacía para soportar y adaptarse a la familia de su compañero, ella a la que la habían mandado a los mejores colegios, donde se hablaba por lo menos tres idiomas, donde las fiestas de su círculo las amenizaban, orquestas de primera categoría y donde las vacaciones se contaban por tres meses, intercalando idas a la estancia propia de la familia o de amigos y con alguna escapada a Europa.

No es que su “nueva” familia fuera mala, sino que se sentía desubicada dentro de aquel ambiente al que ella trataba de fusionar con el suyo, pero el aceite, no se junta con el agua, por más que se quiera.

Menos mal que la docilidad de Martín le permitía repartir su tiempo y vida a su antojo; claro que cuidando ciertas reglas,  ya que hacía tiempo que comprobó que su amable compañero, no tenía un ápice de estúpido.

Con ella es por demás complaciente y la atiende como a una reina.

Tiene una buena figura, tal vez algo recia y lo referente al sexo, los dos se estaban desquitando del atraso (más en él) al que la vida los tenía condenados y en este momento como que la relación de ambos, estaba llegando a un estado de convivencia casi perfecto.

Ella a su vez trataba de que Martín estuviera complacido con lo que concierne a su entorno y todo transcurría sin que se suscitaran casi discusiones, él llevaba la voz cantante y ella acataba sus deseos a pie juntillas.

Salvo algún arrumaco y revolcón con su primo lejano, que luego de engullir la mordida en la comisión de la compra del campo, se había desaparecido; estaba procediendo como toda una dama.

En su rapto de locura cuando le regaló aquel elegante Sombrero Blanco, nunca hubiera apostado a que esa relación se afianzara, lo mismo pensaron sus amistades que vieron en aquel nuevo rico de modos un poco rústicos, como un nuevo pasatiempo con planes de desplume de su conocida.

En ciertos momentos hasta tuvo sueños y en ellos elucubró ideas de que le hubiera gustado tener algún hijo con él, lástima que a los dos, las hojas del almanaque, los pasaron por encima.

En fin, todo sea por el apostolado en que estaba dedicada con alma y vida, del que no cejaría mientras no le hiciera tragar sus palabras a su ex.

Con el que se había estado cruzando en alguna reunión de amigos comunes y que tuvo el tupé de apersonarse a que le presente a Martín y él a su vez, le presentara a su querida; como si no la conociera, a ella y a su fama de atrapa hombres ajenos.

Provenía ésta de una numerosa familia, contaba con cinco hermanos más, otra mujer como ella de la misma edad ya que eran mellizas y cuatro varones, dos de ellos militares, siguiendo la tradición familiar, ya que su padre y varios integrantes de la familia integraron los cuadros del ejército.

Con su hermana, nunca se llevaron bien y de hecho las dos eran totalmente distintas, tanto en apariencia como en carácter, una, la pareja de su ex, es rubia y desde muy joven dejó los estudios, por sus pocas luces y se dedicó a atrapar el marido ideal, que nunca encontró entre los novios (numerosos) snobs que había tenido.

Y  su hermana morocha y que había pasado por un brillante transitar de estudio, para recibirse de arquitecta, ya casada con un colega, con hijos y con un futuro brillante y lo más importante con una fortuna que le aseguraba un relevante status dentro de la sociedad.

A la casquivana y bastante inocentona, por su carácter de complaciente y remisa a todo lo que estaba fuera de lo “normal”, dentro del círculo de gente entre la que se crió, sólo le atraían los hombres casados o con pareja, era como una obsesión y una posición que siempre tomó frente a las braguetas ajenas, claro que su figura la ayudaba bastante, pensaba Renda.

En la bolsa del odio a su ex, había metido a quién la suplantase y estaba dispuesta a hacerle todo el daño que pudiera, como una forma de cobrarse la afrenta que le izo su anterior hombre.

No comprendía como todavía éste la retenía, tal vez todos se estaban cargando de años y eso los hacía más complacientes y más hipócritas.

A Martín nunca le había contado nada de esa desdichada relación, en realidad poco y nada sabía él de su vida de antes de conocerla y según le había dicho, no le importaba.

Sólo lo que vendría después de conocerla tenía importancia para él.

Fue en el desayuno que Martín se explayó con la sorpresa, si hasta tuvo un gesto padrero al sugerirle a su compañera que podían pasar a visitar a su hija y nietos. 

Si sorpresa fue para ella, para él no fue menos al ver que  ésta aceptó casi sin pensarlo, pero repuesto de esta reacción, festejó el momento con mucha alegría; más cuando ella alegó que “pasearemos el sombrero por toda Europa y lo aremos más famoso”

En pocos días solucionaron todos los pormenores que anteceden a un largo viaje, como ser documentos, pasajes, valijas, ropa de estación, coordinación con los caseros del campo y con el personal de su casa quinta.

Su hermano y familia acompañaron el plan con desbordante alegría y ayudaron a que todo quede listo para el ansiado viaje.

Hasta se organizó un gran asado en el campo, a modo de despedida, donde fueron vecinos, conocidos del pueblo, familiares, algún que otro “colado”, algunos de ellos aportados por el nunca bien ponderado y casi olvidado primo llamado Rodolfo.

Llegó el día de la partida y la despedida de amigos y familiares en el aeropuerto no pasó desapercibida, la atención se centraba en el adminículo que ostentaba sobre su cabeza Don. Martín; como lo nombraban en el campo (en su ausencia lo nombraban cono “El Polaco” y a su compañera “La Vieja”), típico “argot” de los medios rurales.

Todo quedaría en manos de su hermano y del contador Dr.Raymondi, quien venía respaldado por la gente del pueblo, ya que su familia tenia arraigo en el lugar, desde tres generaciones y que tenía un “buffet” de profesionales que  dominaban la mayoría de los negocios agropecuarios del lugar, ventas, remates, administraciones y en general, no había negocio en la zona que pasare desapercibido para ellos.

Martín le había confiado la administración de todos sus bienes, acrecentados últimamente por nuevas adquisiciones, entre ellas la compra de una fracción de campo lindera con el suyo, el viejo arroyo compartido. ahora le pertenecía.

La que su hermano David, pensaba explotar como reserva de engorde de ganado y que estaba preparando y convirtiendo praderas para tal fin.

En las últimas despedidas, desde la escalera del avión de línea que los llevaría en aquel ansiado y largo vuelo, Martín sentía que sus piernas eran candidatas a convertirse en flan, era su primera vez y casi no lo podía simular, aunque sabía que su compañera iba munida de un buen surtido de pastillas para inducir al sueño y él haría uso generoso de ellas.

No se le había pasado por alto que Renda, en pastillas y otras cosas raras, era bastante asidua y experta, aunque nunca le pareció propicio encarar el tema con ella, ya que mientras no interfiriera entre la convivencia de ellos, consideraba que ella tenía suficiente sapiencia y edad para que él interfiera en sus viejas costumbres, aunque le molestaba bastante su hábito de fumar.

Aunque había un pequeño acuerdo y éste se refería a que ella trataría de no fumar en lugares como el dormitorio, la cocina, el baño y lugares donde no lo obligue a aspirar a él el humo, puesto que éste jamás probó un cigarrillo y no iba a empezar ahora.

Eso se debió a que de niño padeció de asma, mal de familia. Llevaban muy poco equipaje, ¡Renda se sentía a sus anchas, sólo algo la tenía preocupada y la causa era que no quería arriesgar su pasada por las aduanas y por lo tanto, no podía llevar provisión suficiente de aquello a lo que con el correr del tiempo, se le había transformado en adicción.

Fruto de épocas padecidas en un mar de depresión y en la cual la había sumido según lo comentaba a los cuatro vientos, su anterior pareja.

Ya se había empezado a cobrar algo de lo mucho de lo que le haría pagar a aquel “canalla” que la botó hacia un lado y que tan maltrecha la dejó.

Ella en épocas no muy lejanas pero muy lastimosa para su existencia, se involucró con algunas de sus amistades que estaban enredados en el tráfico y uso de estupefacientes y otras yerbas.

Todo empezó por probar y luego cuando la droga se hace dependiente, la falta de dinero para el abastecimiento, la obligaron a entrar en el comercio de la misma y no le costó mucho puesto que en el círculo de la sociedad que frecuentaba, encontró enseguida, tierra fértil para colocar su mercadería y abastecerse a si misma.

Eso la ayudó a paliar en algo, los estragos económicos en que había quedado luego de su waterloo amoroso.

Aunque el ambiente en que se zambulló, nunca le permitía salir, sino que la había atrapado de tal forma que pensó que su vida ya estaba signada por aquel sistema maldito y al cual ya estaba resignada; cuando quiso la suerte (una gran suerte) que aquel hombre con cara de curiosidad, que se le cruzó por su camino, fuera su tabla de salvación y ella estaba aferrada a él con uñas y dientes.

Aunque le costaba muchísimo desarraigarse de aquel sub. Mundo de la droga y de la maquinaria en la que ella formaba parte.

Por otro lado, su adicción la obligaba a que su divorcio de la misma, nunca se llevara a cabo y a esa sociedad es que ella trataba de encaminar a dónde mejores frutos pudiera sacar, una de ellas era la dulce venganza.

De tal manera que acudiendo a malditas artimañas, izo que la “ramera” que estaba prendida como una hiedra lo hace con las paredes, a su ex, hoy es una consumidora de narcóticos o sea droga dependiente.

La tal señora de tal, como se hace llamar, hoy estaba en sus manos y su inquina se veía regocijada por aquel horroroso logro.

Y todo se debía a su maquinación e ingenio maligno que fue incubando con el entorno en que la incauta mujer se movía y que le llevó algún tiempo y dinero, pero que por fin había conseguido lo que se había propuesto.

Sabiendo que su ex, cuyo nombre nunca quiere nombrar aunque lo tiene y se llama Alberto Casals, es acérrimo enemigo de todo lo que se parezca a drogas y sabía del daño que sufriría cundo se entere que el amor que fue capaz de desbancarla a ella, era drogadicta.

Allí no terminaba, ni mucho menos el daño que le infligiría a su ex Alberto y a su querida de apellido raro y que se llama Ana Garverent.

Ya proseguiría con su labor de araña, cuando volviera de tan ansiado viaje y se las ingeniaría para abastecer sus propias necesidades, el dinero todo lo puede, bueno casi todo.

Del vuelo, poco se puede decir, ya que Martín en algún momento de cordura y despertar, bebió y comió muy poco, dejando que un nuevo suministro de pastillas, lo vuelvan al sueño y le acorten el tiempo del viaje.

Entraron a Europa aterrizando en el aeropuerto de “Fiumicino” Italia y de esa manera Renda visitaría a su hija y conocería a sus nietos.

De paso ésta le podría enrostrar a su hija y yerno, su actual pareja y que se enteren de que éste contaba con una mediana fortuna.

Fue largo el itinerario por la Europa, donde de hecho, visitaron ocho países y que les insumió un tiempo bastante prolongado y en el que disfrutaron todo lo posible.

Visitaron cuanto museo, iglesia, lugares pintorescos y hoteles se les cruzara, compraron ropa, regalos y comieron de tal manera que tenían adicionados varios kilos de más y sacaron tantas fotos con las cuales testimoniarían los lugares en que estuvieron, con sus parientes y amigos, con los que se comunicaban asiduamente vía telefónica.

El gran momento de Martín fue cuando visitó Polonia y el pueblo que ya era una hermosa y pintoresca ciudad, cuna de sus ancestros, Swidnica.

Y hubo lágrimas de alegría cuando visitaron la casa donde nacieron sus padres; ¡qué emotividad para trasmitirle a su amado hermano!

Claro que todo llega a su fin y luego de dos meses de paseo, ya deseaban retornar, sobre todo Renda, que se las había ingeniado para que nunca quedara desprovista de su cuota de droga; nunca imaginó que en Europa, el abastecimiento de éstas fuera tan fácil, ya que no había hotel, fonda, bistró o café que no las ofreciera.

Aunque a este respecto hay que señalar que Martín ya se había desayunado desde hacía algún tiempo de la adicción de su mujer y esto había creado un bache en las relaciones de ambos.

Y aunque Renda se las ingeniaba para ir postergando las discusiones sobre el tema, sabía que éste estallaría en cualquier momento.

Tendría que apelar a toda su astucia si quería superar aquel contratiempo (el único por otra parte) con su pareja y vería la forma de no perder aquel maná que le había enviado el cielo.

El recibimiento en la vuelta al País, fue apoteótica por parte de la familia y amistades y hasta hubo una gran sorpresa para ambos, puesto que entre los que los que los recibían, estaba el hijo de Renda.

A Martín no le cayó nada mal y casi se diría que hasta le simpatizó el muchacho, y quedaron en verse pronto y así poderse conocer mejor.

Lo tendría cerca, ya que éste se alojaría en el apartamento de su madre.

Muy comentado el reparto de regalos e históricos los asados que se realizaron en honor de los viajeros recién llegados.

Contento Martín con las buenas nuevas recibidas por su hermano David y por el contador, ya que parados los grandes gastos, se vislumbraban algunas ganancias y hasta se había arrendado el otro campo lindero o sea el que correspondía al otro costado (el que lindaba con su campo y a su vez con el recientemente comprado y de superficie más grande que éstos dos juntos) con vistas de comprarlo, esto si el “patrón” así lo ameritaba, demostrando que todo iba por buen camino.

David ya contaba con un camión grande y nuevo, ya que la producción hortícola y de chacra producía lo suficiente como para abastecer a pequeños mercados de barrio, de la ciudad.

También esto ameritó tomar ocho nuevos empleados del cercano pueblo de Centeno y que consiguió el contador Raymondi, “gente de a caballo” y para toda tarea, que bajo la égida de Pepe y del hermano de éste, Pancho, llenaban las necesidades de mano de obra.

Ya se encargaría “El Polaco” de retomar el trabajo y darle la oportunidad prometida a su hermano y familia.

Empezaría luego del fin de semana, ya que estaba programado embarcar ganado para llevar a un frigorífico e ir a ver una ternerada para comprar que gracias a buenos oficios de David, esto sería costumbre de aquí en más.

Ese fin de semana lo dedicaría en arreglar cierto asunto con Renda, si bien aún no sabía de que forma lo haría, realmente no hubiera querido llegar a esta instancia con quien tenía planes de pasar juntos el resto de sus días.

Aunque ambos se venían adaptando a las costumbres del otro, los dos sabían que habría ciertas cosas que ya eran de toda una vida y costaría mucho acoplarlas al ritmo de ambos.

Pero éstas cosas debían aclararse en el momento justo, pensó.

Fue a la salida de cierto espectáculo que vieron y que no era malo, pero entre ellos había una tensión que casi se podía entrever aun entre quienes no los conocían.

Frente a dos humeantes tazas de café, se explayó Martín con mucho nervio pero con gran decisión, dándole a entender a Renda que respetaba sus costumbres, todas, menos su convivencia con las drogas y todo lo malo que acompañaba a esa manera de vivir y menos donde se use, como ya hacía un largo tiempo, su dinero.

Que esto no encajaba con su forma de vivir, que siempre lo izo con las reglas sanas de su pobreza y con honestidad, de la que se sentía orgulloso por provenir de sus progenitores y que ella ya sabe de que manera su hermano y él honraban a sus Padres.

Lo que le causaba dolor era que ella actuaba a espaldas de él, tanto aquí como en Europa, hiriéndolo en su pobre pero sana inteligencia y que si las cosas fueron hasta allí, era porque él sentía con ella lo que nunca sintió por ninguna mujer y que al decirle esto y a pesar de los años que contaban encima ambos, lo que estaba diciendo y a pesar de meditarlo concienzudamente, le cuesta trabajo decirlo. 

Que su posición para con ella era clara y concisa y que dependía de la decisión que tomara ella en ese momento, allí junto a esa mesa, del futuro que él tenía planeado para ambos.

La condición era por demás arto elocuente, o se salía de ese ambiente en forma radical y se avenía a tomar el mejor tratamiento para liberarse de su adicción, que él le pueda pagar, o cada cual tomaría por su lado.

Claro que ambos verían la forma de que ella no quedara insolvente y que gustoso él le ayudaría a poner un comercio para darle espacio a su hijo o lo que ella disponga.

Aquí el silencio fue largo, muy largo y decidieron pedir otra taza de café cada uno,  puesto que el brebaje que tenían servido sobre la mesa en ese momento, había abandonado su caloría hacía rato.

Ella sintió que algo en su fuero íntimo se quebraba y hasta recordó que esa misma sensación la había sentido, unos años antes y hasta le pareció reconocer ese gusto horrible que pugnaba por salir de su boca.

Por un buen rato ambos se llamaron a silencio, degustando el nuevo y recién servido café caliente.

El silencio de él se debía a que según pensaba, había dicho todo lo que debía y quería; tal vez no con la delicadeza que le hubiera gustado y que lo que sentía en sus entrañas era mas dolor, que otra cosa.

En su silencio, ella recorría in mente su pasado que pasaba en forma vertiginosa por sus pensamientos y evaluaba y cotejaba todo con celeridad pasmosa  y sintió que a sus ojos la invadían unos granos de arena y hacían que sus lágrimas, que no podía contener, se hacían avalancha e invocaban al no querido llanto.

Se excusó y se retiró a la zona de baños para acondicionar su maltrecha cara, volviendo pronto y sugiriéndole a su pareja a que fueran a otro lugar, ya que le pareció adecuado, puesto que presintió que ambos se sentían incómodos.

