El decapitado
Juan Ramón Pombo Clavijo

Nadie llorará mi muerte –tú lo sabes
sólo en tu alma habrá aflicción,
y cuando mi cabeza caiga
talada por el hacha,
un seco golpe de mar
se hará trizas en tu memoria.
La tierra se tragará mi sangre
Que devolverá en cada primavera
convertida en flor, que regarás
con tus sagradas lágrimas.
Tal vez guardes mi blanca
y manchada camisa
como un nefasto recuerdo
que ya en pasado, será presente
y será culto de tu devoción,
mezcla de tragedia y esperanza
que enlutará a tu corazón.
Porque el eterno mar golpea y golpea
la piedra de la sinrazón
y el amor prohibido, no será pecado
cuando los pechos abriguen una ilusión.
Cuando las miserias del Mundo
sean juzgadas en el más allá,
tú y yo seremos testigos
en el juicio eterno del cielo.
Que el verdugo sea mi amigo un instante
y que su mano ruda sea certera
para que el golpe sea glorioso
y que con orgullo, baje del cadalso
con la satisfacción de su tétrica labor.
De mi hermética boca, no oirá un sollozo,
ni una súplica siquiera; sólo será él
un instrumento del destino
que alguien manipuló con desatino.
Qué iluso, quien decretó mi sentencia,
quitándome sólo la vida;
yo viviré por siempre en ti,
como tu as vivido en mí.
Sé que en tu rostro angelical y dulce
a las lágrimas quemantes como brasas
las secará el viento de la desdicha
y cada noche en tu ser,
mi recuerdo será pecado, o amor
con pasión eterna que no obnubilará
la desidia, ni la venganza de los que
lloran en vida lo que sufrirán el averno.
¡Fuerza! Y no le muestres tus lágrimas
al vulgo; guárdalas todas para mí.
Verás que en el canto de las aves,
yo te cantaré mis alabanzas
y desde el fulgor de una estrella
oirás mi voz que te nombra.
Contigo quiero irme, mi dulce amada.
Juntos y fundidos en un abrazo tierno
y que la muerte nos arranque la vida
pero que no pueda con el amor eterno.

Juan Ramón Pombo Clavijo
Del Libro “Plenilunio”
8 de octubre de 2008

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