Rezagos de vida
Juan Ramón Pombo Clavijo

Aquél día, frío y con viento, propio del mes de Mayo; la verdad que no se prestaba para nada, salvo para darle duro al ojo y reponer energías que tendría que gastar en algún momento futuro.

_Como tenía ya establecido que tenía que renovar la “Libreta de Conductor”, mirando la hora varias veces, para estar seguro que ya había pasado el antemeridiano hacía como dos horas; dando un certero puntapié a las frazadas y apelando a mi histórica y pobre fuerza de voluntad, me levanté del lecho, me bañé y afeité, todo bajo protesta.

_Con el humor pegándome en las costillas, cerré la puerta de mi casa (léase – pieza grande con baño) con la idea de volver temprano para hacerme algo de comer.

_Algo a lo que me había habituado, luego de la separación de mi pareja, hecho acontecido totalmente en forma muy respetuosa y pacífica, ya hacía casi un año; sin dramas y sin hijos de por medio, simplemente por el in suceso de encontrarme mi ex, con su mejor amiga tratando de ver, en que forma podía yo superar a su marido, en una carrera contra reloj de sexo.

_Casa de mis suegros por vivienda, no teniendo mucho argumento que me respaldara y formando un frente de espalda y una descarga de talones muy digno, decidí por retirarme a vivir solo, ya que las circunstancias del momento así lo ameritaban por fuerza.

_En mi querido vituperio, que denomino como mi vehículo modelo 78, pero que de aburrido me acompaña, (creo que no tiene otra cosa que hacer) pese a que de vez en cuando, andamos desencontrados por razones de mis calavereadas, que sin querer me lo olvido y lo abandono; pero que de alguna manera, en dos o tres días nos reencontramos y somos otra vez como hermanos siameses.

_Así que en mi treinta y único tronco móvil, encaramos hacia el centro para hacer los trámites.

_Allí empezó mi drama del día, con varias cosas que le piden a uno en las oficinas, zapatea que zapatea, de sitio en sitio, teniendo la delicadeza de recordar con cariño, a la familia, de quién nos va atendiendo.

_Como uno de los requisitos era el “Certificado de Conducta”, me dirigí a donde lo expedían o sea a la Jefatura de Policía.

_No me causó ninguna sorpresa ver que allí, pasaría un buen rato esperando y formando parte de una cola, que parecía que nunca se movía y dónde allí, en la conversación de los tristes esperadores, reinaban todas las quejas del mundo, como ser del tiempo, que se había largado a llover a cántaros, del dinero, política, vida ajena y otras cuitas.

_No pasó mucho tiempo, cuando me percaté de que una de las funcionarias que atendían, me miraba de forma bastante insistente.

_Primero hice un racconto de memoria, para ver si no la conocía de algún lado, al ver que mi chequeo no decía nada; tomando una postura ya mas ganadora, enderecé mi torso, acomodé mi ropa y apelando a mi mejor cara de circunstancia, me dispuse a devolver dentro de la mayor sutileza, la observación de que era objeto, por la dama.

Sabido es que “le llora el ojo al tigre, cuando ve carne fresca”.

_En algún momento tuve la desconfianza de que esa mirada tal vez, fuera de forma profesional y con el objetivo de ver en mi, a un sospechoso ya que el metiere de las labores, de esa gente, así lo ameritaba.

_Bueno, pensé, eso es muy difícil, porque en lo que yo recuerde, nunca estuve involucrado en nada de que se me pueda acusar, o por lo menos nunca me agarraron en nada sucio.

_Sacando éstas conclusiones hice un balance de mi pinta, que no era tan mala a pesar de todo.

_Estaba bastante en forma, gracias al cigarrillo y a comer medio salteado y escanciar de vez en cuando algún brebaje con los amigos, no tan seguido, por lo menos, a veces dejaba transcurrir dos días, entre farra y farra.

Por lo menos siempre empilché muy bien, de fiado y con alguna chapa volada por los vientos del tiempo en mi casi pelada cabeza, todo eso, le daba a mi pinta, un toque de distinción.

_O por lo menos, mi aire era de un veterano joven, que todavía tenía rollo para rato y que no estaba para desaprovechar ninguna ocasión que se me presentara; en una palabra, como un boy scout, estaba “Siempre Listo”.

_Cuál no fue mi sorpresa, al quedar ante el mostrador y que precisamente, dicha damisela sería quien me atienda; que lo izo con la mayor deferencia y dejó deslizar algún comentario sobre el tiempo, que se había venido con poco abrigo y sin ropa de lluvia, ni un mísero paraguas había traído, ya que cuando vino de su casa (me dio a entender que vivía lejos, la pícara) no llovía.