Optaron por volver a la casa y allí conversar con mayor tranquilidad, no sin antes prometerse ambos, que esa noche, esa conversación quedaría zanjada, para bien o para mal de ambos, ya que los dos sentían por el otro, sentimientos que se aproximaban y mucho, al amor.

Iban casi en silencio y sus cabezas eran dos torbellinos.

Sus corazones tenían un ton y son que bombeaba sangre con fruición, pero que sabían que la solución de todo aquel aquelarre, se dilucidaría muy pronto.

Eran dos seres que deseambulaban por la noche y por la vida a punto de signar sus destinos.

La araña podría quedarse sin mosca.

Capítulo 2

Tragedia

 

La avenida por la que se desplazaban a esa hora en que recién comenzaba el nuevo día, tenía muy poco tráfico y eso les permitía deseambular a bastante velocidad por la ciudad, desplazamiento que sólo se veía interrumpido de tanto en tanto por la presencia de algún que otro semáforo.

Ella venía fumando y con la ventanilla de su lado un poco bajada, él no le dijo nada al respeto, de ninguna manera quería entrar en una discusión sin sentido.

Fue todo tan repentino y violento, que sólo por milagro ambos no murieron de forma instantánea, victimas de un infarto cardiaco fulminante.

Estaban esperando el cambio de luces en un semáforo, que les permitiera continuar la marcha, cuando el vidrio de la ventana del lado de Martín, estalló, explotó de forma feroz a consecuencia de un golpe brutal.

Casi de inmediato un brazo con un arma en la mano se introdujo por la abertura de la ventanilla de Renda y brutalmente se apoyó en la cabeza de ésta y se sintieron dos voces, que más que voces eran alaridos que ordenaban que abrieran las puertas de atrás y del lado de Martín. esa orden también era respaldada por una impresionante arma.

No pasaron cinco segundos, cuando en el asiento de atrás, llevaban dos pasajeros no queridos.

El horror se había dibujado en sus caras y el espanto imperaba en sus corazones.

Martín sintió que alguien desde atrás le apoyaba algo duro y frío en su nuca, quiso mirar a Renda pero el miedo era dueño y señor de su cuerpo, quiso balbucear algo y se dio cuenta que a su lengua, la había reemplazado un montón de estopa.

Una garra desde atrás, le aferraba a Renda su pelo con tanta brutalidad que pensó que se lo arrancaría, obligándola a clavar su cabeza contra él apoya cabeza del asiento.

Sintió que su vejiga le jugaba una mala pasada, dejando escapar orín muy caliente que se depositaba en su bombacha y en su pollera, presintió que sus pechos pugnaban por salirse de su habitual prisión.

Creyó escuchar que de sus labios se escapaba un quejido y que su cráneo se desintegraría en cualquier momento, también quiso mirar a su compañero, pero su deseo no pasó de intención.

Aminoró el chofer, la marcha del vehículo mas por reflejo que por  querer hacerlo y trató de no tener un accidente de tráfico, apelando a fuerzas anímicas que nunca pensó que tendría, guardadas en algún rincón de su alterado celebro, escuchó que alguien le escupía una orden en su oído derecho.

“Que doblara a la derecha en la próxima esquina y luego al llegar a una pequeña plazoleta, volviera a doblar y que continúe derecho hasta que se le indicara”

Unas cuantas cuadras después necesitó “El Polaco” para, por fin tratar de balbucear alguna palabra con expresión de pedido, “por favor no nos lastimen”, “dígannos que es lo que quieren y con gusto se los daremos, pero por favor no se pongan nerviosos”,“y por favor tengan cuidado con las armas y les ruego que no le hagan daño a la señora”

Se preguntó éste si los que deseambulaban dentro de los vehículos que se cruzaban, verían algo del drama que les estaba ocurriendo o si por el contrario como imaginó, la gente (y se incluyó) ni se entera de éstas cosas.

Se escuchó una fuerte carcajada, seguida de otra que marcó más énfasis en su notoriedad y luego la misma voz de antes que ordenaba junto a su sistema auditivo, “pare el auto al llegar al costado de los muros de una fábrica que están en la próxima cuadra”.

Al llegar al lugar que le indicaban, todo el horror volvió a apoderarse de él, la sombra de esos muros que ocupaban toda la cuadra, sería el lugar ideal pensó, para que estos mal vivientes los ultimaran sin más.

Más, si se enteran de que no transportaban mucho dinero (por costumbre) y que salvo sus relojes y algún pendiente y collar de su dama, no llevaban muchas cosas que les pudiera interesar a los defenestrados que tenían la vida de ellos en sus manos.

Por la cabeza de Renda, pasaba el mismo pensamiento y su llorisqueo que hasta ahora era casi imperceptible, de pronto se convirtió en llanto, al deducir que cuando se detuviera el coche, los matarían a ambos para sacarles lo poco que llevaban.

Estaba a punto de que cayera presa de una crisis nerviosa cuando la voz de Martín la contuvo y le dijo que no se ponga nerviosa y que mantuviera la calma (aunque le pareció que se quería convencer a sí mismo) que los “muchachos” entrarían en razones como personas civilizadas.

Las risas de los dos sujetos, ahora ya no eran tan estruendosas.         

Se detuvo el vehículo y a punta de pistola, que ahora que Martín pudo observar con la baja luz del coche, se dio cuenta de que eran de gran calibre; lo obligaron a bajar y sin mediar palabra uno de los cacos, le aplicó un golpe fenomenal en la cabeza que lo dejó sin sentido o sin vida.

Los gritos que había empezado a proferir la dama, fueron ahogados por la acción rápida de los mal vivientes, que le pusieron una mordaza con un trapo que ya llevaban dispuesto para ese cometido y le ataron sus manos a la espalda y la subieron a la parte de los asientos traseros.

Luego procedieron a meter a Martín o su cuerpo, en el baúl del vehículo.

Todo pasó tan rápido que algún coche que osó circular por esos lares, no detuvo su marcha ni se percató de nada de lo sucedido y si alguien por un casual vio algo, con seguridad que emularía a Pilatos.

Uno de ellos tomó el volante y el otro se subió atrás, donde estaba la mujer echada, “tirada” en el piso y ésta escuchó que el vehículo se ponía en marcha de forma violenta.

¿Qué sería de su hombre? ¿Estaría muerto? ¿Qué harían con ella? ¿A donde los llevaban? Las preguntas, la ahogaban como aquel trapo que tenía en la boca y que hedía horrible y que si pudiera vomitaría hasta el día del juicio final, algo que no estaba lejos por lo menos para ellos, pensó.

Quiso moverse para acomodar el cuerpo y no sólo que no pudo, sino que sintió que una mano le apretaba un seno casi con brutalidad, gimió todo lo fuerte que le permitía su situación y entonces percibió que todo empeoró porque la misma mano, junto con otra ahora, estaban escudriñando entre sus piernas y trataban mas que bajar su pantaleta, de arrancarla.

Acción que se interrumpió por una voz que provenía del individuo que estaba a cargo del volante, “espera a que lleguemos y allí sí que nos aremos la tal fiesta con esta viejita”

A Renda que tuvo un pequeño alivio por el momento, no sabía si le dolió mas al enterarse de lo que le harían, o el adjetivo que ese estúpido, le nombró a su cómplice.

¿Qué querrían hacer con ellos? Porque hasta ahora no escuchó decir nada sobre dinero, tal vez sólo querían el auto que era bastante caro, de marca muy cotizada, si así fuera, ellos no serán necesarios y tal vez los dejen abandonados por algún lugar alejado,¿Con vida?

¿Y si tenían pensado luego de “divertirse”, matarlos a ambos? ¿Y Martín, en que estado estaría? ¿Estaría vivo?

Si bien ella fue criada en la égida religiosa, nunca clamó tanto por Dios y en su interior se juntaban los ruegos, los arrepentimientos y las promesas que cumpliría al pie de la letra, si conseguían salir sanos y salvos de ese terrible trance.

Sumida en sus pensamientos, que estaban ajenos a la conversación que mantenían entre sí, los culpables del mal rato que estaban pasando y luego de un rato, se dio cuenta que el coche había ingresado en algún camino de tierra; echo al que estaba acostumbrada por los seguidos viajes que efectuaba al campo con su pareja.

¡Cómo le dolía todo el cuerpo! y las manos que no las sentía, estaban dormidas por lo fuerte que las habían atado aquellos “animales”.

¿De que sucio hoyo, salieron aquellos dos?.

Interrumpiendo aquella urticante conversación entre Marín y ella, en la que estaban tratando de clarificar el futuro de su relación.

De pronto el coche, se detuvo y con el motor del mismo en marcha, el que estaba a su lado, golpeando en sus nalgas, se bajó, volviendo a subir luego de que sintió que avanzaban unos metros, por lo que le pareció que éste se bajó para abrir una portera o portón.

Continuaron la marcha y aquel no querido pasajero que le puso nuevamente una mano sobre sus senos, con la otra le quitó aquel asqueroso trapo de su boca.

Pareció que los globos de sus ojos volvieron a su órbita y que el aire que aspiró, le hería los pulmones y aunque no lo pensó, de su boca salió una palabra, que comprendió que no era fruto de su educación sino que le salió del alma y como un lastimoso gemido... ¡Gracias!

El defenestrado que seguía con su manoseo le dijo “ya podes gritar todo lo que quieras, aquí no te va a escuchar nadie “viejita”, ya vas a ver lo bien que te vamos a hacer pasar”.

Dicho esto abrió la puerta, ya que el vehículo se había detenido y la empujó hacia afuera del mismo.

Renda cayó de bruces y el que venía manejando, procedió a desatarle las manos y con un gesto casi humano, la ayudó a levantarse y la ayudó a dar unos pasos rumbo a una casa que recién veía.

En eso, la mujer estalló en llantos clamando por su pareja y casi se arrojó sobre el otro hombre que estaba bajando a Martín o a su cuerpo.

Con celeridad, el que recién había mostrado algún atisbo de caballerosidad, le tomó por el pelo y la tiró al suelo, dándole una terrible “patada” en las nalgas y le gritó mas que decirle que si no se comportaba, la ataría de vuelta y agregó varias imprecaciones de tono por demás subido.

Se sentó en el piso con un llanto que la ahogaba y casi se desmayó de emoción cuando escuchó y vio que Martín, ayudado por el otro hombre, quejándose, trataba de ponerse de pié.

Los empujaron en dirección de la casa que en penumbras, de pronto se iluminó sólo donde los introdujeron, por obra y gracia de un pequeño farol, un pequeño living que en otras épocas habría sido muy confortable, pero los años y el abandono junto con la tierra que se estacionó sobre toda la superficie de muebles, pisos y demás, se parecía a una verdadera pocilga.

Mientras uno de los delincuentes sacó a relucir su arma, el otro, se dedicó a recorrer la casa ayudado de la luminosidad de una linterna, la que sustrajo de la guantera del vehículo.

Quiso Renda abrazar a su querido, que vio que tenía sangre seca en su cara y que por la penumbra del ambiente, su figura se veía fantasmagórica, pero la amenaza de muerte del individuo que los encañonaba, le izo desistir de tal propósito y sólo se tranquilizó algo, cuando su hombre le dijo que estaba bien y que por favor se quedara tranquila para no empeorar las cosas.

Cuando volvió el de la inspección y exploración del resto de la casa, (de la que se veía que tenían mucho conocimiento) obligó a Martín a punta de pistola, a introducirse en una habitación en la que en penumbras éste vio algo parecido a una cama.

Quiso hacer lo propio con Renda en otra habitación que aparentemente y por el alo de luz de la linterna, ésta contaba con una gran cama, según vio la mujer, la que le suplicó que le permita pasar al baño.

Le señalaron una puerta que suponía que pertenecía al reservado y entonces pidió por favor que le alcancen su bolso-cartera, cosa que hicieron.

 También les dieron la campera de él y un saco-chaqueta de ella, no sin antes revisar todo y sacar el teléfono móvil de su interior y cosa extraña no tocaron su dinero, la dama  rogó que por lo menos en la casa hubiera agua para poderse asear, ya que tenía olor a orín, a transpiración y algún otro olor que se juntaba con el aroma a miedo.

No, no había agua y gracias a su encendedor, pudo ver por lo menos donde poner sus nalgas y gracias a que la cartera de una dama, lleva todo lo imaginable para salir de un mal momento como aquél, pudo paliar en algo sus muchos inconvenientes.

Al salir del baño, sólo vio a uno de sus captores, el que tuvo de compañía en el viaje y que ya sabía que se llamaba o le decían “Chumbo” y el otro, respondía al nombre de “Gamba”, que la introdujo en la habitación que antes le señalara, metiendo su sucia mano dentro de sus nalgas.

Ella se atrevió a preguntarle en voz alta “¿mi compañero está bien?” y escuchó que la voz de Martín le respondía con cadencia, “está todo bien, quédate tranquila que trataré de hablar con los muchachos y todo se va a solucionar, por favor no pierdas la compostura”.

Le pareció, mientras estaba en el baño que había escuchado que el auto, se alejaba, eso quería decir que estarían en manos de uno solo de los delincuentes y tal vez tuvieran entre Martín y ella la ocasión de reducirlo o de convencerlo para que los deje ir.

Tal vez también, el otro fuera por mas delincuentes. ¡Por Dios cuántos, tal vez y cuántas preguntas se agolpaban en su cerebro!

Martín, sentado en la cama y con sus manos en la cara, se devanaba los sesos pensando de qué manera saldrían de esa situación y vio por la ventana que contaba con recias rejas, que la aurora dejaba ver un poco mejor su entorno, ya que la luna en fase de cuarto menguante, prácticamente no iluminaba casi nada.

 Lo que sí olía, que del otro lado de la puerta, que era de dónde provenía aquel aroma, el caco estaba fumando marihuana, olor que conocía muy bien por la práctica de la fumada de aquella, por parte de su pareja.

En su cabeza, las ideas se agolpaban y recordó que esa mañana, su hermano lo pasaría a buscar temprano para embarcar unos novillos y dirigirse ambos a un remate de hacienda, donde tenían intenciones de comprar una ternerada que les recomendaron.

¿Qué pasaría cuando sus caseros y los demás se percaten de su ausencia?

¿Con qué intenciones los retenían allí?

¿Los matarían? ¡Qué situación! Todo era como que estaban viviendo en un horroroso sueño, que siempre que uno escucha de éstas cosas, piensa que nunca le sucederá.

Justo que estaban tratando un asunto tan importante con su amada (ahora él no tenía dudas que la amaba o por lo menos de que estaba dispuesto a pasar el resto de su vida con aquella mujer) y que pese a ser muy intrincado el tema, tenía la esperanza de que podrían sortear con la mutua comprensión de ambos, aquello que se interponía entre los dos como una piedra en el camino de la total convivencia.

De pronto sintió que su vejiga mandaba desesperados mensajes al celebro y amenazaba con estallar en cualquier momento, miró que el día avanzaba y que su vista tomó dimensión de la habitación en que se encontraba, una cama con colchón y almohada, dos frazadas dobladas al pié de la misma, un pequeño ropero, una mesita de luz con un candelabro sin vela y una silla.

Algún cuadro colgados en las paredes, que su pintura no estaba en mal estado, sino que lo que necesitaban a gritos era una buena limpieza, sobre una repisa empotrada en una de las paredes, una repisa con varios libros.

No podía aguantar más el llamado de la naturaleza y decidió llamar a su carcelero para que le permita pasar al baño.

De paso, mojaría su cabeza que según vio en la imagen que éste le devolvía, el pequeño espejo del ropero, su rostro lucía bastante maltrecho.

Tuvo que llamar varias veces al apodado “Chumbo” antes de  que obtenga alguna respuesta de él que los vigilaba, no así de su mujer, que enseguida se preocupó por su llamado.

Soportó el mal humor de su carcelero que se despachó con una sarta de insultos y esperó algunos minutos, luego escuchó que la puerta se abría.

En su vano vio la figura de un hombre joven con barba algo rala, fruto  de algunos días sin afeitar, de no más de unos veinte y pocos años de edad, de complexión gruesa y ¡horror!, sin nada que cubra su rostro, eso lo alarmó, por la suposición de que tal vez los matarían y por ende, no les importaba de que vieran su rostro.

Este lo encañonaba con la misma arma, tal vez con la que lo golpeara, hacía pocas horas y le indicó que pasara al baño, pero que el agua para el uso de la casa, se abastecía de un aljibe situado en el patio de la casa.

Apropiándose de dos baldes ubicados allí cerca, para esos fines y según indicación del carcelero, debería acarrear agua.

Para su uso y el de su mujer, la que debería limpiar un poco aquel lugar, haciéndole la severa advertencia de que no debían preguntar nada y que cualquier locura que se les ocurriera, él los mataría sin más.

Martín le dio su palabra de que no intentarían hacer nada raro, pero que apelaba al sentido común de ellos y no les hicieran daño, por lo menos a su compañera.

Sin agregar nada más, se introdujo en el baño, luego acarrearía toda el agua que se necesite.

Llenó con agua cuanto recipiente encontraron en la casa y descargó varios baldes de agua en el closet, luego fue encerrado de vuelta, dando paso a que su mujer se aseara y se haga cargo de la limpieza de aquella abandonada y sucia casa.

Que según pudo ver Martín ésta estaba alejada de todo, no vio nada que se pareciera a civilización, por lo menos en lo que pudo observar en su función de aguatero.

