Cuernos
Juan Ramón Pombo Clavijo

Con varias copas adentro, entre pecho y espalda, de los que vienen recorriendo “piringundines”; los que caen de rebote y son tres los parroquianos que atentaban contra la verticalidad y que se hicieron presente en aquel tranquilo bar.

El uno:

__¿Ustedes creen que yo no sé que ella gusta del “Pancho”, el panadero?—dirigiéndose a uno de sus dos acompañantes -- ¡Dáme un cigarro hermano!

El dos:

¿Seguimos con lo mismo? ¡Mozo!...Tres “Kiwis” del Nacional, con hielo.

El tres:

<¡No señor!, del importado, del bueno; yo lo pago y con éste me despido por ésta noche ¿tamos muchachos? Yo ya estoy en “pedo” y mañana tengo que laburar.>

<¿Vos querés decir que sabés que sos cornudo? – agregó - ¿O interpreté mal yo?.>

__No me agredas así, yo no digo que la “nami” me esté metiendo los cuernos, yo digo que gusta del panadero que hace poco sacó la grande.

<¿Pa mear?...¡Já! ¡Já! ¡Já!>

__La de la lotería “boludo”, un toco así de guita; es capaz que con ella, le hagamos la cama y dentro de poco, no les dé más bola a ustedes ¡manga de borrachos!.

Todos rieron estruendosamente y se dijeron una seguidilla de improperios que izo sentir incómodos a otros clientes esparcidos en las pocas mesas del pequeño local .

Digo yo, ¿no? nosotros, ¿no podemos entrar en la “rosca”? ¿Somos amigos o tarritos de cerveza?, dale, vos tenés la papa en la boca.

__No, no, para nada, vos no entras en ninguna “rosca”, voz lo que querés es levantarme la guaina, ¿o te crees que no me doy cuenta, de cómo la miras con esos ojillos de comadreja?.

Más risas y algún grito fuera de lugar, que llevó al “bolichero” a que les llame la atención.

Los tres”mosqueteros” hicieron un agresivo silencio, lleno de odio en la mirada y cuando parecía que aquello se iba a poner bravo; alguien rompiendo el hielo dijo:

<Perdón Jefe, ¿nos sirve otra ronda por favor?, pero del importado, no se olvide>

El despachador de bebidas, de inmediato se le tiernizó la mirada (después de todo su cometido era vender alcohol) y apelando a su sapiencia Ibérica, Español era el hombre; accedió a servirles otra ronda, cuidando de cobrarles de inmediato, también en esto tenía experiencia.

Aquello continuó así en ese tono de parte de los tres alegres amigos, de a ratos muy divertidos y de a ratos algo agresivos.

La carga etílica que portaban entre pecho y espalda, después de tal vez varias horas de berberaje en incontables lugares, estaba haciendo sus efectos nocivos y no pasó mucho rato en que nuevamente el “gaita” les amonestara, ahora con más vehemencia, incluso se negó a seguirles sirviendo.

Ahora los tres adoptaron una postura de cristianos ofendidos e intercambiando cómplices miradas entre ellos, alguien dijo:

¡Nos vamos muchachos! Hay otros lugares donde ir y la noche es joven aún.

_¡Jefe!...¿se debe algo?

La respuesta del aludido fue sólo con un agresivo movimiento de cabeza.

A continuación y bajo protesta, aquellos tres mosqueteros, salieron raudos a conquistar otros mostradores, dejando a su paso un fuerte vaho de alcohol y tabaco.

Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”

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