_Apelando a mi mejor vena de seductor y con un dejo de timidez, me ofrecí si no la comprometía a llevarla hasta su casa, cuando saliera y si no tenía prejuicio de mi modesto, medio de transporte.

_Hacerle mención de mi vehículo ayudó a estrechar mas nuestra conversación, que no se extendió porque, detrás mío quedaba gente sin atender y el murmullo olía a un tufillo de protesta.

_Salí de allí, como un niño al que se le había regalado un juguete y me dispuse, luego de consultar la hora en mi reloj y percatarme de que la lluvia arreciaba, a tratar de pasar el buen rato que me quedaba para mi inesperada cita, en algún bar de los que abundan por las inmediaciones del lugar (siempre hay bares cerca, por suerte).

_O como se dice vulgarmente a “matar el tiempo” en la buena compañía de mí pucho y algo líquido que simule el frío, colocado entre pecho y espalda.

_Entré, a uno de estos locales y ubicándome en una de las sillas que rodeaban una mesa, que me pareció estar en un lugar bastante tranquilo, llame la atención de un mozo y pedí un café y un trago, complementado con la compañía del infaltable cigarrillo.

_Sacando la cuenta de la espera que me aguardaba, supuse que llegada la hora de la cita, estaría medianamente entonado para poner en práctica mi vena de buen “verseado” con las mujeres.

_Después de todo, mi pinta y mi ego, se mantenían en forma y me sentía, como un toro que cornearía al torero.

_Justo al disponerme a pedir mi segunda copa, ya que me quedaba todavía una media hora para el encuentro fijado; siento que alguien, me nombra a mis espaldas.... ?

_¡Qué sorpresa! ¿Cómo andas? Tanto tiempo. ¡Que bien se te ve! – Me dijo quien se acercaba y dicho esto, me estampó un brutal beso, que sonó casi cómo un cachetazo de payaso de circo.

_Te presento a mi pareja, me escupió quien no era otra, que mi ex y casi sin decir palabra va y mientras yo le daba la mano sin ganas al susodicho, se sentó en una de las sillas vacías de mi mesa, e invitó a hacerlo a su acompañante.

_Tomando la voz cantante y como siempre fue su estilo, comentando algo sobre el tiempo, llamó al garzón y pidió una vuelta completa de lo que yo estaba bebiendo y una carga para ellos.

_”Cuánto hacía que quería que ustedes dos se conozcan”, dijo como, si a mi me importara un pito, conocer a su nuevo adonis.

_El tipo no resultó tan desagradable como preví, a los comienzos y su conversación por lo menos y cuando lo dejaba la bruja, se tornaba agradable y no pude menos que sentir algo de envidia por comer lo que yo, ya no podía y también un poco de lástima por la dominación a la que estaba sometido, según me pareció.

_Los temas se sucedieron y trago va, cigarro viene, el parloteo se extendía y yo viendo que me quedaban pocos minutos, mandé una vuelta y empecé a planificar con discreción mi retirada., haciendo mención de mi intención, a mis ocasionales compañeros de mesa.

_”¿Porqué no cenamos juntos? Me invitó la ex y mirando a su lazarillo; éste dio su aprobación con la cabeza.

_Cuando me dispuse a declinar la oferta de cenar y cambiarla para otro día, noté algo extraño en los ojos de mi ex, que no percibí en un primer momento y que ahora, mirando más detenidamente, me di cuenta de que uno de ellos estaba totalmente morado.

_¡¡Aleluya!! Después de todo, el hombre no era tan cordero, pensé para mis adentros y sentí una especie de alegría maldita.

_Mi curiosidad pudo más que mi apuro y tratando de simular lo mejor posible, me dispuse a averiguar lo que ya suponía.

_No pude despreciar una nueva ronda de copas y cigarros y me quedé un ratito más.

_Mi “andurrial” fue tal, por saber de que se trataba el moretón, que cuando quise darme cuenta, ya se me había pasado la hora de mi cita en más de media hora.

_¡Que tonto soy! ¡Que “carajo” me quedé a averiguar lo que no me importa! ¿Cómo arreglo esto? 

Pensé en dejarle mi huella en el otro ojo o tratar de emborrachar a quien, me suplantó en el tiempo. ¡Pobre diablo!

_Cualquier cosa haría por ahogar mi bronca; ¿qué haría?

_Cómo las grandes satisfacciones vienen después de los grandes fracasos; apelé a toda la sapiencia, que me permitía el vaho del alcohol que había destilado, en mi afán de torcer el destino y elevando mi voz, como para que no me desoigan, dije con ganas y con la estocada de una trapera puñalada, dije..........¡¡ACEPTO LA CENA!!

Juan Ramón Pombo Clavijo
Del Libro “El Machuca”

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