Sólo unos ruidos muy lejanos de alguna ruta o camino transitado, que indicaba que no estarían lejos de éstos.

La casa, ahora que pudo verla mejor, por lo menos en el espacio que podía ver, saliendo por la puerta de lo que vio era una cocina, que daba a un patio bastante grande.

Con tres o cuatro árboles de buen porte, un brocal, pequeños caminos que bordeaban lo que antes fue un jardín, pero que ahora estaba invadida por yuyos y pasto, también vio un aparente garaje-galpón a unos quince metros; todo en buen estado pese al descuido.

Sobre el techo se veía un tanque de agua que evidentemente conoció mejores tiempos, ya que se suponía que abastecía la casa, por medio de una bomba reloj que se mostraba desarmada, empotrada a la pared de la cocina.

Evidentemente que no era que estaba tan abandonada, sino que lo que estaba era descuidada.

Ciertos aspectos de la misma le hicieron entrever esto, como por ejemplo que se veían enceres de limpieza, garrafa de gas en la cocina, ciertas huellas de vehículos y otros.

La casa, de muy buena construcción ( él de esto algo sabía) aunque sin lujos, había tenido mejores épocas y tal vez haya sido una chacra de fin de semana, pero que ahora se usaría para malos fines, como el que ellos estaban viviendo.

Vio que la misma tenía muy fuertes rejas en todas las aberturas, salvo en las puertas que eran macizas y gruesas, lo mismo que las interiores.

Una vivienda ideal para usar de cárcel, práctica que supuso que ya sería común en aquellos “elementos” y tal vez la usaran para otras prácticas, como orgías y “aguantadero” de drogas.

Su cabeza era un dechado de pensamientos intrincados.

Cerca del medio día, se sintió que un coche se aproximaba a la casa y Renda y Martín, ambos se dieron por enterados de que no se trataba del vehículo de ellos, ya que el ruido que escuchaban no correspondía al mismo.

Era el “Gamba”, según escucharon que aparentemente traía comestibles y que le pidió a su compañero de que lo ayude a bajar aquellos, del vehículo y así guardar éste en el garaje.

Liberaron la mujer, para que se hiciera cargo de la cocina y hasta le permitieron ver a su “fulano” y a pesar de algún manoseo de los atrevidos, las cosas en lo que restó del día, pasaron bastante tranquilas.

El “Gamba” era el que llevaba la voz cantante, ese hombre flaco, alto y de edad que rondaría los cuarenta y pico de años, era el más peligroso y aparentemente por las actitudes que adoptaba y que dejaba trasuntar, llevaba años en la industria del delito.

A ése le tenía particular odio, por que el degenerado se había apropiado de su Sombrero Blanco, compañero de todas sus horas y regalo de su media naranja.

Se lo quitó, la noche anterior, cuando lo golpeara de forma tan salvaje, su odio se agigantaba por momentos y si  no dijo nada fue porque sabía que sus vidas pendían de un hilo.

Les dieron algo de cenar y los encerraron, cada cual en su habitación.

Hasta ahora las cosas no eran tan graves, porque salvo algunas amenazas para que no dialoguen, cosa que les resultaba difícil porque a Martín sólo lo liberaban unos momentos para ir al baño o para que acarree agua.

Escuchaba Martín cada vez que la manoseaban a su compañera y eso lo enardecía al “Polaco”, pero aquel dúo maldito no se andaba con chiquitas cuando apelaban a la violencia y hasta los amenazaron con atarlos a ambos y golpear a su compañera delante de él, si éste insinuaba rebelarse.

Se venía la noche y con ella, el infierno, supuso el prisionero, porque vio que aquellos truhanes se encontraban bien abastecidos de bebidas, puesto que le pareció ver varias botellas y supuso que también estarían provistos con abundante droga.

 La pareja de delincuentes, dialogaba de a ratos en forma muy baja y cuando se retiraban al otro lado de la casa o a su habitación que estaba al lado de la cocina, no se les oía para nada.

Era un echo que éstos individuos, no sólo eran violentos, sino que se los veía como “profesionales” y acostumbrados a menos preciar la vida ajena y dispuestos a todo si les pagaban su precio.

Si bien les proveyeron de velas, les ordenaron pronto a que se mantengan a oscuras.

Renda que dentro de la situación, tuvo el alivio de poderse asear y ver que su compañero no estaba muy lastimado, también sabía que cuando el alcohol y la droga surtieran sus efectos nefastos, ella sería pasto fácil de aquellos depravados.

¿Cómo debía actuar?

Aquel hombre flaco la había acosado con violencia y si bien aún lo la habían violado, con amenaza de silencio, éste  había intentado meter sus sucios dedos en la vagina y la había baboseado.

Si se atrevían a hacerle algo, ¿cómo debía actuar?.

Si gritaba, su Martín, estaba segura que se haría matar, intentando defenderla y si permitía que la usaran ¿cómo enfrentaría a su amado?.

El miedo a lo que vendría, la izo entrar en un estado de desesperación y llanto silencioso, que hasta pensó en el suicidio, cuando comenzó con sus oraciones y promesas al todo poderoso, que aparentemente no estaba muy interesado en lo que les estaba sucediendo.

Dios, si pudiera ¡mataría! a aquellos mal nacidos.

¿Quién los había mandado a que les hagan aquello? ¿Pensarían matarlos?

Y si así lo tenían dispuesto ¿porqué ya, no lo habían hecho?

Los mismos pensamientos abrumaban a Martín con respeto al futuro y a sus vidas, intrigaba que no les quitaran su poco dinero, ni su reloj de marca muy cotizada y que comprara a instancias de Renda, en su viaje por Europa.

Era evidente que esta gentuza no actuaba por cuenta propia, sino que aparentemente había alguien detrás de todo esto ¿quién? y ¿por qué?.

Tal vez su familia ya sabían de la ausencia de ambos y es posible de que los estuvieran buscando.

Al ir a buscarlo su querido hermano, los caseros de su casa, Ariel y Eva, junto con Mónica, la sobrina de éstos y a la que querían como a una hija,  estarían nerviosos por la no llegada de sus patrones, que más que patrones eran sus amigos.

Esta chica Mónica que se había ganado el cariño de Renda y que la acompañaba a ésta en ocasiones de salir de compras y que se apreciaba que tenía un alto valor intelectual, hasta le confiaba su pequeño automóvil para que hiciera los mandados y lleve a sus tíos cuando éstos tuvieran que salir.

Ariel tenía por costumbre, cuando salían de noche sus empleadores, mirar televisión levantado, por si se requerían sus servicios y para abrir y cerrar los portones del garaje de la casa.

Que decepción al ver que llegado el día, los dueños de casa, no volvieron, allí se activaría la alarma.

Hasta es capaz que la Policía, los estuvieran buscando.

Martín sintió un ruido raro, como si alguien se quejaba y eso lo izo ponerse en guardia y poniéndose de pie, apoyó su oído a la puerta del cuarto y allí estuvo unos minutos, como no escucho mas nada, se tiró nuevamente en la cama con sus brazos en jarras debajo de su nuca, mirando el techo que casi no veía, debido a la poca luz que penetraba por la sucia ventana.

Se dijo que tendría que dominar un poco sus nervios y aflojarse de aquel continuo estado de tensión que, estaba haciendo mella en su sistema nervioso y que tal vez y con un poco de suerte, saldrían de todo aquel embrollo y todo pasaría a ser un horrendo recuerdo.

Un timbre sonó en su cabeza, si no escuchaba nada, quería decir que los cacos se retiraron a dormir, cosa que le pareció muy pronto, o que aquellos depravados tal vez estaban molestando a su compañera.

Claro que tampoco escuchó la voz de Renda, aunque le pareció, tal vez esta pudo dormirse y descansar un poco.

¡Qué angustia! Lo embargaba en aquel momento y el dolor en su pecho, solo se comparaba con el que sentía su alma.

Luego de unos minutos trató de conciliar sus nervios y su sueño.

¡Cómo le gustaría despertar y que todo aquello no estuviera sucediendo en realidad!

No podía entender cómo le estaban haciendo eso a él, que nunca le había hecho daño a nadie y que no tenía enemigos, por lo menos que el pudiera recordar.

Aunque nunca se sabe, la envidia y la ambición de alguien que se quiere apropiar de su dinero aparentemente y que no dudaría en matarlos; le hacía pensar hasta el cansancio y sospechar supuestos enemigos, que si bien no los encontraba, los buscaba en las relaciones que entabló por parte de su mujer, ya que le costaba insertarse en ellas y sospechaba de todos.

Recorría rostros in mente, como en una galería de posibles sospechosos y por más que la imaginación lo ayudaba, no encontraba persona alguna que mereciera su sospecha.

¿Y si todo esto se debía a hacerle daño a Renda de algún modo?

Sumido en sus enredados pensamientos, sintió que el sueño lo vencía, pese a que trataba de rebelarse ante aquel.

Cuando ella escuchó que alguien trataba muy despacio de abrir la puerta de su cuarto, se enderezó de su cama y pensó en gritar, todo lo mas fuerte que la dejaran sus pulmones, pero se contuvo cuando una voz ya dentro  del aposento y que identificó al momento, le susurró, “sólo vengo a hablar contigo, no vayas a gritar porque se pudre todo y mataremos a tu querido y luego a vos”

En ese momento la araña sintió que su tela, se rompía en mil pedazos y que caía desde muy alto, en un abismo sin fondo.

 

Capítulo 3

Tormentos

Se sentía sucia y mancillada y con ganas de morir.

Aquellos gusanos mal olientes, la había poseído contra su voluntad y con una brutalidad que rayaba con la locura, la habían lastimado con varios machucones en su carne y en su hombro tenía un dolor, de mil demonios.

La entrada al dormitorio de aquel sátrapa, casi se podría describir como dechado de virtudes de cordialidad, conversaron en voz baja.

Él sentado en la cama y a una distancia prudencial, la invitó con un porro que en honor a la verdad, ella estaba deseando y como  aquella, algo de eso entendía, se percató de que ésta era de muy buena calidad.

Le extrañó el conocimiento que demostraba aquel individuo de su vida privada, hasta le nombró a ciertas personas del círculo de amistades en la que ella se movía, ¡sus hijos y sus nietos, con sus nombres!

Luego de unos minutos le manifestó que iría a tomar un café a la cocina y que si ella lo quería hacer, todos, incluido su consorte, tomarían.

Sólo le apoyó casi con amabilidad la mano en su hombro, al salir de la habitación, aunque ésta tenía entre sus dedos la fría arma.

Cuando estaban por entrar en la cocina, de un feroz empellón la introdujo en el cuarto que ocupaban ellos, con su arma en la boca que le provocó un pequeño corte en uno de los labios y cerró la puerta.

Allí estaba su compinche acostado en la otra cama, boca arriba y fumando su pitillo de droga, reinaba en el ambiente olores que se juntaban para que fueran repugnantes, sudores, gases de intestino, marihuana y mugre.

El “Gamba” la tiró literalmente sobre la cama que se encontraba vacía y de inmediato, rompió a tirones su “bikini”.

 Se abocó a mitigar sus bajos instintos y la poseyó una y otra vez con salvajismo y su compañero, como que no se daba por enterado de lo que sucedía allí a un metro de distancia.

Renda, se imaginó que el infierno se cernía sobre ella y que éste le estaba cobrando sus pecados, aumentados en los últimos tiempos por su despecho y sus vicios.

Quería cerrar con fuerza sus ojos y pensar que sólo estaba soñando un mal sueño, pero lo que vio encima de una mesa de luz, junto a la cama que actuaba de potro de tortura, le dio fuerzas para sobrellevar aquella infamia.

Allí como testigo sin voz ni voto, se encontraba aquél para ella maravilloso y muy apreciado  Sombrero Blanco, que como un faro en el mar de la horrible tormenta, en que estaba sumida, le insuflaba, halitos de vida.

Aquella cosa terminó su “trabajo” y se quedó muy quieto sobre ella, sólo se movió cuando ella le amenazó con vomitarle encima, que era lo que realmente tenía ganas de hacer con urgencia.

Se sentó en la cama y al disponerse a marchar al baño, sintió que un brazo se enroscaba en su cuello y la empujaba rumbo a la otra cama.

Allí terminó caída de bruces con tal violencia que su vómito salió despedido sobre la sucia almohada y su cara aplastada contra aquella inmundicia.

Otras garras, otras manos, la inmovilizaban, boca abajo, tomada fuertemente de sus cabellos y uno de sus brazos doblado en su espalda en una llave Nelson que le parecía que dislocaría su hombro y sin ninguna compasión, la sodomizó, aquel depravado, con no menos brutalidad que su congénere y con una saña, que sólo imaginó en los animales.

Lloraba en silencio cuando trataba de asearse en el baño y lloraba cuando amaneció, sentada en la cama, lloraba su desgracia y su impotencia.

Se sentía sucia por dentro y por fuera y un pequeño brillo se estacionó en sus pupilas, era el brillo del instinto del animal acorralado.

Ahora ya no importaba lo que hicieren con ella, sólo le importaba lo que harían con su  querido Martín, que ni se imaginaba aquél, el horror que ella acababa de padecer y si se enteraba, ella se moriría al momento.

Estaba herida en su humanidad y en su dignidad; estaba cayendo en un pozo tan profundo que en su fuero íntimo, solo deseaba llegar al fondo de aquel y que todo termine de una buena vez.

David, junto con su familia, estaba llegando a la desesperación al no tener ningún indicio de Martín y Renda, era como si se los hubiera tragado la tierra.

Incontables veces cruzaron las llamadas telefónicas entre parientes y amistades, aún las no tan amistades, pero nada surgía que pudiera dar una idea del paradero de la pareja.

Se sumó a esta búsqueda, Pablo el hijo de Renda, que últimamente se había acoplado en el equipo de trabajo de la familia y lo hacía bastante bien.

Mostrando buenas aptitudes para el trabajo y buenos conocimientos de los mismos, la suerte de su madre lo tenía realmente preocupado y no dejaba de pensar en el maldito ambiente en que ella se movía desde, ya hacía cierto tiempo y tenía la esperanza de que su actual pareja, que a él le pareció una gran persona, finalmente la alejara de todo aquello, tan nefasto para ella.

La vida un poco libertina de su querida madre y el poco “filling” que mantenía con las parejas de ella, lo llevaron a él a alejarse de su progenitora y buscar otros horizontes, aunque siempre vivió de su trabajo

La Policía estaba avisada, desde el segundo día de la desaparición de la pareja, como resultado de la denuncia que efectuó David y sin duda que estaba investigando, pero hasta ahora sin resultados.

El pueblo de Centeno estaba convulsionado, al enterarse de las malas nuevas de aquellos integrantes de su comunidad, ya que éstos habían sabido granjearse la simpatía de los habitantes del mismo.

La situación generada por aquel in suceso, pasó a ser el tema diario en los corrillos de dicho pueblo y no había comerciante, trabajador o ama de casa, que no emitiera comentario sobre el mismo.

Las cosas por aquella casi abandonada casa y transcurridos ya seis días no estaban nada bien.

Martín había notado que Renda, casi no lo miraba, cuando tenían ocasión de verse en los pocos momentos en que sus captores lo permitían.

Cuando él la miraba, ella bajaba la vista y hasta le pareció que rehuía su mirada.

Él, trataba de enviarle en su mirada, todo el amor que sentía por ella y expresarle la angustia que lo embargaba, al verla metida en esa horrenda situación.                    

Situación de la que él, sólo conocía una parte.

Se preguntaba que pasaría por la sufrida cabeza de su querida, si no estaba sufriendo algún colapso mental.

Se sentía de alguna forma, culpable de lo que les estaba sucediendo.

¿Qué pensaría ella de él?

Si sobrevivían de éste trance, le ayudaría a que se deshaga de aquel maldito vicio y trataría que la vida la compense de todo aquel martirio al que los estaban sometiendo.

Tal vez ella esperaba que él reaccionara de alguna manera distinta a lo que estaba aconteciendo, ese pensamiento le perseguía por momentos, ¿dudaría de su capacidad de coraje o ¿la asistiría el sentido común?

Por cuatro o cinco veces, había tratado de dialogar con sus captores, pero éstos lejos de darle alguna explicación, lo denostaban y le amenazaban de muerte; en cierta ocasión en la que él insistió, lo golpearon tan duro que creyó que lo matarían a golpes.

A los que ahora odiaba y solamente por resguardo de la vida de su amada, no se les tiraba encima y con uñas y dientes, les arrancaba el corazón.

Qué raro todo aquello, no les quitaron nada de valor, sólo el teléfono de Renda, les daban medianamente bien de comer y nunca les pudo escuchar ningún comentario que delate sus intenciones.

Estos delincuentes sin duda tenían oficio y sin duda estaban muy bien pagos y por lo que se veía, estaban dispuestos a todo, incluso a ultimarlos si era necesario o si así se les indicaba.

Ahora sí que estaba convencido de que alguien se movía detrás de aquellos individuos y vaya a saber que suma o que exigencia les abrían impuesto a su familia.

¿Cómo estarían ellos moviéndose en ésta situación?

¿Hasta cuándo duraría todo aquel infierno?

Lo que sí estaba seguro, era que la importante conversación interrumpida de forma tal cruel, ya no tenía tanta prioridad, ahora lo que había que intentar primero que nada, era salvar la vida de ambos o por lo menos la de la mujer, que encontró después de tantos años de su vida y con la que tenía tantos planes en el futuro, ¿futuro?

Para peor de los casos, no lo dejaban estar a solas con su amor, ni que crucen ninguna palabra, sólo la veía en ocasiones en que él, acarreaba agua hacia la cocina, él era el aguatero oficial de la casa.

Una vez por día y casi al llegar la noche le permitían asearse, luego de cumplir con la obligación del agua y otra vez para que vaya al baño,. luego la puerta del dormitorio permanecía cerrada.

Sólo escuchaba música (a volumen no muy alto) todo el día y toda la noche que provenía, según había visto, de un aparato de radio pero que lo que utilizaban era el pasa casete, a pilas y siempre las mismas cintas, una y otra vez como un sonsonete interminable.

Ellos, en su dormitorio, los había visto cuando llevando agua a la cocina y por la puerta del mismo, que estaba entre abierta, tenían un pequeño televisor combinado con radio pero que nunca se escuchaba, sobre aquella maldita música.

La que evidentemente usaban como cortina.

Todos los días la misma rutina, sólo rota cuando el “Gamba”, salía muy temprano en el auto. lo hacía cada dos días mas o menos y volvía luego de varias horas con los víveres.

Menos mal que su querida, hacía milagros con lo de la comida y que hasta le preguntaban, (según oyó) lo que necesitaba para hacer la misma, incluido productos de limpieza.

Si bien la comida no era abundante y muy improvisada por su compañera, que sin heladera y con mucho empeño trataba de que por lo menos, su amado comiera lo mejor posible, aunque éste todo lo tuviera que comer con cuchara, ella le preparaba casi con devoción, su porción.

Ya estaba perdiendo la noción del tiempo, aquella música actuaba como un lavador de cerebro y con el olor a droga que estaba impregnado por toda la casa, (había visto que Renda también fumaba, sin dudas la proveían de ésta) tenía miedo de perder la cordura, en cualquier momento.

Y aquel desgraciado, que no le había devuelto su estimado sombrero, ¡Maldito tipo!.

Un detalle que le llamó mucho la atención entre muchos otros, era que cada vez que el “Gamba” volvía de traer provisiones, cambiaba de auto, ya había traído dos distintos, eso y lo oneroso que por lo visto resultaba mantener la “casa”, le hacía sospechar de que detrás de todo esto, había gente con cierto poder. ¿Quién?

David y sus hijos, junto con Pepe, Pablo y algunos amigos que se habían sumado a la búsqueda de la pareja, formaban verdaderas brigadas y rastreaban cuanto lugar conocían, como de costumbre para los desaparecidos, que solían des ambular estos en la rutina de todos los días.

Sacaban mil conjeturas y hasta pusieron un mensaje publicado en dos periódicos de los de mayor circulación y con asesoramiento de abogados y de la propia Policía.

{Se solicitan datos sobre el paradero del Sr. Martín Losievich y de la Sra. Celedonia Campizteguy – Se recompensará cualquier información sobre los mismos (a continuación se leía resaltado,un número telefónico)} junto con esto, se publicaba la foto tipo carné de ambos, extraída de los respectivos pasaportes, que tanto disfrute les habían dado no hacía mucho tiempo.

Sabían que esto alborotaría a todos, a los conocidos y a los no tan conocidos y que perjudicaría tal vez la parte comercial de todos, pero ya no sabían que más hacer, no tenían ni siquiera un indicio de la pareja, después de su salida del cine y del “Bar”, que los recordaba el mozo que los atendió.

La policía nada tenía aún y ya estaban transcurriendo cinco días.

Ni siquiera el coche de ellos aparecía, ninguna llamada, nadie pidiendo rescate, ni sus cuerpos (recorrieron cuanto hospital, morgue y sanatorio pudieron), todo tan raro e incomprensible.

Renda ya había soportado por tres veces ser comida de sexo, para aquellos caranchos, aunque ya no tenían la ferocidad de la primera vez y hasta olían mejor, detalle que por ello no le resultaba menos repugnante.

Estos individuos la habían llevado por turnos a un pequeño galpón, otrora tal vez utilizado como depósito de herramientas, junto al galpón-garaje y distante unos pocos metros de la casa.

Que ellos se preocuparon en limpiar y acondicionar para llevar a cabo sus “juergas malditas” en un rincón del mismo con ella y hasta un colchón habían traído y preparado,

La primera vez que le sugirieron trasladarse hacia dicho sitio, trató de negarse y amenazó con gritar, aunque la maten, ya que no sabía con qué intenciones la llevaban, con seguridad para ultimarla.

Les suplicó que le dejen despedirse de su amado, que no les daría problemas ya que estaba dispuesta a morir, si por lo menos la dejaban que se despidiera de él.

Le pusieron una mordaza que reconoció como un repasador y la ataron con sus manos detrás, antes de que pudiera intentar algo.

La llevaron en vilo, hasta el galpón que estaba iluminado por dos velas, que se quemaban pegadas a un plato.

Allí pudo ver lo dispuesto y eso la tranquilizó algo.

¡Ha! Si pudiera tener la ocasión, de tenerlos a su merced, aunque más no fuera un minuto, los mataría como a perros rabiosos.

La sexta noche y luego de que la dama terminase con la limpieza de la cocina y se disponía a ir al baño, le dijeron casi con cortesía que tendrían función en el galpón y que no se preocupe por su “marido” porque le pusieron en la cena (como ya lo habían hecho antes) una dosis de pastilla molida para dormir, así se podían divertir a gusto.

Y que si se portaba bien, la recompensarían con dejar que al día siguiente se junte con su querido y que tal vez hasta los dejen, que estén juntos en un solo dormitorio.

 A esta altura de las circunstancias, ella, estaba dispuesta a todo con tal de reunirse con su amado, pagaría gustosa con su vida el sólo hecho de tenerlo en sus brazos.

Aunque temía que su vida no valdría ni un céntimo, si Martín se enteraba lo bajo que ella había caído.

¿Podría algún día Martín perdonarla de tanta atrocidad?

Si la vida le daba otra oportunidad, por Dios que trataría de rever todo lo actuado en su existencia y mejoraría su comportamiento para estar en paz con su conciencia, con la cual discordaba.

Aquel séptimo día, aparentemente transcurriría como calco de los otros seis, salvo que no habría ida a buscar provisiones, porque ya se trajeron ayer y por lo demás todo estaría signado por la odiosa rutina.

Amaneció con una suave pero pertinaz lluvia, que mojó a Martín en su acarreo de agua, no a su captor que nunca lo dejaba de apuntar con su arma, desde abajo de un pequeño porche y se agregó algo que se salió de libreto.

Éste delincuente que lo vigilaba, “Chumbo”, le izo notar que su rostro estaba barbudo y que si quería, le facilitaría una afeitadora de las descartables, cuando se tome el tiempo que tenía asignado para su aseo de todas las mañanas y hasta se permitió hacerle una chanza, “para que su mujer, no lo viera tan feo”.

Aquel animal, vestido de humano no se imaginaba el regalo que le ofrecía a su cautivo, pensó Martín, el sólo echo de poder abrazar a su compañera, lo pagaría con gusto con lo que le pidieran.

 Aceptó el ofrecimiento, tratando de que no se trasuntara en su cara, la emoción que lo embargaba de alegría y que le hicieron brotar alguna lágrima.

Cuando el aguatero entró los últimos dos baldes de agua por esa mañana, la llovizna, se había convertido en lluvia casi torrencial.

Al entrar, mojado hasta los huesos, tuvo ganas de gritarle a Renda que pronto, (si aquel energúmeno cumplía con su palabra) la estrecharía en sus brazos, pero no dijo nada.

En su turno de uso del baño, se bañó y se afeitó (había provisto con mas agua el recinto) y hasta se permitió usar del desodorante, de alguno de aquellos delincuentes, (que curiosamente, últimamente su aspecto era más limpio) y se sintió como un novio que acudía a su primera cita.

Se cumplió lo pactado y al llegar la hora del almuerzo, los dejaron que almuercen  juntos en la habitación de Renda, ambos con cuchara.

Aunque el alimento humeante se veía con buena pinta, el abrazo fue apoteótico, se diría interminable y se intercambiaron caricias y besos y hubo llantos aplacados y desesperación por saber uno, del estado del otro.

Los carceleros realmente e hipócritamente, disfrutaron de aquella escena que se les ofrecía y rieron a carcajadas un buen rato, diciendo cuanto vituperio se les ocurrió, antes de dignarse a cerrar la puerta y dejarlos en la privacidad que ellos imploraban, en silencio.

No se había cerrado la puerta, cuando Martín se dio cuenta de que estaba teniendo una furiosa erección, también ella lo sentía en su bajo vientre.

Copularon como si en esos momentos, los ángeles anunciaran el fin del mundo y los orgasmos de Renda fueron interminables.

Le llamó la atención a él, que su dama no llevaba ropa interior (tal vez la tenía lavada) y el estado general de su ropa que estaba prácticamente echa jirones, su pollera y su blusa.

Sus zapatos de tacón, hacía varios días, los había cambiado por unas viejas zapatillas que le proveyeron.

La verdad era que su pinta en general, daba lástima, si uno comparaba su figura con la de unos días atrás.

No tenía dudas de que aquellos malditos, tenían que ver con ello.

Luego vino la risa, el llanto y las ganas locas de comunicarse, que hacían que se interrumpieran de continuo, para contarse y preguntarse cosas.

Sólo pellizcaron la comida, que ya fría, esperaba sobre la mesa de luz y que fue testigo de aquel efímero momento de gloria.

Hablaban en voz baja, porque suponían que del otro lado de la puerta, los estaban escuchando.

Aunque la maldita música seguía sonando y afuera el cielo continuaba mandando lluvia con algunos relámpagos de fondo.

Se miraron sus heridas, por suerte leves y sus magulladuras y el estado de sus ropas, aunque nada de eso tenía mucha importancia frente al hecho de estar juntos y vivos.

Intercambiaron ideas, sospechas, y presunciones que no llevaban a nada que pudieran sacar en limpio, lo que les estaba pasando.

Dos horas después, aquellos dos vulgares, intempestivamente les abrieron la puerta del cuarto y les dejaron pasar al baño de a uno por vez.

Luego le ordenaron a la dama que aseara la cocina que había que dado sin limpiar y les prometieron que volverían a estar juntos nuevamente.

Miles de conjeturas se agolpaban en la cabeza de los infortunados “huéspedes”¿Porqué de aquel afloje? ¿Eran buenas o malas señas?.

Tal vez la muerte, se acercaba para segar dos vidas con su vieja y mellada guadaña.

O tal vez se estaba llevando a cabo el pago o se había convenido el mismo con los familiares y las cosas estaban bien encaminadas y por eso el cambio de actitud de los mal vivientes.

Pobre de su gente, (pensó Martín) y el hijo de Renda, ya que ellos también estarían pasando lo suyo y quién sabe todo lo que estarían haciendo por la liberación de ambos.

Sombrero Blanco, (sin él, en aquellos largos días)  ya sabía que de ser así tendría una deuda eterna de gratitud con todos.

Eso, si su vida continuaba.

¡Ha! Si pudiera avisarle a su amado hermano de que estaban vivos, eso aplacaría en algo, la angustia que sentía dentro del pecho.

La tarde caía muy rápido ese día y la incertidumbre se hacia cómplice del miedo, para matarlos poco a poco.

Se abrió la puerta del curto y le ordenaron a la mujer que saliera y que dé un repaso general y que deje todo como lo encontraron el día que llegaron, (con menos mugre por supuesto).

Martín quedó sólo en la pieza, tal vez más sólo que nunca.

Ya casi de noche, le ordenaron a éste, que se pusiera la campera, junte todo lo de él,que pudiera estar en la pieza, sus pertenencias y le sugirieron que fuera al baño y al volver del mismo, le ordenaron que pusiera las manos a la espalda.

A continuación, procedieron a atarle las mismas, sin mezquinar su cuota de brutalidad y le colocaron una venda en sus ojos y una mordaza que por lo menos tenía olor a limpio.

Con la mujer hicieron lo mismo, sin demostrar diferencia alguna, en el trato.

Luego los llevaron hacia el frente de la casa y aguardaron hasta que el auto, se acercó, traído por uno de ellos que supusieron que se trataría del que conocían como el Gamba.

Llovía en forma tenue, como para ponerle un fondo más tétrico a aquel acto, de una obra macabra.

Los obligaron, empujándolos con sus armas a que se metieran como pudieran en el baúl del auto.

Ambos emitieron un sonido que si no fuera por las mordazas que estaban atadas tan fuerte, hubiera sido un grito descomunal.

Se cerró la tapa del baúl con un golpe que les pareció a ambos que se parecería a la tapa de un ataúd.

Luego de varios minutos, el móvil se puso en marcha.

Se detuvieron donde se suponía que estaba la portera o portón y luego continuaron la marcha.  

La araña, ya no contaba con su astucia. 

 

Capítulo 4

Tramas y hechos atan cabos.

 

Desde que ambos llegaron de su viaje, estaban siendo seguidos y observados, en un trabajo de inteligencia que no tenía nada que envidiar a ningún servicio secreto.

Se tenía registrado todos sus movimientos, a que hora se levantaban, qué y dónde comían cuando no lo hacían en su casa.

Quienes eran los que los rodeaban, que ropa vestían y los pequeños trucos de Renda mantenía a espaldas de su pareja, en fin, todo.

Cuando vino la orden de actuar con los hechos sabidos, aquella noche en que concurrieron al biógrafo; al salir de su casa-quinta, ya los seguía un auto que se turnaba con una potente motocicleta que era ocupada por dos personas, las que a la postre eran el “Chumbo” y el “Gamba”.

A la salida del espectáculo, tenían la orden de actuar, pero el traslado de la pareja hacia aquel café, izo retrasar un poco el trámite.

Luego los hechos se dieron de la siguiente forma.

Al abandonar la pareja el café y dirigirse a su auto, un coche los esperaba con el motor en marcha, lo mismo que la moto a una cuadra de distancia

Se puso en marcha el vehículo caro e inmediatamente, se puso en marcha el operativo.

A poco de tomar la Avenida y como ya tenían la hoja de ruta sabida, previa comunicación telefónica móvil, la moto, tomó posición varias cuadras antes de donde avanzaba “la presa”.

La moto que quedó estacionada, recién al otro día se la llevó el “Gamba” y el automóvil que venía a una distancia prudencial, se detuvo a varios metros detrás de la pareja victima, en el fatídico semáforo y viendo lo que aconteció en pocos segundos, literalmente desapareció de escena.

Luego los hechos, son arto conocidos.

La gran maraña se venía elucubrando desde ya hacía mas de un año y se decidió llevarla a cabo, costare lo que costare, esa noche.

Hubo un sondeo en el mercado del hampa y por referencias de alguien totalmente confiable, se llegó a las personas ideales para que hicieran aquel sucio  trabajo.

Se hicieron los contactos y se discutió largo y tendido sobre el costo de dicha “labor”.

Luego, se planificó todo muy detalladamente y se tomaron todos los recaudos, en caso de que las cosas no salieran según lo esperado.

Los que llevarían a cabo aquel “trabajo” realmente eran hermanos, con experiencia sobre secuestros ya que fueron contratados un par de veces en otras ocasiones, como terse rizadores o sea como pequeña empresa especialista en retener rehenes.

Su labor consistía pura y exclusivamente en guardar los prisioneros a buen recaudo hasta que se les ordene liberarlos o matarlos.

Por esto último, sólo se cobraría una suma extra.

Dejando plena libertad de que hagan con la mujer lo que les plazca; es más, se les pidió que actuaran lo más abusivos que quisieran.

Estos hermanos curiosamente tenían trabajo fijo, desde ya varios años, trabajaban en una fábrica de tejidos, una textil, uno en mantenimiento y el otro en distribución, con la casualidad buscada por ellos de sacar su licencia anual de descanso juntos.

Los favoreció para que la fábrica les concediera ésta práctica a que eran muy buenos operarios y también, su calidad de hermanos.

Era en el lapso que duraba la misma, que se dedicaban hacer su extra casi anual, salvo que se les presentara algo muy apetecible, no solían tomar más trabajo hasta la próxima licencia.

A parte de tener sus vicios, tenían mucha conducta y desde la muerte de sus Padres; distinto Padre uno del otro, vivían juntos, luego de que el mayor de ellos quedara viudo, por culpa de una enfermedad incurable que agredió a quien fuera su gran amor.

Vivian en una gran casa que heredaron, junto con la casa de marras, la que utilizaban para sus ocasionales juergas y para sus “trabajos”.

Complementándose muy bien el uno con el otro, que compartían mujeres, vicios y que guardaban una verticalidad de disciplina y de cariño.

Con el dinero extra que ganaban, se podían dar varios lujos, en vestirse con buena ropa, tomar lo mejor y fumar de la marihuana más pura y cara, también contaba cada cuál con un buen coche y tenían una cuenta en común que llevaban bastante suculenta, para el día que se decidan a retirarse de todo aquello.

El “Gamba” o sea el mayor de ellos, tuvo en el pasado un altercado con gente del hampa y fruto de una discusión se liaron a balazos, resultando herido éste y muerto el otro, por lo que purgó varios años de cárcel.

Esto le dio los conocimientos y los contactos con los que hoy se nutría y que le habían dado cierto respeto en los círculos del delito.

El “Chumbo” si bien tenía su personalidad y su mediano estudio, siempre vivió a la sombra de quien se izo cargo de él cundo fallecieron los padres de ambos.

A éste nunca se le pudo probar nada ilícito, aunque por cierto tenía sus cosas, muchas, no del todo limpias.

Ambos eran consientes de que con lo que cobraron por ese trabajo, (ellos siempre cobraban por adelantado, siempre cumplían) tendrían para un tiempo sin preocupaciones y a su vez verían engordar su cuenta bancaria.

Los contactos para aquel contrato, los izo el “Gamba” como siempre y por algo él llevaba la voz cantante en esa empresa de  dos.

Las condiciones para éste “trabajo”, se llevaron a cabo en forma

telefónica, también el contrato para el mismo (que primero consistió en todo el seguimiento de inteligencia) que por supuesto salió todo, bastante oneroso.

Los pagos se realizaban a través de instrucciones de dónde dejar el dinero, que tendría que ser “contante y sonante”.

Los mismos siempre se hicieron con toda regularidad.

Los riesgos hay que pagarlos y ellos tenían asumido que realmente cualquier desliz o falencia podía llevarlos a la cárcel o lo que es peor a la tumba.

Y siempre que ambos tenían un nuevo contrato, trataban de sacar el mejor provecho, como sucedía en la casa de campo.

Cabe preguntarse, que pensarían del proceder de éstos dos, sus Padres si estuvieran con vida.

Aunque quien conozca sus vidas desde su crianza, justificaría el accionar de éste par de lacras sociales, ya que la madre de ambos, luego de una juventud bastante pletórica de “dulce fair niente”, recorrió una larga fila de postulantes amorosos.

El Padre de el “Gamba” cuyo nombre de pila de éste, es Valentino, fue un ladrón de bancos fracasado, que pasó mas tiempo de su vida dentro de la cárcel que en libertad.

Murió relativamente joven, la causa, tropezó con una bala en una pelea de gente como él, de avería.

Dejando a su concubina con un hijo de diecisiete  años de edad, que luego de su periodo escolar, que terminó dentro de un instituto para los menores de mala conducta, se dedicó con seudos grupos de bandas de adolescentes a cometer toda clase de tropelías.

Desde pequeños robos, hasta arrebatos a ancianas y ya se las rebuscaba para transar con algún alucinógeno.

En ese ínterin conoció a quien sería su gran amor, una chica estudiante de abogacía que estudiaba y trabajaba para pagarse los estudios y que siendo oriunda del campo y única hija, – sus padres explotaban un pequeño predio como medianeros que apenas les daba para subsistir – se trasladó a la gran ciudad para abrirse paso por la vida.

Y que gracias a su gran empeño y tenacidad, trataba de alcanzar su objetivo para poder algún día ayudar a sus progenitores.

En uno de esos accidentes que tiene la vida, conoció a Valentino al acudir éste a la tienda de ropa, donde ella trabajaba y desde entonces disfrutaron de un romance de los que solo se leen en las novelas rosa.

Ahí la vida del muchacho y a instancias de ella, cambió radicalmente y éste se puso a trabajar y a formarse un futuro, ya que estaba motivado por su gran amor.

Claro que nunca, se despegó del todo de sus malas juntas y luego de dos años y pico de convivencia casi ideal, con la que lo prendó de tal forma que ya tejían su porvenir de matrimonio e hijos, luego de que aquella termine su carrera; ocurrió el percance que derivó, con el incidente que llevó a Valentino a purgar largos años de cárcel.

Años que se vieron reducidos, por la defensa tenaz de la causa de él por parte de su compañera, que apenas se recibió, se abocó con toda sus fuerzas a defender y sacar del encierro a su gran amor.

Casi de inmediato sobrevino la corta y mortal enfermedad de ella, que lo marcó al “Gamba” de por vida.

De ahí en más, éste se abocó a ayudar a su madre, que luego de un desliz amoroso, tuvo un nuevo hijo con aquel hombre, que habiendo enviudado anteriormente, tuvo la virtud de casarse con ella antes de sufrir aquel mortal accidente.

De él heredó las dos casas que los hermanos poseían y usufructuaban con pingues ganancias.

Luego, el hermano mayor tuvo que hacerse cargo del más chico, porque la vida se empeñaba a arrancarle todo lo que amaba en la perra vida.

Hete ahí el porqué del cariño y la obediencia que el “Chumbo” le prodigaba a su hermano, que prácticamente lo crió y lo envió a estudiar y luego por decisión de aquél, lo orientó en la difícil tarea de delinquir.

La comunicación con los que los contrataban siempre se hacía por vía telefónica, más que nada por seguridad de ambos, el que contrata no conoce a sus contratados y los contratados no conocían nunca a sus contratantes, de esa forma ambos se cubrían.

La noche del sexto día, recibieron una de las habituales comunicaciones, que curiosamente éstas tenían, voz de mujer.

En la misma, les ordenaron que preparen a los prisioneros para una liberada o traslado de los mismos y que les trataren a éstos lo mejor posible.

Aunque los desconcertó un poco ésta nueva orden, como era de estilo y por ética, acatarían sin más, aquella ordenanza.

Claro que luego de una ingesta de alcohol y de una fumada habitual de “porros” de marihuana, decidieron que si era el último día de su “trabajo”, se divertirían como nunca con la mujer del “gil” que tenían a buen recaudo.

En la cena, que les dieron un poco más temprano que lo habitual, le pusieron a él, lo que acostumbraban, simples pastillas de “valium” molidas y entreverada con la comida.

Hasta les convidaron con un poco de vino, acción que desconcertó aún más a sus rehenes.

De los fideos con tuco, que la damisela había cocinado al medio día y que no estaban nada mal, al decir de los tránsfugas, “cocinaba bien la veterana”, hubo un bis para la cena.

Luego vino todo el episodio del galpón que denigraba aún más a los dos delincuentes.

Cada vez que la conversación de los hermanos derivaba en dirección de la mujer, se preguntaban por qué, las órdenes con respecto a ella eran de que se le maltratase “sin llegar a mayores”, aunque nunca se les aclaró qué era lo de “mayores”.

Pensaban que estarían exprimiendo, a la familia del “veterano” al que le sacarían mucho dinero, ya que éste contaba con mucho, ellos lo sabían luego de la investigación, en que ambos se abocaron desde casi un año atrás.

¡Cuánto dinero les dejaba éste trabajo!

Especularon con las ganas de “mejicanear” la jugada de su contratante y de hecho que, Sergio el “Chumbo” lo hubiera llevado a cabo si no fuera porque su hermano, se opusiera terminantemente

“Y dónde manda capitán, no manda marinero” pensó el más joven, su hermano tiene fama de ser “honesto” y gracias a ésta cualidad, el “trabajo” no les faltaba.

Hasta habían admirado al “Polaco” por su buen talento, en lo que refiere a los negocios y pese a no estar preparado, había sabido en poco tiempo, acrecentar su fortuna, con el “garrón” que la suerte le prodigó.

El tercer personaje, que los acompañó a bordo de un auto, la noche que sucedió el secuestro y que sin duda, estaba involucrado en el mismo, (nunca se dio a conocer) nunca se imaginó lo bien que se cumplieron sus intrusiones.

Todo se estaba cumpliendo al pié de la letra y según lo planeado.

Lo que le restaba a éste personaje que era el responsable de todo, era dar tal vez las últimas órdenes y entregar el último pago de aquel tan caro “contrato”, pero que si lo pensaba bien, le resultaría barato por los dividendos que le aportaría, tal vez no monetarios.

La Policía, tenia en marcha todo un equipo de investigadores abocados a la dilucidación de aquella misteriosa desaparición, no era mucho lo que se había avanzado.

Se había indagado un montón de gente, pero se hacía difícil trabajar sin ninguna hipótesis, nadie se había comunicado con la familia pidiendo rescate, alguna otra extorsión.

Los cuerpos no aparecían por ningún lado, en el supuesto caso de que éstos estuvieran muertos, cosa que se cotejaba como posible, aún por la familia, que temía lo peor.

El hallazgo del lujoso automóvil por una patrulla, en el fondo de una abandonada cantera de balastro y que la usaban como basurero ocasional, les decepcionó al comprobar que aquél estaba totalmente quemado.

Menudo desembolso de dinero tendría la compañía aseguradora.

Por parte de las pericias de laboratorio no se había conseguido absolutamente nada, lo que se presumía que se estaba frente a profesionales del crimen.

Pero era el único indicio que contaban por ahora.

Al no pedir dinero de rescate, según la familia, salvo de que estuvieran mintiendo, por eso se les tenía bajo investigación, se especulaba con un ajuste de cuentas.

El hombre no tenía antecedentes y su vida hasta el tocado de la buena suerte, transcurría sin sobresaltos, dedicado a su trabajo y a su familia.

Con el metiere de la gente común que nunca trasciende en nada que pudiera romper la sana rutina.

Por parte de su novia sí, que algo había, antecedentes por comercialización de drogas, consumo de las mismas y aunque nunca se le pudo procesar por nada, la lista de casos, algunos chicos y otros grandes, era bastante abultada.

Sus amistades que formaban parte de la clase media alta y alta, no se distinguían como de conducta excelente, precisamente.

Por allí se estaba investigando, tratando de llegar a una punta de hilo que lleve a la madeja.

A medida que pasaban los días, la familia se desesperaba cada vez más, todos estaban abocados a la búsqueda de Sombrero Blanco, pero no tenían ningún indicio de donde empezar, así que iban dando palazos en el aire como queriendo romper una piñata invisible. 

En el pueblo de Centeno y por iniciativa de la comunidad, hasta se efectuó una misa para que lo que no conseguían los mortales, lo aporten los santos.

Por el campo se seguía trabajando y las cosas marchaban a pesar de la incertidumbre, muy bien.

Se conseguía llevar adelante todo con eficiencia, gracias al esfuerzo y la capacidad de todos.

Rosa atendía la casa con la colaboración de su hermana, que le daba una mano porque la misma estaba todo el día muy concurrida por David, su familia y amigos que iban y venían de continuo.  

Su marido, Pepe junto con su cuñado Francisco, llevaban adelante las labores en el nuevo campo, siguiendo las directivas de David.

También Pablo ponía lo suyo, a pesar de que la mayor parte acompañaba a la familia del Polaco en las diligencias que éstos hacían en procura de saber algo de los desaparecidos.

Ya había pasado un mal momento, cuando la Policía lo citó para interrogarlo con respeto a su madre, pero él, se nutrió de información al enterarse de las cosas de ella.

Se veía que su madre, había acusado muy fuerte el golpe del desengaño de su último amante, al que él, nunca le tuvo simpatía, pero que jamás quiso cruzarse en la felicidad de su progenitora.

Aunque lo que más le dolía, era todo aquel embrollo sobre drogas en que ésta se encontraba involucrada; se izo a si mismo la promesa, de que si hallaban con vida a su mamá, trataría de ayudarla a salir de todo aquello.

Información que desconocía por suerte por un lado, por su alejamiento de tantos años de la responsable de sus días, pero por otro lado, le hubiera gustado haber estado cerca de ella (a pesar de sus continuas discusiones y peleas) para evitar que se involucre en aquel infierno.

Aun no se había decidido a avisar de la desaparición de la misma a su hermana menor que vivía en Italia, pero no dejaría pasar mas allá del día de mañana en hacerlo.

Si hasta aquel primo lejano y “ligero” de su madre, al que él conocía por referencias, las que no eran buenas por cierto; se había presentado para saber si había noticias de su “querida” prima y de su “amigo” y hasta se había ofrecido para que dispongan de él, en lo que les pueda ser útil.  ¿Qué tal?

El contador que integraba el staff del escribano Raymondi, en el pueblo de Centeno, había dispuesto en conjunción con los Bancos y siguiendo directivas de David, tener disponible una suma de dinero bastante importante por si las circunstancias lo ameritaban.

Se había consultado al médico de cabecera de Martín, por si alguna dolencia que éste pudiera tener o padecer, necesitara de alguna precaución.

Aunque la impotencia de la incertidumbre, los hacía golpear contra un muro y dejar que todas las previsiones cayeran en saco roto y lo que es peor fueran inútiles.

Ya algunos de los allegados a la desaparecida pareja, especulaban con la posibilidad de éstos estuvieran muertos.

En los últimos días, estos rumores estaban tomando cuerpo.

Innumerables llamadas, se recibían de gente que actuaba con buena intención (y de las otras) y que informaban que los habían visto en tal o cual lugar y a todas horas; esto llevaba a que los parientes y amigos vivieran continuamente en tensión, porque no se desechaba ningún dato y trataban de investigar absolutamente todo.

También contaban con la Agencia de Detectives que había contratado David, pero tampoco éstos conseguían nada.

La cosa se estaba volviendo desesperante, ya estaban viviendo el sexto día de aquel tormento.

La araña pasó de ser cazadora, a ser víctima.

 

Capítulo 5

Incertidumbre

 

Aquel séptimo día de encierro contra su voluntad, vino raro para los secuestrados, que llenos de incertidumbre y angustia tejían varias conjeturas sobre su suerte, se sentían desconcertados por las pequeñas libertades de movimiento (para ellos eran como maná del cielo) que les prodigaron sus captores, auque ello aumentaba su temor y su terror.

Estaban nuevamente juntos en el dormitorio de Renda y ambos trataban de consolarse de la incógnita de su suerte, que se acrecentaba minuto a minuto y elevaba el clima de tensión.

Trataban de escuchar por si había algo que les diera un indicio, algún movimiento raro o algo que les indicara lo que se proponían hacer con ellos, sus captores.

Sólo se escuchaba la ya conocida y escuchada hasta el hartazgo música, la que de salir vivos de todo esto, jamás de los jamases, olvidarían.

En la maraña de ideas que elucubraban, cotejaban la posibilidad de calcular de que manera, podían escapar de sus captores.

Esto debían de hacerlo juntos, porque si Marín lo intentaba sólo, estaba seguro de que aquellos desalmados matarían a Renda y viceversa.

Tratar de desarmarlos, era casi imposible, puesto que nunca se descuidaban, demostrando una aptitud muy profesional en los artilugios del crimen.

¿Qué se traían entre manos aquellos miserables?, se preguntaban ambos y casi al unísono, ¿Qué orden tendrían para el destino de los prisioneros?, las preguntas se agolpaban en la angustia de ambos.

Y aunque ya éstos habían recibido sus últimas órdenes, nunca se enterarían los desdichados rehenes que de las mismas, dependía la suerte de su vida o su muerte.

Fueron más de dos horas de marcha, les pareció a ambos cuerpos, que aun tenían vida pero, que les quedaba poca por la posición incómoda en que se encontraban y por la dificultad para respirar, que se acrecentaba al pasar los minutos de aquel calvario.

Martín sintió que su amada, se recostaba temblando a él y que con unos sollozos apagados, trataba de juntar sus caras.

Él pensó que por lo menos, morirían juntos.

Desde ya hacía largo rato, que habían desistido de tratar de escaparse, porque las ataduras que eran de sunchos de plástico de los que se usaban para atar caños y cables en los automóviles, que a su vez estaban cruzadas y dobles, hacia casi imposible cualquier intento.

Aunque la carne al derredor de las muñecas, se estaba convirtiendo en jirones, estas casi no sentían el dolor, no tenían sensibilidad y por lo tanto el cerebro ya no recibía señales del martirio.

Por fin el coche se detuvo, luego de un largo derrotero en el que se incluían, infinidad de vueltas, se sintieron dos portazos y alguien abrió la puerta del baúl, acto seguido, bajaron a la mujer que ya estaba en estado calamitoso y totalmente acalambrada, al igual que su hombre.

Temblando y no pudiendo contenerse, se orinaba en forma continua, lo que le provocaba convulsiones, que aminoraron algo cuando le quitaron la mordaza, no sin antes advertirles a ambos que si gritaban o lo intentaban, serian muertos de forma inmediata.

Exactamente lo mismo hicieron con el hombre, el polaco no lucía mucho  mejor que su mujer, todo transpirado y mojado por el orín de su mujer y algo de él, más un poco de sangre de su cara y de sus muñecas, que se produjo en el intento vano de soltarse.

La verdad que la estampa que se veía de ambos, a la poca luz de la linterna que los alumbraba a ambos, era patética.

Los obligaron a ambos a que se tiraran de bruces en el pasto mojado (estaban cerca de algún arroyo o canal por el ruido de agua que corría) y a continuación les quitaron las vendas de sus ojos y les cortaron, casi con suavidad las ataduras, les permitieron sentarse sobre el pasto mojado, por turnos y les alcanzaron una botella plástica con agua que aunque estaba bastante tibia, por cierto, a ellos les pareció maravillosa.

Ambos vomitaron algo de lo que tenían en sus estómagos y tomaron agua con desesperación, tomando la botella con las dos manos porque a sus ateridos miembros todavía no los sentían;

Les preguntaron si ¿estaban bien? ¡Diablos!.

Aquellas fueron las primeras palabras amables después de siete días de cautiverio.

Les permitieron que se queden sentados muy juntos y haciéndose mimos el uno al otro, luego les dijeron que pusieran mucha atención con lo que les iban a decir y les advirtieron que no debían de hacer ninguna pregunta ni interrumpir para nada, bajo pena de que los maten allí mismo.

Tomó la palabra el Gamba, arre costado al auto y de forma pausada pero firme, habló:

{Ustedes, fueron secuestrados por un mandato o sea por un “contrato” y hasta el día de hoy, ni nosotros sabíamos, si debían morir o los teníamos que dejar libres.

_Con los dos se hizo un trabajo de seguimiento, que duró casi un año, para que vean y sepan ustedes, desde antes de que se fueran a Europa, éste se vio interrumpido pero cuando volvieron, se prosiguió con el mismo.

_Sabemos de ustedes, casi tanto como ustedes mismos, desde el nombre de cada uno de sus parientes, sobrinos e hijos de David, amigos, hijos de Renda, empleados, conocidos, dónde compraban y los lugares que frecuentaban, casi día por día.

_Dónde viven todos, de que trabajan o estudian, sus enfermedades, el número de sus cuentas bancarias y cosas que no se imaginan.

_Les decimos esto porque si alguna vez se les ocurre tomar alguna acción en nuestra contra, la más mínima, les repito, la más mínima sospecha que tengamos de que ustedes nos reconozcan accidentalmente y nos denuncien o cualquier otra ocurrencia que tengan al respeto; no vamos a dudar en matarlos, a ustedes y a cualquiera de sus seres queridos.

_Si no lo hacemos nosotros, contamos con “amigos” que lo harán.

_Les doy mi palabra de delincuente, (como dicen ustedes) pero que en nuestro círculo, nuestro ambiente, si ustedes quieren, ésta es sagrada.

_Díganme si van entendiendo lo que les digo, preguntó elevando algo la voz y prosiguió al ver que ambos movían sus cabezas, casi con desesperación, la familia de ustedes creemos que no han sufrido ningún daño, por lo menos de nuestra parte.

_Les repito, a nosotros nos pagaron sólo para hacer lo que hicimos, nada más.}

Y diciendo esto, les ordenaron que se pongan nuevamente con la cara contra el pasto mojado y pusieran las manos en su nuca, luego pusieron el coche en marcha y se alejaron por el camino que vinieron.

Sintieron como que con el móvil, se alejaba aquella pesadilla.

A Martín se le dio por ver, si podía leer la patente del auto que se alejaba, pero vio que ésta estaba tapada, realmente esos miserables eran “profesionales”.

Se incorporaron luego de unos minutos y a un escaso metro de ellos, mojado, sucio y golpeado, iluminado por las centellas, se encontraba alardeando de su estampa, como un faro en la tormenta, el icono que formaba parte de sus vidas, su “carísimo” Sombrero Blanco.

Estaban viviendo en el final de un día Domingo, lloviznaba y se encontraban al fin o al principio de cualquier parte.

Averiados en su intimidad, en su integridad, abandonados, mojados y con una impotencia que se mezclaba con la furia, pero estaban ¡¡Vivos!!

Se abrasaron y dieron rienda suelta a sus llantos, se manosearon tanto que el dolor que Martín tenía en sus muñecas, había pasado a segundo lugar y daba paso a aquella hermosa sensación de “cachondeo” que lo embargaba y que pedía sexo de forma tan urgente, como la que sentía su mujer, que presa de las mismas ansias, casi pedía que la penetre.

No les importó la lluvia que ahora estaba arreciando, ni el barro, ni los dolores, ni el lugar, sólo importaba que estaban juntos y vivos.

Hicieron el amor con dulzura y se tomaron su tiempo y se cuidaron de no hacerse daño, en los lugares que tenían lastimados.

Algún relámpago fue testigo e iluminó  aquella postal de amor.

Se sintieron plenos de vida y los dos, fueron invadidos por una euforia que acompañaba aquel estado de catástasis.

Un pequeño arroyo, que efectivamente corría allí cerca, sirvió para asearse un poco y luego poniendo la campera de Martín, que estaba empapada y con barro, como paraguas, tomaron la botella de agua, que aun tenia un poco y con los zapatos de taco de Renda y su bolso-cartera en las manos, tomaron por el camino.

Mejor dicho por la orilla del mismo con pasto, para que el balastro no lastime los pies de la dama y se dirigieron con rumbo hacia dónde, se había alejado el coche, varios minutos antes.

Con elementos de aquel bolso, ella improvisó una curación provisoria en las muñecas de él..

Caminaron bajo la lluvia que no amainaba casi dos horas, cuando llegaron a lo que parecía una carretera, no se animaban a entrar en ningún campo, que era lo que los rodeaba, por temor a los perros o que algún dueño de los mismos y dado la hora, los tomara de blanco de sus balas.

No estaba en sus ánimos abusar de los favores de su suerte.

Les extrañó, que no circulara casi tráfico, pero recordaron que era noche de Domingo.

De pronto vieron aproximarse un par de poderosos focos que supusieron de camión, les hicieron señas desesperadas, saltando, gesticulando y rogando que les parase, a pesar del estado calamitoso en que se veían.

No, no les paró, sino que les tocó un largo bocinazo y les mostró toda la gama de cambio de luces que tenía, como una especie de burla.

Allí descubrió Martín otra faceta que desconocía de su mujer, que sus insultos, no tenían nada que envidiarle a un domador de camellos.

Tal vez desató todo aquello, que desde hace varios días guardaba atado en su pecho y en su bronca, que era mucho mayor y angustiante de lo que él, se imaginaba.

Aunque ganas tuvo de acoplarse a dichos improperios y formar un dúo de locos, con su amada.

Cinco o seis vehículos más, pasaron sin detenerse y la pareja decidió caminar en cualquier dirección, más que nada para no congelarse.

Llevaban caminando, un cuarto de hora, temblando y nadie los levantó, cuándo de pronto, un patrullero se detuvo en sentido contrario a la dirección que llevaban.

Ambos agradecían con fervor a alguien que debía de ser muy poderoso y estar muy alto, ya que miraban en la dirección en que venía la lluvia con llanto-risa en sus rostros y sus manos muy juntas.

Y se persignaban y se reían histéricamente y se abrazaban como en una danza, que tenía más de macabra que de alegría.

Una semana después y con resabios de una pequeña gripe en ambos, los dos se encontraban, muy bien atendidos por Ariel, Eva y Mónica.

Ya las cosas estaban tomando sus carriles normales, luego de toda la parafernalia de los días anteriores, desfile de parientes, amigos, policías, periodistas, vecinos, extraños, gente que no habían visto nunca y otros “fantasmas” como el lejano “primo” que se puso totalmente a las órdenes.  

Empezó Martín a ponerse a tono de todo, en la compañía y la ayuda de su querido hermano, al cual le contaba pormenores que no se atrevió a hacer público, a la demás gente.

Se trasladaban a todas partes en la camioneta de David; la compañía de Seguros, se tomaba su tiempo para pagarle o reintegrarle su auto.

En uno de esos apartes de conversación, le trasladó Martín a su hermano, las crudas sospechas que tenía de los horribles momentos que había pasado su mujer y que vaya a saber que tormentos, le había tocado vivir a su sufrida novia.

Incluso, le contó el último episodio que tuvieron con sus captores, con lujo de detalles, ya que esa conversación nadie aparte de ellos, la sabía, porque así lo decidieron con Renda, más que nada por la seguridad y el resguardo de la vida de sus seres queridos.

No tenían ninguna duda de que la amenaza que aquellos les hicieran, éstos la llevarían a cabo sin dudarlo.

David escuchó impávido lo que le relatara su hermano, ambos estaban conversando a la vera de la carretera, a varios metros de ésta, camino al establecimiento de campo y muy cerca del pueblo de Centeno.

Más de media hora, se explayó el Polaco que nuevamente estaba “coronado” por su muy querido Sombrero Blanco con el que una tintorería había hecho milagros.

Cuándo terminó su exposición de los hechos, le pidió a su hermano mayor, que por favor le diga que opinaba de todo esto y que le diga, ¡Qué debería de hacer!

A continuación se dispuso a escuchar con atención, los sanos consejos que le pudiera aportar David, ya que siempre le aconsejó como si fuera el Padre que ambos perdieron.   

Se tomó unos minutos David para empezar a explayarse, luego lo izo con la solemnidad y seriedad que el caso requería.

_Mira Martín, yo y “Nachi” (así le decían a Natacha, su esposa) hace varios años que tenemos algo muy importante que decirte, no es nada que urja, pero en estos días me gustaría que nos juntemos a cenar, los cuatro, tu mujer, la mía, tú y yo.

_En lo que me has planteado, que me imagino con mucho dolor y en lo que se refiere a lo acontecido ésos días pasados con Renda, quien será tu esposa, en el cautiverio de ambos, yo no me siento capaz de opinar.

_Sí, te aconsejo que dejes actuar a tu corazón, el te dirá lo que tengas que hacer y no te olvides, que ya no estás en edad de herrar mucho en tus sentimientos, no te olvides que tu felicidad, es también la mía y la de todos los que te queremos.

Y agregó en tono de sorna, si no te apuras a casarte, ahora que tienes plata, novia y ganas, te vas a quedar (como dicen las viejas) para vestir santos en la Iglesia.

El Polaco, en esos momentos, tuvo que bregar mucho para que no se le escapara una lágrima; el amor de hermanos era muy fuerte por la forma y la manera de criarlos, de sus Padres.

_Con respecto al episodio de amenaza de esas “lacras”, mira, si analizamos bien la cosa, veremos que está todo embebido de un gran misterio.

_Primero y principal, ustedes están vivos, lo que padecieron, por más represalias que se tomen, nadie los podrá resarcir de sus penurias.

_Segundo y hete aquí lo más extraño de todo este entuerto, éstos tipos no pidieron un sólo centavo.

_¡Que hay alguien muy retorcido y poderoso! detrás de todo esto, no me caben dudas, ahora ¿quién es? o ¿quienes son? a esta altura del las circunstancias, ¿Qué importa?

_Lo único que importa ahora, es que trates de vivir a pleno lo que te resta de vida, que espero que sea mucha – y agregó con una sonrisa – así me aconsejas que número comprar en la Lotería.

Aquí Martín lo interrumpió brevemente, tú ya sacaste la Lotería hace muchos años, con la hermosa familia que tienes, que también son la mía, ¿qué hubiera hecho sin ustedes?

Hubo un breve pero cariñoso abrazo en la incomodidad del vehículo

_Y en lo referente a la amenaza, yo te diría que la tomes muy, pero muy en serio, esa gente no se anda con chiquitas, por lo menos yo, así lo creo.

_De todo esto vamos a hablar cuando nos juntemos en la cena o almuerzo, que por supuesto, (y agregó con una sonrisa) tú tendrás la oportunidad de invitarnos a “Nachi” y a mí, a continuación, decidieron proseguir su marcha, ya que los estaban esperando en el floreciente Establecimiento de campo.

La araña restañaba sus heridas.                                           

Capítulo 6

Definiciones

La realidad golpeaba la puerta del diario transcurrir y el almanaque, inexorablemente empujaba al tiempo.

Tres meses después de la conversación tenida en aquella cena, llevada a cabo finalmente y por razones obvias, en la casa de campo y cuya sobremesa  se extendió hasta la madrugada, a Martín se lo veía cada vez más jovial y  suponían todos, que se debía a los preparativos de su boda.

Lo curioso, era que desde aquella recordada cena, Sombrero Blanco, había cambiado, se lo veía más jovial, más generoso (cualidades que sólo ostentaba de los dos, su hermano) y hasta el trato con Renda, era la de un chaval enamorado.

Esperaba con impaciencia la novia, el día de la boda y si antes apreciaba a su compañero, después de ver la actitud de Martín después de todo lo que pasó, no tenía dudas de que aquél, sería quien le daría su apellido para agregarlo al de ella y con orgullo lo luciría y pasaría a llamarse Celedonia Renda Campizteguy de Losievich.

Sus hijos, que lo único que querían era, la felicidad de su madre, veían con muy buen grado su boda, en especial Pablo que se estaba convirtiendo en amigo, de Martín y que éste le había cobrado mucho aprecio al ver lo trabajador y honesto que éste era.

Había una promesa de parte de ella, con su amado, de que de a poco dejaría todo lo que concernía a su vicio y lo más importante ya se estaba desarraigando (aunque no era fácil) de todo aquél sub. Mundo al que había pertenecido por tantos años.

Todo esto lo asumía con la invalorable ayuda de su querido hijo y de su amado compañero.

¡Qué cambios se habían producido en su vida!

¡Que arrepentida estaba de todo el daño que había hecho!

Cómo le gustaría que el tiempo retrocediera, para que lo infame de su acción, para con la novia de su ex, no la hubiera llevado a cabo.

Sabía que ya era un poco tarde, pero se había propuesto que luego de la boda, se abocaría a tratar de paliar en algo, todo el daño que le había hecho a aquella infeliz mujer.

Era tal su cambio, que la saña y el odio que la embargaba, para con su anterior pareja, Alberto Casals, se estaba esfumando a pasos agigantados, “a Rey muerto, Rey puesto”.

Si hasta su hija prometió, junto con su familia acudir a la boda.

¡Cuánta cosa le esperaba para hacer!.

Menos mal, que contaba con la invalorable ayuda de Mónica, la sobrina de Ariel y Eva (sus caseros) que ya muy cerca de recibirse, se estaba convirtiendo en algo más que su empleada, casi se diría, que ya eran amigas.

Su próximo marido, se había encariñado muchísimo con ella y trataba de que ésta se sintiera como una hija de él, ( tal vez por la nostalgia de no tener descendientes directos ) sin querer usurpar el lugar de los tíos de ésta.

Renda  también compartía aquel afecto, sobre todo luego de la larga conversación mantenida en aquella histórica, cena en el campo.

Los problemas que tuvo que afrontar aquella joven, luego del suicidio de su madre y la determinación de estudiar una carrera, cosa que estaba consiguiendo llevar a su fin, gracias a la ayuda de sus tíos y ahora también de ellos, sumada a la eficiencia que mostraba en el trabajo, al que no descuidaba a pesar de sus estudios, le habían granjeado toda la confianza, de sus patrones.

Solían salir mucho juntas, a hacer mandados, compras y paseaban ambas como que fueran de la familia, siempre que el tiempo de Mónica lo permitía.

Ella usaba el coche de Renda para las diligencias de la casa y para sus traslados de estudio y cosas personales, ya que el Polaco tenía planeado comprarle un nuevo automóvil a su novia y dejarle aquél a la chica.

La muchacha nunca demostró en demasía, su afecto, pero al decir de sus tíos, con él in suceso que había padecido, siendo muy chica, hasta tuvo que tener tratamiento siquiátrico (aún estaba bajo el mismo) y lo curioso es que todos sabían, que desde esa época ésta llevaba un diario, por sugerencia de los galenos que la habían tratado, que al decir de ésta, en él tenía toda su vida posterior a la muerte de su Madre, pormenorizado al detalle en él.

Esperaban todos y se lo hacían saber a veces en tono de broma, como el deseo de los que bien la querían, que pronto el amor golpee su corazón; no le faltaban pretendientes, ya que si bien no era una belleza destacable, rubia, alta, de ojos muy celestes, cuerpo atlético y bien parecida, tenía atributos de mujer que, despertaban la envidia de sus compañeras de estudio. 

La boda, se llevaría a cabo en el campo y se estaba preparando todo para aquel acontecimiento.

Se usaría para el agasajo de los muchos invitados y la fiesta, el nuevo galpón recién construido y de muy amplias dimensiones, el cual, se usaría luego del festejo, para instalarle dos cámaras, para el almacenaje de los productos hortícola, que ya la gran producción de los mismos demandaba.

Y por iniciativa de David, para guardar los dos camiones y alguna máquina, con la que ya se contaba.

Por eso éste, se estaba pintando a full y la mitad del personal que ya era numerosa, estaba abocada a limpiar, arreglar, preparar el parque que rodeaba la casa, reparar los caminos de ingreso y en fin, que todo estuviera listo para el acontecimiento.

Rosa y su hermana Elvira, a instancias de Pablo, que era al que se le había encargado todo lo que concernía a la fiesta de marras, contaban con la ayuda de dos señoras más, provenientes de Centeno y con recomendaciones del Contador Dr. Raymondi.

Pablo tenía como enlace con los patrones a Mónica, que coordinaba todo y que con la anuencia de todos los que los conocían, entre los dos, se estaba engendrando un futuro romance.

Algo que había caído muy bien a su madre, a su padrastro y a los tíos de ella, que veían que hasta el ánimo y el carácter de su querida sobrina había cambiado de un tiempo a la fecha.

Y todos lo atribuían a éste estado de relación que  mantenían ambos.

Ya se sabía que Pepe y su cuñado Francisco, serían los encargados del asado con cuero, cordero y lechón (los asadores) y a los efectos estaban previendo todo lo que precisarían en la ocasión.

Una semana antes, de tan esperado acontecimiento, estrenó Renda su nuevo “chiche”, un nuevo automóvil que dejaba opacado al que ella tenía y que ahora Martín le dejara a Mónica, con órdenes precisas al Dr. Raymondi, de que se haga cargo del traspaso de los papeles del mismo, a nombre de la muchacha, como premio a que ya estaba al final de la carrera de Abogacía.

El Polaco, en lo que refiere a su auto, la compañía de seguros, le repuso el costo del mismo, de común acuerdo y con el invalorable consejo de su hermano, se compró un muy buen vehículo, pero mucho más barato y menos lujoso que el anterior, que tan malos recuerdos le traía.

Todos evitaban hablar de aquel episodio tan nefasto que les tocó vivir a los futuros marido y mujer.

Aquella semana tan tétrica que de alguna manera, todos vivieron.

Pero todos sabían que en la cabeza de los damnificados, rondaba la incertidumbre del porqué les había pasado a ellos aquello y con qué objeto.

Si no hubo dinero por medio, como rescate, ¿quién se había gastado aquella pequeña (se imaginaban) fortuna en el sólo hecho de hacerles tanto daño?.

¿Con qué objeto? De vez en cuándo las preguntas acudían en tropel, a las mentes de la pareja.

Aquello tan nefasto, había cambiado sus vidas y su modo de ver las cosas, tomaban precauciones que antes, nunca soñaron siquiera que las deberían tomar y desconfiaban casi de todo y de todos los seres humanos que estuvieran fuera de la familia.

Renda, no salía si no era acompañada por algún integrante de la casa, por lo general con la compañía de Mónica, aunque a veces lo hacía con Ariel, que también manejaba, o con Eva.

Trataban de no salir de noche, salvo que fueran acompañados por algún familiar, de Sombrero Blanco, hermano o sobrinos de aquel o por Pablo que organizaba salidas con la compañía de Mónica.

Los cuatro se llevaban de maravillas y las relaciones de los muchachos, hacia que las bromas de Martín para con Renda versaran en que pronto serían mas que marido y mujer, padres (él un poco adoptivo) y padrinos de la boda de los “chicos”, por supuesto que si ellos y Ariel y su señora Eva, lo permitían.

Si hasta especulaban, que cuando éstos se casen, vivirían en uno de los cuatro apartamentos nuevos, que el Polaco comprara en uno de los primeros actos de inversión en su nueva vida de “nuevo Rico”.

 Y que lo estaban usando de oficina de sus negocios y que ésta era atendida por dos de los hijos de David, que eran muy duchos para los negocios y algún empleado.

Estos hijos de David que eran muy queridos por su tío, de hecho uno de ellos “ahijado” de él, Gregory (al que le regaló su vieja, potente y querida moto) y Maya, hermosa mujer, que ya se estaba por recibir de Contadora y que a los ojos de todo el que la conocía, era una “luz” para los negocios y que en el futuro suplantaría al Dr. Raymondi.

Ellos que antes ayudaban a su madre Natacha, “Nachi”, en la atención del mercado que tuvieron por años, hasta que a instancias de su tío, que sugirió que su madre, ya era hora que dejara de trabajar y cerraran el mismo.

Si bien todos estaban un poco alterados con la inminencia del casorio, aún la nube negra de lo pasado reciente, todavía no se había disipado.

Sabían que la Policía estaba trabajando en el caso, a pesar del  deseo de los damnificados, que no deseaban que ello ocurra, querían olvidar todo de una buena vez, aunque sabían que sería imposible, pero las autoridades les dijeron que estaban actuando “de oficio” a instancia de un Fiscal, que se había ocupado del caso.

Más allá de lo pasado en aquel horrendo episodio, las cosas (negocios) de Martín estaban andando, sobre ruedas.

Martín, no perdía ocasión de recordarle a su querido hermano, de que  debía viajar a Europa con “Nachi” cuanto antes y que se tome el descanso que tenía muy merecido, con su amada mujer.

Mujer, que siempre fue como una hermana para él, le lavó su ropa, se preocupaba de su salud y hasta lo cuidó cuando le extirparon la vesícula, que tenía una bondad envidiable y que siempre recibió de ella, el consejo sano y justo, como los de su hermano.

Estos unieron sus vidas y fueron de ahí en más el apoyo moral de Martín, hete ahí del porqué éste los apreciara tanto y les ayudó a agrandar la casa que fuera de sus Padres, cuando empezaron a llegar los hijos de ellos.

Le insistía para que hiciera aquel viaje y así conocer todo lo que él le contó cuando volvió del mismo y hasta se permitió a darle algunos consejos.

David le prometió que luego de su boda, partiría con su media naranja, en pos del mismo, que tratarían de volver antes de que Maya, su hija, se recibiera y le agregó en tono de broma, (cualidad que dominaba) “de paso descansamos un poco de nuestra jauría”.

De la araña, ni noticias.  

Capítulo 7

Insólito juego del destino

 

Faltaba una semana para la boda y los preparativos estaban casi listos, en los corrillos del campo, se rumoreaba que la “Vieja” y el “Polaco” se preparaban para su casamiento como si fueran dos adolescentes.

Las jornadas, se presentaban espléndidas y con una temperatura por demás agradable en esos hermosos días de Octubre.

De alguna forma, Renda se había ganado el respeto y la simpatía de los integrantes del pueblo, sobre todo después del in suceso que de alguna manera todos vivieron.

Su carácter, que no era el mejor antes de ello, se transformó como por encanto y pasó de ser la mujer del dueño de aquél Establecimiento, a formar parte de la comunidad.

Pablo y Mónica, cada día que pasaba acrecentaban más sus relaciones y de hecho que se cumplimentaban de maravillas en sus quehaceres para con el trabajo, al cuál se dedicaban con mucha eficiencia.

Casi estaba todo determinado para el gran día, la boda se llevaría a cabo en el Juez de Paz del pueblo de Centeno y luego la gran fiesta se realizaría en el campo, al que bautizaron los hermanos con el nombre de “El Milagro” en concordancia a los hechos pasados y se decidió que dicho nombre se daría a conocer durante el festejo.

Hasta se tenía previsto inaugurar dicho nombre, con la presentación de un gran cartel confeccionado en madera, que se pondría en la entrada del establecimiento.

Rodolfo, el lejano “primo” de Renda que aparecía y desaparecía, según sus apetencias monetarias, se “plegó” en los quehaceres de la preparación del evento, se le permitió por que “vaya casualidad”, era conocido del Dr. Raymondi y éste lo avaló, como persona de su conocimiento desde hacía muchos años..

Reconocía que en materia de negocios, éste “muchacho”, así lo definió, si se le daba alguna ventaja, éste la tomaría de inmediato, pero que en el fondo (no aclaraba que fondo) era muy servicial y que podría ser de gran ayuda por los conocimientos que tenía de gente y de la zona.

Más ahora, que era el reciente propietario de la “Estación de Servicio” de la cual se abastecía en sus necesidades de combustible, aceites, gomas y otros, el establecimiento agropecuario.

Estación que la pareja, viajando junto con él, conocieren cuando fueran a conocer dicho campo, con intenciones de comprarlo.

Ahora se le aclaró a Martín, aquella rara conversación en que Rodolfo y otro individuo mantuvieran, cuando todos, auto y pasajeros se detuvieron a repostar en la misma, aquel personaje que estuvo hablando con el ”primo”, no era otro que el antiguo dueño.

El intenso trajín que llevaban todos, desde hace un par de meses, les hicieron perder varios kilos a Renda (que mal no le venía) y a Martín, por lo que la confección de los trajes para la ocasión, llevaron varios ajustes por parte del sastre y modista.

El tratamiento muy estricto, que se le hacía a Renda por parte de los mejores especialistas que se pudo conseguir en lo referente a su antigua adicción, por suerte estaba dando buenos resultados.

Eso, sumado a su alejamiento gradual, de sus antiguas y nocivas amistades, le daban a su compañero, la convicción de que se estaba por fin construyendo el futuro promisorio para ambos.

Por supuesto, que no podía faltar a la fiesta el convidado de honor y que era parte del milagro, cuyo festejo se sumaba a la boda y por lo que la fiesta se hacía tan ampulosa, el cada vez más querido Sombrero Blanco.

Renda dispuso mandar éste a la tintorería para que luzca como nuevo en tal ocasión.

La asignatura pendiente de la mujer, con motivo de la reveindicación de su arrepentido daño, lo llevaría a cabo sin pérdida de tiempo, apenas se convierta en la Señora con todas las letras de su amado Martín.

Ella también y quizás mas que nadie, intrínsecamente se preguntaba y se repreguntaba, quién estaba detrás de aquel ingrato complot.

De que raro designio, se nutriría la mente tan perversa que había elucubrado todo aquello, ¿se habría conformado con todo aquel tormento que les izo pasar a su querido y a ella?, a ella más que nada.

¿Estarían en el futuro corriendo el riesgo de que de alguna forma toda esa violencia volviera?

¡Qué cúmulo de preguntas se agolpaban en su cabeza desde que sucedió todo aquello!

Ojalá que la felicidad del matrimonio aleje por fin, todos aquellos pensamientos nefastos y que por fin, luego de su acto de contrición, llevado a cabo en los peores momentos pasados en la casa del horror, se encuentre de frente con la felicidad y ésta la acompañe en lo que reste de vida.

Rodolfo, se había hecho cargo del servicio de confitería y mozos y bebidas, había insistido en ello, tal vez calculando las pingues ganancias que le reportaba en el correr del año, aquel emprendimiento agropecuario de su “amigo” y futuro primo, no así la torta de grandes dimensiones que sería regalo de David y familia.

La playa de estacionamiento, para los concurrentes de la fiesta, tal vez quedaría escasa, por eso se dispuso que todos los vehículos, camiones, camionetas, máquinas y todo lo que no se necesite, se guarde provisoriamente en un rincón de uno de los potreros.

 Dos días antes del acontecimiento, se dieron por terminados los preparativos, quedando pequeños detalles que se iban solucionando a medida de que éstos aparecían.

Todo y todos funcionaron con una eficacia que los patrones reconocían y que lo demostraban, con el afecto que tenían en el trato con ellos.

La luna de miel de los casados, se llevaría a cabo, quedándose una semana en el mismo campo, que tantas satisfacciones les estaban dando y dónde tenían planes de quedarse a vivir en forma definitiva y allí esperar su esperada feliz vejez.

Unos pequeños detalles, le venían llamando la atención a David, desde no hacía mucho tiempo, dos o tres veces le pareció que distintos autos lo seguían, primero no le dio mucha importancia, pero estando haciendo ciertos trámites, observó que alguien lo seguía con mucha discreción .

Tanta coincidencia, le llamaron la atención, pero se dijo que no lo comentaría con nadie y que tal vez, todo se debiera a su imaginación la que estuviera un poco alterada con el trajín de esos días.

Nunca se olvidaría, de la cara de su hermano y de Renda, en la ocasión de la cena casi en privado que llevaron a cabo en el hogar del campo.

Allí, fue donde la vida de Martín marcó un antes y un después, luego de oír lo que Natacha, su mujer y él personalmente les contaron.

Textual, _“¿Te  recuerdas Martín, de la hermana de Ariel? Aquella flaquita con trenzas que nosotros le gastábamos bromas en la Escuela, vecina del barrio que era hija de Don. Alberto y de Doña Esther, que tenían aquella vieja pero muy surtida tienda en la esquina y que eran célebres por lo amarretes y que al morir ellos, su hija la Teresa – que tu conociste muy bien – ya que le hiciste una reforma en el comercio, trabajó el mismo con mucho éxito.

  _Sabrás, que Ariel con lo que le tocó de la herencia de sus Padres, puso varios negocios, pero nada le anduvo, a pesar de su honorabilidad y su gusto por el trabajo, se ve que todo lo de comerciante, de sus Padres, lo heredó Teresa, su finada hermana.

_Cuándo la infortunada Teresa murió, le dejó una carta a su hermano, en la que le pedía que se hiciera cargo de su hija y que los había nombrado herederos de todo lo que dejaba, para que una vez que su hija cumpliera la mayoría de edad, se lo den, junto a dicha carta.

_Esa chica que tú no conociste porque nació, cuando te fuiste a trabajar en aquella represa, por siete largos años. ¡Cómo te extrañamos!

_A raíz de tu ausencia, recordarás, que de todo esto te enteraste cuando volviste y recuerdo que te causó mucha pena, porque todos sabíamos de tus cortos amores, que mantuviste con la finada Teresa.

_Bueno, la cosa es que Ariel y Eva, su señora, cuándo ustedes estaban en Europa, nos comentaron que tenían aquella carta (que Mónica se las devolvió, luego de tenerla un tiempo, en su poder) que te involucraba y que no se animaban a mostrártela y nos la dieron a mí y “Nachi” , con la condición de que nos ocupemos de dártela.

Diciendo esto David le pidió a su esposa que le trajera dicha carta, cosa que izo, al retirarse de la mesa en la que habían cenado tan opíparamente.

 Con dicha carta en sus manos Martín tuvo varias sensaciones, primero y en su primer lectura, no entendió muy bien lo que ésta decía.

Pero una segunda lectura, ahora en voz alta para que la oigan todos, ya que no habría secretos, entre él y su amada, leyó lo siguiente:

“Ariel, querido hermano, espero que con la bondad que siempre tuviste para conmigo, me puedas perdonar por lo que voy a hacer, aunque no lo comprendas, el amor, el amor sano aunque no correspondido me lleva a hacer lo que para, el que no comprende, una locura.

_Sabes que luego de la muerte de nuestros amados Padres, yo nunca pude  superar mi pena, que también es la tuya, pero que en mí, dejó que los nervios, atacaran de mala manera mi psiquis.

_Me siento muy sola a pesar de los cariños que me prodigaban, tú y Eva, a la que quiero como a una hermana y del trabajo de la tienda (que por suerte me ha ido tan bien, con la misma) y la crianza de mi “Rayito de Sol”.

 _ Que es la luz de mis ojos.

  _Tú supiste de mis amores con nuestro común amigo de la infancia y vecino, Martín Losievich, el único hombre que llevé a mi cama, te lo juro por la memoria de nuestros Padres.

_Él hubiera sido mi compañero ideal, con el que compartiría mi vida con todo gusto, fue tan bueno conmigo, tan cariñoso y tan honesto que yo me creí capaz de expresarle mis sentimientos y mis intenciones de que se case conmigo.

Lo hice a sabiendas de que yo, ya tenía un atraso de tres mases en mi regla, situación que jamás me atreví a comunicarle a él y que hasta éste momento, en que te escribo éstas letras, no me atrevería a hacerlo.

_Él se negó de la manera más amable posible, alegando “que no estaba preparado para el acto del matrimonio, pero que en el futuro ineludiblemente, tendría que pensar en ello”.

_Luego de aquel diálogo, se enteró del trabajo muy bien remunerado que se ofrecía en la construcción de la  famosa represa y se fue a trabajar en la misma.

_Nos carteamos un tiempo y yo tenía la ilusa esperanza de que cuándo vuelva, conociera a su hija Mónica; su vuelta se fue postergando y la comunicación se cortó, sólo alguna que otra postal de vez en cuando.

_¿Cómo le diría hoy que ese pedazo de mis entrañas, es su hija?

_Ya mi amada hijita tiene seis años y acaba de comenzar a ir a la Escuela, que no me guarde rencor por lo que decidí hacer.

_Pero no soporto más, éste amor que quiere salirme del corazón y me mata, todos los días.

_Te pido de todo corazón que te hagas cargo de ella, mi muy amada hijita, la hagas estudiar y ser alguien que se enorgullezca en su vida.

_Que comprenda que de Amor también se muere.

_Cuando Mónica tenga su mayoría de edad, recién en ese momento y no antes, muéstrale mi carta y cuándo ésta la lea, yo trataré desde donde esté, de consolar su corazón y que sienta el calor de mi abrazo, junto con todo mi amor de madre.

_Y que si puede, por favor me perdone.

_Espero que nunca Martín, se entere de ésta carta porque sé que me odiará y tendrá mucho dolor de culpa y yo nunca sería capaz de herir a mi otro gran amor.

_Aunque luego de  que se la entregues a Mónica, ella y ustedes, vean si es conveniente que mi Martín tenga conocimiento de ésta y que sepa que lo amé y lo amaré más allá de la muerte.

_Yo esto que ago lo he pensado y sé que está mal, pero las terapias a las cuales acudí no me resultaron, que paso las noches sin dormir y no puedo soportar más esta angustia que me quema, día a día.

_A todos, perdón, perdón, perdón, te quiere tu agradecida hermana ...    

Teresa.-

Al llegar al final, Martín ya no se pudo contener más y viendo que el llanto lo ahogaba, pidió permiso y se retiró al baño, todos quedaron mal heridos.

Recordaba David aquel episodio que desconcertó a su hermano, por supuesto que más aún de lo que los había desconcertado a él y a “Nachi” cuando tomaron conocimiento de la misma.

Desde ese día, que el Polaco, se enteró con amargura, por la forma, pero con gran alegría al saber que después de todo, el cielo no se había olvidado de él y le había enviado a alguien que llevaría su sangre, aún después de su muerte, ¡Un descendiente!, ¡Una hija!

Sabía éste que de ahí en más, trataría de compensar, si le fuera posible, toda la amargura que tuviera acumulada en su cuerpo y en su alma aquella estupenda chica que era su ¡Hija!

También sabía que debería de actuar con mucho tacto y no olvidar de que aun estaba bajo terapia, aunque ya casi y al decir de los facultativos, ésta estaba casi curada.

Si de ella no salió, el darse a conocer con su Padre, sus razones tendría y no sería él que le produzca un nuevo trauma.

Eso y el esfuerzo final en sus exámenes, lo obligaban a actuar con cautela, lo mismo le pidió a Renda, tiempo al tiempo y ya llegaría el momento de hablar con ella y si ésta lo permitía, darle el abrazo tan postergado que pueda tener un Padre que como él, había ignorado tanto tiempo, de que tenía una hermosa hija.

Por fin llegó el día tan esperado por todos, el de la tan preparada y esperada boda.

La araña estaba de nupcias.

Capítulo 8

Tétrico e inesperado final

En el campo, había amanecido muy temprano en lo que se refiere a las actividades que se llevarían a cabo en ese día.

Desde la madrugada, ya se veían altas llamaradas y el humo que se confundía con la espesa niebla, normal para aquella época del año.

Se olía a pelo quemado, fruto del asado con cuero que en la labor de Pepe y Francisco, con algún otro ayudante, deberían tener todo pronto y a punto a la hora indicada.

Las mujeres en la casa también, ya se estaban poniendo en marcha, se las veía con sus rostros cansados, fruto del trajín llevado a cabo en los últimos días y a la noche pasada, que se retiraron a descansar, ya pasada la media noche.

Todo era movimiento y apronte, también en la casa quinta, los novios y los demás integrantes, se estaban levantando y duchando; afuera aún estaba oscuro, ese sería un largo y glorioso día.

Nada de desayuno, los nervios no lo admitirían.

Renda tenía hora con la peluquera, la que acudiría a peinarla a su casa muy temprano (el dinero lo consigue casi todo) y Martín ultimaría algunos detalles vía telefónica, mientras la peinaban a la novia y ésta se vestía para  salir juntos con Eva y Ariel, luego de cerrar todo.

A Mónica, la peinaría la misma Peinadora de Renda, pero al campo iría mas tarde, porque todos se habían olvidado de retirar en la tintorería aquel ya legendario sombrero, que al decir de Martín, sin él no se casaría.

Ella sería la indicada de retirar aquel famoso adminículo y custodiarlo hasta el acto de casamiento.

De paso pasaría a buscar por su departamento, a Pablo como ya se habían puesto de acuerdo el día anterior y todos se encontrarían en el Juzgado de Paz de Centeno.

La boda estaba establecida para la hora diez de la mañana, luego una breve sección de fotos.

De allí todo lo demás que se refiera a los festejos, se llevaría a cabo en el campo, dónde los aprontes de última hora se estaban efectuando con toda precisión, según pudo constatar Mónica, que tenía todo bajo control por vía telefónica.

Mónica, de alguna forma, tenía en su cabeza, desde un tiempo a ésta parte, un menudo intríngulis, que le consumía por dentro.

Con Pablo, las cosas iban bastante encaminadas, si bien sabía de su pasado de picaflor, éste le estaba dando suficientes pruebas de que quería por fin encausar su vida y de hecho aun no había insinuado acostarse con ella.

A pesar de que ella veía que su pantalón sufría en presencia y contacto con ella, un abultamiento que sin duda infligía un gran tormento a su dueño.

Su carrera que ya tocaba a su fin, le permitiría independizarse y tener su propio “Buffet”.

Aquello que hacía días, rondaba en su pensamiento, de confesarle a Pablo, con referencia a que Martín era su Padre, (ella ya lo sabía desde que su tío Ariel se lo comunicara cuando ella cumplió su mayoría de edad) lo venía postergando para juntar, el casamiento que aquél le había propuesto y que ella aún no había aceptado.

Lo haría en ocasión de juntar todo, su título, el casamiento con Pablo (al que aún no amaba pero que encajaba muy bien en sus planes de futuro) y la revelación que dejaría estupefacto a Don. Martín Losievich.

¿Qué cara pondría éste cuando se entere? ¿Cómo reaccionaría?

Estaba muy asombrada de la manera que, éste la había incorporado a su equipo de máxima confianza, de los regalos que le hacía, incluido el automóvil, casi se diría que la había adoptado como su hija, ¡Si supiera!

¿O, no tendría otras intenciones? ¿Y si así fuera?

Lo haría  en alguna reunión que ella, se las ingeniaría para reunir a Martín, sus tíos, Pablo y Renda.

Esta última que en algún momento, no fuera santa de su devoción, más bien la aborrecía sin quererlo, tal vez por algún síndrome de celos que afluía en forma natural, al saber que ella acaparaba el cariño que su Padre, le debía a ella y que le debió a su querida Madre.

Cómo ésta mujer de vida tan liviana, libertina y viciosa había podido atrapar a quién su madre tanto amó en silencio, amor que la llevó incluso a la tumba..

La que ocupaba el lugar de su Madre, hasta se permitía, usarla a ella de confidente de algunas de sus cuitas, ¡Ha! si supiera cuánto la odiaba, pero se convertiría en la esposa de su Padre y eso la colocaba como, su madre política, así que no tenía mas remedio que aceptar los hechos y vivir con ellos.

Sabía que Renda tenía para con ella, un cariño muy especial y que junto con su Padre, le prodigaban mucha confianza y afecto.

Casi tanto, como el de sus queridos tíos, a los que siempre consideró como sus Padres, sabiendo desde toda su vida, que no lo eran, ellos fueron su apoyo total cuando su querida Madre, la dejó sola en la vida.

Si no fuera por éstos, no habría podido soportar aquellas largas secciones de terapia, a la que la sometieron cuando tuvo aquel grave colapso, que comenzó cuando volvía de la Escuela (cursaba primer grado) y una de las Madres de las que van a recoger sus hijos en aquella;

Le dijo de una forma desalmada, (tal vez sin querer hacerlo de esa manera) que no espere a su Mamá porque ésta, se había tirado bajo las ruedas del tren.

Ya le demostraría a su Padre, cuando se recibiera, de su capacidad y trataría de recuperar el tiempo perdido, si éste la dejaba.

¡Quién sabe cómo tomaría el hecho de que ella era su hija!, ¿Le creería? y ¿Si la rechazaba?

Claro que tenía de testimonio, la dolorosa carta que dejó su Mamá y que guardaban sus queridos tíos.

La espesa niebla que se cernía sobre la ciudad o sus aledaños, no tenía nada que envidiarle a la que se había adueñado del campo.

Martín conducía con mucha prudencia, al lado iba la que en pocas horas, sería su mujer para toda la vida y detrás los muy estimados caseros.

Los que dentro de poco y cundo se aclaren las cosas, éstos pasarían a ser parte de la familia, cuñado y concuñada.

Iba con una alegría que se le notaba en el semblante, al igual que su novia, en el baúl, iban acondicionados los dos trajes de los novios, zapatos camisas, blusas, corbatas etcétera.

 Ambos lucirían trajes blancos para la ocasión, él camisa blanca de seda y corbata con listas muy finitas rojas y blancas, con zapatos y madias al tono y coronando todo, el “Icono” de la familia el querido Sombrero Blanco.

Ella también con un traje del mismo color, blusa rosada y zapatos y cartera al tono.

Los zapatos, la cartera y un hermoso broche con diamantes, que ésta luciría en la solapa del saco, se los regaló su hija, que con su marido y sus nietos, habían llegado de Italia, dos días atrás.

Se vestirían en la casa del Dr. Raymondi, que éste y su mujer tan gentilmente les ofrecieran y de allí al juzgado que sólo quedaba a pocos metros de la residencia del mismo.

Aquella maldita niebla, en tramos se acentuaba más y obligaba al tránsito a circular a muy baja velocidad y con los faros encendidos, de todas formas era temprano y llegarían a tiempo y como estaba previsto, pensó Martín.

Esperando que Mónica y Pablo (tal vez maneje éste) tomen las precauciones que el caso requería.

¡Qué lindo poder preocuparse de aquella maravillosa muchacha!

Ya se ocuparían con la casi su esposa, de oficiar de “Cupidos” y que esa relación que se afianzaba día a día, culminara en boda y ¿quién sabe? con el tiempo, éstos los conviertan en Abuelos.

Eso ya sería “tocar el cielo con las manos”, pensó el Polaco.

Pablo insistió, en que Mónica le permita conducir a él, pero aquella, rechazó de plano aquella posibilidad, aduciendo que ella se sentía tan capaz como él de conducir.

Pasaron por la tintorería a levantar aquel sombrero que era el cetro del patrón, eran los portadores de toda una leyenda y pensar que su Madre le había contado que cuando se lo regaló, llegó a reírse de él y de su dueño a escondidas.

Conocía él de la tozudez de su novia, así que no insistió mas y se dispuso a viajar con la mayor distensión posible.

 Muy pensativo y casi en silencio, para no distraer la atención de la que conducía, fue desgranando in mente los sucesos de los últimos tiempos.

Claro que su mano, de vez en cuando se trasladaba, ora a los muslos de ella, ora a su cuello, al que acariciaba con la mayor delicadeza.

Una música muy suave que salía del pasa CD., casi le daba un marco de romanticismo.

Cuando su Madre y su compañero aparecieron con vida, luego de aquel atroz suceso, él pensó en volver a ausentarse y trabajar, como siempre izo, desde que cumplió la mayoría de edad.

La oportunidad de trabajo que le brindó Martín, el cambio de actitud de su Madre, que se decidió a cambiar de aquella mala vida, (él la ayudaría en todo lo que le fuera posible) y luego la aparición de aquella rubia, con un carácter tan especial que estaba al volante, le decidieron a plantar bandera y tratar de formar familia.

La verdad es que ya estaba cansado de rodar por el Mundo.

Su relación con Mónica, estaba cada vez más fogosa y la deseaba como un demonio, pensaba que ella también estaba pasando por el mismo trance, pero no quería herirla y dejaría que las circunstancias se presenten solas, aunque no descartaba que luego de la ceremonia y con el bullicio de la fiesta y los sentidos un poco embotados por la alegría y la algarabía de todos, con la ayuda del alcohol que se “escaviarian”, ella se digne a darle por fin su “prueba de amor”.

Ella siempre le rechazaba con sutileza pero con firmeza y le aducía de que aún era “Virgen” (aunque a él le pareciera mentira) y que quería llegar así al matrimonio, auque eso sonara muy antiguo.

Le había dicho que desde muy pequeña se lo había prometido a sí misma y que lo había hecho constar en su diario íntimo y que éste era el testimonio de su vida, por lo menos hasta que llegue al matrimonio.

Aquel diario íntimo que ella jamás le permitió leer y que siempre le dijo que en caso de decidirse a tomar nupcias con él, aquel sería su regalo de casamiento, junto con todo “lo demás”.

Nunca quedó claro que era “todo lo demás”.

La verdad que se moría de ganas de violar el o los secretos de aquel bendito libro.

Pero ella nunca se despegaba de él, ni de su inseparable agenda, que siempre los llevaba en aquel talego-cartera que sería la envidia de Santa Claus.

A medio camino y viendo que la niebla en algunos tramos de la carretera ya se estaba levantando, pero que en los bajíos, ésta se acentuaba y más por gentileza que por otra cosa, él le sugirió que si ella quería, la relevaría con gusto.

A lo que ella y como ya lo entrevía él, se negó, ¡terca la muchacha!.

En los próximos minutos y a modo de distracción y distensión, la conversación se centró en aquel encargue que ellos levantaran de la tintorería.

Que Martín casi no se lo sacaba ni para ir al baño, que aunque ya tenía sus años, el mismo se veía muy entero.

De qué forma, éste era conocido por conocidos y por extraños, desde que la prensa les sacó tantas fotos, luego de su feliz aparición, después de aquel sonado secuestro, aquel sombrero pasó a integrar la galería de los famosos.

De vez en cuando, los dos estallaban en sonoras carcajadas en alusión a alguna cita de aquel sombrero.

Por suerte ya quedaban pocos kilómetros para llegar y así de ese modo poder estirar las piernas, sobre todo él, que al ser bastante alto y aunque el auto era holgado, la posición de mucho rato sentado y sin manejar lo cansaba.

  Su compañera lucía esplendorosa, con aquel hermoso vestido con apliques de flores en un fondo color verde agua, al que remataba una chaqueta que iba junto con la caja del sombrero, el bolso-maleta y el saco del traje de él, en el asiento trasero.

Su pelo rubio y peinado con naturalidad resaltaba su figura que a consecuencia de los exámenes y los aprontes para la Boda, le habían quitado algún kilo de más a su cuerpo y estaba más que apetecible, opinaba Pablo.

Los dos lo vieron, pero ya no hubo tiempo para nada.

Aquel camión, su culata, emergió de pronto al salir de un pequeño banco de niebla y Mónica quiso en ese instante esquivar el mismo, virando hacia la banquina con violencia.

Tal vez, pensó en un último momento que era preferible volcar a un lado que darse de frente con aquello, que había aparecido de pronto como de la nada.

Cuántas cosas, debe haber pasado por su mente en esos instantes, antes de que aquellos hierros, la decapitaran tan violentamente.

El automóvil, quedó como incrustado debajo de la parte derecha de la caja del camión.

En un segundo todo había terminado.

La gente, que se arremolinó ante tan atroz espectáculo, estaba impávida ante aquella escena que se presentaba ante sus ojos.

Y no menor fue el asombro, cuando comprobaron que dentro del auto destrozado, alguien se movía y se quejaba.

Varias manos se brindaron para ayudar, a salir de esos hierros retorcidos, a aquel hombre joven, que aparentemente y por acción de un verdadero milagro, estaba prácticamente  ileso.

Cuando llegó la asistencia de una ambulancia, tuvieron que sedar al muchacho, que se debatía en una terrible crisis de nervios y que varias personas trataban de contenerlo y alejarlo de aquel cuadro macabro.

En el pueblo de Centeno, la incertidumbre estaba ganando a los novios y a toda la gente que se había congregado, con reservas de arroz dispuesto para arrojarles a aquellos, a la salida del Juzgado.

Ya llevaban una hora y media de retraso y los teléfonos móvil de los “chicos” no respondían ¿qué habría pasado?.

Primero fueron bromas para justificar el atraso, pero a medida que pasaban los minutos, las bromas se transformaron en preocupación y luego en pánico, ante lo desconocido con la suerte de los esperados.

Martín y Renda, se abrasaban y ambos volvieron a sentir aquella sensación que creyeron que jamás volverían a tener.

Cuando aquel patrullero se acercó, a donde estaba el conglomerado de gente, todo terminó.

Ya había pasado más de un mes, de todo aquel infierno desatado el día que la boda no se llevó a cabo y se transformó en velorio.

  Renda y Martín, se encontraban viviendo en la casa de David y Natacha, por sugerencia de ambos, (un poco a la fuerza) para poderlos contener por lo menos en los primeros tiempos, dónde la angustia y el llanto, sólo se soportaba con la ayuda de mucho amor y los servicios de los facultativos.

En la casa quinta, las cosas no eran distintas, por allí se había perdido una hija.

Pablo que la mayoría de los días se aparecía, para ver a Eva y Ariel, éstos lo apreciaban muchísimo, él trataba de convivir con ellos y los ayudaba en los quehaceres de la casa y les hacía los mandados y les traía novedades de sus patrones, aunque ellos se comunicaban todos los días, vía telefónica.

Era uno de esos días que amaneció lloviendo y con viento, en la casa quinta, los caseros calcularon que con ese temporal, Pablo no vendría, se equivocaron.

Aquel apareció, a bordo del coche que se había comprado, hacía ya un tiempo a plazos y que Martín, le ayudara a pagar al contado, con la condición de que use el mismo, para desplazarse en las necesidades del trabajo y que pase todo lo que fuera gastos del mismo, como combustibles, servicios, seguros y todos los gastos que éste genere, como gastos de la empresa.

Si supiera que en los planes del Polaco, estaba regalarles un gran auto cuando se casaren su hija y él.

Compartieron un café, Pablo y Ariel, éste lo invitó a revisar y acomodar las pertenencias de la finada, que desde que la Policía se las había entregado, dentro de una caja de cartón, ni él, ni su señora, se habían resuelto a revisar, todo aquello que tan nefastos recuerdos les traía.

Estuvieron mirando cosas que extraían de la caja, reloj, anillos, cadena de cuello que nunca se quitaba, (recuerdo de su Madre) y aquel enorme bolso del que su finada dueña, no se desprendía jamás.

Dentro del mismo estaban como mudos testigos de la tragedia, la inefable pareja de la agenda y el misterioso diario.

No se pudo contener Pablo y le pidió permiso al tío de Mónica, casi el padre de aquella, para ojear ambos libros.

Ariel accedió luego de unos momentos de vacilación, estaba conciente de que se estaba por violar un secreto, guardado por años con tanto celo, por su querida sobrina, pero que dadas las actuales circunstancias, no tenía objeto negarle a Pablo, que también perdió su amor, que hurgue en sus escritos.

Empezó a ojear el dolido novio, aquellas páginas  y de pronto sintió como una gran descarga eléctrica, al leer en voz alta y como un autómata, lo escrito en ese papel.

_.......”le pagué hoy al “Gamba”, la segunda cuota del contrato y le di órdenes expresas de que no le hicieran ningún daño al Sr. Martín Losievich – mi Padre – pero le di libertad de que le hagan lo que quiera, a su novia, la bruja de Renda.

Con ella tenían libertad de hacer lo que les plazca, cuánto más doloroso mejor.

Después veré, si les ordeno que la ultimen.

Esa me tiene que pagar, el robarme el cariño que me debe mi Papá y quiero que su sufrimiento sea todo lo posible, con tal que se tenga que arrepentir de su vida llena de drogas y libertinaje.¡Puta!

No me importa que en éste “contrato” me gaste todos mis ahorros, pero él deberá sufrir lo suyo por dejar que mi Madre se quitara la vida por su amor  

  Tal vez mañana cuando acuda a mi terapeuta, me anime a contarle todo esto, pero no estoy segura de animarme,(tengo miedo que traicione el secreto profesional) ya hace casi un año que estoy por hacerlo y no me animo...(Sigue)

Aquí Pablo, ya no pudo seguir leyendo, su llanto lo ahogaba y no sabía si su asombro era mayor que su rabia.

A la araña le había nacido una socia y ésta, había muerto.

 

FIN  

Juan Ramón Pombo Clavijo
Novela "Sombrero blanco"

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